Solo puedo decir una cosa de esta novela: es exuberante... Como la vida, la selva, la gente y la literatura. Aquí hay un entramado muy fino (y arriesgSolo puedo decir una cosa de esta novela: es exuberante... Como la vida, la selva, la gente y la literatura. Aquí hay un entramado muy fino (y arriesgado) de voces, alegorías y tradiciones que no había leído en mucho tiempo.
Gabriela Cabezón Cámara está, en este libro, a una altura literaria que no le pide nada a nadie y es un hermoso reflejo —atemporal, evocativo y esperanzador— de los tiempos que corren.
A mí me encantó, pero debo decir que no es una de esas novelas que se leen automáticamente. Caparrós ha escrito más que una novela, una provocación paA mí me encantó, pero debo decir que no es una de esas novelas que se leen automáticamente. Caparrós ha escrito más que una novela, una provocación para cerciorarse de que aún existen las y los lectores que cuentan con el bagaje cultural para abordar este libro.
Una brevísima conferencia —que devino ensayo— sobre los “errores” en los procesos creativos de escritura y esa voluntad delirante por corregir y estanUna brevísima conferencia —que devino ensayo— sobre los “errores” en los procesos creativos de escritura y esa voluntad delirante por corregir y estandarizar el estilo. Una invitación, franca y directa, a ver la corrección como parte misma de ese inagotable proceso que sufren los que no pueden parar de escribir.
No se corrige para mejorar, para darlo todo o para que el texto quede “bien”. Corregimos (y añadimos) para fallar otra vez —como decía Beckett— para fallar mejor. Vale la pena allegarse este libro (especialmente para aquellos inmersos en procesos creativos, sean estos de escritura o no.)...more
Después de que Las malas sacudiera la escena literaria latinoamericana en 2020 y 2021, recibí con sorpresa, por decir lo menos, el anuncio de TusquetsDespués de que Las malas sacudiera la escena literaria latinoamericana en 2020 y 2021, recibí con sorpresa, por decir lo menos, el anuncio de Tusquets Editores que Camila Sosa Villada se integraría a su colección «grande» (porque grande ya era la autora, con aquella imaginación desbordante que hizo de su autoficción algo superior a todo pronóstico) y, más aún, cuando supe que este título sería un libro de cuentos.
El cuento latinoamericano contemporáneo es un rumiante difícil, incomprendido a veces, que tiene tantos pelajes que hacen difícil su identificación. Por ejemplo, ahí están Mónica Ojeda que revienta de pronto los lindes del género y Adán Medellín que, por el contrario, muestra con argumentos que aún es posible ceñirse al objetivo de contar historias. Camila Sosa Villada cae más del lado de este último, pero sus personajes podrían haberse escapado sin problemas de un libro de Ojeda o de Lola Ancira y este es un acierto más de la narrativa sosavilladiana: la visibilización de los travestis, en toda su complejidad y lustre cotidiano, es algo que brillaba por su ausencia en nuestra letras.
Desde cuentos que reivindican la riqueza étnica argentina (y con ello, la del continente) como ‘La merienda’, hasta fantasías oníricas donde otro futuro como respuesta a la homo- y transfobia es posible (‘Seis tetas’) la prosa de Camila es sorprendentemente lúcida, ágil, a ratos infantil y descarnada, pero siempre digna de observación y encomio. Sí, obliga a los lectores a asumir un mayor pacto narrativo en algunas de sus narraciones (por ejemplo, en ‘Soy una tonta por quererte’ y ‘Cotita de la Encarnación’) pero no olvidemos que la ficción es así: somos nosotros, las y los lectores, los que aceptamos ingresar al mundo narrativo de la autora, dejando la mayor cantidad de prejuicios en la puerta. ¿Pudo Billie Holiday codearse con dos inmigrantes latinas en Nueva York durante los últimos años de su vida? Sí, fue posible. ¿Los autos de fe en el México virreinal incluyeron a los travestidos que minaban la moral y fe católica de la colonia? Sin duda. ¿Se cometieron todas las atrocidades que Camila denuncia en sus cuentos? Sí, y, como tristemente atestiguan los periódicos, otras mucho peores.
