Mudo
3.620
Ciencia ficción. Thriller
Cuando su novia desaparece, un hombre mudo (Alexander Skarsgård) se adentra en el sórdido submundo de un Berlín futurista (año 2056), donde sus acciones hablarán sin necesidad de palabras. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2018
2 de 3 usuarios han encontrado esta crítica útil
Duncan Jones, el director de Moon (a la que hace varios guiños en su nueva película), Código fuente y Warcraft, ha dividido al público con su nueva película: Mute (2018), disponible ya en Netflix, y que nos conduce a un Berlín del futuro para contarnos la historia de amor de dos personajes y el submundo oscuro que les rodea. Jones ha comentado que quiso que fuera su primera película, pero, en cambio, dirigió Moon y ahora ha vuelto a este guion para transformarlo en una historia futurista de corte noir cuando en la versión original trataba sobre mafiosos en la actualidad. ¿Y qué tal el resultado de la reescritura?
Mute es una película, hasta cierto punto, caótica o, simplemente, descompensada entre tantos momentos histriónicos o viscerales, dignos del Ronin de Frank Miller. Hay momentos que son más dignos de un videoclip o de un corto, que de un film de dos horas. Nunca sabemos muy bien cuál es su propósito, porque se ve abordada por varios personajes desagradables y sus subtramas. Cuando están conectados, ya parece demasiado tarde para ejecutar un final digno, optando por una versión descafeinada de un Nicolas Winding Refn de Solo Dios perdona (y que nos hace dudar si el protagonista es Leo, Cactus o la pata de la cama con el delfín tallado).
Puede que el problema, más allá de sus dos horas de duración y su ritmo, a veces entre la parsimonia y lo falsamente frenético, esté en su dificultad a la hora de focalizar cuál es la auténtica historia. ¿Trata sobre Leo, el camarero mudo, amish, que en las últimas escenas se convierte en una especie de Frankenstein? ¿Es Cactus, el personaje amoral y salvaje de un Paul Rudd alejado a los registros que nos tiene acostumbrado? ¿O es el asqueroso Duck, un Justin Theroux que da grima con solo verlo? Ninguno de estos personajes cae excepcionalmente bien (y no tienen por qué hacerlo), pero la película, lejos de parecer coral, lo que se antoja es que escora con unos personajes que tienen arranques que surgen más del guion que de sí mismos, porque, realmente, ¿cuál es la finalidad en la trama de que Duck decida darle voz a Leo? ¿Por una estúpida venganza? A su vez, temas como la pederastia o la explotación sexual quedan como un accesorio que no acaba de encajar en la propuesta.
El espectador tiene que hacer un esfuerzo por creerse esta película y aceptarla con sus limitaciones. No es fácil. Alexander Skarsgård da vida a ese ingenuo camarero, pero no es el silencioso Ryan Gosling de Drive o Solo Dios perdona. Paul Rudd y Justin Theroux levantan la película con sus apariciones, pero sus personajes son repulsivos y se siente que no reciben el tratamiento que merecen en cuanto a su desarrollo (salvo quizás el lunático de Rudd). Seyneb Saleh como Naadirah hace todo lo que puede con el metraje que le corresponde. En el reparto aparecen, brevemente, personajes interpretados por Noel Clarke, Dominic Monagham o Robert Sheehan, pero solo añaden extrañeza a esta película que es más visual que cerebral.
No obstante, si hace poco comentaba que era justo que algunos críticos alabasen Aniquilación por el simple hecho de que no se proponía responder a las preguntas y sus dudas, es irónico cuanto menos que a Mute se la acusa de sus innumerables incoherencias y no se intente disfrutar de una trama que si bien no es perfecta, al menos es un ciberpunk decente (¿y con un final optimista?) para estos tiempos indecentes. Eso sí, el Blade Runner de Berlin está bastante conseguido con una visión del futuro que, salvo los coches voladores, no nos extrañaría ver en una década. Como siempre, es un ciberpunk abarrotado de referencias a otras películas y a un estilo que ya conocemos, pero nunca está de más ver a un director con tanto talento como Duncan Jones que decide recuperarlo bajo la partitura de Clint Mansell, con temas de Nirvana a piano o la versión del Heroes de David Bowie que hizo Philip Glass (no olvidemos que la película está dedicada a David Jones, es decir, David Bowie, el padre de Duncan Jones).
Más allá de los límites del propio film, muchos parecen pedir la cabeza de Jones por haber realizado esta película o sueltan comentarios como "que hiciera una película tan buena como Moon fue pura suerte", pero un servidor piensa que el arte es para los artistas y los artistas de verdad son los que experimentan y arriesgan. No se puede decir que Jones no lo haya intentado una vez más.
