Qiqi

Durante sus ratos de juego por Liyue, Yaoyao conoció a mucha gente, como a la capitana de la Flota Crux Meridianam y al médico de la Farmacia Bubu y su pequeña ayudante herborista. Así, cada vez que hay algo que no entiende, puede pedirle su opinión a otra gente.

Poco después de conocerse, Hu Tao ya consideraba a Qiqi como una buena amiga suya, a la cual quería enterrar personalmente.

En muchas ocasiones ha ideado los preparativos, pensado en el mejor momento para raptarla e incluso intentado cremarla y meter sus cenizas en la tumba que ya tiene asignada a las afueras de la ciudad.

Si no fuera por Baizhu, de la Farmacia Bubu, Hu Tao ya se habría salido con la suya.

Cada vez que él la atrapa con las manos en la masa, se encuentra con la cabecita de Qiqi sobresaliendo de un saco en el que la ha metido Hu Tao. En esos momentos, lo único que puede hacer Qiqi es observarla con perplejidad mientras la excéntrica joven cava efusivamente el foso en el que cremarla.

Tras estos intentos fallidos, Hu Tao le escribe a Qiqi una carta de disculpa, en la que se lamenta múltiples veces por no haber sido más rápida enterrándola para que descanse en paz.

Para Hu Tao, Qiqi murió hace mucho tiempo y quedó atrapada en el mundo de los mortales, del que no se puede liberar. Por ello, considera que padece un gran sufrimiento.

En cambio, desde que Baizhu conoció a Qiqi, su deseo de que viva para siempre sin envejecer se ha vuelto cada vez más fuerte. Sin embargo, Hu Tao nunca podrá estar de acuerdo con la idea de ir en contra del ciclo de la vida y la muerte.

Si insiste en enterrar a Qiqi no es solo porque tiene en cuenta lo que esta necesita, sino para equilibrar el orden natural de las cosas. No obstante, Qiqi no quiere ser enterrada, ya que tiene miedo a morir, y odia a Hu Tao.

Así se forma un interminable círculo vicioso durante el que la pobre niña zombi llega a tener sus momentos de lucidez y recuerda cuándo debe esconderse para no ser atrapada por Hu Tao.

El empeño de Qiqi por vivir conmovió a la excéntrica joven, así que dejó por un momento de lado sus deseos de enterrarla e investigó el pasado de Qiqi: un accidente inesperado, un oscuro secreto de los Adeptus, muchas coincidencias juntas... Hu Tao empezó a dudar de si se había portado mal con Qiqi.

Debido a su gran deseo de vivir, no podía enterrarla a la fuerza, por lo que comenzó a verla como la persona más especial del mundo.

Desde entonces, la actitud de Hu Tao con respecto a Qiqi cambió enormemente. De querer raptarla, pasó a interesarse por su bienestar.

Desafortunadamente, Qiqi tiene miedo de Hu Tao desde hace mucho más tiempo, y para perdonarla aún necesitará unos cuantos años.

A pesar de la cantidad de aprendices dispuestos a aprender de él, Baizhu decidió tomar como alumna a una pequeña zombi.

Aunque su apellido no es Bai, mucha gente lo conoce como "doctor Bai". Qiqi, la aprendiz de la Farmacia Bubu, fue la que propició el uso de este apodo.

Cuando Qiqi acababa de llegar a la farmacia, era mucho más olvidadiza de lo que es ahora. Por las mañanas, salía a recoger hierbas, pero siempre se olvidaba de volver caída la noche.

Por suerte, Baizhu siempre ha sido un hombre muy paciente a la hora de tratar con los enfermos, especialmente con la joven zombi. Al principio, insistió en que Qiqi se quedara en la farmacia, pero la niña insistía en que debía salir, pues "era su deber". Cada vez que olvidaba regresar, Baizhu salía en su busca y la llevaba de vuelta. Y así, una y otra vez...

Qiqi tiene tan mala memoria que le resulta imposible acordarse de los nombres de toda la gente que conoce. De hecho, durante mucho tiempo, Baizhu y Changsheng fueron "esa persona" y "esa serpiente".