¿Hay algo entonces que reprocharle a este libro que podría ser excepcional, tal y como fue Las malas en su momento? Una sola cosa y es esta: la voz del personaje principal en las nueve narraciones recogidas es, prácticamente, la misma. Esto no tiene que ver con las variantes lingüísticas que existen entre argentinos y mexicanos, sino con la forma en que tamiza la realidad el protagonista sumido en ella. Es como si el “yo narrativo” con la que convivimos en Las malas hubiera cambiado de escenarios, físicos y temporales, y decidido habitar a lo largo de estos cuentos casi sin excepción. Siento que hizo falta, por parte del editor, subrayar este aspecto para sacar lo mejor de la autora (y ayudarla a crecer). Pero aparte de esto, se trata de un libro altamente divertido, hipnótico, bello a mitad de lo terrible, y que nos enseña a no abandonar del todo la idea de un mundo tolerante e incluyente....more
¿Qué es esta novela breve exactamente? ¿Es una novela negra?, ¿romántica?, ¿“thriller” sicológico?, ¿aventuras?, ¿un poco de todas las anteriores? Es ¿Qué es esta novela breve exactamente? ¿Es una novela negra?, ¿romántica?, ¿“thriller” sicológico?, ¿aventuras?, ¿un poco de todas las anteriores? Es difícil precisarlo.
Por razones que nunca han sido del todo claras, los libros de Silvina Ocampo y Bioy Casares siempre han sido difíciles de encontrar en México. Sí, está “La invención de Morel” y la “Antología”, pero es imposible allegarse un poemario de Silvina (y la suerte de la prosa de Bioy no es muy diferente que digamos). Por este motivo —y sin pensarlo demasiado—, decidí cargar con este libro cuando lo encontré en la librería: había dos ejemplares y no dejé, aun sin leerlo, de recomendarlo a propios y extraños.
En él asistimos a la narración, por interpósita persona del homeópata Humberto Huberman, de la muerte de una de las huéspedes del hotel donde se hospeda.
Lo que sigue es el caos, pero contado con elegancia y estricto orden, de las peripecias que deben pasar el resto de los vacacionistas —y los gendarmes que llegan a Bosque del Mar, a punto de ser sepultados por la arena— antes de que se aclare qué fue lo que ocurrió con la muerta. ¿Se trató de un suicidio o de un asesinato? ¿Hay dos criminales trabajando en complicidad, de manera independiente, o bien solo uno? ¿Son todos los huéspedes quienes dicen ser? Este misterio, muy en sintonía con los cánones del género negro, será resuelto de manera natural en el curso de los propios acontecimientos.
Una novelita trepidante que no acusa el ser una obra a cuatro manos, y de la que acaso agradecería un poco menos de exhibicionismo bibliográfico y culterano (me imagino que era la mano de Bioy) y más acción, pues si bien es una obra que está impecablemente escrita, ahora se lee bastante machista a ratos, acortanada en el tratamiento de los personajes y sobreactuada (por no decir poco natural) en muchos de sus diálogos; pero cuya premisa narrativa —y un título sublime— sigue funcionando sin más....more
Roberto Juarroz escribió una poesía lapidaria, sentenciosa, en muchos sentidos mucho más racional y abstracta que la de ese paisano suyo llamado JorgeRoberto Juarroz escribió una poesía lapidaria, sentenciosa, en muchos sentidos mucho más racional y abstracta que la de ese paisano suyo llamado Jorge Luis Borges:
“Detener la palabra un segundo antes del labio, un segundo antes de la voracidad compartida, un segundo antes del corazón del otro, para que haya por lo menos un pájaro que puede prescindir de todo nido. [...] La palabra es el único pájaro que puede ser igual a su ausencia”. (P. 14).
