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Críticas ordenadas por utilidad
2010
5 de marzo de 2010
399 de 508 usuarios han encontrado esta crítica útil
Aquí casi todos están locos… estas son las imborrables palabras que mejor describen al País de las Maravillas, y que mejor que la nueva adaptación sea dirigida por un verdadero freak como lo es Tim Burton.
No debe ser tomado como remake del clásico animado de Disney ya que la historia es completamente distinta, empezando que aquí Alicia tiene ya 19 años, y que esta vez se encuentra en medio de una batalla para derrocar a la Reina Roja. Con una dirección de arte deslumbrante, unos vestuarios llenos de glamur, la música notable de Danny Elfman y los efectos del 3D es un hecho que el aspecto visual la película lo pasa bastante bien, aunque sin llegar al nivel cumbre.
Ahora pongámonos serios, ¿en qué demonios estaba pensado Burton? Esto no es el País de las Maravillas. Parece más bien una mezcla entre Narnia y El laberinto del fauno, incluso toques de El señor de los anillos, el personaje de Alicia es malo con ganas, no trasciende, no encuentro evolución, no transmite, los secundarios no tienen nada de freaks, parecen incluso normales, sin pizca de gracia, los momentos cómicos son nulos, Johnny Deep y Helena Bonham Carter intentan rescatar esto con actuaciones cumplidoras, pero es que sus personajes tampoco tienen mucho chiste. Una Reina Roja que parece que lo único que sabe hacer es cortar cabezas y un Sombrero que ya ni es loco, y que para que Johnny tenga más participación elevan al personaje de secundario a casi protagonista, cuando es totalmente innecesario. La adaptación es mala, sin ser una maravilla la versión de animada le da mil vueltas a esta.
No he visto ni El planeta de los simios ni Mars attack, pero me cuesta creer que sean peores que esta cinta, la peor película de Tim Burton con gran diferencia, y todavía no acabo, Hathaway esta patética, el inicio es solo regular, y el final es flojo. Miras el reloj más de una vez para ver en qué momento termina esto. No hay fiestas de té, no hay juego de croquet, no hay un conejo blanco llegando tarde, no hay maravillas.
No debe ser tomado como remake del clásico animado de Disney ya que la historia es completamente distinta, empezando que aquí Alicia tiene ya 19 años, y que esta vez se encuentra en medio de una batalla para derrocar a la Reina Roja. Con una dirección de arte deslumbrante, unos vestuarios llenos de glamur, la música notable de Danny Elfman y los efectos del 3D es un hecho que el aspecto visual la película lo pasa bastante bien, aunque sin llegar al nivel cumbre.
Ahora pongámonos serios, ¿en qué demonios estaba pensado Burton? Esto no es el País de las Maravillas. Parece más bien una mezcla entre Narnia y El laberinto del fauno, incluso toques de El señor de los anillos, el personaje de Alicia es malo con ganas, no trasciende, no encuentro evolución, no transmite, los secundarios no tienen nada de freaks, parecen incluso normales, sin pizca de gracia, los momentos cómicos son nulos, Johnny Deep y Helena Bonham Carter intentan rescatar esto con actuaciones cumplidoras, pero es que sus personajes tampoco tienen mucho chiste. Una Reina Roja que parece que lo único que sabe hacer es cortar cabezas y un Sombrero que ya ni es loco, y que para que Johnny tenga más participación elevan al personaje de secundario a casi protagonista, cuando es totalmente innecesario. La adaptación es mala, sin ser una maravilla la versión de animada le da mil vueltas a esta.
No he visto ni El planeta de los simios ni Mars attack, pero me cuesta creer que sean peores que esta cinta, la peor película de Tim Burton con gran diferencia, y todavía no acabo, Hathaway esta patética, el inicio es solo regular, y el final es flojo. Miras el reloj más de una vez para ver en qué momento termina esto. No hay fiestas de té, no hay juego de croquet, no hay un conejo blanco llegando tarde, no hay maravillas.
