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Críticas ordenadas por utilidad
5 de setiembre de 2010
20 de 24 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aunque a muchos sorprenda el fenómeno Evo Morales este grito por la justicia de los más débiles, en Bolivia en concreto ya había empezado hacía ya mucho tiempo, esa toma de conciencia del indio ya estaba presente desde hacía ya muchos años. Un ejemplo de esto que decimos lo podemos ver en la magnífica película de Jorge Sanjinés Yawar-Mallku (Cóndor Sangrante), rodada en quechua en el año 1969, y con la muerte del Che todavía planeando. En ella se relata la vida de una comunidad campesina y de cómo tras caer herido el jefe de dicha comunidad y ser trasladado a la capital, éste muere, al no tener dinero para pagar un médico. Sin embargo, su muerte no habrá sido en vano, ya que servirá para que su cuñado, que se ha ido a vivir a la ciudad y reniega de sus orígenes, tome conciencia de lo que es y de los suyos.
si desean algo fuera del sistema vean y disfruten de Yakwar Mallku. Rodada con muy escasos medios, con actores no profesionales, en poco más de una hora y sin sensación de cajón desastre y apelotonamiento, con sencillez, la película nos desgrana los problemas de una Bolivia en la que la mayoría de sus habitantes son ignorados y despreciados por el mero hecho de ser indios; en la que muchos de estos emigran a la capital en busca de mejores expectativas y reniegan de su condición, odiando su origen; en la que se esteriliza a las mujeres indígenas bajo argumentos supuestamente humanitarios; en la que hay una elite blanca que habla inglés y que vuelve continuamente la espalda a los que no tienen nada, mientras viven en sus casitas del barrio alto. Sin embargo, Yakwar Mallku no es sólo un cine de denuncia y de crudo realismo, poseyendo grandes dosis de lirismo cuando nos relata las costumbres de los campesinos (la escena del indio bañándose de sol es magnífica). Su final, con un explícito llamamiento a la lucha, consigue emocionar y hacer palpitar el corazón y nos abre una nueva puerta llena de luz, tras la tristeza de la historia que nos relata la película. Una luz que se mantiene, una luz que es la de la esperanza, una esperanza que está en Evo y en los millones de voces que lo acompañan clamando justicia y dignidad.
si desean algo fuera del sistema vean y disfruten de Yakwar Mallku. Rodada con muy escasos medios, con actores no profesionales, en poco más de una hora y sin sensación de cajón desastre y apelotonamiento, con sencillez, la película nos desgrana los problemas de una Bolivia en la que la mayoría de sus habitantes son ignorados y despreciados por el mero hecho de ser indios; en la que muchos de estos emigran a la capital en busca de mejores expectativas y reniegan de su condición, odiando su origen; en la que se esteriliza a las mujeres indígenas bajo argumentos supuestamente humanitarios; en la que hay una elite blanca que habla inglés y que vuelve continuamente la espalda a los que no tienen nada, mientras viven en sus casitas del barrio alto. Sin embargo, Yakwar Mallku no es sólo un cine de denuncia y de crudo realismo, poseyendo grandes dosis de lirismo cuando nos relata las costumbres de los campesinos (la escena del indio bañándose de sol es magnífica). Su final, con un explícito llamamiento a la lucha, consigue emocionar y hacer palpitar el corazón y nos abre una nueva puerta llena de luz, tras la tristeza de la historia que nos relata la película. Una luz que se mantiene, una luz que es la de la esperanza, una esperanza que está en Evo y en los millones de voces que lo acompañan clamando justicia y dignidad.
27 de enero de 2009
19 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
Como todas las películas compuestas por cortometrajes de varios directores esta película es irregular. De Scorcesse más que con la historia en sí, me quedo con algunas imágenes poderosas, siempre acompañadas de la maravillosa canción de Procol Harum y de la fuerza interpretativa de Nick Nolte y de una Patricia Arquette que no le va a la zaga. La entrada de Arquette por el aeropuerto, mientras suena la música y Nolte la ve aparecer es algo grandioso y ya sólo por eso merece la pena la parte de Scorcesse, aunque la trama no me diga mucho.
De lo de Coppola mejor ni hablar, una historia insulsa hecha para niñas pijas que viven en su torre de marfil de espalda a la realidad. Me aburre como una ostra y parece que su hija se ha inspirado más en este tipo de cine de Coppola (incluiría aquí Corazonada o Drácula) que en la inmortal saga de El Padrino o Apocalipsis Now.