El poeta nunca abre un espacio, por pequeño que sea, a la digresión personal, a la experiencia —como no se trate de un sobresalto metafísico ante la Nada— y sus imágenes, calculadas, frías, afiladas como un escalpelo, resuenan como fábulas impecables que carecen de toda moraleja:
“Solo lo incompleto es soportable, por lo menos transitoriamente, porque al final todo resulta insoportable, desde las apretadas aberturas del amor hasta el círculo abierto de las tumbas”. (P. 41).
La poesía de Juarroz transitó de la precisión quirúrgica de sus inicios, muy bien representados en esta antología, a una versión menos estricta y mucho más relajada de sí mismo. El título mismo de su gran obra —Poesía vertical—, que da también título a esta antología acompañada por las pinturas del chileno Roberto Matta, nos habla del impulso vital que acompañó su obra poética durante toda su vida: una mirada fulminante y perspicaz, donde cada oración tiene el peso específico de una máxima, y los grandes temas de la poesía (el amor, la muerte, la ausencia, etc.) están tratados desde una altura cercana al Idealismo: excepcionalmente bien escritos, pero no con ropas menos elitistas y aun extrañas para la experiencia concreta de sus lectores:
“Buscar una cosa es siempre encontrar otra. Así, para hallar algo, hay que buscar lo que no es.
Buscar al pájaro para encontrar a la rosa, buscar el amor para hallar el exilio, buscar la nada para descubrir un hombre, ir hacia atrás para ir hacia adelante.
La clave del camino, más que sus bifurcaciones, su sospechoso comienzo o su dudoso final, está en el cáustico humor de su doble sentido.
En 2015 —cuando se publicó originalmente este libro— México estaba por cumplir una década de la fecha en que había pasado de la tragedia de las muertaEn 2015 —cuando se publicó originalmente este libro— México estaba por cumplir una década de la fecha en que había pasado de la tragedia de las muertas de Juárez a la guerra contra el narcotráfico. La violencia de género y los feminicidios, como expresión de un machismo estructural y sistemático en nuestro país, eran cosas que estaban en el aire, de las que se hablaba; pero de las que nadie atinaba a decir si eran algo global (o no) o desde cuándo habían empezado.
En ese momento Selva Almada dirigió la mirada a los casos de tres chicas —Andrea, María Luisa y Sarita—, asesinadas brutalmente en los ochenta, para decirnos, desde la empatía con las víctimas y sus familiares, que sí, esta tragedia ha ocurrido desde antes de lo que estábamos dispuestos a reconocer, que era algo que ocurría también en Argentina y que, al igual que ocurre en México, estos tres crímenes quedaron impunes.
Un libro verdaderamente excepcional, con un estilo absorbente, delicado e inteligente, que fluye con atención a los detalles y el habla de los involucrados. Una crónica concienzudamente bien hilvanada que, por la gravedad de su tema, desearía que nunca se hubiese escrito, pero que arroja luz, mucha luz sobre estos acontecimientos que no deben ser olvidados.
Diana Bellessi es una poeta fundamental de la literatura argentina posterior a la dictadura, pero es una pena que en México apenas un puñado de personDiana Bellessi es una poeta fundamental de la literatura argentina posterior a la dictadura, pero es una pena que en México apenas un puñado de personas la conozcan.
Más aún porque su poesía es un dechado de lirismo puro, simple, que llega directo al espíritu, sin complicaciones ni grandes aspavientos retóricos.
Esto no quiere decir que su poesía sea “simplona”. No, no lo es... y en Pasos de baile logra una atmósfera entrañable y doméstica que es recorrida, como por un fantasma, por una sensación de decaimiento e interrupción de la experiencia del mundo que se ha impuesto la poeta:
“Sin poema”
Tristeza de la mañana donde me hallo y me pierdo mirando el fondo sin acertar las notas donde el fondo canta, y la mano de Dios lo resuelve todo menos en mí, así ando perdida sin saber quién soy
como un zombi en la belleza de los días donde he dejado la fe
(p. 26).