2 de setiembre de 2018
205 de 285 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Esto es gracias a ti mamá, si yo estoy aquí es por ti” declaraba Alfonso Cuarón cuando fue galardonado como mejor director por Gravity en los Premios Oscar 2014. La madre del director le regaló su primera cámara Super 8 con la que comenzó a filmar películas domésticas, pero además de su mamá otra figura femenina impacto durante la niñez de Cuarón, ella fue Libo, su cuidadora y a quien le dedica su nuevo trabajo Roma. Estas dos mujeres sirven como base para las protagonistas de esta historia y donde se pueden ver reflejados además los recuerdos del cineasta en su infancia.
Por esto y mucho más podemos decir que Roma es el filme más íntimo y personal que ha rodado Cuarón en toda su carrera, un relato que nos traslada a esa cada vez más nostálgica Ciudad de México de la década de los 70s, donde podemos encontrar a un país polarizado por la diferencia de clases sociales (tema que aparece constantemente durante el metraje), pero también en crisis política y económica, víctima de la discriminación, la libertad de opinión o de los estereotipos sociales, de echo de esto último abusa el guion de Roma pues los personajes son obvios, unidimensionales, en ese aspecto el protagonista más complejo es el interpretado por Marina de Tavira, una madre de clase alta que debe lidiar con conflictos familiares y personales.
La trama de Roma es muy simple, a veces hasta un poco telenovelesca, pero lo importante es cómo está contada, pues Cuarón no abusa de los diálogos para dejar que sea la imagen la que coja el protagonismo, así a través de paneos milimétricamente pensados el director pasea la cámara para presentar y desarrollar las acciones de los personajes mientras que se apoya del sonido para reforzar la ambientación histórico- geográfica en donde se desenvuelve el relato, de modo que uno puede cerrar los ojos y aún así sentirse en la capital del país, escuchar a los vendedores ambulantes, la música de las calles, el grito de los vecinos, el ruido del tráfico vehicular, el ambiente de la sociedad, todo esto es pura narración visual y sonora digna de un maestro como lo es el también director de Children of men.
Pero el alma de Roma no es otra que la excelente Yalitza Aparicio quien personifica a Cleo, un personaje estereotipado sí pero muy humano, real, tanto hermoso como trágico, sobre todo cotidiano ya que a Cleo la podemos encontrar en cualquier rincón del país, una mujer luchadora, noble, maternal que es a su vez víctima del machismo y los abusos socioeconómicos que albergan en México. Cuarón no se olvida de esas mujeres y las homenajea en Roma, no lanza discursos feministas ni juzga, no hace falta, lo que hace el mexicano está muy cercano a lo que hacía décadas atrás Kenji Mizoguchi, recrea el mundo desde la perspectiva de la mujer y lo vacía en celuloide.
Por segunda vez en su carrera Cuarón no trabaja con el “Chivo” Lubezki (la primera fue en Harry Potter y el prisionero de Azkaban) aunque la verdad es que no se nota, la fuerza visual de las imágenes es musculosa, desde las tomas en interiores hasta secuencias que se desarrollan en las calles, la playa o el campo rural, hay momentos netamente salvajes, crudos y sucios, escenas que te sacuden y noquean sin compasión alguna.
Cuando Cuarón ganó el Oscar por Gravity tenía a Hollywood a sus pies para hacer el proyecto que se le viniera en gana, pero el mexicano decidió regresar a su nación para crear esta obra a la que le ha puesto todo su corazón, se nota en cada el amor por ella en cada plano, en cada sonido, en cada idea que se ve en pantalla. Cuarón ya era uno de los mejores realizadores de la actualidad, hoy ha dado un paso muy importante para convertirse en un autor y voz del cine “mexicano” a la altura de Buñuel o Ripstein.
