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Críticas ordenadas por utilidad
Documental
2020
Documental, Intervenciones de: Raúl Liarte, José Ibarra Bastida, Salvador Muñoz Soriano, Rosario Vera Martinez ...
17 de noviembre de 2020
66 de 80 usuarios han encontrado esta crítica útil
1992 fue el año en el que se fundó la nueva España. O al menos en el que se fundó la idea de una nueva España. En el imaginario colectivo de hasta los que no habían nacido todavía están las imágenes fastuosas de las Olimpiadas de Barcelona y de la Expo de Sevilla. Hasta yo mismo, teniendo cuatro años en aquel momento, recuerdo cuando mis padres volvieron de viaje de Sevilla, cargados de merchandising de Curro. Era un momento de entusiasmo colectivo incomparable, seguramente solo superado por los primeros albores de nuestra joven democracia. Pero y si resultase que se nos olvida algo de aquel año, ¿y si resultase que el tiempo y las ganas de mirar para otra parte han acabado sepultando un acontecimiento importante de 1992? ¿Cuál es el proceso que nos lleva al olvido de algo tan relevante como la quema del Parlamento de la Región de Murcia? Con El año del descubrimiento, Luis López Carrasco se propone hacer un ejercicio de memoria y volver a situar esa imagen y ese momento de la historia de nuestro país en nuestras cabezas. No es solo un ejercicio de memoria, es un monumento documental tanto por su duración (200 minutos) como por su profundidad sobre cómo el proceso de la reconversión industrial de principios de los 90 ha acabado llevándonos hasta el profundo hoyo en que nos encontramos hoy.
En la carrera de Luis López Carrasco, la forma siempre va unida al fondo. En El año del descubrimiento, el director opta por un formato de doble pantalla. A veces dos imágenes a la vez de la misma escena, otra vez escenas que se concatenan, otras veces vídeos del pasado mezclados con el presente. Permitir que las imágenes dialoguen entre sí es uno de los grandes hallazgos del documental. O a veces dejar solo una mitad visible para forzarnos a mirar. Invitar al espectador a decidir a dónde quiere mirar y no muchas veces no poder ver ambas escenas a la vez, convirtiéndolo en una experiencia diferente para cada espectador. No voy a desvelar demasiado, pero creo que es en su tercer acto cuando esa doble pantalla alcanza su mayor potencial y nos pega una bofetada de realidad.
En El año del descubrimiento, López Carrasco utiliza todas las armas de las que dispone como cineasta para presentar un retrato coral sobre aquel evento y sus consecuencias. Comienza enlazando la película con su anterior largometraje (El futuro), grabando a un grupo de jóvenes que hablan mientras que beben en el bar. Al igual que en aquella película, no somos capaces de escuchar las conversaciones enteras y la música, alta y distorsionada, se mezcla con las voces, haciéndolas ininteligibles. La elección de la música no es casual, es música de 1992. Tampoco lo es el formato en que está grabada la película, grabada en vídeo Hi8. Al igual que ocurría en El futuro, el documental nos plantea el desafío de si lo que estamos viendo está ocurriendo en el presente o en el pasado.
La manera en que López Carrasco va tirando del hilo es moviendo el relato a través de las conversaciones con los sujetos (o entre ellos). Algunas de ellas son esclarecedoras, otras de ellas sencillamente conversaciones normales entre gente de clase trabajadora. Unas hablan del pasado y otras del presente. Unas muestran un cierto grado de esperanza y otras expresan con vehemencia la desesperación de un grupo social cada vez más arrinconado por las circunstancias. Y quizá una de las estrategias más inteligentes del documental, esa que hace que nos quedemos pegados durante 200 minutos sin pestañear, sea empezar por las consecuencias de la reconversión industrial para luego llevarnos hacia las causas. Empezar poniendo el foco en las víctimas, la mayoría de ellas inconscientes de cómo hemos llegado hasta aquí, para poco a poco ir acercándonos a las historias de quienes vivieron aquella reconversión industrial de primera mano desde sindicatos y empresas de aquel tiempo. López Carrasco ha mencionado en la masterclass previa al film el impacto que tuvo en El año del descubrimiento las teorías sobre la desactivación del orgullo de clase de la clase trabajadora de Owen Jones en su libro Chavs. La demonización de la clase obrera. El año del descubrimiento nos obliga a sentarnos con esa clase obrera. Algunos de ellos instruidos y articulados, otros de ellos epidérmicos y temperamentales, todos ellos unidos por un vínculo común que, a su vez, nos une a todos ellos. Si a algo puede contribuir este documental es a que reflexionemos sobre cómo la erosión intencionada de nuestra unión social por los poderes fácticos nos ha llevado a un callejón sin salida.