Así, sin punto final, para dejar que las palabras sigan vibrando en el interior de los lectores, convidándolos a que contemplen y sean salvos por la belleza del mundo, el canto de las aves, y las carantoñas del perro.
Un poemario sólido, bien hilado y lleno de contemplación y vida que permitirá a muchos ponerse en contacto, por primera vez, con la poesía necesaria de Diana Bellessi....more
“Fabián Casas —según Fogwill— es un genio”. Desafortunadamente esta afirmación puede malinterpretarse fácilmente: ser un genio no significa ser infali“Fabián Casas —según Fogwill— es un genio”. Desafortunadamente esta afirmación puede malinterpretarse fácilmente: ser un genio no significa ser infalible. Ser un genio significa obedecer los dictados viscerales del alma, del microcosmos que nos rodea, de esta experiencia fallida del mundo que habitamos.
En este sentido no podría estar más de acuerdo con Fogwill: Fabián Casas es un poeta de la experiencia que escribe visceralmente, reinventando todo lo que le rodea: su infancia, su barrio, sus amigos, su pareja, sus padres. Todo. Si bien puede llegar a ser autocomplaciente y enfrascarse en referencias minúsculas solo comprensibles para él, sus poemas llanos, inteligibles para todo el mundo y nutridos de cosas aparentemente triviales, son imbatibles, sencillamente insuperables.
Este libro contiene toda la obra poética de Fabián hasta el 2010. Si bien yo me quedo con sus primeros libros (“Tuca” y “El salmón” me parecen brillantes), hay no pocas líneas memorables en el resto. Una recopilación imperdible, con algunos poemas que hay que leer, releer, asimilar y sentir un poco... como lo hace el genio....more
Hay varias cosas que puntualizar en este libro: la primera —y quizás la más obvia— es el diseño editorial. Es fino, sin ser ostentoso, cuidado, pulcroHay varias cosas que puntualizar en este libro: la primera —y quizás la más obvia— es el diseño editorial. Es fino, sin ser ostentoso, cuidado, pulcro. Como objeto, este libro es simplemente delicioso.
Lo segundo es que Martín Caparrós es un genio de la crónica como pocos. Profeta en su tierra, Caparrós ha hecho de la no ficción algo que tiene muchos —si no es que todos— de los mejores ingredientes de la ficción: sabe cuándo permitirse un silencio dramático, intercala diálogos para hacernos partícipes de lo cronicado, retoma el hilo conductor que anima a todos los escritos de este libro con la sutileza, ironía o desfachatez que el momento lo requiere. En suma, se trata de uno de los mejores periodistas en lengua española, sin importar que el tema sea el futbol, la vida del interior en Argentina, la guerra en Medio Oriente o el placer de comer.
Puedo no estar de acuerdo en muchas de las cosas con las que cierra este libro (la cena en El Bulli, por ejemplo, deja fuera algo que unas crónicas más atrás fue capital: la saciedad en el comer; pero los autores y sus hábitos alimenticios cambian, quizás no siempre para bien) o con el prólogo de Juan Villoro que afirma: “No estamos ante un depredador que se conforme con el primer conejo sino ante un hedonista de safari, convencido de que los complejos preparativos, la presa olfateada a distancia y el demorado acecho agrandan la efímera degustación” chocando de frente con lo que afirma el propio Caparrós en la p. 69: “No fue fácil, y las dificultades no son mi plato favorito”. Pero en ningún caso me atrevería a afirmar que este libro tiene desperdicio o que está mal escrito.
En suma se trata de uno de los mejores libros de crónica, culinaria o no, que haya leído nunca. Muy recomendable para los que anden buscando algo diferente, no menos nutritivo y sumamente placentero....more
En muchos casos (o casi en todos) los autores escriben (o escribimos) un libro pensando poco (o casi nada) en_¿Quién que es no ama a Leila Guerriero?_
En muchos casos (o casi en todos) los autores escriben (o escribimos) un libro pensando poco (o casi nada) en el prospectivo lector.
