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El puente sobre el río Kwai

Bélico. Aventuras Durante la Segunda Guerra Mundial (1939-1945), un grupo de prisioneros británicos son obligados por los japoneses a construir un puente. Los oficiales, capitaneados por su flemático coronel, se opondrán a toda orden que viole la Convención de Ginebra sobre los derechos y las condiciones de vida de los prisioneros de guerra. (FILMAFFINITY)
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Críticas 84
Críticas ordenadas por utilidad
27 de abril de 2006
237 de 328 usuarios han encontrado esta crítica útil
De las grandes superproducciones de David Lean siempre me han parecido las más flojas la primera y la última, es decir, ”El puente sobre el río Kwai” y ”Pasaje a la India” que las considero bastante inferiores a ”Lawrence..” ”Doctor Zhivago” y ”La hija de Ryan”. Lo que pasa es que esta tiene una halo de fama inmerecida, ganada esencialmente a través de los oscars. Películas como ”Doce hombres sin piedad” o ”Testigo de cargo” que compitieron con esta ese mismo año son superiores, incluso la maravillosa ”Sólo Dios lo sabe” que no estuvo nominada a mejor película tiene poco que envidiar. De acuerdo que la televisión apretaba y que había que premiar a películas que arrastrasen a la gente al cine pero eso no justifica todo, y mucho menos todo lo que pasaré a exponer.
David Lean ha sido un gran director, uno de los grandes, pero en ocasiones era tan británico que no entraba por la puerta. En esta película el chauvinismo llega en instantes al paroxismo aunque algunos no lo vean o no quieran admitirlo.
El cine como cualquier otra cosa en la vida debe ser ético, y cortar 1.500 árboles (de las orillas, donde menos se debe hacer) para construir un puente y volarlo en un país del Tercer Mundo como Sri lanka (entonces Ceilán) donde las infraestructuras son mínimas (como en la India y en todas las colonias británicas donde solo existe una vía que va desde la mina hasta el puerto que embarca la materia a Inglaterra) y pésimas es una barbaridad. Además de teñir las aguas, no precisamente con tintes naturales, cortar el cauce con una presa artificial o comprar un tren de la India y despeñarlo en un sitio donde no hay ferrocarril en vez de donarlo es una aberración. Además que historicamente el puente no se voló. Alec Guiness, arrepentido y cayendo sobre el detonador es bastante hollywoodiense y no le da sentido común a su personaje.
Es curioso que de los ocho oscars a los que estuvo nominada el único que no ganó fue...el del japonés. Mera casualidad.
Película cualitativamente menor de Lean que la hizo para pagar su divorcio, el cuál, le dejó arruinado, y que admitiendo todas las imposiciones del productor (personaje americano, mujeres) y de la Columbia llevó a puerto obtuviendo tal inesperado éxito que ya nunca abandonaría las superproducciones, eso sí, a partir de entonces con un guión más cuidado y con menos intromisiones.
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vircenguetorix
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4 de mayo de 2010
117 de 173 usuarios han encontrado esta crítica útil
Los detractores de “El puente sobre el río Kwai” suelen expresar su enorme e injustificada desconsideración hacia esta grandísima peli reprochándole, fundamentalmente, dos aspectos: su desmesurado chauvinismo y su impúdico desdén hacia el pueblo nipón. Pues bien, como no podía ser de otra manera, intentaré centrar mi comentario en rebatir esos endebles y ridículos argumentos. Con uñas y dientes si es necesario. Que nadie se extrañe, pues, si esta vez renuncio a proclamar las innumerables virtudes que atesora esta peli y me limito a refutar esos presuntos y muy discutibles puntos flacos. Hoy toca defender a Lean y no habrá tiempo para florituras. Disculpadme: voy a por el mono de trabajo y vuelvo en un periquete.

Como iba diciendo, el hipotético talón de Aquiles de esta peli residiría -según sus viles y arteros querellantes- en su exagerado patrioterismo. Un exagerado patrioterismo que, unido a ese figurado desprecio a la cultura e idiosincrasia nipona, convertiría la peli de Lean, a su vez, en un auténtico monumento a la arrogancia, a la intransigencia, al fanatismo, a la xenofobia y -por qué no decirlo- al imperialismo británico. Pues bien, ya me disculparéis porque, por muchas vueltas que le dé, no observo nada de eso en “El puente sobre el río Kwai”.

