Código desconocido
5,079
Drama
En un bulevard parisino muy concurrido, alguien echa un papel muy arrugado en la mano de una mendiga. Este es el lazo que, por unos instantes, une el camino de personajes muy dispares: Anne, una joven actriz que está a punto de empezar su carrera en el cine, apenas ve a su novio Georges, pues es fotógrafo de guerra. Jean, el hermano pequeño de Georges, no tiene ningún interés en ocuparse de la granja de su padre. Amadou, profesor de ... [+]
19 de julio de 2005
94 de 108 usuarios han encontrado esta crítica útil
La última filmación de Michael Haneke es, ante todo, una reflexión europea, cargada de un realismo incómodo que obviamente carga, aburre y decepciona si no se adquiere el compromiso de bucear en el metraje. Como ese mendigo en la puerta de la parroquia, que casi empezamos a odiar pues empobrece el paisaje y repite su deprimente imagen cada día del año. Como esa madre histérica que chilla a sus niños que se abalanzan sobre la calzada estando el semáforo en rojo. Lo hemos vistos tantas veces que, de encontrarlo en el cine, preferimos que acaben entre las ruedas del vehículo, a ver si al menos podemos dar un poco de color al gris del asfalto.
Pero incluso sin vísceras, misiones a cumplir o dama a conquistar, podemos sobresaltarnos con las mismas situaciones que respiramos cada día, pero que hemos aprendido a ignorar, obcecados por el poderoso pragmatismo del ascenso social. ´Código desconocido´ no hace sino presentarnos los mismos escenarios, las mismas situaciones, los mismos frescos urbanos que nos rodean aquí y ahora, pero en una sala comercial, como obligándonos a replantearnos el papel que estamos representando en nuestras vidas, sensibilizándonos de nuestra condición de protagonistas del mundo real. Es una película que posee escenas de aquellas que las síntesis cinematográficas incluyen entre sus pastiches. Adelantar parte del argumento no tiene sentido, pues carece del mismo. Un par de escenas pueden ser representativas del planteamiento que se nos ofrece, mientras que el nudo parece dejarse para nosotros, desterrando por supuesto la simplista idea de la necesidad de desenlace.
La primera de ellas presenta a un joven que arroja un papel sobre una mendiga. Otro joven le amonesta por la innecesaria humillación, con lo que se desata una disputa. Conforme avanza el conflicto, nos encontramos censurando el comportamiento del chiquillo, pero también identificándonos con él, pues en nada se diferencia de cualquiera de nuestros seres queridos, incluso de nosotros mismos.
La segunda escena, posiblemente la más incómoda de todas, nos muestra la humillación de Juliette Binoche (espléndida, ¿hace falta decirlo), en un vagón de metro por unos graciosillos de turno. No se trata de ninguna situación ingeniosa o artificio para que el amado demuestre su valentía. Tampoco la violan, desfiguran el rostro o extraen las vísceras. Pero... molesta por su evidente cercanía. No pensamos en que podría haber pasado en las líneas de nuestra propia ciudad pues YA ha pasado. Recordamos entonces dolorosamente nuestra indiferencia mientras nos excusamos con un ‘ no es tan grave’ o ‘ ¿dónde está la policía?´.
A quien le guste la Binoche podrá asistir aquí a un recital interpretativo sin maquillaje, al igual que su rostro. En ningún momento parece preocuparse por mostrar ‘ su lado bueno’, antes al contrario. Para quienes ya nos hemos rendido a ella, la atracción se ha hecho eterna, pues se ha despojado de sus capas de acetato.
Pero incluso sin vísceras, misiones a cumplir o dama a conquistar, podemos sobresaltarnos con las mismas situaciones que respiramos cada día, pero que hemos aprendido a ignorar, obcecados por el poderoso pragmatismo del ascenso social. ´Código desconocido´ no hace sino presentarnos los mismos escenarios, las mismas situaciones, los mismos frescos urbanos que nos rodean aquí y ahora, pero en una sala comercial, como obligándonos a replantearnos el papel que estamos representando en nuestras vidas, sensibilizándonos de nuestra condición de protagonistas del mundo real. Es una película que posee escenas de aquellas que las síntesis cinematográficas incluyen entre sus pastiches. Adelantar parte del argumento no tiene sentido, pues carece del mismo. Un par de escenas pueden ser representativas del planteamiento que se nos ofrece, mientras que el nudo parece dejarse para nosotros, desterrando por supuesto la simplista idea de la necesidad de desenlace.