Lo que salva con creces Historias de Nueva York es la parte de Woody Allen. Cada vez que pienso en esa madre que le echa la bronca al pobre protagonista desde el cielo me da la risa. Supongo que Allen se inspiraría en su progenitora y si no vean Wild Man Blues, donde una adorable ancianita, madre del genial director a la chita callando le suelta un rapapolvo de padre y muy señor mío.
De lo de Coppola mejor ni hablar, una historia insulsa hecha para niñas pijas que viven en su torre de marfil de espalda a la realidad. Me aburre como una ostra y parece que su hija se ha inspirado más en este tipo de cine de Coppola (incluiría aquí Corazonada o Drácula) que en la inmortal saga de El Padrino o Apocalipsis Now.
Lo que salva con creces Historias de Nueva York es la parte de Woody Allen. Cada vez que pienso en esa madre que le echa la bronca al pobre protagonista desde el cielo me da la risa. Supongo que Allen se inspiraría en su progenitora y si no vean Wild Man Blues, donde una adorable ancianita, madre del genial director a la chita callando le suelta un rapapolvo de padre y muy señor mío.
14 de julio de 2009
15 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
En mitad de esa España autárquica, negra y miserable de los años cuarenta, la cinematografía española no tenía razones para estar muy contenta. Entre desfiles de la victoria, misas de a diario y el insigne caudillo inaugurando pantanos, el cine de aquella España se hundía en títulos de retórica patriotera y/o de folklóricas adictas a los encantos de sotana y sacristía que imponía el régimen.
Sin embargo de ese páramo cultural bien que se merece recordar la obra de Edgar Neville La torre de los siete jorobados (1944). La propuesta no es sólo un oasis en mitad del desierto por sus méritos cinematográficos –que los tiene- sino también por la originalidad de la temática, insertando uno de los primeros títulos del por desgracia escaso y con frecuencia olvidable cine fantástico en el país. La película se basó en las novelas de folletín de Emilio Carrere, un autor español de los años veinte, y retrata un Madrid castizo y decimonónico en cuyo subsuelo habitan jorobados que tienen perversos planes criminales.
La verdad es que poco se conoce a esta película, aunque bien es cierto que en las listas de los mejores títulos de cine español rara es la vez que no se la menciona. Y es que Neville, que llegó a trabajar en Hollywood, mezcla de manera sabia elementos costumbristas con componentes del cine fantástico inspirados en el expresionismo alemán. Lo más sorprendente es que el resultado no desentona, sino que por el contrario encaja, y en los personajes -interpretados por Antonio Real (Basilio) o Isabel de Pomés (Inés)-, vemos a gente muy real, muy de aquí, sin trampa ni cartón. Además, el director nos muestra que sabe filmar desde el inicio de la película con folclórica incluida hasta el Madrid subterráneo inspirado en El gabinete del Dr. Caligari. Todo ello, con un ritmo muy logrado, merced a un guión correcto y trabajado, en el que la tensión y la trama se mantienen a lo largo de toda la película.
No es una obra maestra, eso ya vendría después con el realismo social de Juan Antonio Bardem y la ironía negra de Berlanga y Ferreri, pero qué duda cabe, en aquellos años de Nodo, Raza y Los últimos de Filipinas, La torre de los siete jorobados, era un descanso, un alivio y un regalo extraño, a aquella España de retórica cuartelera, de bombo y platillo, de mucho ruido y muy, muy, pocas, pocas nueces.
Sin embargo de ese páramo cultural bien que se merece recordar la obra de Edgar Neville La torre de los siete jorobados (1944). La propuesta no es sólo un oasis en mitad del desierto por sus méritos cinematográficos –que los tiene- sino también por la originalidad de la temática, insertando uno de los primeros títulos del por desgracia escaso y con frecuencia olvidable cine fantástico en el país. La película se basó en las novelas de folletín de Emilio Carrere, un autor español de los años veinte, y retrata un Madrid castizo y decimonónico en cuyo subsuelo habitan jorobados que tienen perversos planes criminales.
