Walk the Walk
2 de junio de 2024
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Robert Kramer es un director, fallecido algo prematuramente en 1999, aún muy desconocido para el gran público a pesar de contar en su filmografía films tan extraordinarios como The Edge, Doc's Kingdom, Ice, Route USA o In The Country, ninguno de ellos estrenado en España donde como suele suceder con muchos otros directores, sus trabajos permanecen vírgenes esperando que inquietos cinéfilos los descubran a pesar también de su dificultad para encontrarlos.
En esta ocasión Kramer compone un film memorable otorgándole un pequeño guiño al documental.
La sinopsis la compone un grupo diverso de personajes con sus traumas, sus temores, sus esperanzas y desesperanzas que se ven obligados de una manera u otra a abandonar sus zonas de confort. A lo largo de sus recorridos por distintas partes del mundo, llegan a darse cuenta de que a pesar del odio, el racismo o la incomprensión que sufren todos los seres humanos, todos, estamos cortados por el mismo patrón y compartimos las mismas angustias y alegrías.
Es un un cine, por tanto, de largos silencios, reflexiones y con atenta mirada que pone su foco y objetivo en el alma humana sin importar diferencias de color, edad o profesión.
Un cine necesario, para volver a conectar con nosotros mismos, una mascarilla de oxigeno en forma de fotogramas, una manera distinta de entender el cine convencional que se queda atrapado muchas veces en el vulgar entretenimiento sin trascender como tiene la oportunidad de hacerlo este cine hecho no solo con las premisas de la billetera.
Muy recomendable para espectadores que anden buscando bálsamos para el espíritu, que no caigan en la errónea prisa del fotograma. Al fin y al cabo es una experiencia de viaje mirando por la ventana del tren, disfrutando del paisaje.
Tanta es la dificultad de poder encontrar esta película, que yo sepa, solo fue editada en Francia en DVD hace unos años.
En esta ocasión Kramer compone un film memorable otorgándole un pequeño guiño al documental.
La sinopsis la compone un grupo diverso de personajes con sus traumas, sus temores, sus esperanzas y desesperanzas que se ven obligados de una manera u otra a abandonar sus zonas de confort. A lo largo de sus recorridos por distintas partes del mundo, llegan a darse cuenta de que a pesar del odio, el racismo o la incomprensión que sufren todos los seres humanos, todos, estamos cortados por el mismo patrón y compartimos las mismas angustias y alegrías.
Es un un cine, por tanto, de largos silencios, reflexiones y con atenta mirada que pone su foco y objetivo en el alma humana sin importar diferencias de color, edad o profesión.
Un cine necesario, para volver a conectar con nosotros mismos, una mascarilla de oxigeno en forma de fotogramas, una manera distinta de entender el cine convencional que se queda atrapado muchas veces en el vulgar entretenimiento sin trascender como tiene la oportunidad de hacerlo este cine hecho no solo con las premisas de la billetera.
Muy recomendable para espectadores que anden buscando bálsamos para el espíritu, que no caigan en la errónea prisa del fotograma. Al fin y al cabo es una experiencia de viaje mirando por la ventana del tren, disfrutando del paisaje.
Tanta es la dificultad de poder encontrar esta película, que yo sepa, solo fue editada en Francia en DVD hace unos años.
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