Es imposible desmenuzar todo lo que ocurre a lo largo de sus más de tres horas de metraje en El año del descubrimiento. Su estructura anima a que fluyan los temas y los tonos sin cesar, a que cada espectador ponga el ojo y la mente en diferentes aspectos. Lo que sí que es posible es hablar de los logros del mejor documental que he visto en años y desde luego el que más me ha hecho hervir la sangre desde Enmienda XIII de Ava DuVernay. Luis López Carrasco erige un monumento comprometido y valiente a la clase obrera, acaso el mejor de lo que va de siglo y que es cine con un pie en el pasado, sí, pero sobre todo con la vista puesta en el futuro. El visionado de El año del descubrimiento debería encender la llama del desencanto útil: cuando no nos queda nada que perder, ¿por qué no luchar?
Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
En la carrera de Luis López Carrasco, la forma siempre va unida al fondo. En El año del descubrimiento, el director opta por un formato de doble pantalla. A veces dos imágenes a la vez de la misma escena, otra vez escenas que se concatenan, otras veces vídeos del pasado mezclados con el presente. Permitir que las imágenes dialoguen entre sí es uno de los grandes hallazgos del documental. O a veces dejar solo una mitad visible para forzarnos a mirar. Invitar al espectador a decidir a dónde quiere mirar y no muchas veces no poder ver ambas escenas a la vez, convirtiéndolo en una experiencia diferente para cada espectador. No voy a desvelar demasiado, pero creo que es en su tercer acto cuando esa doble pantalla alcanza su mayor potencial y nos pega una bofetada de realidad.
En El año del descubrimiento, López Carrasco utiliza todas las armas de las que dispone como cineasta para presentar un retrato coral sobre aquel evento y sus consecuencias. Comienza enlazando la película con su anterior largometraje (El futuro), grabando a un grupo de jóvenes que hablan mientras que beben en el bar. Al igual que en aquella película, no somos capaces de escuchar las conversaciones enteras y la música, alta y distorsionada, se mezcla con las voces, haciéndolas ininteligibles. La elección de la música no es casual, es música de 1992. Tampoco lo es el formato en que está grabada la película, grabada en vídeo Hi8. Al igual que ocurría en El futuro, el documental nos plantea el desafío de si lo que estamos viendo está ocurriendo en el presente o en el pasado.
La manera en que López Carrasco va tirando del hilo es moviendo el relato a través de las conversaciones con los sujetos (o entre ellos). Algunas de ellas son esclarecedoras, otras de ellas sencillamente conversaciones normales entre gente de clase trabajadora. Unas hablan del pasado y otras del presente. Unas muestran un cierto grado de esperanza y otras expresan con vehemencia la desesperación de un grupo social cada vez más arrinconado por las circunstancias. Y quizá una de las estrategias más inteligentes del documental, esa que hace que nos quedemos pegados durante 200 minutos sin pestañear, sea empezar por las consecuencias de la reconversión industrial para luego llevarnos hacia las causas. Empezar poniendo el foco en las víctimas, la mayoría de ellas inconscientes de cómo hemos llegado hasta aquí, para poco a poco ir acercándonos a las historias de quienes vivieron aquella reconversión industrial de primera mano desde sindicatos y empresas de aquel tiempo. López Carrasco ha mencionado en la masterclass previa al film el impacto que tuvo en El año del descubrimiento las teorías sobre la desactivación del orgullo de clase de la clase trabajadora de Owen Jones en su libro Chavs. La demonización de la clase obrera. El año del descubrimiento nos obliga a sentarnos con esa clase obrera. Algunos de ellos instruidos y articulados, otros de ellos epidérmicos y temperamentales, todos ellos unidos por un vínculo común que, a su vez, nos une a todos ellos. Si a algo puede contribuir este documental es a que reflexionemos sobre cómo la erosión intencionada de nuestra unión social por los poderes fácticos nos ha llevado a un callejón sin salida.
