Black Beach
2,396
6 de febrero de 2021
51 de 55 usuarios han encontrado esta crítica útil
La película se deja ver, si no lo piensas demasiado... Si no piensas que no te dicen en qué trabaja exactamente el personaje de Raúl Arévalo, por qué vive en Bruselas precisamente, por qué los sobres de dinero, a qué se dedica su mujer, a qué demonios se dedica su madre "LA SEÑORA DE LA ONU", quién es su compañero pero es su jefe pero luego es un subordinado, qué hizo en aquella ONG, etc. Para mí la principal, por ser yo afrodescendiente... ¿Porqué van a un país sin nombre donde la gente habla español y hay referencias mal camufladas y cada 5 minutos a Guinea Ecuatorial? ¿Por qué no hablar abiertamente de Guinea Ecuatorial ?
Al final he llegado a la conclusión que Esteban Crespo y su equipo simplemente se han aprovechado de la gente que NO conoce Guinea Ecuatorial ni sabe nada de ella (la mayoría de españoles con menos de 60 años), que verá la cinta por el elenco interpretativo, y por la buena calidad de su fotografía y localizaciones y pensarán que qué original lo que han hecho. Los que SÍ sabemos algo Guinea Ecuatorial (y seguimos buscando nuestros referentes en esta España imperial y blanca) ante una película con el nombre de la peor cárcel de Malabo, con un montón de actores afrodescendientes... bueno, estaba claro que íbamos a verla.
Lamentablemente este tipo de decisiones tiene sus consecuencias. Tratar el tema de la excolonia española como si nunca hubiera existido, como si fuera una entelequia en el imaginario de Esteban Crespo y David Moreno, una "licencia literaria" sin el mínimo atisbo de plantear nada, resulta en una película vacía: Se simplifica el conflicto del petróleo en la corrupción internacional privada, en los americanos. En un mundo inventado donde la ONU puede hacer algo activo en estos países. Para añadirle una capa de falsa profundidad, volvemos al manido conflicto de tribu A contra Tribu B del que no nos cuentan nada. Pero bueno, es que el guion fluye durante casi dos horas como un río...cada vez que se encuentra con un escollo, lo sortea con otra trama dejándonos sin respuesta a los planteamientos anteriores. Y así es como terminas de verla... pasando de un tema a otro, del thriller a la peli de acción y de eso a un viaje absurdamente intimista... sin olvidarlos nunca de la visión más casposa del héroe como alguien solitario y sin fisuras.
Tan liosa es la película en ocasiones como el momento en que el protagonista (un Raúl Arévalo tieso, hierático, dando bandazos por ese Malabo de pega sin ningún problema después de casi una década sin hablar con nadie ni enterarse por nadie ni pensar en nadie desde su cómoda ciudad europea) pasea un Ferrari hasta el puerto, que es una zona del todo humilde, para hablar secretamente con su amiga (una Candela Peña que está super tranquila en su papel, la adoro pero llega el momento de que saquen algo más de ella que los cuatro gritos espontáneos de siempre... ¿¿¿por qué se queda en segundo lugar???). Luego el coche nunca más es necesario. Ni produce curiosidad en la gente ni pasa nada. Ni tiene consecuencias. Para este aprendiz de James Bond y Santa Teresa de Jesús, todo vale.
Y por eso considero que la película zozobra en su guión una y otra vez buscando nuevas formas de engancharnos, sin definir nada ni mojarse en nada, como cuando se habla en el mundo real de Guinea Ecuatorial: que es verde, que la gente es sencilla, que hay un dictador, que hay petróleo... ¿y qué idioma hablan allí? lo de todos los días. Y Black Beach es lo menos importante en esta película, es la excusa en papel de crear una cinta para entretener con falsas pretensiones de sentir que cambia algo.
Lo mejor: Jimmy Castro y Teresita Evuy... lo bordan con lo poco que salen. En general, todo el elenco afrodescendiente que se le nota super implicado en le proyecto.
Lo peor: Todos los nombres que hacen referencia a Guinea Ecuatorial, en especial al Hotel Eureka (en realidad Ureca) y la misma cárcel de Black Beach que da título a la cinta pero solo se merece unos minutos de metraje en pos de la trama. Recordemos que se trata de una cárcel donde se encierra principalmente a disidentes políticos, se los tortura, se les tiene en condiciones infrahumanas... pero al protagonista solo le interesa lo suyo.
