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Voto de OsitoF:
5
6,3
12.486
Drama
Adonis Creed se debate entre las obligaciones personales y el entrenamiento para su próxima gran pelea, con el desafío de su vida por delante. Enfrentarse a un oponente que tiene vínculos con el pasado de su familia solo intensifica su inminente batalla en el ring. Afortunadamente Rocky Balboa está a su lado a lo largo de todo el camino, y juntos se cuestionarán por lo que vale la pena luchar y descubrirán que nada es más importante que ... [+]
3 de febrero de 2023
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Puf, pues parece que algo sí se ha roto en el Universo Rocky, quién sabe si definitivamente. Detrás de todo parecen estar las ansias recaudatorias de una productoras que tratan de exprimir lo que queda de la gallina de los huevos de oro usando la progenie de Apolo Creed e Iván Drago para estirar el chicle… y encima contando cada vez menos, o dejando de contar por completo, con el bueno de Sylvester Stallone. Lo último que se sabe es que Stallone se ha enfadado con Dolf Lundgren por tener relación con una presunta serie sobre el hijo de Drago de la que Sly se ha enterado por los periódicos y que anda echando pestes de la futura tercera entrega de la saga Creed porque ya no le consultan nada y no reconoce lo que ve en pantalla. Pinta mal.
Pinta mal, pero yo creo que la cosa empezó a torcerse con esta “Creed II: La leyenda de Rocky” que emite warning flags desde la propia carátula. Repetir ese sufijo de «la leyenda de Rocky» en el título para una secuela de “Creed: La leyenda de Rocky” es como esas estrofas intragables de Quevedo (el cantante de ahora, no el poeta del Siglo de Oro) o Bad Bunny que riman palabras iguales (‘bla bla bla… UNA y bla bla bla UNA’, por ejemplo). Coño, si el título en inglés (“Creed” y “Creed II”) es un guiño a la saga Rocky I, II, III… ¿a qué viene meterse a mejorarlo con que si la leyenda de tal o Pascua? Y, si te metes, porque crees que la gente es un poco retarded y puede confundir las películas, métete bien y cúrrate algo que identifique a la película, pero que sea DISTINTO («la venganza de Rocky» o «los fantasmas de Rocky»). Por no hablar de que eso de clavar con calzador al bueno de Rocky está feo, es cutre y demuestra mucha inseguridad.
Pero eso no deja de ser una anécdota. Lo peor es que “Creed II” es un refrito argumental de “Rocky III”, “Rocky IV” y cualquier película genérica sobre padres primerizos. Pero a calzón quitado, sin disimulos. Sin más cambios que algún retoque estético, “Creed II” pasa por las mismas fases de descenso a los infiernos, pérdida de confianza y resurrección por las que transitó Sly cuando se enfrentó a M.A. y a Drago. Y esa es la parte buena, la segunda mitad de la cinta, porque hasta entonces hemos asistido a un tostón psicodramático sobre la paternidad, la maternidad, la autoafirmación, la conciliación y el ser afroamericano rico… que podría tener un pase de no ser por las limitadísimas capacidades faciales y expresivas de un Michael B. Jordan al que no se le puede pedir más que declame las frases como buenamente pueda y luzca músculos. Y encima, la realización arrastra la saga hacia una forzada y artificial estética hiphopera (para darle a Tessa Thomson la oportunidad de lucirse vocalmente) que la hace irreconocible, salvo en los momentos en los que Rocky hace de ancla nostálgica y que dan tremendas ganas de darle un abrazo: normal que el hombre se sienta ninguneado porque han reducido su papel a reclamo publicitario.
Baja también la calidad de unas peleas muy descafeinadas y que se plantean de la peor manera posible: ni rigor documental, ni el realismo con licencias de, por ejemplo, “Millon Dollar Baby”, ni el flipe hiperpasadísimo de las Rocky de siempre. Los combates de boxeo de “Creed II” se quedan en una tierra de nadie en medio de la épica y de la credibilidad. Se nota a la legua que el chico que hace de hijo de Drago está muy por encima en términos atléticos y pelea con un par de marchas menos para dar una oportunidad a su contrincante, que encaja, encaja y encaja sin que pase nada… y luego, de la nada, saca dinamita de sus puños. Imagino que le dijeron: «chaval, tú haz lo que puedas, que luego lo arreglamos en postproducción» pero no, no lo arreglaron. El resultado de las peleas huele de lejos a tongazo.