Como parte de su tratamiento, Baizhu añadió un pequeño diario a las medicinas que le daba cada día a Qiqi para que anotara cosas importantes en él y las repasara constantemente. Así pasaron los días hasta que, una buena mañana, la joven no le preguntó quién era como acostumbraba a hacer, sino que lo miró y dijo:

"Buenos días, Bai... Bai...".

Changsheng se estiró cuan larga era ante la sorpresa, más emocionada incluso que el propio doctor y dijo: "¿Qué Bai ni qué ocho cuartosss? ¿Por qué sssolo recuerdasss el nombre del doctor? ¿Y el mío qué?".

"Doctor Bai", respondió Qiqi completamente convencida. "Y buenos días, Sssheng".

¿*Ssss*? ¡¿Qué classse de lógica esss esssa, niña?! ¿Por qué mi nombre sssolo ha quedado en Sssheng?".

"... Recordar cosas es como curar una dolencia. Uno no puede recurrir a remedios milagrosos, hay que tratarla paso a paso y desde la raíz". Baizhu asintió con la cabeza mientras sonreía de oreja a oreja. Y así fue como aceptó de buen grado el título de "doctor Bai".

Durante los días venideros, un mar de clientes acudió a la farmacia y escuchó a la joven zombi mencionar "doctor Bai esto... doctor Bai aquello...". Los clientes a su vez comenzaron a llamarlo de tal forma por toda la ciudad, y así fue como el sobrenombre de "doctor Bai" caló entre la población de Liyue.

Las notas de Qiqi están llenas de apuntes, pero ya no las necesita para recordar los nombres completos de Baizhu y Changsheng.

Por eso, con el tiempo, Qiqi aprendió a decir el nombre completo, "doctor Baizhu".

Sin embargo, "doctor Bai" quedó para siempre en la memoria colectiva de la gente.

Con ellos, prepara tres platos: dos grandes y uno más pequeño. Los grandes son para él y para el Herborista Gui. El pequeño es para alegrarle un poco el ánimo a Changsheng y a Qiqi. Así, si todos disfrutan desayunando juntos es casi como si fueran una verdadera familia.

Después, Baizhu abre la farmacia. Siempre hay paquetes de verduras, arroz, pescado fresco, frutas y otros productos que la gente ha dejado en su puerta. En la Farmacia Bubu nunca hay escasez de alimentos.

A Baizhu no le gusta aceptar todos esos regalos a cambio de nada, y muchas veces les ha insistido para que no lo hagan, pero a menudo él tampoco cobra a sus pacientes, e incluso ofrece descuentos a sus clientes habituales. El hijo de tal familia o el abuelito de tal otra... El doctor ha tratado a tanta gente de buen grado y de manera tan asequible que sienten que lo mínimo que pueden hacer es enviarle un par de obsequios de vez en cuando. Ver tantos paquetes en la puerta de su farmacia después de haber insistido a los lugareños deja siempre a Baizhu con la boca abierta. Por suerte, el Herborista Gui siempre acude presto para ayudarle a mover todos los paquetes y quitarlos de la puerta de entrada.

Después del desayuno, es hora de abrir la consulta. Baizhu se sienta tras el mostrador mientras el Herborista Gui ordena los medicamentos que recetó la noche anterior y prepara los envíos para aquellos pacientes que no pueden ir a recogerlos personalmente. Con cada paquete, añade también una nota en la que se especifica el método de uso de cada remedio y la cantidad que debe tomar.

Cuando los clientes empiezan a llegar a la farmacia, Changsheng tiene por costumbre bajarse del cuello del doctor para campar a sus anchas. Cuando ve a Qiqi haciendo ejercicio en el patio, se encarama a sus hombros y la ayuda a marcar los tiempos. "Uno, dos, tres... Uno, dos, tres...". Cuando se cruza con Gui en el pasillo mientras este lleva las medicinas de un lado al otro, también se recuesta sobre sus hombros y le pregunta acerca de los últimos chismes que haya podido escuchar sobre los vecinos.

Cuando ya se han cansado de charlar, se han repartido las medicinas y el té se ha enfriado, es hora del almuerzo. Si Baizhu tiene tiempo, cocina él mismo, y siempre prepara algún tipo de sopa medicinal de sabor dulce para cuidar de la salud de todos.