Al final he llegado a la conclusión que Esteban Crespo y su equipo simplemente se han aprovechado de la gente que NO conoce Guinea Ecuatorial ni sabe nada de ella (la mayoría de españoles con menos de 60 años), que verá la cinta por el elenco interpretativo, y por la buena calidad de su fotografía y localizaciones y pensarán que qué original lo que han hecho. Los que SÍ sabemos algo Guinea Ecuatorial (y seguimos buscando nuestros referentes en esta España imperial y blanca) ante una película con el nombre de la peor cárcel de Malabo, con un montón de actores afrodescendientes... bueno, estaba claro que íbamos a verla.
Lamentablemente este tipo de decisiones tiene sus consecuencias. Tratar el tema de la excolonia española como si nunca hubiera existido, como si fuera una entelequia en el imaginario de Esteban Crespo y David Moreno, una "licencia literaria" sin el mínimo atisbo de plantear nada, resulta en una película vacía: Se simplifica el conflicto del petróleo en la corrupción internacional privada, en los americanos. En un mundo inventado donde la ONU puede hacer algo activo en estos países. Para añadirle una capa de falsa profundidad, volvemos al manido conflicto de tribu A contra Tribu B del que no nos cuentan nada. Pero bueno, es que el guion fluye durante casi dos horas como un río...cada vez que se encuentra con un escollo, lo sortea con otra trama dejándonos sin respuesta a los planteamientos anteriores. Y así es como terminas de verla... pasando de un tema a otro, del thriller a la peli de acción y de eso a un viaje absurdamente intimista... sin olvidarlos nunca de la visión más casposa del héroe como alguien solitario y sin fisuras.
Tan liosa es la película en ocasiones como el momento en que el protagonista (un Raúl Arévalo tieso, hierático, dando bandazos por ese Malabo de pega sin ningún problema después de casi una década sin hablar con nadie ni enterarse por nadie ni pensar en nadie desde su cómoda ciudad europea) pasea un Ferrari hasta el puerto, que es una zona del todo humilde, para hablar secretamente con su amiga (una Candela Peña que está super tranquila en su papel, la adoro pero llega el momento de que saquen algo más de ella que los cuatro gritos espontáneos de siempre... ¿¿¿por qué se queda en segundo lugar???). Luego el coche nunca más es necesario. Ni produce curiosidad en la gente ni pasa nada. Ni tiene consecuencias. Para este aprendiz de James Bond y Santa Teresa de Jesús, todo vale.
Y por eso considero que la película zozobra en su guión una y otra vez buscando nuevas formas de engancharnos, sin definir nada ni mojarse en nada, como cuando se habla en el mundo real de Guinea Ecuatorial: que es verde, que la gente es sencilla, que hay un dictador, que hay petróleo... ¿y qué idioma hablan allí? lo de todos los días. Y Black Beach es lo menos importante en esta película, es la excusa en papel de crear una cinta para entretener con falsas pretensiones de sentir que cambia algo.
Lo mejor: Jimmy Castro y Teresita Evuy... lo bordan con lo poco que salen. En general, todo el elenco afrodescendiente que se le nota super implicado en le proyecto.
Lo peor: Todos los nombres que hacen referencia a Guinea Ecuatorial, en especial al Hotel Eureka (en realidad Ureca) y la misma cárcel de Black Beach que da título a la cinta pero solo se merece unos minutos de metraje en pos de la trama. Recordemos que se trata de una cárcel donde se encierra principalmente a disidentes políticos, se los tortura, se les tiene en condiciones infrahumanas... pero al protagonista solo le interesa lo suyo.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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23 de septiembre de 2020
21 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esteban Crespo dirige aquí su segundo largometraje, que escribe junto al guionista David Moreno, más habitual en ficción televisiva.
Black beach quiere retratar las complicadas relaciones entre multinacionales, gobiernos corruptos, cooperación internacional y grandes organismos no gubernamentales en países en vías de desarrollo. Todo esto se mezcla con una trama personal, donde el pasado cobra mayor relevancia y provoca giros dramáticos.