Muy, muy floja. Y anodina. Si Ryan Coogler había dado con la tecla en “Creed” para resucitar (o estirar) la franquicia, Stephen Capler Jr. se muestra incapaz, no ya de seguir el ritmo, sino de evitar los bostezos. Se salvan únicamente algunos momentos de ternura protagonizados por los veteranos, el cameo de Nielsen y la subtrama de la familia Drago. Lo dicho: no pinta bien… y encima hay una secuela en el horizonte dirigida por el propio Michael B. Jordan que huele al último clavo del ataúd.
Pinta mal, pero yo creo que la cosa empezó a torcerse con esta “Creed II: La leyenda de Rocky” que emite warning flags desde la propia carátula. Repetir ese sufijo de «la leyenda de Rocky» en el título para una secuela de “Creed: La leyenda de Rocky” es como esas estrofas intragables de Quevedo (el cantante de ahora, no el poeta del Siglo de Oro) o Bad Bunny que riman palabras iguales (‘bla bla bla… UNA y bla bla bla UNA’, por ejemplo). Coño, si el título en inglés (“Creed” y “Creed II”) es un guiño a la saga Rocky I, II, III… ¿a qué viene meterse a mejorarlo con que si la leyenda de tal o Pascua? Y, si te metes, porque crees que la gente es un poco retarded y puede confundir las películas, métete bien y cúrrate algo que identifique a la película, pero que sea DISTINTO («la venganza de Rocky» o «los fantasmas de Rocky»). Por no hablar de que eso de clavar con calzador al bueno de Rocky está feo, es cutre y demuestra mucha inseguridad.
Pero eso no deja de ser una anécdota. Lo peor es que “Creed II” es un refrito argumental de “Rocky III”, “Rocky IV” y cualquier película genérica sobre padres primerizos. Pero a calzón quitado, sin disimulos. Sin más cambios que algún retoque estético, “Creed II” pasa por las mismas fases de descenso a los infiernos, pérdida de confianza y resurrección por las que transitó Sly cuando se enfrentó a M.A. y a Drago. Y esa es la parte buena, la segunda mitad de la cinta, porque hasta entonces hemos asistido a un tostón psicodramático sobre la paternidad, la maternidad, la autoafirmación, la conciliación y el ser afroamericano rico… que podría tener un pase de no ser por las limitadísimas capacidades faciales y expresivas de un Michael B. Jordan al que no se le puede pedir más que declame las frases como buenamente pueda y luzca músculos. Y encima, la realización arrastra la saga hacia una forzada y artificial estética hiphopera (para darle a Tessa Thomson la oportunidad de lucirse vocalmente) que la hace irreconocible, salvo en los momentos en los que Rocky hace de ancla nostálgica y que dan tremendas ganas de darle un abrazo: normal que el hombre se sienta ninguneado porque han reducido su papel a reclamo publicitario.
Baja también la calidad de unas peleas muy descafeinadas y que se plantean de la peor manera posible: ni rigor documental, ni el realismo con licencias de, por ejemplo, “Millon Dollar Baby”, ni el flipe hiperpasadísimo de las Rocky de siempre. Los combates de boxeo de “Creed II” se quedan en una tierra de nadie en medio de la épica y de la credibilidad. Se nota a la legua que el chico que hace de hijo de Drago está muy por encima en términos atléticos y pelea con un par de marchas menos para dar una oportunidad a su contrincante, que encaja, encaja y encaja sin que pase nada… y luego, de la nada, saca dinamita de sus puños. Imagino que le dijeron: «chaval, tú haz lo que puedas, que luego lo arreglamos en postproducción» pero no, no lo arreglaron. El resultado de las peleas huele de lejos a tongazo.
Muy, muy floja. Y anodina. Si Ryan Coogler había dado con la tecla en “Creed” para resucitar (o estirar) la franquicia, Stephen Capler Jr. se muestra incapaz, no ya de seguir el ritmo, sino de evitar los bostezos. Se salvan únicamente algunos momentos de ternura protagonizados por los veteranos, el cameo de Nielsen y la subtrama de la familia Drago. Lo dicho: no pinta bien… y encima hay una secuela en el horizonte dirigida por el propio Michael B. Jordan que huele al último clavo del ataúd.