Es imposible desmenuzar todo lo que ocurre a lo largo de sus más de tres horas de metraje en El año del descubrimiento. Su estructura anima a que fluyan los temas y los tonos sin cesar, a que cada espectador ponga el ojo y la mente en diferentes aspectos. Lo que sí que es posible es hablar de los logros del mejor documental que he visto en años y desde luego el que más me ha hecho hervir la sangre desde Enmienda XIII de Ava DuVernay. Luis López Carrasco erige un monumento comprometido y valiente a la clase obrera, acaso el mejor de lo que va de siglo y que es cine con un pie en el pasado, sí, pero sobre todo con la vista puesta en el futuro. El visionado de El año del descubrimiento debería encender la llama del desencanto útil: cuando no nos queda nada que perder, ¿por qué no luchar?
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4 de octubre de 2020
36 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
Parte de la curiosidad que me generaba en un principio La mort de Guillem era ver cómo se iba a enfrentar a ese material Carles Marqués-Marcet. Al director barcelonés le conocimos la mayoría en 2014 de la mano de 10.000 km, la mejor película sobre las relaciones a distancia modernas que existe. Después, siempre acompañado de su actor fetiche David Verdaguer, nos entregó otras dos películas que hablaban sobre las relaciones modernas con un candor y una naturalidad pasmosa. En Tierra firme, acaso su película más “película”, trasladó la acción a Londres y nos llevó a un terreno aún poco explorado, el de las familias que se construyen al margen de hipotecas y trabajos de oficina. En su última película hasta La mort de Guillem, la estupenda Los días que vendrán, esa naturalidad que normalmente ocupa un rol central en su cine alcanzó su cima, utilizando el embarazo real de la actriz María Rodríguez Soto y su pareja en la vida real (David Verdaguer). Aunque, eso sí, utilizando este embarazo para construir una ficción alrededor de él.
El cine de Marqués-Marcet hasta la fecha ha sido, en definitiva, una exploración de diferentes aspectos sobre las relaciones de la generación millennial: las relaciones a distancia, la imposibilidad de tener una estabilidad económica y, por ende, geográfica, crear una familia en medio del jaleo en el que estamos todos metidos… Y eso me llevaba a preguntarme: ¿qué enfoque le dará el director a una historia real como la del asesinato a mano de neonazis de Guillem Agulló?
Para poneros en contexto, Guillem Agulló era un chico de 18 años valenciano que militaba en movimientos independentistas de izquierda. La madrugada del 11 de abril de 1993, murió apuñalado en la localidad castellonense de Montanejos a manos de un grupo de jóvenes de extrema derecha. El juicio posterior, uno de los más mediáticos de los noventa en España –hasta el punto de que tuvo que celebrarse fuera de los juzgados para poder acoger a la prensa– se centró sobre todo en probar que las motivaciones tras el asesinato de Guillem fueron políticas.
Partiendo de esta historia que podría haber dado para un true crime al uso de Netflix, lo realmente interesante de esta película es ver un material tan cruel por el filtro de un director en el que suele brillar un humanismo valiente y emocional, alejado del aspaviento. En La mort de Guillem nos encontramos con una nueva faceta de Marqués-Marcet, pero no deja atrás algunas de las mejores características de sus films anteriores. La película funciona simultáneamente como retrato īntimo sobre la pérdida, ficción documental sobre su época y la militancia antifascista, y como thriller judicial.
Los primeros 20 minutos de la La mort de Guillem son un recorrido atroz al corazón de la desgracia. Pero lo que podría haber sido rodado de manera morbosa o centrándose en detalles banales, Marqués-Marcet consigue que la mecha del drama prenda a través de una galería de miradas y de planos cortos de sus padres. Un pistoletazo de salida que, precisamente, la aleja de esos true crime que mencionaba antes. La mort de Guillem es una tragedia íntima antes que una mediática, aunque eso también llegará más adelante en el film. Lo bien documentada que está la cinta es otro de los factores que le ayudan a brillar con fuerza. Marqués-Marcet no duda de tirar de material de archivo para barnizar de verdad lo que vemos en las caras de los actores. Vídeos de informativos de la época, recortes de periódico, la elección de la música, la decoración de la habitación de Guillem… todo ayuda en la construcción del relato y contextualiza lo que vemos y oímos en pantalla. Hay incluso una opción que me parece especialmente arriesgada: la de introducir vídeos mostrando a los padres en la vida real de Guillem. En mi opinión, funciona, ya que son imágenes que vale la pena que el espectador vea para que pueda entender que lo que se muestra en La mort de Guillem no es mera dramatización de los hechos: la película está enraizada en los hechos reales.