Por esto y mucho más podemos decir que Roma es el filme más íntimo y personal que ha rodado Cuarón en toda su carrera, un relato que nos traslada a esa cada vez más nostálgica Ciudad de México de la década de los 70s, donde podemos encontrar a un país polarizado por la diferencia de clases sociales (tema que aparece constantemente durante el metraje), pero también en crisis política y económica, víctima de la discriminación, la libertad de opinión o de los estereotipos sociales, de echo de esto último abusa el guion de Roma pues los personajes son obvios, unidimensionales, en ese aspecto el protagonista más complejo es el interpretado por Marina de Tavira, una madre de clase alta que debe lidiar con conflictos familiares y personales.
La trama de Roma es muy simple, a veces hasta un poco telenovelesca, pero lo importante es cómo está contada, pues Cuarón no abusa de los diálogos para dejar que sea la imagen la que coja el protagonismo, así a través de paneos milimétricamente pensados el director pasea la cámara para presentar y desarrollar las acciones de los personajes mientras que se apoya del sonido para reforzar la ambientación histórico- geográfica en donde se desenvuelve el relato, de modo que uno puede cerrar los ojos y aún así sentirse en la capital del país, escuchar a los vendedores ambulantes, la música de las calles, el grito de los vecinos, el ruido del tráfico vehicular, el ambiente de la sociedad, todo esto es pura narración visual y sonora digna de un maestro como lo es el también director de Children of men.
Pero el alma de Roma no es otra que la excelente Yalitza Aparicio quien personifica a Cleo, un personaje estereotipado sí pero muy humano, real, tanto hermoso como trágico, sobre todo cotidiano ya que a Cleo la podemos encontrar en cualquier rincón del país, una mujer luchadora, noble, maternal que es a su vez víctima del machismo y los abusos socioeconómicos que albergan en México. Cuarón no se olvida de esas mujeres y las homenajea en Roma, no lanza discursos feministas ni juzga, no hace falta, lo que hace el mexicano está muy cercano a lo que hacía décadas atrás Kenji Mizoguchi, recrea el mundo desde la perspectiva de la mujer y lo vacía en celuloide.
Por segunda vez en su carrera Cuarón no trabaja con el “Chivo” Lubezki (la primera fue en Harry Potter y el prisionero de Azkaban) aunque la verdad es que no se nota, la fuerza visual de las imágenes es musculosa, desde las tomas en interiores hasta secuencias que se desarrollan en las calles, la playa o el campo rural, hay momentos netamente salvajes, crudos y sucios, escenas que te sacuden y noquean sin compasión alguna.
Cuando Cuarón ganó el Oscar por Gravity tenía a Hollywood a sus pies para hacer el proyecto que se le viniera en gana, pero el mexicano decidió regresar a su nación para crear esta obra a la que le ha puesto todo su corazón, se nota en cada el amor por ella en cada plano, en cada sonido, en cada idea que se ve en pantalla. Cuarón ya era uno de los mejores realizadores de la actualidad, hoy ha dado un paso muy importante para convertirse en un autor y voz del cine “mexicano” a la altura de Buñuel o Ripstein.
2017
24 de octubre de 2017
73 de 77 usuarios han encontrado esta crítica útil
Loving Vincent rápidamente marca una pauta en el mundo de la animación pues se trata de la primera película en usar la pintura sobre oleo como fotograma para reproducir imágenes en movimiento, así pues son aproximadamente 56,800 fotogramas que han sido pintados conservando la esencia y estilo artístico que formarían la carrera de Vincent Van Gogh, por este motivo Loving Vincent es una experiencia visual única que mezcla la pintura y el cine para sentar un nuevo precedente en la técnica de la animación, y el viaje es sin duda bello y placentero.
Pero las cualidades de Loving Vincent no se terminan en su aspecto estético (que no deja de ser muy aplaudible) sino que también se desmarca como un biopic trascendente acerca del ilustre pintor, el cual poco tiene que ver con la interesante “Lust for life”; aquel retrato de Van Gogh realizado por Vincente Minnelli y protagonizado por Kirk Douglas, pues aquí la perspectiva es totalmente distinta, siendo los testimonios de las personas que vivían a su alrededor los que trazan el rompecabezas acerca del artista y su misteriosa muerte, haciendo que el trazo sea más complejo y detallista, conjugado con una narrativa que tiene como principal arma a un flashback que se evoca en pantalla en un hermoso blanco y negro para hacer contraste entre los tiempos narrativos.