No hay duda de la considerable inversión logística de esta producción en todo lo escenográfico y en las secuencias de acción. Sin duda, es brillante la gran persecución por los suburbios, cargada de dinamismo, bien sostenida en su larga duración y precisa en su fotografía y montaje.
Por lo demás, la película no llega a encandilar, a pesar de una caracterización de personajes que busca cierta profundidad. En este sentido, el pretendido encaje de temas y tramas resulta algo forzado. Por eso, quizá, algunas partes del guion generan desconcierto: son confusas (como un par de diálogos a grito pelado donde no se entiende bien lo que se dice) y afectan, como lo anterior, a la conexión emocional.
En este trayecto, el peso del elenco lo sostiene Raúl Arévalo, que sobrelleva esos altibajos narrativos con categoría actoral.
www.contraste.info
Black beach quiere retratar las complicadas relaciones entre multinacionales, gobiernos corruptos, cooperación internacional y grandes organismos no gubernamentales en países en vías de desarrollo. Todo esto se mezcla con una trama personal, donde el pasado cobra mayor relevancia y provoca giros dramáticos.
No hay duda de la considerable inversión logística de esta producción en todo lo escenográfico y en las secuencias de acción. Sin duda, es brillante la gran persecución por los suburbios, cargada de dinamismo, bien sostenida en su larga duración y precisa en su fotografía y montaje.
Por lo demás, la película no llega a encandilar, a pesar de una caracterización de personajes que busca cierta profundidad. En este sentido, el pretendido encaje de temas y tramas resulta algo forzado. Por eso, quizá, algunas partes del guion generan desconcierto: son confusas (como un par de diálogos a grito pelado donde no se entiende bien lo que se dice) y afectan, como lo anterior, a la conexión emocional.
En este trayecto, el peso del elenco lo sostiene Raúl Arévalo, que sobrelleva esos altibajos narrativos con categoría actoral.
www.contraste.info
2 de septiembre de 2020
18 de 23 usuarios han encontrado esta crítica útil
Black Beach era el nombre de una cárcel de Malabo, en Guinea Ecuatorial conocida por su crueldad con los presos. No es precisamente una playa idílica y así sabremos por donde van los tiros.
Dirige con buena mano Esteban Crespo, ganador de un Óscar al mejor cortometraje de ficción con "Aquel no era yo" y que en 2017 presento en el Festival de Málaga "Amar". Hoy vuelve al certamen para traernos su último film (para mí el mejor de la sección oficial y como de costumbre no se ha llevado ningún premio), con un guion de Crespo y David Moreno.
Carlos es un ejecutivo que recibe el encargo de mediar en el secuestro de un ingeniero de una compañía petrolífera americana, en África, ya que conoce al secuestrador de cuando fue cooperante en aquel país. Todo esto está poniendo en peligro la firma de un contrato millonario por lo que se deberá actuar rápido.
Raul Arevalo es Carlos que con la ayuda de su amiga Ale protagonizada por una arrebatadora Candela Peña, tienen que moverse rápidamente por el país africano (del que nunca se dice su nombre), la maravillosa actriz chilena Paulina García también aparece en un breve papel, así como Melina Mattews (pareja de Arévalo en la vida real y en el film)
Un rodaje de 8 semanas por diferentes localizaciones de Ghana, Las Palmas de Gran Canarias, Bruselas. Toledo y Madrid, y con un presupuesto de unos 7 millones de Euros de los cuales ha participado Netflix y RTVE. Todo esto avala un gran thriller, con buenas dosis de entretenimiento y buenos momentos de acción en lugares extraordinarios, sin olvidar un gran mensaje que nos transmite.
Estreno en España 25 de septiembre de 2020
Destino Arrakis.com
Dirige con buena mano Esteban Crespo, ganador de un Óscar al mejor cortometraje de ficción con "Aquel no era yo" y que en 2017 presento en el Festival de Málaga "Amar". Hoy vuelve al certamen para traernos su último film (para mí el mejor de la sección oficial y como de costumbre no se ha llevado ningún premio), con un guion de Crespo y David Moreno.
Carlos es un ejecutivo que recibe el encargo de mediar en el secuestro de un ingeniero de una compañía petrolífera americana, en África, ya que conoce al secuestrador de cuando fue cooperante en aquel país. Todo esto está poniendo en peligro la firma de un contrato millonario por lo que se deberá actuar rápido.