Afirmaba el director Martin Scorsese que sistemas como Rotten Tomatoes se habían convertido en los enemigos del cine por esa forma de tachar una película de buena o mala, nada más de estrena, como si fueran calificaciones de unas notas escolares, y daba ejemplos de clásicos que dividieron a la crítica como El mago de Oz y que ahora son reconocidos como obras maestras. En los '80, esto sucedió con Blade Runner, criticada sin pausa hasta convertirse, poco a poco, en una obra de culto. ¿Ocurrirá esto con Mute? Seguramente, deberemos esperar, pero la película de Jones tiene suficientes toques como para merecer su visionado, siempre que se la comprenda como imperfecta, igual que cada una de las personas que cruzan su trama en ese Berlín neblinoso del mañana.
Crítica publicada originalmente en: https://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2018/04/critica-de-mute-duncan-jones-2018-el.html
Mute es una película, hasta cierto punto, caótica o, simplemente, descompensada entre tantos momentos histriónicos o viscerales, dignos del Ronin de Frank Miller. Hay momentos que son más dignos de un videoclip o de un corto, que de un film de dos horas. Nunca sabemos muy bien cuál es su propósito, porque se ve abordada por varios personajes desagradables y sus subtramas. Cuando están conectados, ya parece demasiado tarde para ejecutar un final digno, optando por una versión descafeinada de un Nicolas Winding Refn de Solo Dios perdona (y que nos hace dudar si el protagonista es Leo, Cactus o la pata de la cama con el delfín tallado).
Puede que el problema, más allá de sus dos horas de duración y su ritmo, a veces entre la parsimonia y lo falsamente frenético, esté en su dificultad a la hora de focalizar cuál es la auténtica historia. ¿Trata sobre Leo, el camarero mudo, amish, que en las últimas escenas se convierte en una especie de Frankenstein? ¿Es Cactus, el personaje amoral y salvaje de un Paul Rudd alejado a los registros que nos tiene acostumbrado? ¿O es el asqueroso Duck, un Justin Theroux que da grima con solo verlo? Ninguno de estos personajes cae excepcionalmente bien (y no tienen por qué hacerlo), pero la película, lejos de parecer coral, lo que se antoja es que escora con unos personajes que tienen arranques que surgen más del guion que de sí mismos, porque, realmente, ¿cuál es la finalidad en la trama de que Duck decida darle voz a Leo? ¿Por una estúpida venganza? A su vez, temas como la pederastia o la explotación sexual quedan como un accesorio que no acaba de encajar en la propuesta.
El espectador tiene que hacer un esfuerzo por creerse esta película y aceptarla con sus limitaciones. No es fácil. Alexander Skarsgård da vida a ese ingenuo camarero, pero no es el silencioso Ryan Gosling de Drive o Solo Dios perdona. Paul Rudd y Justin Theroux levantan la película con sus apariciones, pero sus personajes son repulsivos y se siente que no reciben el tratamiento que merecen en cuanto a su desarrollo (salvo quizás el lunático de Rudd). Seyneb Saleh como Naadirah hace todo lo que puede con el metraje que le corresponde. En el reparto aparecen, brevemente, personajes interpretados por Noel Clarke, Dominic Monagham o Robert Sheehan, pero solo añaden extrañeza a esta película que es más visual que cerebral.
No obstante, si hace poco comentaba que era justo que algunos críticos alabasen Aniquilación por el simple hecho de que no se proponía responder a las preguntas y sus dudas, es irónico cuanto menos que a Mute se la acusa de sus innumerables incoherencias y no se intente disfrutar de una trama que si bien no es perfecta, al menos es un ciberpunk decente (¿y con un final optimista?) para estos tiempos indecentes. Eso sí, el Blade Runner de Berlin está bastante conseguido con una visión del futuro que, salvo los coches voladores, no nos extrañaría ver en una década. Como siempre, es un ciberpunk abarrotado de referencias a otras películas y a un estilo que ya conocemos, pero nunca está de más ver a un director con tanto talento como Duncan Jones que decide recuperarlo bajo la partitura de Clint Mansell, con temas de Nirvana a piano o la versión del Heroes de David Bowie que hizo Philip Glass (no olvidemos que la película está dedicada a David Jones, es decir, David Bowie, el padre de Duncan Jones).