La verdad es que poco se conoce a esta película, aunque bien es cierto que en las listas de los mejores títulos de cine español rara es la vez que no se la menciona. Y es que Neville, que llegó a trabajar en Hollywood, mezcla de manera sabia elementos costumbristas con componentes del cine fantástico inspirados en el expresionismo alemán. Lo más sorprendente es que el resultado no desentona, sino que por el contrario encaja, y en los personajes -interpretados por Antonio Real (Basilio) o Isabel de Pomés (Inés)-, vemos a gente muy real, muy de aquí, sin trampa ni cartón. Además, el director nos muestra que sabe filmar desde el inicio de la película con folclórica incluida hasta el Madrid subterráneo inspirado en El gabinete del Dr. Caligari. Todo ello, con un ritmo muy logrado, merced a un guión correcto y trabajado, en el que la tensión y la trama se mantienen a lo largo de toda la película.
No es una obra maestra, eso ya vendría después con el realismo social de Juan Antonio Bardem y la ironía negra de Berlanga y Ferreri, pero qué duda cabe, en aquellos años de Nodo, Raza y Los últimos de Filipinas, La torre de los siete jorobados, era un descanso, un alivio y un regalo extraño, a aquella España de retórica cuartelera, de bombo y platillo, de mucho ruido y muy, muy, pocas, pocas nueces.
18 de febrero de 2009
12 de 13 usuarios han encontrado esta crítica útil
Jakob el mentiroso ha sido para el que escribe estas líneas un auténtico descubrimiento, ya que nos encontramos ante una obra que con una enorme escasez de medios te transmite mucho más de lo que podría hacerlo algunas películas que han tratado sobre el tema del Holocausto. Es una película muy sobria, pero precisamente por eso, transmite mucho realismo y parece que estuvieras metido en el guetto, padeciendo lo insufrible.
16 de noviembre de 2020
4 de 4 usuarios han encontrado esta crítica útil
En esta película se concentran todos los géneros que tocó Lang a lo largo de su carrera. Porque La mujer en la luna no solo es una película de ciencia ficción; también de cine negro, aventuras, melodrama, western e incluso tiene escenas cómicas. La primera hora es una obra folletinesca con resabios del Dr. Mabuse, (atención a la genial secuencia de la transformación de Fritz Rasp), hallándose aquí un claro precedente de 007 y del Hitchcock de Con la muerte en los talones. Luego la película se detiene en explicaciones pseudocientíficas que ilustran cómo es posible el viaje a nuestro preciado satélite. Hay tomas que recuerdan a Metrópolis, pero también anticipan a Leni Riefensthal y al 2001 de Kubrick. Con la llegada a la luna, el film se transforma y adquiere tono de aventuras con un elenco de personajes que abarca desde el visionario delirante hasta el valiente e intrépido, pasando por el villano y el cobarde. Todo enmarcado en un paisaje repleto de peligros, con ciénagas burbujeantes y que desprende aroma a western en sus planos generales. También veremos desarrollarse un triángulo amoroso con visos melodramáticos en lo que parece un amor imposible.
Por supuesto - marca de la casa made in Lang- en La mujer en la luna está ese tono como de tebeo, aquí mucho más evidente con el personaje del niño, asiduo lector de cómics.
El único problema de esta película es su metraje excesivo, lo que la perjudica irremediablemente, pues la descompensa mucho. Así, tras una hora trepidante, se cae con las pretenciosas explicaciones, en un tiempo muerto que impide el que hablemos de una obra maestra. Curiosamente, tanto Fritz Lang como Thea von Harbou dedicaron largas jornadas a estos pasajes que hoy parecen acartonados y que sin duda es lo peor del film. Afortunadamente la película remonta el vuelo con la llegada a la luna, alcanzando el cénit con un final deslumbrante.
Por supuesto - marca de la casa made in Lang- en La mujer en la luna está ese tono como de tebeo, aquí mucho más evidente con el personaje del niño, asiduo lector de cómics.
El único problema de esta película es su metraje excesivo, lo que la perjudica irremediablemente, pues la descompensa mucho. Así, tras una hora trepidante, se cae con las pretenciosas explicaciones, en un tiempo muerto que impide el que hablemos de una obra maestra. Curiosamente, tanto Fritz Lang como Thea von Harbou dedicaron largas jornadas a estos pasajes que hoy parecen acartonados y que sin duda es lo peor del film. Afortunadamente la película remonta el vuelo con la llegada a la luna, alcanzando el cénit con un final deslumbrante.
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