Observo, eso sí, que uno de los personajes principales (el Coronel Nicholson) es un hombre obstinado. Un hombre intransigente y tozudo capaz de seguir el código castrense hasta sus últimas consecuencias. Un hombre capaz de resistir varios días en un cubículo de lata expuesto a pleno sol, sin apenas comer ni beber, con tal de salirse con la suya. Un hombre capaz de reclutar obreros entre los enfermos y heridos y obligarlos a trabajar de sol a sol para ver cumplido su objetivo. ¿Es el Coronel Nicholson un héroe? ¿un superhombre? ¿un ser superior? No, señores. Nada de eso. Nicholson es un hombre desquiciado. Un loco. Un hombre cuya obsesión por mantener la moral alta de su tropa no consigue ocultar esa estrechez de miras que le caracteriza. A él y a cualquier soldado que no sepa improvisar y que se limite a seguir a rajatabla todo código o normativa, oral o escrita, que se le ponga por delante. Quizás la genuina flema británica del coronel consiga engañar a más de uno pero reitero lo dicho, señores: Nicholson está como una puta cabra. Una puta cabra que con su patética conducta no hace más que corroborar lo absurda e irracional que es cualquier guerra. ¿Es eso ser chauvinista? ¿Construirles un puente a los japos mientras les silbas la marcha del coronel Bogey? ¡Venga, ya!

(sigue en spoiler sin spoiler)
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Taylor
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5 de julio de 2010
62 de 72 usuarios han encontrado esta crítica útil
Magnífico film bélico realizado por David Lean con unos estupendos William Holden, Alec Guiness y Sessue Hayakawa como inolvidables protagonistas. Relata el orgulloso pulso entre los prisioneros británicos y los captores japoneses por la construcción de un puente que facilite el paso de suministros del ejército nipón.

Lo que en un principio emerge como desdeñable actividad para el enemigo acaba convirtiéndose en objetivo vital, en lo único que puede perdurar en la vida del obsesivo coronel Nicholson, cuya frontera entre cumplimiento del deber y la paranoia (ver como recluta a los prisioneros enfermos) cada vez se desdibuja más con el paso del tiempo en cautiverio. En contraposición, el mayor americano Shears, hombre pragmático y realista en desacuerdo con el coronel inglés, se empeña en fugarse, burlando al control de Saito, cuya constante confrontación con Nicholson es el motor del film. El orgullo, el esfuerzo, la unidad del equipo frente a las adversidades, la confrontación oriente-occidente, la locura de la guerra, etc. son las señas de identidad de uno de los más famosos films bélicos de la historia. No es la mejor obra del maestro Lean, prefiero “Lawrence de Arabia” o “Doctor Zhivago”, pero es un excelente relato de aventuras, adaptado a partir de la novela homónima de Pierre Boulle.

Por eso alucino bastante con la mayoría de críticas negativas vertidas sobre “El puente sobre el rio Kwai”, todas ellas basadas en el descrédito histórico y la supuesta función propagandística pro británica de la cinta, y no en sus inherentes valores cinematográficos. Films bélicos desde el lado aliado que presentaban a las potencias del eje fascista Alemania-Italia-Japón como monstruos de forma maniquea las hay a centenares, y sí pudieron asentar ideologías y provocar mucha distorsión en el imaginario de su época respecto a la percepción global de los hechos reales, pero creo que hoy en día nuestra visión desde la distancia y el acceso a la información del que podemos disfrutar, palian sobradamente (si queremos) este hecho.

Al que realmente le importe informarse y quiera conocer los hechos dispone de muchísimos libros y documentación desde múltiples puntos de vista para formarse su propia opinión; ¿O es que parece que sea el cine la única vía de conocimiento y que haya causado daños irreparables en la memoria histórica? Estamos en 2010 y creo que podemos ser lo suficientemente sensatos y curtidos como para colocar las cosas ideológicamente en su sitio y separar el arte de política, la realidad de la ficción. ¿Lapidamos automáticamente la filmografía de John Ford por su maltrato en celuloide a los indios? ¿A Clint Eastwood o Sam Peckinpah por su constante apología de la ley del talión? ¿A Tarantino por su lenguaje soez y reaccionaria ultraviolencia?

(Ánimo, que falta menos)
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RandolphCarter
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5 de agosto de 2009
56 de 64 usuarios han encontrado esta crítica útil
No le falta interés a esta película del maestro Lean, aunque es cierto que determinadas escenas se hacen demasiado pesadas, bien por insustanciales, bien por alargarlas sin sentido alguno.