Y a nivel ideológico, ¿cuál es el tratamiento que ofrece el director en esta cinta? Es pura coincidencia todo lo que se está hablando estos días de la gran apuesta audiovisual de la temporada: la serie Patria producida por HBO. Las críticas más feroces (al margen de los trolls fachas de toda la vida) le están llegando por su equidistancia en el conflicto. Equidistancia que, por cierto, ya estaba en la novela de Aramburu. Esa equidistancia no es algo que encontremos en La mort de Guillem y se agradece. En tiempos en los que empezamos a transitar la siempre resbaladiza senda de escuchar a todas horas falsas equivalencias del tipo “la extrema derecha es lo mismo que la extrema izquierda”, se agradece un poco de cordura y sensatez alejadas del ruido mediático imperante. Porque no, no es lo mismo luchar por causas justas como son la justicia social o la no discriminación que manipular a la población para llevar a cabo políticas en favor de las élites y de la sociedad heteropatriarcal.
La mort de Guillem es una película necesaria en cuanto que ayudará a la audiencia que lo vivió a saber más sobre este caso y, a los que no lo vivieron o aún éramos demasiado jóvenes, a ser conscientes de lo que le ocurrió a Guillem. En medio de un clima político en el que los que quieren acabar con la democracia campan a sus anchas por las instituciones, La mort de Guillem invita a reflexionar sobre el tipo de país que somos y sobre como, por más que nos pese, la sombra de la intolerancia y de la represión está sobrevolando nuestras cabezas, más acechante que nunca. Guillem Agulló, ni oblit ni perdó.
Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
El cine de Marqués-Marcet hasta la fecha ha sido, en definitiva, una exploración de diferentes aspectos sobre las relaciones de la generación millennial: las relaciones a distancia, la imposibilidad de tener una estabilidad económica y, por ende, geográfica, crear una familia en medio del jaleo en el que estamos todos metidos… Y eso me llevaba a preguntarme: ¿qué enfoque le dará el director a una historia real como la del asesinato a mano de neonazis de Guillem Agulló?
Para poneros en contexto, Guillem Agulló era un chico de 18 años valenciano que militaba en movimientos independentistas de izquierda. La madrugada del 11 de abril de 1993, murió apuñalado en la localidad castellonense de Montanejos a manos de un grupo de jóvenes de extrema derecha. El juicio posterior, uno de los más mediáticos de los noventa en España –hasta el punto de que tuvo que celebrarse fuera de los juzgados para poder acoger a la prensa– se centró sobre todo en probar que las motivaciones tras el asesinato de Guillem fueron políticas.
Partiendo de esta historia que podría haber dado para un true crime al uso de Netflix, lo realmente interesante de esta película es ver un material tan cruel por el filtro de un director en el que suele brillar un humanismo valiente y emocional, alejado del aspaviento. En La mort de Guillem nos encontramos con una nueva faceta de Marqués-Marcet, pero no deja atrás algunas de las mejores características de sus films anteriores. La película funciona simultáneamente como retrato īntimo sobre la pérdida, ficción documental sobre su época y la militancia antifascista, y como thriller judicial.
Los primeros 20 minutos de la La mort de Guillem son un recorrido atroz al corazón de la desgracia. Pero lo que podría haber sido rodado de manera morbosa o centrándose en detalles banales, Marqués-Marcet consigue que la mecha del drama prenda a través de una galería de miradas y de planos cortos de sus padres. Un pistoletazo de salida que, precisamente, la aleja de esos true crime que mencionaba antes. La mort de Guillem es una tragedia íntima antes que una mediática, aunque eso también llegará más adelante en el film. Lo bien documentada que está la cinta es otro de los factores que le ayudan a brillar con fuerza. Marqués-Marcet no duda de tirar de material de archivo para barnizar de verdad lo que vemos en las caras de los actores. Vídeos de informativos de la época, recortes de periódico, la elección de la música, la decoración de la habitación de Guillem… todo ayuda en la construcción del relato y contextualiza lo que vemos y oímos en pantalla. Hay incluso una opción que me parece especialmente arriesgada: la de introducir vídeos mostrando a los padres en la vida real de Guillem. En mi opinión, funciona, ya que son imágenes que vale la pena que el espectador vea para que pueda entender que lo que se muestra en La mort de Guillem no es mera dramatización de los hechos: la película está enraizada en los hechos reales.
