Piedra al pecho es el primer libro que se edita en España del argentino Carlos J. Aldazábal, uno de los más destacados autores de su generación en Sudamérica. En opinión del jurado del Premio Alhambra de Poesía Americana, se trata de un poemario renovador para la poesía argentina que es capaz de aprovechar la cultura urbana del tango en diálogo con otras tradiciones poéticas latinoamericanas como la representada por César Vallejo.
Necesitaba un libro fresco como éste que tironea de distintos puntos de anclaje y escapa a las “tesis” en que se han convertido los libros de poesía. En el proceso, su autor consigue algunos versos y poemas admirables:
PREMONICIÓN
Evoco la templanza de mis tías emparejando el mantel del desayuno. Mis tías aferradas a cepillos y esponjas. Mis tías decididas a alimentar sin pausa. Y la cantata aguda de un responso por los santos difuntos. ¿Era la pesadez lo que espantaba? ¿O la muerta aludida que llegaba de lejos? Con cierta lucidez yo advertía el futuro, el claro porvenir expresado en la mosca encima del mantel y la manteca.
Desafortunadamente no todo es poesía de la experiencia. En las últimas dos secciones (de las tres que componen el libro) el autor se decanta por una poesía con tintes experimentales e imágenes abstractas que lo acercan a la poesía del lenguaje (Tsunami, Enseñanza, Sopa) o a una poesía narrativa ficticia (Una canción en medio de la guerra). No puedo decir que todas sus intentonas sean de mi agrado —el riesgo de armar un poemario de 94 páginas es precisamente tener tantos registros que resulte difícil encontrar los vínculos mediante los cuales unos poemas dialogan con otros— pero hay que saludar el espíritu de aventura y el riesgo que corrió Carlos J. Aldazábal con esta obra.
Una muestra más de por qué la literatura argentina proyecta una influencia grande en Latinoamérica estos días: sus autoras y autores simplemente se atreven.