Raul Arevalo es Carlos que con la ayuda de su amiga Ale protagonizada por una arrebatadora Candela Peña, tienen que moverse rápidamente por el país africano (del que nunca se dice su nombre), la maravillosa actriz chilena Paulina García también aparece en un breve papel, así como Melina Mattews (pareja de Arévalo en la vida real y en el film)
Un rodaje de 8 semanas por diferentes localizaciones de Ghana, Las Palmas de Gran Canarias, Bruselas. Toledo y Madrid, y con un presupuesto de unos 7 millones de Euros de los cuales ha participado Netflix y RTVE. Todo esto avala un gran thriller, con buenas dosis de entretenimiento y buenos momentos de acción en lugares extraordinarios, sin olvidar un gran mensaje que nos transmite.
Estreno en España 25 de septiembre de 2020
Destino Arrakis.com
3 de octubre de 2020
14 de 15 usuarios han encontrado esta crítica útil
Esta película en ningún momento nombra expresamente al país de Guinea Ecuatorial, pero todo cuanto narra indica a las claras que se desarrolla en la ex-colonia española. Para ratificar lo que digo, hay que saber que el título “Black Beach”, era el nombre de una cárcel de Malabo.
En esa la cárcel fue alcaide Teodoro Obiang antes de arrebatarle el poder a su tío, Francisco Macías. Un infierno en la tierra para varias generaciones de guineanos por los que nadie hizo nada. Fueron habituales juicios sumarísimos, ejecuciones y torturas, especialmente crueles con los disidentes políticos.
Pero hete aquí que Guinea ni se nombra en esta película rodada en Canarias, Ghana, Madrid, Bruselas y Toledo, entre otras localizaciones, aunque todo ocurra en un país africano rico en petróleo, en el que se habla castellano, donde el oro y todo el esperpento de los más zafios nuevos ricos rodea a sus clases dirigentes, y donde cualquier indicio de oposición al régimen se aplasta entre los muros de una infame prisión llamada Black Beach; o sea, Guinea. De manera que Black Beach no es precisamente una playa idílica y de este modo sabemos por dónde van los tiros y cuál es el contexto geopolítico de gran parte de esta historia.
Carlos es un alto ejecutivo que vive en Bruselas que anhela junto con su esposa embarazada Susan (Matthews), convertirse en socio de una gran empresa. Para conseguir tal calificación recibe el encargo de hacer de mediador en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana en África (en Guinea, para que nos entendamos), lo cual que se ve sumergido en una trama de conspiración y corrupción alto nivel.
La cosa es que el tal secuestro está poniendo en riesgo la firma de un contrato millonario relacionado con el crudo del país, por el cual pugnan distintos estamentos y personalidades. El tal país es el mismo donde él, antes de ser un flamante ejecutivo, fue cooperante para Naciones Unidas. O sea, se trata de un viaje de vuelta a la juventud y sus ideales y utopías, donde Carlos se las verá con su pasado y con su futuro.
Esteban Crespo hace una aceptable dirección cuyo guion ha sido escrito por el propio Crespo junto a David Moreno, un libreto correcto que, no obstante, tiene lagunas. Arranca Crespo su segundo largometraje (el primero fue Amar, 2017) a modo de thriller político que al poco cambia en otro de acción, para posteriormente convertirse en drama íntimo, y la verdad, ninguna de las tres modalidades queda bien encajada.
El punto de arranque va perdiendo fuelle por el camino entre otras por su previsibilidad. En el fondo, la política y su fondo de corrupción a varias bandas. Y algo importante, hay un secreto central finalmente no queda aclarado en el film. Lo cual que todas las escenas violentas, de acción y de mucha adrenalina, quedan como sin esp��ritu.
Envolvente y apropiada música de Arturo Cardelús, esplendente fotografía de Ángel Amorós y una envidiable puesta en escena reproduciendo poblados africanos, persecuciones, artificios y exteriores muy apropiados.
En el reparto Raúl Arévalo hace un trabajo actoral cargado de matices y muy convincente. Lo secunda una convincente Carmela Peña como su enlace en África o Paulina García en el rol de su bonita y ambiciosa esposa. Acompañan muy bien actores como Melina Matthews o Luka Peros, entre otros.