Y a nivel ideológico, ¿cuál es el tratamiento que ofrece el director en esta cinta? Es pura coincidencia todo lo que se está hablando estos días de la gran apuesta audiovisual de la temporada: la serie Patria producida por HBO. Las críticas más feroces (al margen de los trolls fachas de toda la vida) le están llegando por su equidistancia en el conflicto. Equidistancia que, por cierto, ya estaba en la novela de Aramburu. Esa equidistancia no es algo que encontremos en La mort de Guillem y se agradece. En tiempos en los que empezamos a transitar la siempre resbaladiza senda de escuchar a todas horas falsas equivalencias del tipo “la extrema derecha es lo mismo que la extrema izquierda”, se agradece un poco de cordura y sensatez alejadas del ruido mediático imperante. Porque no, no es lo mismo luchar por causas justas como son la justicia social o la no discriminación que manipular a la población para llevar a cabo políticas en favor de las élites y de la sociedad heteropatriarcal.
La mort de Guillem es una película necesaria en cuanto que ayudará a la audiencia que lo vivió a saber más sobre este caso y, a los que no lo vivieron o aún éramos demasiado jóvenes, a ser conscientes de lo que le ocurrió a Guillem. En medio de un clima político en el que los que quieren acabar con la democracia campan a sus anchas por las instituciones, La mort de Guillem invita a reflexionar sobre el tipo de país que somos y sobre como, por más que nos pese, la sombra de la intolerancia y de la represión está sobrevolando nuestras cabezas, más acechante que nunca. Guillem Agulló, ni oblit ni perdó.
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2019
21 de enero de 2021
26 de 26 usuarios han encontrado esta crítica útil
Estrenada en España directamente en HBO, Collective es un documental rumano dirigido por Alexander Nanau que arranca siguiendo a un equipo de periodistas del periódico Gazeta Sporturilor que investigan las muertes relacionadas con el incendio en un concierto que dejó un saldo de 220 heridos y 27 víctimas mortales en un primer momento. Esas víctimas después ascenderían a 65 pese a que muchos de los jóvenes hospitalizados no estaban críticos tras el incendio. A raíz de un chivatazo por parte de un miembro del personal sanitario de unos de los hospitales, se pone sobre la pista a los periodistas sobre una red de corrupción en que estaría involucrado el gobierno, el personal directivo del sistema de salud rumano y la farmacéutica Hexi Pharma. El descubrimiento al que llegan los periodistas con sus investigaciones es que Hexi Pharma había distribuido, con el conocimiento de todo el sistema, desinfectantes diluidos y que, por lo tanto, no tenían el grado de eficacia adecuado. Collective es un documental que cubre todo el arco del escándalo: su descubrimiento, sus consecuencias, el cambio de ciclo político que motiva y lo que viene después.
El suceso de la sala de conciertos Colectiv ocurrió el 30 de octubre de 2015, la banda de metalcore Goodbye to Gravity estaba en el escenario y su actuación incluía un número pirotécnico. En un momento, el cantante advierte por el micrófono que el fuego que se está produciendo en el falso techo de la sala no es parte del espectáculo. Todo el mundo empieza a intentar huir. Esos momentos de pánico y gritos fueron grabados por uno de los asistentes y son las imágenes que dan el pistoletazo de salida al documental. Cuatro de los cinco miembros de la banda murieron aquella noche.
El suceso de la sala de conciertos Colectiv ocurrió el 30 de octubre de 2015, la banda de metalcore Goodbye to Gravity estaba en el escenario y su actuación incluía un número pirotécnico. En un momento, el cantante advierte por el micrófono que el fuego que se está produciendo en el falso techo de la sala no es parte del espectáculo. Todo el mundo empieza a intentar huir. Esos momentos de pánico y gritos fueron grabados por uno de los asistentes y son las imágenes que dan el pistoletazo de salida al documental. Cuatro de los cinco miembros de la banda murieron aquella noche.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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18 de junio de 2020
22 de 25 usuarios han encontrado esta crítica útil
En su debut en el largo, el inglés Mark Jenkin continúa la senda visual ya explorada en sus cortos y mediometrajes anteriores pero esta vez adaptada a una historia que cada vez es más conocida por todos y a la que, quizá gracias a la actual crisis que estamos viviendo, podamos decir adiós en los años venideros: el turismo de masas y la gentrificación. O quizá esté siendo demasiado optimista en ese frente, el tiempo dirá. Estas son los seis elementos (más un pequeño bonus track) sin los que no se entiende Bait:
AirBNB
Resulta paradójico el devenir del gigante turístico desde que se rodó el film hasta el día de hoy. Si algo ha sido golpeado con dureza por la crisis del Covid-19, ese ha sido el sector turístico. En el momento totalmente detenido y con AirBNB habiendo tenido que despedir a un 25% de su plantilla global (lo que equivale a más de 2.000 trabajadores). En ningún momento se menciona el nombre de la compañía, pero queda más que claro desde el primer segundo que la trama gira en torno a la gentrificación del pueblo costero en que se sitúa la acción.
