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Voto de EuTheRocker:
7
6,8
38.129
Drama
En 2001, Billy Beane (Brad Pitt), director general de los Atléticos de Oakland (béisbol), se hizo famoso al conseguir grandes éxitos por medio del método "Moneyball", programa que consiste en construir un equipo competitivo con menos recursos económicos que la mayoría de los equipos de las Grandes Ligas y empleando métodos estadísticos por ordenador para coordinar a los jugadores. (FILMAFFINITY)
4 de febrero de 2012
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que nadie se lleve a engaños: Moneyball, es mucho más que una película de deporte. Tras las gradas que la conforman y el público que ruge fervientemente por unos nombres estampados en una camiseta; existe mucho más. Moneyball es una película que trata sobre personas y sobre una manera de entender la vida.
El guión de Zillian y Sorokin parte de un libro basado en números y estadísticas para crear un lienzo plasmado de personajes mediocres fiel reflejo de una sociedad que busca el éxito en los grandes logros, y no en un camino plagado de pequeños méritos. Auténticos perdedores que buscan su redención jugándoselo todo a una sola carta. Y de entre esa niebla que nos fuerza a ser mejor que los demás, surge esa fabulosa metáfora que nos regala Jonah Hill, y que es un antídoto perfecto al veneno de la competitividad humana.
Bennett Miller nos regala una película que gira en torno a un deporte, sin necesidad de las típicas escenas cargadas de épica emocional en pos de una gran victoria. Su película está cimentada en dos hombres, Brad Pitt y Jonah Hill, o mejor dicho, Billy Beane y Peter Brand. De su estrecha relación laboral, surgen las ecuaciones que permiten explicar los conflictos emocionales de dos personajes que tienen una manera muy distinta de entender el éxito y el fracaso.
Quizás existan algunos convencionalismos a lo largo de la cinta... Quizás la historia, dependa tanto de los números que al final resulte ligeramente fría, y eso empañe su calidad. Sin embargo, su mérito reside en intentar ir más allá de lo que uno podría esperar en un principio.
Al final, el mensaje es claro, y no necesita traducción... todo se reduce a una frase aplicable a nuestra propia vida: Todos somos perdedores, pero podemos estar orgullosos de ello.
El guión de Zillian y Sorokin parte de un libro basado en números y estadísticas para crear un lienzo plasmado de personajes mediocres fiel reflejo de una sociedad que busca el éxito en los grandes logros, y no en un camino plagado de pequeños méritos. Auténticos perdedores que buscan su redención jugándoselo todo a una sola carta. Y de entre esa niebla que nos fuerza a ser mejor que los demás, surge esa fabulosa metáfora que nos regala Jonah Hill, y que es un antídoto perfecto al veneno de la competitividad humana.
Bennett Miller nos regala una película que gira en torno a un deporte, sin necesidad de las típicas escenas cargadas de épica emocional en pos de una gran victoria. Su película está cimentada en dos hombres, Brad Pitt y Jonah Hill, o mejor dicho, Billy Beane y Peter Brand. De su estrecha relación laboral, surgen las ecuaciones que permiten explicar los conflictos emocionales de dos personajes que tienen una manera muy distinta de entender el éxito y el fracaso.
Quizás existan algunos convencionalismos a lo largo de la cinta... Quizás la historia, dependa tanto de los números que al final resulte ligeramente fría, y eso empañe su calidad. Sin embargo, su mérito reside en intentar ir más allá de lo que uno podría esperar en un principio.
Al final, el mensaje es claro, y no necesita traducción... todo se reduce a una frase aplicable a nuestra propia vida: Todos somos perdedores, pero podemos estar orgullosos de ello.