La relación amor-odio entre los dos protagonistas es sin duda lo mejor del film, con momentos de auténtica locura en los que bordan sus respectivos personajes. Asistimos a un enfrentamiento en toda regla en el que ninguno quiere dar su brazo a torcer.

Por desgracia, no podemos decir lo mismo de Holden, al cual le toca un papel sin chispa, en ocasiones hasta ridículo (momento playa) y con chistes sin gracia alguna.

Muy al contrario, te pone los pelos como escarpias escuchar a los soldados británicos silbar la hiperfamosa canción, un momento grande de la historia del cine, sin duda.

En resumen, entretenida película (muy lejos, eso sí, de otras como Apocalypse Now, Senderos de Gloria o La Chaqueta Metálica) con momentos de cine del bueno pero que sufre bastantes altibajos como para darle una nota mayor, y tampoco ayuda demasiado un final no del todo creíble.

Y en lo referente al hecho de que no refleje la realidad de lo que allí sucedió, nunca hay que olvidar que en el cine lo que predomina es la ficción, y los directores están en su perfecto derecho de plasmarlo como les plazca. Para conocer la historia verdadera ya tenemos los libros de historia.
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Hrundi_Bakshi
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31 de enero de 2009
48 de 54 usuarios han encontrado esta crítica útil
Primera superproducción en pantalla panorámica del realizador inglés David Lean (“Breve encuentro”, 1945). El guión, de Carl Foreman y Michael Wilson, adapta la novela “Le pont de la rivière Kwai” (1952), de Pierre Boulle. Se rueda en Sri-Lanka (Kelani River), Malasia, Thailandia y Myanmar (antes Birmania), con un presupuesto de 3 M USD. El film es nominado a 8 Oscar y gana 7 (película, director, guión adaptado, actor, fotografía, música y montaje). Producido por Sam Spiegel (“La reina de África”, Huston, 1951) para Horizon Prod. y Columbia, se estrena el 2-X-1957 (RU).

La acción dramática principal tiene lugar a orillas del río Kwai, en un punto situado a 5 km de la aldea de Kanshanaburi (Myanmar), entre febrero y mayo de 1943. Tras rendirse a los japoneses, el coronel Nicholson (Guinness) y el batallón bajo su mando son conducidos a un campo de trabajo junto al río Kwai para la construcción de un puente. El comandante del campo, coronel Saito (Hayakawa) exige que los oficiales realicen trabajos físicos, como los soldados. Nicholson, que se opone a ello amparándose en la Convención de Ginebra, es sometido a vejaciones, que no le doblegan. Nicholson es convencional, perfeccionista, arrogante y tozudo. Lleva 28 años de servicio. Presenta una cierta deriva hacia la locura. Saito es rígido, autoritario, tiránico y vanidoso.

El film suma aventuras, drama y guerra. Enfrenta a dos personajes testarudos y obcecados, capaces de los mayores absurdos en nombre del deber y del honor. Pertenecen a bandos enemigos, pero se parecen como dos gotas de agua. El interés principal de ambos está en el cumplimiento estricto y a cualquier precio de los deberes que tienen para con los demás y para con ellos mismos. Por sentido del honor, Nicholson exige, a costa de grandes penalidades, el respeto de los derechos que corresponden a los suyos. No le doblega ni el calor, ni la sed, ni la privación de libertad en condiciones inhumanas a la que es sometido. No admite componendas, incompatibles con el sentido del honor. A Saito le mueve también el sentido del honor, pero comete errores, que ha de pagar.

En relación con la guerra se presentan varias posiciones. Frente a las actitudes de Nicholson y Saito, se levantan las opiniones del comandante americano Shears (Holden) y del médico. Shears es un personaje cínico, vividor, oportunista, manipulador y egoísta, que carece de ideales. Desprecia la guerra porque no le gusta. El médico, portavoz de los guionistas, movido por ideales humanistas, ve la guerra como una suma exasperante de absurdos, despropósitos y locuras. Ahí están el encierro de Nicholson en el “horno”, el entusiasmo con el que éste asume la tarea de construir un puente que se puede entender como una colaboración con el enemigo, el deseo de proyectar sobre el puente el espíritu del pueblo británico, etc. La guerra destruye y mata absurdamente. El sentido del honor lleva a la locura.

(Sigue en el “spoiler” sin desvelar partes del argumento)
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Miquel
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