La primera de ellas presenta a un joven que arroja un papel sobre una mendiga. Otro joven le amonesta por la innecesaria humillación, con lo que se desata una disputa. Conforme avanza el conflicto, nos encontramos censurando el comportamiento del chiquillo, pero también identificándonos con él, pues en nada se diferencia de cualquiera de nuestros seres queridos, incluso de nosotros mismos.
La segunda escena, posiblemente la más incómoda de todas, nos muestra la humillación de Juliette Binoche (espléndida, ¿hace falta decirlo), en un vagón de metro por unos graciosillos de turno. No se trata de ninguna situación ingeniosa o artificio para que el amado demuestre su valentía. Tampoco la violan, desfiguran el rostro o extraen las vísceras. Pero... molesta por su evidente cercanía. No pensamos en que podría haber pasado en las líneas de nuestra propia ciudad pues YA ha pasado. Recordamos entonces dolorosamente nuestra indiferencia mientras nos excusamos con un ‘ no es tan grave’ o ‘ ¿dónde está la policía?´.
A quien le guste la Binoche podrá asistir aquí a un recital interpretativo sin maquillaje, al igual que su rostro. En ningún momento parece preocuparse por mostrar ‘ su lado bueno’, antes al contrario. Para quienes ya nos hemos rendido a ella, la atracción se ha hecho eterna, pues se ha despojado de sus capas de acetato.
3 de noviembre de 2008
66 de 73 usuarios han encontrado esta crítica útil
(1) La Realidad Objetiva es un ideal del XIX. (…)Una objetividad más relativa se ajusta al conocimiento mediante aproximaciones incisivas, prospecciones parciales: mediante fragmentos, condicionados además por la subjetividad de quien conoce.
(2) Al presentar los cuarenta y tantos fragmentos o minicapítulos, Haneke intenta reducir esa subjetividad a su límite cero. Aplica el conocido efecto de glaciación emocional.
(5) Fragmentos: apuntes vigorosos, con la caligrafía expresiva y rotunda del plano único, con frecuencia fijo, y sin editar.
(7) Archipiélago de fragmentos, separados por el Mar de las Elipsis, por estrechos que son cortes negros. Islas que se alejan entre sí, como un viejo universo en expansión. El espectador debe nadar y bucear para ir de una a otra.
(11) Variaciones sobre la insularidad, la insolidaridad. Tema recurrente: la incomunicación entre individuos, entre grupos étnicos y sociales.
(18) El primer y el último fragmento son como paréntesis englobadores: niños sordomudos hablando en su código de señas, y no siempre comprendiéndose.
(22) En un bulevar parisino, un agrio incidente enreda varias vidas durante unos minutos. La película las sigue por sus islas existenciales.
(25) La comunicación sólo surge cuando la agresividad se desborda, en descarga más o menos violenta.
(27) El fotógrafo de guerra no se acopla a la vida civilizada, en supuesta paz e incomunicada por los códigos de interacción, sus interpretaciones interminables.
(28) En su país, los rumanos hacen vida comunitaria. Bailan y cantan, celebran bodas, se abrazan al encontrarse, lloran juntos, levantan poco a poco los ladrillos de sus casas, en calles de tierra… Una mujer de la familia recauda dinero mendigando penosamente en la escena parisina del incidente.
(31) En TV, un reportaje sobre los ready-made de Duchamp. Lo interrumpen alaridos infantiles en el piso vecino. ¿Claves de conducta para reaccionar? No se encuentran. ¿Fórmulas para dar el pésame en el entierro? Sí.
(35) Una actriz que sólo expresa emociones reales al actuar…
(37) Unir cuarenta y tantos puntos con una línea. Resultado: rostro humano borroso, entre asustado y enfurecido.
(38) Recomendable traje de neopreno para moverse por las gélidas aguas entre las islas.
(40) Los bárbaros transitaban los permeables muros del imperio.
(42) En los últimos capítulos, sin palabras, suena el fondo continuo de la tamborrada multirracial, el rumor creciente de una rabia sorda. ¿Llamada a la insurrección, como el tam-tam de la selva en las viejas películas de aventuras?
(43) ¿Hay algún continente?
(2) Al presentar los cuarenta y tantos fragmentos o minicapítulos, Haneke intenta reducir esa subjetividad a su límite cero. Aplica el conocido efecto de glaciación emocional.
(5) Fragmentos: apuntes vigorosos, con la caligrafía expresiva y rotunda del plano único, con frecuencia fijo, y sin editar.
(7) Archipiélago de fragmentos, separados por el Mar de las Elipsis, por estrechos que son cortes negros. Islas que se alejan entre sí, como un viejo universo en expansión. El espectador debe nadar y bucear para ir de una a otra.
(11) Variaciones sobre la insularidad, la insolidaridad. Tema recurrente: la incomunicación entre individuos, entre grupos étnicos y sociales.