La película es en gran parte fruto de las brutales localizaciones y secuencias en África. Pero el film quiere ser algo más que thriller de acción, dada la solemnidad de un cine pretendidamente de denuncia. Y me temo que sólo lo consigue a medias.
En esa la cárcel fue alcaide Teodoro Obiang antes de arrebatarle el poder a su tío, Francisco Macías. Un infierno en la tierra para varias generaciones de guineanos por los que nadie hizo nada. Fueron habituales juicios sumarísimos, ejecuciones y torturas, especialmente crueles con los disidentes políticos.
Pero hete aquí que Guinea ni se nombra en esta película rodada en Canarias, Ghana, Madrid, Bruselas y Toledo, entre otras localizaciones, aunque todo ocurra en un país africano rico en petróleo, en el que se habla castellano, donde el oro y todo el esperpento de los más zafios nuevos ricos rodea a sus clases dirigentes, y donde cualquier indicio de oposición al régimen se aplasta entre los muros de una infame prisión llamada Black Beach; o sea, Guinea. De manera que Black Beach no es precisamente una playa idílica y de este modo sabemos por dónde van los tiros y cuál es el contexto geopolítico de gran parte de esta historia.
Carlos es un alto ejecutivo que vive en Bruselas que anhela junto con su esposa embarazada Susan (Matthews), convertirse en socio de una gran empresa. Para conseguir tal calificación recibe el encargo de hacer de mediador en el secuestro del ingeniero de una petrolera americana en África (en Guinea, para que nos entendamos), lo cual que se ve sumergido en una trama de conspiración y corrupción alto nivel.
La cosa es que el tal secuestro está poniendo en riesgo la firma de un contrato millonario relacionado con el crudo del país, por el cual pugnan distintos estamentos y personalidades. El tal país es el mismo donde él, antes de ser un flamante ejecutivo, fue cooperante para Naciones Unidas. O sea, se trata de un viaje de vuelta a la juventud y sus ideales y utopías, donde Carlos se las verá con su pasado y con su futuro.
Esteban Crespo hace una aceptable dirección cuyo guion ha sido escrito por el propio Crespo junto a David Moreno, un libreto correcto que, no obstante, tiene lagunas. Arranca Crespo su segundo largometraje (el primero fue Amar, 2017) a modo de thriller político que al poco cambia en otro de acción, para posteriormente convertirse en drama íntimo, y la verdad, ninguna de las tres modalidades queda bien encajada.
El punto de arranque va perdiendo fuelle por el camino entre otras por su previsibilidad. En el fondo, la política y su fondo de corrupción a varias bandas. Y algo importante, hay un secreto central finalmente no queda aclarado en el film. Lo cual que todas las escenas violentas, de acción y de mucha adrenalina, quedan como sin esp��ritu.
Envolvente y apropiada música de Arturo Cardelús, esplendente fotografía de Ángel Amorós y una envidiable puesta en escena reproduciendo poblados africanos, persecuciones, artificios y exteriores muy apropiados.
En el reparto Raúl Arévalo hace un trabajo actoral cargado de matices y muy convincente. Lo secunda una convincente Carmela Peña como su enlace en África o Paulina García en el rol de su bonita y ambiciosa esposa. Acompañan muy bien actores como Melina Matthews o Luka Peros, entre otros.
La película es en gran parte fruto de las brutales localizaciones y secuencias en África. Pero el film quiere ser algo más que thriller de acción, dada la solemnidad de un cine pretendidamente de denuncia. Y me temo que sólo lo consigue a medias.
29 de octubre de 2020
11 de 11 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una película que no ha creado interés, no sé si por el cartel publicitario o su nombre en inglés a pesar del gran elenco que tiene. Lo primero gran actuación de Raúl Arevalo y lo segundo una historia africana, dura, real, cruda, interesante y todo lo que podamos imaginar de ese continente mágico y golpeado por los siglos de los siglos, donde viven en la exageración del contraste, la corrupción, la violencia, la pobreza, la desigualdad... es decir todas las miserias de la humanidad, de la mano de instituciones multilaterales que aún siguen emperrándolo todo. Yo recomiendo verla, es diferente y profunda.
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