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Divinas palabras

Drama La acción de este descarnado retrato de la naturaleza humana, basado en la obra de Valle-Inclán, transcurre en la Galicia de principios del siglo XX. Para huir de la pobreza, la esposa de un sacristán de aldea utiliza a un niño hidrocéfalo como atracción de feria. Eso la llevará a enfrentarse a su cuñada, que tiene el mismo propósito, y a meterse de lleno en un mundo en que residen las más bajas pasiones. (FILMAFFINITY)
Críticas 5
Críticas ordenadas por utilidad
2 de mayo de 2006
18 de 22 usuarios han encontrado esta crítica útil
La verdad es que no está a la altura de la obra de Valle Inclán. Ana Belen no da, ni mucho menos, la talla que se pide a la protagonista. Con esa cara de enfado que mantiene siempre, echa a perder el papel de la Mari-Gaila que se quiere mas frívolo y alegre.
Si la comparamos con la interpretación (dirigida por José Tamayo) de Kiti Manver en el Bellas Artes, nos damos cuenta de que Ana Belen, casi ella sola, ha estropeado una película que podría haber sido mucho mejor.
Excelente, como siempre, Francisco Rabal en el papel de Pedro Gailo, el cornudo sacristan de San Clemente.
Seguramente la tragicomedia de aldea que creo Valle requiere el ambiente del teatro para ser respirada con toda la magia que pretendía el autor.
milkas
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9 de septiembre de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
El prejuicio es, por definición, la negación del verdadero juicio, o lo que es lo mismo, la peor venda que puede arrastrar la mirada de todo aquel que decida acometer la valoración razonada de una obra con su opinión, en este caso me refiero a las películas que los usuarios comentamos en esta web. Y mucho me temo que, no todos solemos respetar esa lógica tan aplastante, pues al parecer se impone por una cierta mayoría, una determinada posición imperante que descalifica a la obra que desafía o no se suma a esa posición ideológica predeterminada, negando a partir de entonces, su valor artístico y demonizando al que la defiende por repugnantes y sectáreos prejuicios ideológicos, mientras presumen de tolerantes y demócratas. Es por ese motivo que, al valorar “Divinas palabras”, muchos caigan en el error de descalificarla por no comulgar con sus postulados.

Perteneciente a la corriente literaria modernista española, Ramón María del Valle-Inclán fue dramaturgo, poeta y novelista asociado a la generación del 98, “Divinas palabras” es una ejemplar adaptación de una de sus denominadas Comedias Bárbaras, por José Luis Gª Sánchez admirador de toda su obra, donde recrea un esperpento de la Galicia feudal y mágica, enraizada culturalmente en nuestra tradición y sirviéndose de personajes populares y marginados. Narra las desventuras de un grupo de aldeanos encabezado por una mujer de mala fama, Mari-Gaila (Ana Belén), la mujer del sacristán de San Clemente (Paco Rabal) que se disputa con su cuñada (Aurora Bautista) al huérfano hidrocéfalo poseedor de un singular y enorme “carayo” o pene, que van exhibiendo por las ferias de los pueblos gallegos para obtener dinero.

La película preserva el espíritu del ilustre autor y al mismo tiempo alumbra un trabajo genuinamente cinematográfico. Para que esto último fuera viable, cabía sólo elegir entre dos opciones casi opuestas, por una estilización extrema o por una teatralidad asumida hasta el límite de experimentar orientándose hacia un naturalismo matizado que da lugar a una transcripción de sus intenciones más que a una reproducción literal de su letra. El cineasta escoge esta segunda opción claramente para salir airoso. En el fondo, un drama más expresionista que propiamente esperpéntica, sin duda la mejor adaptación que se puede ver sobre el escritor. Siendo fiel a su esencia con escasa condescendencia, y testimoniando con fuerza e ironía el paisaje espectral, abrumador, vomitivo y deprimente de un ambiente mísero de una España atávica y angosta.