Más allá de los límites del propio film, muchos parecen pedir la cabeza de Jones por haber realizado esta película o sueltan comentarios como "que hiciera una película tan buena como Moon fue pura suerte", pero un servidor piensa que el arte es para los artistas y los artistas de verdad son los que experimentan y arriesgan. No se puede decir que Jones no lo haya intentado una vez más.
Afirmaba el director Martin Scorsese que sistemas como Rotten Tomatoes se habían convertido en los enemigos del cine por esa forma de tachar una película de buena o mala, nada más de estrena, como si fueran calificaciones de unas notas escolares, y daba ejemplos de clásicos que dividieron a la crítica como El mago de Oz y que ahora son reconocidos como obras maestras. En los '80, esto sucedió con Blade Runner, criticada sin pausa hasta convertirse, poco a poco, en una obra de culto. ¿Ocurrirá esto con Mute? Seguramente, deberemos esperar, pero la película de Jones tiene suficientes toques como para merecer su visionado, siempre que se la comprenda como imperfecta, igual que cada una de las personas que cruzan su trama en ese Berlín neblinoso del mañana.
Crítica publicada originalmente en: https://elantrodelosvampirosyotrosmonstruos.blogspot.com.es/2018/04/critica-de-mute-duncan-jones-2018-el.html
4 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿En qué estaban pensando éstos de Netflix para anunciar a bombo y platillo esta cosa? Dudo bastante, y apostaría a que absolutamente nadie paga la cuota para ver castañas de este calibre...
El director tiene algunas pelis bastante buenas, pero esto son dos horas de pura pérdida de tiempo... No tiene ni pies ni cabeza, creo que por no tener no tienen ni inicio, nudo y desenlace... es un follón tremendo en el que nada tiene ni el más mínimo sentido...
No le doy un 0, porque no se puede, y un 1 me parecería excesivo, porque a éstos de Netflix les he visto películas en al catálogo a��n peores, bueno y porque tiene una imagen, encuadres, o como se quiera llamar, bastante chulos... pero vamos, si yo fuera Netflix y fuese a meter en el catálogo esta basura, por lo menos intentaría que pasara desapercibida... porque vaya tela... dos horas encima...agüita...
El director tiene algunas pelis bastante buenas, pero esto son dos horas de pura pérdida de tiempo... No tiene ni pies ni cabeza, creo que por no tener no tienen ni inicio, nudo y desenlace... es un follón tremendo en el que nada tiene ni el más mínimo sentido...
No le doy un 0, porque no se puede, y un 1 me parecería excesivo, porque a éstos de Netflix les he visto películas en al catálogo a��n peores, bueno y porque tiene una imagen, encuadres, o como se quiera llamar, bastante chulos... pero vamos, si yo fuera Netflix y fuese a meter en el catálogo esta basura, por lo menos intentaría que pasara desapercibida... porque vaya tela... dos horas encima...agüita...
10 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Si es cierto que la estética llama mucho al ser tipo Blade Runner y me han encantado Alexander y Robert, pero me esperaba un desenlace mejor, sin tantas prisas y acabando un poco mejor para alguno de sus protagonistas. Al inicio de la película se da mucho detalle, hasta con mimo y cierta parsimonia, para darte cuenta de que solo lo han hecho para justificar ciertos aspectos del precipitado final.
12 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parece estar convirtiéndose en una costumbre que la calidad de las producciones de Netflix sea inversamente proporcional a su promoción en internet.
Esta vez las malas críticas están perfectamente justificadas.
Tenemos a Alexander Skarsgård de protagonista, que además de hacer de mudo, parece lelo por su nula expresividad. También aparece Paul Rudd, que está para matarlo, revivirlo con palas desfibriladoras y volverlo a matar unas cuantas veces por su mala actuación y su bigote y cháchara ridículos.
Pues bien, el protagonista es amish pero eso no tiene la más mínima transcendencia en la trama. Curiosamente, no ve la televisión pero sí que tiene un móvil. Y cuando termina el film, uno se da cuenta de que tampoco tiene la más mínima importancia su mudez. El pánfilo este conoce a una joven de pelo azul que parece una versión joven de Paz Padilla, y mantiene un empalagoso romance en un mundo futurista plagiado de mala manera de "Blade runner", con strippers robóticas y todo. Esta copia la hacen tan mal que parece como si hubieran hecho una versión triple X (y no me refiero a la película de acción de Vin Diesel) de aquella de Ridley Scott, pero sin escenas "interesantes".
El diseño de producción es horroroso, sin que sepan combinar lo futurista con lo retro.