La directora Dorota Kobiela no oculta su cariño por el pintor, pues Loving Vincent es una doble carta de amor a Van Gogh, la primera es la que homenajea su trabajo usando la misma técnica que en sus pinturas mientras que en la segunda ya en el guion reivindica una figura controvertida dejándonos en el plato tanto al artista como al hombre, el genio detrás de esas obras maestras, como al presunto maniático que atento contra su vida, y esta doble carta de verdad que emociona por ambos lados.
Humana, poética, sincera, nostálgica, Loving Vincent es claramente el filme animado del año, una joyita que juega con la imagen como con la narrativa para convertirse en un biopic diferente y trascendente.
Pero las cualidades de Loving Vincent no se terminan en su aspecto estético (que no deja de ser muy aplaudible) sino que también se desmarca como un biopic trascendente acerca del ilustre pintor, el cual poco tiene que ver con la interesante “Lust for life”; aquel retrato de Van Gogh realizado por Vincente Minnelli y protagonizado por Kirk Douglas, pues aquí la perspectiva es totalmente distinta, siendo los testimonios de las personas que vivían a su alrededor los que trazan el rompecabezas acerca del artista y su misteriosa muerte, haciendo que el trazo sea más complejo y detallista, conjugado con una narrativa que tiene como principal arma a un flashback que se evoca en pantalla en un hermoso blanco y negro para hacer contraste entre los tiempos narrativos.
La directora Dorota Kobiela no oculta su cariño por el pintor, pues Loving Vincent es una doble carta de amor a Van Gogh, la primera es la que homenajea su trabajo usando la misma técnica que en sus pinturas mientras que en la segunda ya en el guion reivindica una figura controvertida dejándonos en el plato tanto al artista como al hombre, el genio detrás de esas obras maestras, como al presunto maniático que atento contra su vida, y esta doble carta de verdad que emociona por ambos lados.
Humana, poética, sincera, nostálgica, Loving Vincent es claramente el filme animado del año, una joyita que juega con la imagen como con la narrativa para convertirse en un biopic diferente y trascendente.
24 de octubre de 2017
81 de 96 usuarios han encontrado esta crítica útil
La cita obligada de cada año con el neurótico neoyorkino nos adentra esta vez al interior de Coney Island donde nos narra las desventuras amorosas de Ginny, una camarera casi cuarentona infelizmente casada y sin sueños por la vida que se redescubre a si misma cuando inicia una aventura amorosa con un joven salvavidas.
Los que conocemos y amamos el cine de Woody Allen sabemos que a estas alturas difícilmente nos va a sorprender con los temas que trata en sus guiones, en Wonder Wheel encontramos algunos conceptos sobre el amor, la madurez, la infidelidad e incluso el destino que ya había tocado con anterioridad; sin embargo, es en sus disfuncionales personajes y en como siempre sus clarividentes diálogos donde encuentra frecuentemente una nueva perspectiva.
Wonder Wheel está contada con mucho oficio por parte del veterano cineasta haciendo gala de sus virtudes como narrador, mientras los personajes van poco a poco siendo desnudados por su creador haciéndonos partícipes de sus emociones y pensamientos, logrando una conexión del espectador con la historia como pocos autores consiguen. Woody sabe enamorar, someter y luego regalarnos una pequeña idea de la vida de la forma más natural posible, en su último largometraje no es la excepción.
El elenco es sobresaliente, Timberlake está muy digno en un papel que le va como anillo al dedo, Belushi y Temple son dos secundarios a considerar en la próxima temporada de premios, ambos están excelentes. Ya luego esta Kate Winslet que consigue su mejor interpretación en muchos años, su Ginny es un personaje hermoso, complejo y trágico por partes iguales.