Lo ciego de esta afirmación se redobla en el caso de la no ficción: el autor se apega a la crónica de los hechos, aunque en algunos casos, como el de la deslumbrante Leila Guerriero, sea válido apelar a algunos recursos de la ficción: monólogos interiores, descripciones líricas y juicios sumarios a propósito de la determinación con que emprendieron sus acciones los distintos personajes, entre otros.
Lo mejor resulta cuando la narración está tan bien construida, tan pulcramente armada que uno no nota estos recursos y la crónica fluye con la naturalidad con la que Stendhal o Tolstói contaban historias.
Este es el caso de este librito: la crónica de una ola de suicidios en Las Heras, un pequeño pueblo petrolero en la Patagonia, que nunca se resolvieron del todo: ¿qué pudo orillar a hombres y mujeres, con alrededor de 25 años en su mayoría, envueltos en una comunidad marcada por la precariedad, los prejuicios y la indiferencia, a quitarse la vida de la forma en que lo hicieron?
Leila responde con absoluta honestidad: “no lo sé”, pero —como los buenos fiscales de las novelas policiacas— pone frente a nosotros todos los elementos para encontrar el meollo de la historia...
Y para ayudarnos a entender, sin sentimentalismos ni arrebatos, qué pudo llevar a nuestros amigos (o familiares) a quitarse la vida.
Porque, como dice Martina Díaz en este libro, el suicidio es una decisión y como tal se la respeta.
Un trabajo verdaderamente impresionante del que, muy seguramente, no saldrán indemnes al reconocerse en las páginas de este libro....more
Hay algo que debo dejar en claro antes que cualquier otra cosa: este es el único libro que Norberto Soares (periodista cultural, editor, crítico de laHay algo que debo dejar en claro antes que cualquier otra cosa: este es el único libro que Norberto Soares (periodista cultural, editor, crítico de la literatura argentina del último cuarto del siglo XX) publicó en vida... Y es estupendo.
Se trata de siete cuentos donde, como decía Borges, se parte de un principio rector: se conoce el principio y el final. En “Gente que baila” se trata del nombre de una mujer perdida y lo que hace el o los protagonistas para arrostrar la pérdida. Ya, no hay más. En todos los casos los resultados son divertidos, livianos, profundos o simplemente sorprendentes.
Desde Eva Fischer que, incólume, decide pasar de largo ante la presión del amante en su búsqueda de la felicidad, hasta Luna Cassorla y Toni Pollack que menosprecian, burlan y escapan de la violencia sistémica con que las envuelve el machismo en el Cono Sur, estos relatos sorprenden por su actualidad (se editó originalmente en 1993), su ironía y la artesanía cuidadosa con la que fueron manufacturados.
Es una pena que Soares no nos haya dejado otro libro de este calibre donde la historia esté concentrada en la descripción misma de los personajes. La escritura de John Irving y Raymond Carver (por poner solo un par de ejemplos) se encuentra muy cerca de lo logrado por el autor de “Gente que baila” y creo que a ninguno de los tres miembros de esta santísima trinidad le habría desagradado la hermandad resultante de semejante comparación.
Héctor Libertella aseguraba que estos tres cuentos daban cuenta cabal del oficio de “excritor”: aquellos remotos autores que resguardaban en recónditoHéctor Libertella aseguraba que estos tres cuentos daban cuenta cabal del oficio de “excritor”: aquellos remotos autores que resguardaban en recónditos parajes, desde lo más profundo de la historia, la tradición literaria de lo “nuevo”: decir cosas verdaderas, aunque no necesariamente ciertas.
Pongamos por ejemplo a Bernal Díaz del Castillo o a Marco Polo, ambos “excritores” por antonomasia, donde la novedad casi inverosímil de la experiencia que relatan les permitió echar mano de no pocas licencias poéticas: ese es el espíritu de los relatos que están aquí.