El mar
El año pasado fue un año especialmente “acuático” en el panorama del cine mundial. Películas como El Faro (Robert Eggers) o Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma) aprovecharon el mar, las olas, la espuma y si me apuras hasta el salitre para darle movimiento, alma y sentido a sus películas. En su debut en el largo, Mark Jenkin también usa el mar no solo como elemento de ambientación, sino como centro de una trama en el que el personaje central es un pescador al que la incómoda presencia del turismo de masas empieza a desplazar de su eje vital y emocional.
Cornualles
En inglés Cornwall, Cornualles es un condado inglés al suroeste de la península. Por sus raíces y lingüísticas, se le considera una nación celta. Tienen su propia lengua y su acento, como podréis ver en la película, es bastante peculiar. Seguramente su habitante más célebre sea Richard D. James (más conocido como Aphex Twin).
El método analógico
Mark Jenkin es desde los inicios de su carrera un gran apasionado del formato analógico, así como de las técnicas de revelado manuales. Él mismo lo explica todo en la web de la película. Para Bait, utilizó unos 4 kilómetros (!) de película Kodak en blanco y negro y la cámara elegida fue una Bolex 16mm. de 1976. El resultado es una película extraña y llena de texturas diferentes, pero que no deja de sorprender visualmente durante todo su metraje.
El sonido indirecto
Consecuencia directa de su gusto por las cámaras analógicas antiguas, el sonido del film es indirecto. Lo que en principio podría sacarnos de la ficción, no hace más que añadir una capa más de extrañeza y dota a la película de un espíritu más experimental. Eso, sumado a un montaje vigoroso y con algunos de los planos más hermosos y evocadores del cine contemporáneo, hace que una película que narrada con métodos más tradicionales y menos inventiva sensorial habría sido un producto convencional, aquí se eleve como una de las mejores películas salidas de Reino Unido en los últimos años.
Expresionismo alemán
La potencia visual que Mark Jenkin sabe exprimir a cada plano de Bait le emparenta directamente con esta corriente. Planos cerrados, asociación de imágenes gracias a su montaje rápido, sombras pronunciadas… Todo ello al servicio de una historia que no se podría haber contado ni siquiera hace 10 años. Es una mezcla que podría haber chirriado y que, por el contrario, consigue mantenerte pegado a la pantalla durante la mayor parte de su metraje.
Bonus track: Jockstrap
La actriz Georgia Ellery, que interpreta a la hija de los “colonizadores”, forma parte del dúo de electro-pop de Londres Jockstrap (no os recomiendo buscar en Google esto). Están empezando ahora pero ya han tenido un feature en Pitchfork, por lo que seguramente veamos a Georgia por los escenarios cuando la nueva normalidad lo permita. Esperemos verla también más por el cine, ya que pese a que su papel no es muy grande en la película, ofrece una interpretación llena de matices y compasión que se gana al espectador.
Si te ha gustado esta crítica, puedes encontrar más en www.eldesencanto.com
AirBNB
Resulta paradójico el devenir del gigante turístico desde que se rodó el film hasta el día de hoy. Si algo ha sido golpeado con dureza por la crisis del Covid-19, ese ha sido el sector turístico. En el momento totalmente detenido y con AirBNB habiendo tenido que despedir a un 25% de su plantilla global (lo que equivale a más de 2.000 trabajadores). En ningún momento se menciona el nombre de la compañía, pero queda más que claro desde el primer segundo que la trama gira en torno a la gentrificación del pueblo costero en que se sitúa la acción.
El mar
El año pasado fue un año especialmente “acuático” en el panorama del cine mundial. Películas como El Faro (Robert Eggers) o Retrato de una mujer en llamas (Céline Sciamma) aprovecharon el mar, las olas, la espuma y si me apuras hasta el salitre para darle movimiento, alma y sentido a sus películas. En su debut en el largo, Mark Jenkin también usa el mar no solo como elemento de ambientación, sino como centro de una trama en el que el personaje central es un pescador al que la incómoda presencia del turismo de masas empieza a desplazar de su eje vital y emocional.
Cornualles
En inglés Cornwall, Cornualles es un condado inglés al suroeste de la península. Por sus raíces y lingüísticas, se le considera una nación celta. Tienen su propia lengua y su acento, como podréis ver en la película, es bastante peculiar. Seguramente su habitante más célebre sea Richard D. James (más conocido como Aphex Twin).