Ya por último no quisiera dejar de mencionar la magia de Vittorio Storaro, lo que hace este señor con esos tonos cálidos y fríos es puro talento, la forma en que por momentos un lado de la pantalla posee una iluminación opuesta a la del otro de la imagen, y luego la cámara se pasea pero sigue conservando la misma intensidad, también como el tono de la fotografía va cambiando lentamente trabajando con el juego de luces de esa rueda de la fortuna, es simplemente magistral.
Wonder Wheel es la mejor película de Allen desde “Blue Jasmine”, carece de originalidad pero que lo compensa con la orquesta del resto de sus elementos que lo hacen ser un filme intachable, genialmente narrado, interpretado y ejecutado en la imagen.
Los que conocemos y amamos el cine de Woody Allen sabemos que a estas alturas difícilmente nos va a sorprender con los temas que trata en sus guiones, en Wonder Wheel encontramos algunos conceptos sobre el amor, la madurez, la infidelidad e incluso el destino que ya había tocado con anterioridad; sin embargo, es en sus disfuncionales personajes y en como siempre sus clarividentes diálogos donde encuentra frecuentemente una nueva perspectiva.
Wonder Wheel está contada con mucho oficio por parte del veterano cineasta haciendo gala de sus virtudes como narrador, mientras los personajes van poco a poco siendo desnudados por su creador haciéndonos partícipes de sus emociones y pensamientos, logrando una conexión del espectador con la historia como pocos autores consiguen. Woody sabe enamorar, someter y luego regalarnos una pequeña idea de la vida de la forma más natural posible, en su último largometraje no es la excepción.
El elenco es sobresaliente, Timberlake está muy digno en un papel que le va como anillo al dedo, Belushi y Temple son dos secundarios a considerar en la próxima temporada de premios, ambos están excelentes. Ya luego esta Kate Winslet que consigue su mejor interpretación en muchos años, su Ginny es un personaje hermoso, complejo y trágico por partes iguales.
Ya por último no quisiera dejar de mencionar la magia de Vittorio Storaro, lo que hace este señor con esos tonos cálidos y fríos es puro talento, la forma en que por momentos un lado de la pantalla posee una iluminación opuesta a la del otro de la imagen, y luego la cámara se pasea pero sigue conservando la misma intensidad, también como el tono de la fotografía va cambiando lentamente trabajando con el juego de luces de esa rueda de la fortuna, es simplemente magistral.
Wonder Wheel es la mejor película de Allen desde “Blue Jasmine”, carece de originalidad pero que lo compensa con la orquesta del resto de sus elementos que lo hacen ser un filme intachable, genialmente narrado, interpretado y ejecutado en la imagen.
25 de setiembre de 2018
76 de 89 usuarios han encontrado esta crítica útil
“Burning” de Lee Chang- Dong fue una de las sensaciones del último Festival de Cine de Cannes donde se hizo con el premio FIPRESCI fruto de las alabanzas que consiguió por parte de la prensa. Se trata de una adaptación de un cuento del escritor Haruki Murakami, lo cual ya dice mucho pues con excepción de Tokio Blues las adaptaciones del japonés no han tenido una acogida muy importante en el mundo cinematográfico, por lo que “Burning” rompe la tendencia y de qué forma.
Chang- Dong crea un thriller diferente, que hasta cierto punto se le puede acusar de predecible con las pistas que va brindando, pero es la forma en que el coreano cuenta esta historia lo que hace de “Burning” un producto único. Se le puede atribuir su excelencia al gran trabajo atmosférico que el director consigue con la ayuda de su director de fotografía Kyung- pyo Hong (el mismo de “Snowpiecer” y “The Wailing”) el cual nos mantiene en una sensación de soledad y ahogo durante la mayor parte de la trama, sin embargo las imágenes también se elevan a un nivel casi poético donde lo cotidiano se transforma en una auténtica hipnosis visual, hay pequeñas sensaciones oníricas que dejan la espina de si lo que se está viendo en pantalla es la realidad, ficción o fantasía, quizá sea ambas cosas y es ahí donde me rindo ante la propuesta que es “Burning”.