Las tardes en la Ciudad de Liyue son muy tranquilas. Los niños aprenden a leer, los ancianitos pasean por el puerto, los soldados patrullan la ciudad... Siempre hay un constante flujo de personas yendo y viniendo. Changsheng y Qiqi suelen recostarse junto a la puerta de la farmacia para tomar el sol, mientras observan a las multitudes que van de un lado para el otro y comentan cosas como que tal persona ya necesita un buen corte de pelo o que los granitos que le han salido en la cara a aquella otra persona tal vez sean por comer demasiado picante.

Al oírlas, y temiendo que sus comentarios molesten a los transeúntes, el Herborista Gui siempre toma un par de bancos y las lleva al patio interior.

Al escuchar la conmoción, Baizhu, que está escribiendo unas recetas, presta atención a los ruidos que se oyen fuera. Un buen regaño se escucha durante varios minutos, hasta que, por fin, como una olla que se apaga, la letanía llega a su fin.

Al caer la noche, Baizhu cierra la consulta. A veces, Gui se queda a cenar y a veces regresa a casa para acompañar a su familia. Entonces el doctor, Changsheng y Qiqi, se quedan para cenar juntos y regresan a casa para descansar bajo la pálida luz de la luna.

No es que sea nada del otro mundo, pero así se suceden los días en la Farmacia Bubu. Si el Herborista Gui decidiera por casualidad volver a echar un vistazo de noche, probablemente se encontraría al doctor enseñándole algún nuevo estiramiento a Qiqi en el patio trasero.

"Uno, dos, tres... Uno, dos, tres...". Y así, día y noche, estación tras estación... el ejercicio y la vida tienen su ritmo propio.

Cada vez que la temporada de frío anuncia su llegada, una multitud de pacientes aguardan a las puertas de la Farmacia Bubu para ser atendidos por su médico. Pero aquel día, nadie había visto a Baizhu por ninguna parte. Solo habían encontrado al Herborista Gui y a Qiqi preparando las prescripciones médicas y administrando medicinas en el mostrador. Los pacientes frecuentes que han venido con síntomas recurrentes supieron que era "igual que siempre", y tomaron la medicina envuelta con cuidado por el Herborista Gui y se marcharon dando tumbos, no sin antes decir: "Dígale a Baizhu que se cuide".

Justo en ese momento, Qiqi se disponía a entrar por la puerta y se tropezó con un anciano.
 
Sosteniendo un sombrero entre sus manos, asintió con la cabeza y corrió apresurada hacia la trastienda.

"Igual que siempre" no se refiere a un tiempo ni a un lugar específicos, sino una explicación breve de un hecho frecuente: "El doctor Baizhu está enfermo, hoy no podrá atender a ningún paciente. Sentimos que hayan venido hasta aquí en vano, pueden regresar cuando el doctor se sienta mejor".

Curarse a uno mismo supone un reto hasta para un médico, y Baizhu no es una excepción. Él suele decir que solo ha contraído un simple resfriado, pero la realidad es que su constitución es débil y todos sus órganos padecen alguna dolencia. Aunque su vida no corre peligro, si diez médicos le hicieran un reconocimiento, nueve de ellos exclamarían espantados haberse encontrado con una afección única que no tiene cura. Es por eso que, cada vez que Baizhu vuelve a sentir malestar, el Heborista Gui y Qiqi no pueden hacer más que traer agua caliente, paños limpios y algo de fruta para mostrar su preocupación. Pero Baizhu detesta despertar preocupación en los demás, por lo que siempre se limita a encerrarse en su cuarto, con Changsheng como única compañía.

Con las cortinas echadas y las ventanas cerradas, la habitación se inundó de oscuridad y melancolía. Cuando la salud de Baizhu vuelve a debilitarse, de repente siente escalofríos, luego padece de inflamación, a veces hasta siente fuertes dolores por todo el cuerpo... Después de recuperarse un poco del malestar, permaneció tumbado sobre la cama y bromeó con Changsheng diciendo: "Si un día de estos estiro la pata, nos meteremos en aprietos".

La serpiente siseó y se arrastró hasta la cabecera de la cama para observar de cerca con sus pupilas, tan similares a las de los humanos, el rostro sudoroso de Baizhu. "*Sss*... Ay, ay, ay, puedes descansar, ¡pero ni se te ocurra rendirte! ¿No eres tú quien está obsesionado con la idea de vivir para siempre? Además, todavía eres joven, te queda mucho por vivir".