El método analógico
Mark Jenkin es desde los inicios de su carrera un gran apasionado del formato analógico, así como de las técnicas de revelado manuales. Él mismo lo explica todo en la web de la película. Para Bait, utilizó unos 4 kilómetros (!) de película Kodak en blanco y negro y la cámara elegida fue una Bolex 16mm. de 1976. El resultado es una película extraña y llena de texturas diferentes, pero que no deja de sorprender visualmente durante todo su metraje.
El sonido indirecto
Consecuencia directa de su gusto por las cámaras analógicas antiguas, el sonido del film es indirecto. Lo que en principio podría sacarnos de la ficción, no hace más que añadir una capa más de extrañeza y dota a la película de un espíritu más experimental. Eso, sumado a un montaje vigoroso y con algunos de los planos más hermosos y evocadores del cine contemporáneo, hace que una película que narrada con métodos más tradicionales y menos inventiva sensorial habría sido un producto convencional, aquí se eleve como una de las mejores películas salidas de Reino Unido en los últimos años.
Expresionismo alemán
La potencia visual que Mark Jenkin sabe exprimir a cada plano de Bait le emparenta directamente con esta corriente. Planos cerrados, asociación de imágenes gracias a su montaje rápido, sombras pronunciadas… Todo ello al servicio de una historia que no se podría haber contado ni siquiera hace 10 años. Es una mezcla que podría haber chirriado y que, por el contrario, consigue mantenerte pegado a la pantalla durante la mayor parte de su metraje.
Bonus track: Jockstrap
La actriz Georgia Ellery, que interpreta a la hija de los “colonizadores”, forma parte del dúo de electro-pop de Londres Jockstrap (no os recomiendo buscar en Google esto). Están empezando ahora pero ya han tenido un feature en Pitchfork, por lo que seguramente veamos a Georgia por los escenarios cuando la nueva normalidad lo permita. Esperemos verla también más por el cine, ya que pese a que su papel no es muy grande en la película, ofrece una interpretación llena de matices y compasión que se gana al espectador.
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21 de junio de 2020
19 de 27 usuarios han encontrado esta crítica útil
Eliza Hittman ya había causado sensación con su anterior película, la muy recomendable Beach Rats. En aquella, la camara de Hittman seguía a un adolescente de Brooklyn cuyos ejes vitales se encontraban entre salir con sus amigos delincuentes, una nueva novia y, aquí estaba lo realmente interesante, tener encuentros sexuales con hombres mayores que conocía online. La directora ya apostó por los conflictos de la juventud en esta película, que fue una sublimación de los estereotipos de shows televisivos como Jersey Shore pero llevados a buen terreno gracias a la visión y la sensibilidad de la directora.
Pese a cubrir el mismo tramo de edad, con Never Rarely Sometimes Always, la directora da un paso al frente y nos da una de las obras capitales de este año que transcurre con inusual lentitud. En esta ocasión, Hittman cuenta la historia de Autumn, una adolescente que vive en un área rural de Pennsylvania y que se queda embarazada. La película abre con una escena esclarecedora sobre el momento vital de la protagonista. En una de esas galas de talentos americanas de instituto, los compañeros de Autumn cantan canciones ligeras sin mucho mensaje. Cuando le toca a ella, toca una canción compuesta por ella misma con un trasfondo negrísimo de abuso y, no quiero entrar en si adecuada para su edad o no, pero que desde luego choca mucho con la idea que los adultos tienen de esa edad en la que “todo está por pasar”.
Hittman consigue que Never Rarely Sometimes Always funcione a dos niveles: el personal y el social. Para los que no lo sepáis, Estados Unidos a nivel legislativo implica que muchas cosas estén permitidas en unos estados y en otros no. Esto queda retratado en el hecho de que Autumn no pueda conseguir llevar a cabo el procedimiento en su estado y tenga que ir a Nueva York para poder abortar. El rodillo del puritanismo americano pasándole por encima una vez más a quien más necesita de leyes que los protejan. Es el estado de las cosas en pleno 2020.
En su periplo en la gran ciudad le acompaña Skylar, prima y compañera de trabajo en un supermercado local. Desde el principio podemos percibir la fuerte química que hay entre ellas, una sororidad que resulta estimulante y cautivadora. En su aventura por Nueva York, no podemos más que compartir su incertidumbre y sus miedos. La ciudad es presentada como lo que es, una megalópolis nada acogedora y en la que todo el mundo va a la suya (excepto quien quiere algo de ti).