El argumento, los diálogos y las situaciones no llegan a tener ni pies ni cabeza. Escenas como las del quirófano clandestino o la de la bolera (absolutamente inútiles por otra parte) dan ganas de arrancarse los ojos y los oídos. Especialmente aberrante es la secuencia en la que Merry de "El señor de los anillos" aparece disfrazado de geisha travesti, provocando altas cotas de vergüenza ajena y ganas de dejar de verla inmediatamente.
La insistente banda sonora que casi no para de sonar, a pesar de ser de Clint Mansell, se merecería un "razzie". Por desgracia, en este mundo tan injusto las películas de Netflix todavía no pueden aspirar a tal "honor".
Sus 126 minutos se eternizan cual tortura guantanamera. El periplo del mudo tiene el mismo interés que leerse las fluctuaciones de la bolsa sin ser inversor. Deberían pagar dinero por conseguir llegar a verla entera hasta el final. Solo sirve como somnífero que no daña al hígado.
Netflix se sigue "superando" a sí misma. Posiblemente sea aún peor que "Bright", y mira que eso era difícil.
Esta vez las malas críticas están perfectamente justificadas.
Tenemos a Alexander Skarsgård de protagonista, que además de hacer de mudo, parece lelo por su nula expresividad. También aparece Paul Rudd, que está para matarlo, revivirlo con palas desfibriladoras y volverlo a matar unas cuantas veces por su mala actuación y su bigote y cháchara ridículos.
Pues bien, el protagonista es amish pero eso no tiene la más mínima transcendencia en la trama. Curiosamente, no ve la televisión pero sí que tiene un móvil. Y cuando termina el film, uno se da cuenta de que tampoco tiene la más mínima importancia su mudez. El pánfilo este conoce a una joven de pelo azul que parece una versión joven de Paz Padilla, y mantiene un empalagoso romance en un mundo futurista plagiado de mala manera de "Blade runner", con strippers robóticas y todo. Esta copia la hacen tan mal que parece como si hubieran hecho una versión triple X (y no me refiero a la película de acción de Vin Diesel) de aquella de Ridley Scott, pero sin escenas "interesantes".
El diseño de producción es horroroso, sin que sepan combinar lo futurista con lo retro.
El argumento, los diálogos y las situaciones no llegan a tener ni pies ni cabeza. Escenas como las del quirófano clandestino o la de la bolera (absolutamente inútiles por otra parte) dan ganas de arrancarse los ojos y los oídos. Especialmente aberrante es la secuencia en la que Merry de "El señor de los anillos" aparece disfrazado de geisha travesti, provocando altas cotas de vergüenza ajena y ganas de dejar de verla inmediatamente.
La insistente banda sonora que casi no para de sonar, a pesar de ser de Clint Mansell, se merecería un "razzie". Por desgracia, en este mundo tan injusto las películas de Netflix todavía no pueden aspirar a tal "honor".
Sus 126 minutos se eternizan cual tortura guantanamera. El periplo del mudo tiene el mismo interés que leerse las fluctuaciones de la bolsa sin ser inversor. Deberían pagar dinero por conseguir llegar a verla entera hasta el final. Solo sirve como somnífero que no daña al hígado.
Netflix se sigue "superando" a sí misma. Posiblemente sea aún peor que "Bright", y mira que eso era difícil.
21 de marzo de 2018
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
El fichaje del hijo de Bowie tenía sentido. Había demostrado capacidad de dominar la Sci-Fi con presupuesto ajustado con su primera película, Moon, de una notable acogida de crítica, público y galardones. Si bien con Moon Jones se había convertido en una de las promesas del cine británico, Mute finalmente apuntala la progresiva línea descendiente del cineasta tras Source Code y el magablockbuster Warcraft. Mute me parece su película más deficiente y no refleja la implicación personal en un proyecto de años de elaboración, vendido como vital en su carrera. Acudiendo al sendero más corto ha faltado tiempo para encadenar Mute en la estela de Blade Runner, pero su protagonista, el gigante guapetón Alexander Skarsgård, está más cerca de la criatura de Frankenstein que de Deckard. El que la historia se curse a través de un amish mudo en un mundo ciberpunk a priori parece el enunciado de un chiste, pero es que en la implementación ni funciona ni uno sabe con certeza su necesidad argumental. Al final responde a una esquemática línea de búsqueda y venganza sin demasiada enjundia y un drama emocional que transita mucho más de lo que le gustaría sobre las resbaladizas trampas del humor involuntario y el ridículo. A valorar algunos destellos: la construcción de un Berlín cyberunk y decadente, que demuestra que pese al fiasco Jones conserva el talento, y algunos momentos de Paul Rudd en la villanía.
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