Algunos podrían tildar estos cuentos de petulantes o incoherentes, pero hay que decir también que escribir en estos tiempos de literatura “academicista” o “experimental” como lo hacía Libertella es profundamente refrescante y liberador....more
Necesitaba un libro fresco como éste que tironea de distintos puntos de anclaje y escapa a las “tesis” en que se han convertido los lib¡Vaya poemario!
Necesitaba un libro fresco como éste que tironea de distintos puntos de anclaje y escapa a las “tesis” en que se han convertido los libros de poesía. En el proceso, su autor consigue algunos versos y poemas admirables:
PREMONICIÓN
Evoco la templanza de mis tías emparejando el mantel del desayuno. Mis tías aferradas a cepillos y esponjas. Mis tías decididas a alimentar sin pausa. Y la cantata aguda de un responso por los santos difuntos. ¿Era la pesadez lo que espantaba? ¿O la muerta aludida que llegaba de lejos? Con cierta lucidez yo advertía el futuro, el claro porvenir expresado en la mosca encima del mantel y la manteca.
Desafortunadamente no todo es poesía de la experiencia. En las últimas dos secciones (de las tres que componen el libro) el autor se decanta por una poesía con tintes experimentales e imágenes abstractas que lo acercan a la poesía del lenguaje (Tsunami, Enseñanza, Sopa) o a una poesía narrativa ficticia (Una canción en medio de la guerra). No puedo decir que todas sus intentonas sean de mi agrado —el riesgo de armar un poemario de 94 páginas es precisamente tener tantos registros que resulte difícil encontrar los vínculos mediante los cuales unos poemas dialogan con otros— pero hay que saludar el espíritu de aventura y el riesgo que corrió Carlos J. Aldazábal con esta obra.
Una muestra más de por qué la literatura argentina proyecta una influencia grande en Latinoamérica estos días: sus autoras y autores simplemente se atreven....more
Todo lo deslumbrante que me pareció “Interludio en Berlín” contrasta con lo decepcionante que me parecSIN DESCUBRIMIENTO POÉTICO NO PUEDE HABER POESÍA
Todo lo deslumbrante que me pareció “Interludio en Berlín” contrasta con lo decepcionante que me pareció “Teatro de sombras”: hay un planteamiento poético inicial que parece ofrecernos una recreación dramática con personajes y escenarios (la Gran Máquina del Placer, la Emperatriz, la Estación del Glaciar, la Enemiga Jurada, etc.) en los que las imágenes —muy plásticas todas ellas— se desbordan más allá de cualquier experiencia concreta, saturando por completo al lector y llevándolo, conforme avanza el poemario, a una experiencia que solo podría calificar de “surrealista” (?) similar a una inmersión onírica o al uso de sustancias psicoactivas.
El problema que encuentro es que al finalizar el libro no veo rastro alguno de un mensaje claro o un descubrimiento poético. Me siento terriblemente abrumado por cosas que no me transmitieron emoción o sensación alguna, más que la de estar presenciando un gran malabarismo intelectual.
¿Cómo juzgar así la cohesión de algún propósito por parte de la escritora? ¿La “técnica”? ¿Cómo evaluar si la emoción proyectada llegó a feliz término?
Debe ser terrible tener que juzgar —para un concurso o una beca— un poemario como “Teatro de sombras”....more
A diferencia de mucha de la poesía de María Negroni con la que me he topado (ajena a la experiencia cotidiana, grandilocuente, inconexa y sin ofrecermA diferencia de mucha de la poesía de María Negroni con la que me he topado (ajena a la experiencia cotidiana, grandilocuente, inconexa y sin ofrecerme puentes para el diálogo) este libro me gustó. Todas las características anteriores se integran bien dentro de la vivencia del inmigrante, del extranjero que se desmarca en una ciudad trepidante y cosmopolita como Berlín.
