El epígrafe, es uno más de los tropecientos diálogos ingeniosos, audaces, valientes, frescos, etc, de esta historia valiente, fresca como un día respirando el oxígeno de la montaña.

De una sencillez argumental sarcástica, se atreve a hablar de variados temas cotidianos, con un personaje del que te enamoras irremediable, de manera utópica y que te hubiera gustado conocer.
Al menos a mí, a alguien así.

Filmada en su mayoría con cámara al hombro, un montaje efectivo y que va a la esencia de lo que pretende contar.
Es una película satírica, despiadadamente fresca, un hondo soplo de ideas, que se han contado muchas veces y aquí lo hace de manera concreta, sencilla, descarnada y entre creíble e idealista, más lo segundo.

El concepto de familia y pareja, el aborto, la necesidad de vivir afín a tus creencias, la dictadura del sistema capitalista, estos temas y algún otro son la propuesta vivaz que nos sugiere reflexión en clave de humor irónico.

Con un humor sardónico, cruel, realista, sagaz en su demoledor credo de lo establecido, nos invita a pasar un rato hilarante y mucho más a proponernos temas, ideas que están ahí, día tras día.

Una aguda reflexión que va más allá de la condición femenina o masculina, la condición humana.