El guion es un auténtico deleite, se toma su tiempo para ir presentando a los personajes, desarrollando poco a poco la historia y casi sin que uno se dé cuenta se encuentra metido en el laberinto de misterios que es “Burning”, donde además se da el lujo de crear pequeñas metáforas acerca de la economía actual en el ámbito laboral, en ese aspecto los protagonistas del relato funcionan como polos opuestos para proyectar la diferencia de clases sociales así como las oportunidades que se les van brindando a los jóvenes en el mundo, ejemplo claro está en Jognsu quien sueña con ser escritor, está escribiendo una novela, pero sólo consigue empleo en trabajos poco satisfactorios para él, en la trama se muestra el choque de clases cuando conoce a Ben, un joven de posición alta que puede aparentemente hacer de su vida lo que él quiera, desde tener un auto de lujo hasta viajar a África, y justo en medio esta Haemi, el más fascinante de los personajes, una chica de espíritu libre que se encuentra justo en medio de estos dos puntos.
“Burning” posee algunos de los mejores momentos del año, pero me quedo sobre todo con una secuencia poética donde Haemi se contrasta con el cielo, el atardecer mientras se libera del mundo físico y la fascinante banda sonora completando el cuadro. Probablemente la mejor escena del año.
Han pasado ya unos días desde que visualice “Burning” y las sensaciones ahí siguen, las ideas van cogiendo fuerza y tamaño, confirmando que se trata de una película muy especial que ira creciendo con el tiempo y los visionados. Una nueva demostración de que actualmente nadie hace cine como los coreanos.
Chang- Dong crea un thriller diferente, que hasta cierto punto se le puede acusar de predecible con las pistas que va brindando, pero es la forma en que el coreano cuenta esta historia lo que hace de “Burning” un producto único. Se le puede atribuir su excelencia al gran trabajo atmosférico que el director consigue con la ayuda de su director de fotografía Kyung- pyo Hong (el mismo de “Snowpiecer” y “The Wailing”) el cual nos mantiene en una sensación de soledad y ahogo durante la mayor parte de la trama, sin embargo las imágenes también se elevan a un nivel casi poético donde lo cotidiano se transforma en una auténtica hipnosis visual, hay pequeñas sensaciones oníricas que dejan la espina de si lo que se está viendo en pantalla es la realidad, ficción o fantasía, quizá sea ambas cosas y es ahí donde me rindo ante la propuesta que es “Burning”.
El guion es un auténtico deleite, se toma su tiempo para ir presentando a los personajes, desarrollando poco a poco la historia y casi sin que uno se dé cuenta se encuentra metido en el laberinto de misterios que es “Burning”, donde además se da el lujo de crear pequeñas metáforas acerca de la economía actual en el ámbito laboral, en ese aspecto los protagonistas del relato funcionan como polos opuestos para proyectar la diferencia de clases sociales así como las oportunidades que se les van brindando a los jóvenes en el mundo, ejemplo claro está en Jognsu quien sueña con ser escritor, está escribiendo una novela, pero sólo consigue empleo en trabajos poco satisfactorios para él, en la trama se muestra el choque de clases cuando conoce a Ben, un joven de posición alta que puede aparentemente hacer de su vida lo que él quiera, desde tener un auto de lujo hasta viajar a África, y justo en medio esta Haemi, el más fascinante de los personajes, una chica de espíritu libre que se encuentra justo en medio de estos dos puntos.
“Burning” posee algunos de los mejores momentos del año, pero me quedo sobre todo con una secuencia poética donde Haemi se contrasta con el cielo, el atardecer mientras se libera del mundo físico y la fascinante banda sonora completando el cuadro. Probablemente la mejor escena del año.
Han pasado ya unos días desde que visualice “Burning” y las sensaciones ahí siguen, las ideas van cogiendo fuerza y tamaño, confirmando que se trata de una película muy especial que ira creciendo con el tiempo y los visionados. Una nueva demostración de que actualmente nadie hace cine como los coreanos.
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