Si tuviera que recomendar un poemario de la autora para aquellos que gustan de la poesía abstracta o del lenguaje y también para los que disfrutan de la poesía concreta o de la experiencia, “Interludio en Berlín” sería el elegido sin lugar a dudas....more
Aquí se reúnen tres plaquettes de Fogwill: Contra el cristal de la pecera de acuario (1999), Lo Dado (1999) y El antes de los monstruito [sic]: acto pAquí se reúnen tres plaquettes de Fogwill: Contra el cristal de la pecera de acuario (1999), Lo Dado (1999) y El antes de los monstruito [sic]: acto para voces representadas (1998) que, respectivamente, abrevan en la tradición del poema filosófico que erige a la pecera como símbolo del mundo, hacen eco de Mallarmé (“Ningún lance de dados elimina el azar”) y desembocan en la poesía narrativa, de corte oral, como testimonio y denuncia de la realidad argentina.
Estos rasgos que para muchos constituyen el principal atractivo de la poesía de Fogwill, quien oscila con desparpajo entre el arrebato arrabalero y la reflexión filosófica de altos vuelos, también pueden esgrimirse, al menos en este poemario brevísimo, como una desventaja: la voz local que se regodea en su ininteligibilidad. Sin duda este libro contiene muchas líneas admirables y, al menos, un poema absolutamente arrasador (Transparencias), pero para muchos lectores ajenos al habla o a la realidad argentina del gobierno de Menem, las últimas páginas les dirán muy poco (o casi nada) por cierto.
Un poemario que, para mí y en virtud de lo anterior, carece de unidad y va de más a menos....more
Si bien «El viento que arrasa» se publicó en 2012, la argentina Selva Almada (1973) irrumpió en la escena literLA VIOLENCIA QUE ANTECEDE A LA TRAGEDIA
Si bien «El viento que arrasa» se publicó en 2012, la argentina Selva Almada (1973) irrumpió en la escena literaria latinoamericana en los años que siguieron a la primera edición (en 2014) de «Chicas muertas», breviario trágico de la violencia de género que se abate sobre nuestros países sin que nadie se atreva siquiera a diagnosticar sus causas. El reconocimiento internacional comenzó apenas en 2019, cuando recibió el First Book Award (en el Festival Internacional del Libro de Edimburgo) por la traducción al inglés de su novela publicada en 2012. Sus libros —y ese es el único pero que podría ponerle a su obra— son muy difíciles de encontrar (o prácticamente impagables) fuera de Argentina.
En «No es un río» son los varones quienes llevan la voz cantante (al igual que en «El viento que arrasa» y «Ladrilleros»), y si bien podríamos decir que se trata de una novela “breve” que se lee en una tarde, las apariencias resultan a todas luces engañosas en este libro denso, de apenas 137 páginas, cargado con una narrativa fragmentaria, altamente no lineal y repleta de atmósferas rurales donde el lenguaje mismo —del narrador omnisciente, así como de los personajes— es parte del paisaje.
En ella acompañamos a Enero y el Negro que llevan de pesca a Tilo, hijo adolescente de Eusebio, el compadre muerto. Mientras se preparan a pernoctar en la isla fluvial donde transcurre la acción, asistimos de primera mano a la forma peculiar que tienen los hombres para expresar sus afectos, sus temores, sus odios y alegrías, ya sean del presente o del pasado. Un conflicto con Aguirre, uno de los isleños que deja entrever sus propios dramas personales, los de su hermana Siomara y sus sobrinas, completará el cuadro y nos mostrará el rostro de la violencia entre hombres como antesala a la tragedia.
Si José Eustasio Rivera en «La vorágine» nos demostró que la selva colombiana podía ser el personaje principal de un libro y no articular una sola palabra, Selva Almada redondea su relato mostrándonos que el río —que “no es un río”— es una presencia ominosa, acechante, y cruel que delinea las vidas de los personajes en esta novela. Un libro increíble, lleno de suspenso y emoción, que hará al lector aquilatar cada página. Auténticamente imperdible....more
Hace algunos años pude conocer la narrativa de Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) gracias a que su LAS NARRACIONES EXTRAORDINARIAS DE S. SCHWEBLIN
Hace algunos años pude conocer la narrativa de Samanta Schweblin (Buenos Aires, 1978) gracias a que su primera novela, Distancia de rescate, fue nominada al Premio Man Booker 2017; sin embargo lo verdaderamente sorprendente en ella son sus cuentos.