Alejado de un academicismo estéril y aireando inteligentemente la obra teatral, el cineasta consigue gracias a una excelente ambientación e inmejorable plantel de actores, que en sus imágenes resida la atmósfera malsana y realista, la fisicidad del paisaje gallego, de tiempos pretéritos, de escenas sórdidas, con sus peculiares gentes, seres deformes como atracción de feria, charlatanes, titiriteros, mendigos, gitanos, meigas, pordioseros, analfabetos y cotillas, supersticiones, religión, mezquindad e intolerancia. Todo ello conlleva una tragicomedia donde las bajas pasiones, las envidias, las traiciones y la violencia invaden el ambiente rural de la Galicia de principios del siglo XX. Un cruel retrato de la naturaleza humana con acento gallego.
Antonio Morales
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26 de diciembre de 2011
9 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Adaptación de la formidable obra de Valle-Inclán. La acción se sitúa en la Galicia de principios del siglo XX. Es la historia de la esposa (Ana Belén) de un sacristán (RAbal) que para intentar huir de la pobreza, utiliza a su sobrino (Dueñas), un niño hidrocéfalo, como atracción de feria. Esto la enfrentará a su cuñada (Bautista), que tiene las mismas intenciones y a meterse en un submundo de maldad y bajos instintos.
Interesante captación del abigarrado y maravilloso mundo esperpéntico valleinclanesco por parte del habitualmente desatinado y muy mediocre García Sánchez. "Divinas palabras" es, en literatura, un descarnado y crudo retrato de la naturaleza humana, de sus bajas pasiones, en un ambiente social tan rico de paisanaje como explicitador de la pobreza de espíritu de éstos. La Galicia, la España rural, queda perfectamente fotografiada. En la película, se logra salvar decentemente todo esto, sobre todo gracias a un extenso y adecuado reparto, dónde falla, sin embargo, la presencia de una demasiado cristalina Ana Belén. A pesar de todo, interesante y entretenida.
kafka
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6 de noviembre de 2014
6 de 7 usuarios han encontrado esta crítica útil
La genialidad de Divinas palabras está en las palabras de Valle-Inclán y su descarnado retrato de una sociedad desnaturalizada, mezquina y cruel a más no poder. Como película, da la sensación de que le falta algo y que es excesivamente deudora de la letra impresa y no llega a encontrar su identidad como cine. Tiene un excelente reparto (atención a Juan Echanove, Imanol Arias y por supuesto Ana Belén, uno de esos raros ejemplos de maravillosa actriz que además canta como los ángeles) y recrea maravillosamente esa Galicia profunda de Valle-Inclán llena de horrores y gente despiadada y sin moral, pero nunca llega a dejar la sensación de estar viendo una obra maestra.

Lo mejor: Los actores y la atmósfera malsana recreada mediante la fotografía, los decorados, el vestuario, etc.
Lo peor: Como cine tampoco es nada del otro mundo.
Sibila de Delfos
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22 de febrero de 2017
1 de 1 usuarios han encontrado esta crítica útil
"...La mujer adúltera se acoge al asilo de la iglesia, circundada de un áureo y religioso prestigio, que en aquel mundo milagrero, de almas rudas, intuye el latín ignoto de las divinas palabras".

Cual jarro de agua fría, Ramón M.ª del Valle-Inclán, en boca de su sacristán "fúnebre, amarillo de cara y manos, barbas mal rapadas, sotana y roquete", lanza sobre las gentes iracundas esas palabras que, gracias a su poder irracional, el poder religioso, les devuelven la cordura, la paz, y hacen de la furcia apedreada de nuevo una mujer de casa y decente. En esta ciénaga gallega se produce tal instante de catársis donde la piedad, que no el perdón ni la comprensión, salva a los míseros personajes de la miseria, todo ello recreado con bastante tino por José Luis García Sánchez.
Henchido de éxito gracias a "La Corte de Faraón", es llamado para trasladar a la gran pantalla uno de los títulos vitales del trabajo teatral del pontevedrés en esa importante transición, que fueron las "comedias bárbaras", de su modernismo al posterior esperpento; el júbilo inicial, ya que lo considera "el autor más importante de la literatura española", pasa al horror tras encarar un borrador que adapta "Divinas Palabras" de un modo disparatado y modernizado...pero intenta salir airoso reorganizando la historia y llevándola, algo muy difícil, al terreno del cine. Condensa los hechos, facilita los diálogos, se acoge a la estilizada expresión visual para evitar el teatro filmado.