(18) El primer y el último fragmento son como paréntesis englobadores: niños sordomudos hablando en su código de señas, y no siempre comprendiéndose.
(22) En un bulevar parisino, un agrio incidente enreda varias vidas durante unos minutos. La película las sigue por sus islas existenciales.
(25) La comunicación sólo surge cuando la agresividad se desborda, en descarga más o menos violenta.
(27) El fotógrafo de guerra no se acopla a la vida civilizada, en supuesta paz e incomunicada por los códigos de interacción, sus interpretaciones interminables.
(28) En su país, los rumanos hacen vida comunitaria. Bailan y cantan, celebran bodas, se abrazan al encontrarse, lloran juntos, levantan poco a poco los ladrillos de sus casas, en calles de tierra… Una mujer de la familia recauda dinero mendigando penosamente en la escena parisina del incidente.
(31) En TV, un reportaje sobre los ready-made de Duchamp. Lo interrumpen alaridos infantiles en el piso vecino. ¿Claves de conducta para reaccionar? No se encuentran. ¿Fórmulas para dar el pésame en el entierro? Sí.
(35) Una actriz que sólo expresa emociones reales al actuar…
(37) Unir cuarenta y tantos puntos con una línea. Resultado: rostro humano borroso, entre asustado y enfurecido.
(38) Recomendable traje de neopreno para moverse por las gélidas aguas entre las islas.
(40) Los bárbaros transitaban los permeables muros del imperio.
(42) En los últimos capítulos, sin palabras, suena el fondo continuo de la tamborrada multirracial, el rumor creciente de una rabia sorda. ¿Llamada a la insurrección, como el tam-tam de la selva en las viejas películas de aventuras?
(43) ¿Hay algún continente?
14 de mayo de 2007
39 de 43 usuarios han encontrado esta crítica útil
No es muy valorada esta película, principalmente por su carácter original. Haneke no hace cine para las masas sino para expresar una posición crítica ante el mundo, su posición; por ello, los que participamos de su forma de entender la sociedad contemporánea y su particular manera de narrar, la cual se refleja en esta excelente película, sentimos un profundo agradecimiento por darnos la oportunidad de asomarnos a una nueva ventana limpia, lúcida, transparente, por la que mirar a través.
La narrativa de esta película es lo más notable: los largos plano-secuencias, el constante reencuadramiento del motivo, la desnudez técnica y la conciencia explícita de estar utilizando el lenguaje cinematográfico; a esto se une el tipo de mirada que presenta el director, capaz de introducir lo general en lo particular, seleccionando una serie de vidas que confluyen en una calle y encierran todo un mundo, el mundo occidental, mostrado a través de un prisma crítico implícito no evidente sino inherente al propio espectador, que será quien saque conclusiones acerca de lo que observa y necesitará completar toda la información contenida en las elipsis narrativas.
Sinceramente, una de las 3 películas que más han marcado mi vida y mi concepción del cine.
La narrativa de esta película es lo más notable: los largos plano-secuencias, el constante reencuadramiento del motivo, la desnudez técnica y la conciencia explícita de estar utilizando el lenguaje cinematográfico; a esto se une el tipo de mirada que presenta el director, capaz de introducir lo general en lo particular, seleccionando una serie de vidas que confluyen en una calle y encierran todo un mundo, el mundo occidental, mostrado a través de un prisma crítico implícito no evidente sino inherente al propio espectador, que será quien saque conclusiones acerca de lo que observa y necesitará completar toda la información contenida en las elipsis narrativas.
Sinceramente, una de las 3 películas que más han marcado mi vida y mi concepción del cine.
21 de mayo de 2007
27 de 31 usuarios han encontrado esta crítica útil
Cuando Haneke se aleja de esas historias inquietantes, donde el plano largo y el silencio son puro desasosiego, y se embarca en películas corales y fragmentarias como ésta (emparentada claramente con sus 71 Fragmentos), donde el plano largo y el silencio son agónicos, su obra pierde muchos enteros. Son películas que buscan sobre todo el hiperrealismo, capturar la vida en su esencia fragmentaria (aquí todo está unido por la escena inicial), algo que resulta a menudo poco estimulante e incluso frustrante, aunque si lo hace Haneke llega a buen puerto. De todas formas, prefiero el Haneke de Funny Games, Caché o El video de Benny.
Código desconocido parece un regalo para Juliette Binoche, porque todas sus escenas son las mejores y las más intensas, como la tremenda escena del metro. Su fragilidad ante la cámara hace que me deshaga. Lo repito: tremenda escena la del metro. En definitiva, no es el menor Haneke, pero es Haneke.