La Schweblin se mueve con soltura, a medio camino entre lo real y lo fantástico, en una tradición literaria digna de Raymond Carver, Shirley Jackson y Flannery O’Connor. Sus cuentos siempre plantean un enigma y este planteamiento —lúcido, inteligente, y a la vez desconcertante— cautiva profundamente al lector.
Sin duda se trata de una de esas experiencias lectoras naturales, orgánicas, auténticamente extraordinarias que parecen muy sencillas de reproducir pero que son imposibles de imitar. Como diría Mariana, Samanta Schweblin es un «sí sin reservas»....more
Hablar del ensayo —sea este al tuntún o no— nos remite a Montaigne que, en su monumental obra, advertía al lector de que él mismo era la sola materia Hablar del ensayo —sea este al tuntún o no— nos remite a Montaigne que, en su monumental obra, advertía al lector de que él mismo era la sola materia de su libro y que la filosofía (contenida en su libro a manos llenas pero disimulada) solo servía para enseñarnos a los hombres a bien morir.
Premisas geniales para cualquier lector que se acercaba al género recién inaugurado por Montaigne a finales del s. XVI, la ensayística no ha cejado nunca en su empeño subjetivo de presentar las consideraciones personales del autor frente a tal o cual tema (piénsese en lo maravilloso que resulta asomarse actualmente al carácter de Voltaire, R. L. Stevenson, Virginia Woolf o Doris Lessing a través sus ensayos) ni en la filosofía disfrazada que se esconde subrepticiamente en sus páginas. Nota al margen: pareciera que todo ensayo permite que alguna consideración filosófica se cuele siempre tras bambalinas sin que nos percatemos de ello.
Sin embargo, cada generación y latitud ha adoptado una postura ante el ensayo. Los ejemplos de Jonathan Swift y Seamus Heaney tienen pocas aristas en común (a pesar de tratarse de dos de los autores irlandeses más destacados de todos los tiempos) y algo similar ocurre entre nosotros con Alfonso Reyes, Octavio Paz y José Luis Martínez, excepción hecha —claro está— del despliegue erudito con que cada uno de ellos abordó los temas queridos por su época. En resumidas cuentas, el ensayo es un género personalísimo, histórica y socialmente caracterizado, que nos da una radiografía del autor y su manera de pensar, susceptible a las más diversas interpretaciones, y en muchos casos valorable únicamente por los lectores que vendrán.
El libro de hoy (La supremacía Tolstói y otros ensayos al tuntún) busca responder a todo lo anterior en el caso del poeta argentino Fabián Casas (1965). Si bien muchos lectores juzgarán al libro con dureza por tratarse de ensayos donde se describe con lujo de detalle esa cosa llamada «la argentinidad» en la primera década del s. XXI —dejando fuera de su influjo a aquellos que desconozcan o no estén dispuestos a zambullirse a la búsqueda de las referencias históricas o culturales necesarias—, las obras aquí reunidas nos hablan no solo de varias preocupaciones vitales en la obra de Casas (el padre, el rock, la muerte, el fútbol, la novela argentina, la amistad, Tolstói) sino que lo hacen con una postura literaria generalizada propia de los tiempos que corren: el tuntún, ese flujo narrativo sin cálculo ni reflexiones que fuera tan querido por Kerouac y los Beats, reivindicado por toda una generación afecta a los estados de Facebook, los posts en Instagram y los tuits “clásicos” de 120 caracteres.
Un texto recomendabilísimo para los lectores inclinados por este género, los seguidores de la obra de Casas, y los adeptos de la literatura argentina. Editado sin mácula por Seix Barral para su Biblioteca Breve, el único defecto que (para mí) tendría este libro es que sea tan difícil de conseguir fuera de Argentina. Increíblemente ameno e imperdible....more