Un humano y una serpiente, un humano con pupilas de serpiente y una serpiente con pupilas de humano. ¿Verdad que es un fenómeno de lo más extraño? Muy pocos conocen a qué se debe, y no parece que nadie sea capaz de desentrañar el misterio, pues es el secreto mejor guardado por Baizhu y Changsheng. La extraña apariencia de sus pupilas es la prueba de que existe un contrato entre ambos, y el resultado de ese contrato es el Baizhu que todo el mundo conoce actualmente. Y por ello, Baizhu no puede dejar de dedicarse a la medicina, a curar las enfermedades de los demás y a vivir con las suyas propias.

Y de acuerdo a la voluntad de Rex Lapis, la ley es suprema y los contratos deben cumplirse al pie de la letra. Liyue es una región donde habitan inmortales con humanos y todo tipo de criaturas, por lo que existe una gran diversidad de contratos amparados por la ley desde tiempos antiguos. Sin embargo, Baizhu y Changsheng nunca discuten sobre el contenido de su contrato. Sus discusiones suelen limitarse a: "¿El contrato? Eso no es más que un acuerdo, basta con decir que es una técnica secreta que solo puede transmitirse bajo ciertas condiciones muy estrictas. No debes ser muy joven ni muy viejo... Debes ser un humano y tener un buen corazón... ¿Qué más, qué más?... ¡Ah, tienes que estar predestinado para ello!".

Qiqi trajo una bandeja con té y agua caliente, y abandonó la habitación cerrando la puerta antes de salir. Baizhu la observó hasta que se marchó antes de soltar un largo suspiro. Sentía que aguardaba mil inquietudes en su pecho, pero que no era capaz de compartir ninguna de ellas. Lo único que supo hacer en ese momento fue cambiar de tema y hablar sobre un rumor llegado de lejos.

Hace mucho tiempo, quien gobernaba el Monte Yaojun se reunió con un viejo amigo con quien solía tomar el té. Prometieron regresar al monte cuando los árboles hubieran crecido para seleccionar las mejores hojas y preparar una ceremonia del té a la que invitar a otros Adeptus. Era una idea maravillosa, pero jamás lograron hacerla realidad... Uno de los dos Adeptus quedó atrapado en las profundidades del agua como hojas del té en el fondo de una taza. El otro perdió los diez dedos de sus manos junto con todos sus recuerdos, por lo que recoger las hojas del té sería una tarea imposible.

Changsheng siseó y respondió con impaciencia: "¿Qué hay de raro en eso? Los Adeptus ya no están, pero los árboles de té todavía permanecen allí. Las hojas de té mantendrán viva su promesa. Mejor preocúpate por ti mismo. Si un día partimos, solo se acordarán de nosotros el Herborista Gui, Qiqi y esta casa de madera y ladrillos".

Al contrato de Changsheng se le conoce como "método de la serpiente de jade para aplacar al dragón". Si uno se detiene a pensar en el nombre, ni la propia Changsheng sabría explicar los detalles, solo se limita a decir que lo aprendió hace mucho tiempo.

Toda conversación que se mantiene con ella sobre cualquier acontecimiento del pasado concluye de la misma manera. Baizhu está acostumbrado a escuchar sus consejos, pues sabe que lo hace con buena intención. Entonces, Baizhu tosió hasta expulsar la sangre que retenía en su garganta, y se incorporó para apoyarse en el cabezal de la cama.

Changsheng volvió a dirigir la mirada hacia él y refunfuñó: "¿Qué miras? No tengo manos para ayudarte a incorporarte".

Sosteniendo entre sus manos el cuenco de sopa que le prepararon el Herborista Gui y Qiqi, Baizhu se tomó la sopa con cuidado. Cucharada tras cucharada, la sorbió sin desviar la mirada del cuenco, como si en el fondo de este pudiera vislumbrar las flores de la primavera y las hojas del otoño.

Las cosas más sencillas son las que dan sentido a la vida. Y por eso la vida es como una sopa, deliciosa a pesar de estar preparada con los ingredientes más simples.