Lo logra gracias a un presupuesto elevado, un sólido reparto y un equipo que tiene la dura tarea de plasmar el universo de Valle-Inclán, pero desde el primer momento se puede afirmar la gran habilidad de Gerardo Vera y Luis Vallés a la dirección artística y Fernando Arribas a la fotografía para llevarlo a cabo. En efecto el orden narrativo cambia ligeramente; sin el intenso encuentro entre Pedro, Lucero/Séptimo y la aquí ausente Pepa, "la Morena", García Sánchez no tarda en acercarnos al suceso trágico que hace estallar el vaivén de sucesos: la muerte de Juana, que enfrenta a sus hermanos Marica y Pedro y a la joven esposa de éste, Mari.
Sólo bastan los primeros minutos para arrastrarnos al peculiar imaginario que creó el autor gracias a un diseño de producción rico en detalles, emanando el olor de la tierra mojada de esa Galicia a principios de 1.920; reunidos de un extremo a otro de la pantalla el director compone un fascinante mosaico de desheredados de la tierra en su más decrépita y sucia expresión, y sin tardar revela la maldad interior de cada uno, arrimados por su condición asquerosa a la avaricia, el cinismo y la envidia, despojados de toda moralidad, que intentan disimular en la apariencia con el comportamiento piadoso y palabras humildes (como el cura invitado, que se regodea en los lujos eclesiásticos ante la desvalida mirada de Pedro...).

Mientras los tesoros nacionales del cine Aurora Bautista y Francisco Rabal encajan bien en sus complejos papeles, tal vez no suceda lo mismo con un extraño Imanol Arias que falla en transmitir la descarada crueldad de ese rufián que era Lucero/Séptimo; Ana Belén en su época de apogeo y hermosura vuelve a los brazos de García Sánchez insuflando su propia fuerza a la de la irresistible Mari, a quien sigue el anterior en su periplo lejos de las ataduras de un marido moribundo incapaz de medrar dentro de los límites de la Iglesia y debilitado por las calumnias del pueblo.
Periplo a través de caminos, tabernas y ferias colmadas de todos esos estrafalarios individuos que formaban en la cabeza de Valle-Inclán el conjunto perfecto para definir al esperpento; un rincón de la España de las revueltas sociales, la agitación liberal, la represión y el Gobierno Nacional, encerrado en su burbuja y que la desfigura hasta el exceso de lo grotesco. Mari, junto a una genial Tatula encarnada por Esperanza Roy, evolucionando, desde lo económico a lo emocional y desde la fiel esposa arropada en negros y tradicionales harapos a mujer independiente de provocativos vestidos que resaltan su poder sensual, aunque esa liberación la acabe llevando a ser víctima de sus propias ilusiones y pasiones bajas...

Pero eso no quiere decir que deba apelar a nuestra compasión o simpatía; Mari no es diferente de la cuadrilla de pérfidos y sórdidos seres que la rodean, y Belén, si bien con un gracejo especial, así la representa, sacando provecho del pobre Laureano, enano hidrocéfalo, desgraciado hijo de la recién fallecida, expuesto como monstruo de circo sin descanso, alimentado de la bebida y maltratado por unos y por otros hasta desembocar en una de las humillaciones más terribles y patéticas que dio la Historia del cine español, capturando el director los pliegues más viscosos de la malsana atmósfera de la obra.
Todo entre unos diálogos unas veces premeditadamente teatrales y elevados, otras rebosantes de esa pegajosa naturalidad rural única, pero siempre un texto simplificado a la sombra de la riqueza del original; García Sánchez no tiene culpa y lo eleva a su modo con sus bellas imágenes del paisaje gallego y sus decorados de época, que dan la sensación de una tierra encerrada por una magia atemporal indescriptible, todo lo horrible, repulsiva y negra que se quiera, pero mágica (y a ello contribuye el trabajo musical de los Milladorio). La troupe de secundarios también gana su peso en comparación.

Desde los jóvenes Pedro Reyes y Rebeca Tebar a nada menos que Luis Ciges, Tito García, Antonio Gamero, Nicolás Dueñas, Francisco Merino, María Elena Flores o ese Juan Echanove que sería premiado con un Goya por su actuación de Miguelín. También, por supuesto, fue para la excelente labor de Arribas.
Y a sabiendas de que una película como esta, que pretende adaptar fielmente la obra de un autor de cultura, no iba a hacer furor entre el público de mitad de los '80, el cineasta se llevaría una grata sorpresa al ver una recaudación mejor de la esperada. Para acercarse a la obra de Valle-Inclán es inmejorable.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama. Ver todo
Chris Jiménez
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