En la escena pivotal de la película, la que le da nombre, Autumn se somete a una entrevista en Planned Parenthood con una de las trabajadoras sociales del centro. En esa entrevista, destinada a destapar posibles faltas de conocimiento de temas sexuales y afectivos, así como posibles abusos que se hayan producido, es donde Sidney Flanigan (que debuta en el cine con este film) se postula como una de las posibles candidatas al Oscar este año. Es una escena tan medida, tan natural, tan absolutamente desgarradora que hace imposible apartar la vista, aunque seguramente sea lo que nos pide el cuerpo. Eleva una notable película al terreno de lo sobresaliente. Inolvidable y, sobre todo, capaz de generar conversación y reflexión mucho más allá de la sala de cine. Eliza Hittman se carga de un plumazo la idea de que el cine independiente USA se ha dormido en los laureles. Never Rarely Sometimes Always centra su tiro en la diana correcta: remover conciencias y exponer problemas sociales de su propio país. Merecidísimo Oso de Plata en la pasada Berlinale que espero que, aún pese a este año raro que nos está tocando vivir, solo sea el primero de unos cuantos premios más.
Como broche de oro para los amantes de la música, toda la excelente banda sonora ha sido compuesta por Julia Holter y la cantautora Sharon Van Etten colabora con ella e interpreta a la madre de Autumn.
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Pese a cubrir el mismo tramo de edad, con Never Rarely Sometimes Always, la directora da un paso al frente y nos da una de las obras capitales de este año que transcurre con inusual lentitud. En esta ocasión, Hittman cuenta la historia de Autumn, una adolescente que vive en un área rural de Pennsylvania y que se queda embarazada. La película abre con una escena esclarecedora sobre el momento vital de la protagonista. En una de esas galas de talentos americanas de instituto, los compañeros de Autumn cantan canciones ligeras sin mucho mensaje. Cuando le toca a ella, toca una canción compuesta por ella misma con un trasfondo negrísimo de abuso y, no quiero entrar en si adecuada para su edad o no, pero que desde luego choca mucho con la idea que los adultos tienen de esa edad en la que “todo está por pasar”.
Hittman consigue que Never Rarely Sometimes Always funcione a dos niveles: el personal y el social. Para los que no lo sepáis, Estados Unidos a nivel legislativo implica que muchas cosas estén permitidas en unos estados y en otros no. Esto queda retratado en el hecho de que Autumn no pueda conseguir llevar a cabo el procedimiento en su estado y tenga que ir a Nueva York para poder abortar. El rodillo del puritanismo americano pasándole por encima una vez más a quien más necesita de leyes que los protejan. Es el estado de las cosas en pleno 2020.
En su periplo en la gran ciudad le acompaña Skylar, prima y compañera de trabajo en un supermercado local. Desde el principio podemos percibir la fuerte química que hay entre ellas, una sororidad que resulta estimulante y cautivadora. En su aventura por Nueva York, no podemos más que compartir su incertidumbre y sus miedos. La ciudad es presentada como lo que es, una megalópolis nada acogedora y en la que todo el mundo va a la suya (excepto quien quiere algo de ti).
En la escena pivotal de la película, la que le da nombre, Autumn se somete a una entrevista en Planned Parenthood con una de las trabajadoras sociales del centro. En esa entrevista, destinada a destapar posibles faltas de conocimiento de temas sexuales y afectivos, así como posibles abusos que se hayan producido, es donde Sidney Flanigan (que debuta en el cine con este film) se postula como una de las posibles candidatas al Oscar este año. Es una escena tan medida, tan natural, tan absolutamente desgarradora que hace imposible apartar la vista, aunque seguramente sea lo que nos pide el cuerpo. Eleva una notable película al terreno de lo sobresaliente. Inolvidable y, sobre todo, capaz de generar conversación y reflexión mucho más allá de la sala de cine. Eliza Hittman se carga de un plumazo la idea de que el cine independiente USA se ha dormido en los laureles. Never Rarely Sometimes Always centra su tiro en la diana correcta: remover conciencias y exponer problemas sociales de su propio país. Merecidísimo Oso de Plata en la pasada Berlinale que espero que, aún pese a este año raro que nos está tocando vivir, solo sea el primero de unos cuantos premios más.
Como broche de oro para los amantes de la música, toda la excelente banda sonora ha sido compuesta por Julia Holter y la cantautora Sharon Van Etten colabora con ella e interpreta a la madre de Autumn.
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