Código desconocido parece un regalo para Juliette Binoche, porque todas sus escenas son las mejores y las más intensas, como la tremenda escena del metro. Su fragilidad ante la cámara hace que me deshaga. Lo repito: tremenda escena la del metro. En definitiva, no es el menor Haneke, pero es Haneke.
3 de enero de 2009
32 de 46 usuarios han encontrado esta crítica útil
MH sostiene entre sus manos una barra de metal. La dobla y trata de formar un círculo perfecto. El material no es maleable hasta ese punto y salta en mil pedazos.
[Corta A]
MH recoge los fragmentos. Selecciona los más aprovechables. Los ordena. Lima y pule los extremos. Aplica el soldador y reconstruye la figura. Los aparentes navajazos al final de las secuencias son obra, en realidad, del bisturí de un médico forense.
[Corta A]
MH compone una estructura circular a base de segmentos rectilíneos.
[Corta A]
MH se olvida de que “el aire libre es también una forma de arquitectura” (*). Refleja desde lejos lo foráneo: África y Rumanía son barniz sin pulpa, color sin fruto, paisajismo sin profundidad.
[Corta A]
MH sabe del poder de los detalles. Le pide al defensor que se deshaga de las gafas antes de encararse al gilipollas en el metro. Esa escena es lo mejor de la película. El cine como trampa y un escalofrío: la interpretación de Juliette Binoche en clave snuff cuando la encierran en el cuarto.
[Corta A]
MH se decide a visitar el museo de cera: Fotógrafos recién salidos (siempre) de Kosovo; magrebíes (siempre) heridos en su orgullo racial; agricultores (siempre) huérfanos de hijos y mujer; adolescentes (siempre) problemáticos; una mendigo (siempre) avergonzada de su mano tendida. Un universo feo y congelado, desmaquillado poro a poro, pelo a pelo. Un punto de vista parcial (de clase media, siempre) y subjetivo, con atavíos de objetividad.
[Corta A]
MH pronuncia las palabras del rabino Löw. Algún defecto en la declamación o en la grafía hace que el homúnculo se mueva con torpeza. Se oye el eco y no las voces.
[Corta A]
MH nos ofrece un tubo de pastillas cuya idea es superior a su sabor.
[Corta A]
“Sólo el estúpido cree que el mundo se acaba donde él mismo acaba.” (Thomas Bernhard)
MH no es estúpido. En esta cinta se golpea con los límites de su capacidad. Y luego nos enseña las heridas. Donde otros ven un cuerpo, yo sólo atisbo cicatrices. El problema es mío, ciertamente.
[Corta A]
[Corta A]
MH recoge los fragmentos. Selecciona los más aprovechables. Los ordena. Lima y pule los extremos. Aplica el soldador y reconstruye la figura. Los aparentes navajazos al final de las secuencias son obra, en realidad, del bisturí de un médico forense.
[Corta A]
MH compone una estructura circular a base de segmentos rectilíneos.
[Corta A]
MH se olvida de que “el aire libre es también una forma de arquitectura” (*). Refleja desde lejos lo foráneo: África y Rumanía son barniz sin pulpa, color sin fruto, paisajismo sin profundidad.
[Corta A]
MH sabe del poder de los detalles. Le pide al defensor que se deshaga de las gafas antes de encararse al gilipollas en el metro. Esa escena es lo mejor de la película. El cine como trampa y un escalofrío: la interpretación de Juliette Binoche en clave snuff cuando la encierran en el cuarto.
[Corta A]
MH se decide a visitar el museo de cera: Fotógrafos recién salidos (siempre) de Kosovo; magrebíes (siempre) heridos en su orgullo racial; agricultores (siempre) huérfanos de hijos y mujer; adolescentes (siempre) problemáticos; una mendigo (siempre) avergonzada de su mano tendida. Un universo feo y congelado, desmaquillado poro a poro, pelo a pelo. Un punto de vista parcial (de clase media, siempre) y subjetivo, con atavíos de objetividad.
[Corta A]
MH pronuncia las palabras del rabino Löw. Algún defecto en la declamación o en la grafía hace que el homúnculo se mueva con torpeza. Se oye el eco y no las voces.
[Corta A]
MH nos ofrece un tubo de pastillas cuya idea es superior a su sabor.
[Corta A]
“Sólo el estúpido cree que el mundo se acaba donde él mismo acaba.” (Thomas Bernhard)
MH no es estúpido. En esta cinta se golpea con los límites de su capacidad. Y luego nos enseña las heridas. Donde otros ven un cuerpo, yo sólo atisbo cicatrices. El problema es mío, ciertamente.
[Corta A]
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
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