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Críticas ordenadas por utilidad
5 de septiembre de 2014
132 de 153 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay dos tipos de películas: las que se ven para dejar la mente en blanco y las que te dejan el cerebro frito. Coherence es de las del segundo tipo.
La sensación que uno experimenta al acabar su visionado es similar a la que debió de sentir Alex, el personaje interpretado por Malcolm McDowell en La Naranja Mecánica, en la famosa escena del lavado de cerebro.
Los guionistas se cocinan un gazpacho con tu hipotálamo durante ochenta y nueve minutazos.
Y atención, detalle importantísimo: Coherence es una ópera prima. Lo digo porque James Ward Byrkit ha entrado por la puerta grande no sólo en la comunidad cinéfila sino en los anales de la ciencia ficción. Salvando las distancias, podría decirse que es un caso similar al pelotazo que pegó Shane Carruth con Primer.
Los méritos de James Ward como director no están tanto en el uso de la cámara sino en la sublimación de ésta a favor de los actores (y de éstos a favor del libreto). Y ése es su gran acierto: ha sacrificado la estética y la forma optando por un tratamiento que bien podríamos catalogar dentro del cine dogma (apenas hay música, los diálogos se pisan y algunos ni se oyen, cámara en mano a muerte, iluminación no expresionista, unidad espacio-tiempo) excepto por una cosa: es una historia de género.
Es ciencia ficción pura y dura con la apariencia de una historia costumbrista. En algunos momentos, incluso se destila un ambiente teatral y de improvisación digno de los trabajos de John Cassavetes. Pero esto no es más que un elemento de despiste; tras esta pátina de naturalidad hay un guión de hierro estudiado al milímetro. He escuchado que muchos comentan que hay lagunas en el segundo acto. Para mí es una historia concisa a pesar de su complejidad y, sobre todo, redonda. Y soy el único que lo dice: el jurado de la última edición del festival de Sitges le otorgó la estatuilla de mejor guión. Por algo sería.
Como veréis, no he soltado ni gota del argumento. Lo prefiero así. No pretendo que esta crítica sea otra cosa más que una invitación a que disfrutéis de la historia de ciencia ficción más fresca y moderna que se podrá ver este año.
Coherence, Los Cronocrímenes y Triangle podrían componer la Trilogía del LSD. Coherence sería el vértice costumbrista; Triangle el terrorífico; Los Cronocrímenes el fantástico. Las tres maravillosas a su manera. Las tres paridas por mentes brillantes. Las tres con efectos drogaínicos en tu cerebro.
Yonkis de la ciencia ficción, tomad nota: borrad el teléfono de vuestro camello habitual y chutaros Coherence, que es la droga que lo peta en todos los cines de Magaluf.
La sensación que uno experimenta al acabar su visionado es similar a la que debió de sentir Alex, el personaje interpretado por Malcolm McDowell en La Naranja Mecánica, en la famosa escena del lavado de cerebro.
Los guionistas se cocinan un gazpacho con tu hipotálamo durante ochenta y nueve minutazos.
Y atención, detalle importantísimo: Coherence es una ópera prima. Lo digo porque James Ward Byrkit ha entrado por la puerta grande no sólo en la comunidad cinéfila sino en los anales de la ciencia ficción. Salvando las distancias, podría decirse que es un caso similar al pelotazo que pegó Shane Carruth con Primer.
Los méritos de James Ward como director no están tanto en el uso de la cámara sino en la sublimación de ésta a favor de los actores (y de éstos a favor del libreto). Y ése es su gran acierto: ha sacrificado la estética y la forma optando por un tratamiento que bien podríamos catalogar dentro del cine dogma (apenas hay música, los diálogos se pisan y algunos ni se oyen, cámara en mano a muerte, iluminación no expresionista, unidad espacio-tiempo) excepto por una cosa: es una historia de género.
Es ciencia ficción pura y dura con la apariencia de una historia costumbrista. En algunos momentos, incluso se destila un ambiente teatral y de improvisación digno de los trabajos de John Cassavetes. Pero esto no es más que un elemento de despiste; tras esta pátina de naturalidad hay un guión de hierro estudiado al milímetro. He escuchado que muchos comentan que hay lagunas en el segundo acto. Para mí es una historia concisa a pesar de su complejidad y, sobre todo, redonda. Y soy el único que lo dice: el jurado de la última edición del festival de Sitges le otorgó la estatuilla de mejor guión. Por algo sería.
Como veréis, no he soltado ni gota del argumento. Lo prefiero así. No pretendo que esta crítica sea otra cosa más que una invitación a que disfrutéis de la historia de ciencia ficción más fresca y moderna que se podrá ver este año.
Coherence, Los Cronocrímenes y Triangle podrían componer la Trilogía del LSD. Coherence sería el vértice costumbrista; Triangle el terrorífico; Los Cronocrímenes el fantástico. Las tres maravillosas a su manera. Las tres paridas por mentes brillantes. Las tres con efectos drogaínicos en tu cerebro.
Yonkis de la ciencia ficción, tomad nota: borrad el teléfono de vuestro camello habitual y chutaros Coherence, que es la droga que lo peta en todos los cines de Magaluf.
30 de mayo de 2014
69 de 86 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Es un videojuego? ¿Una bobina de VFX? ¿El remake scifi del desembarco de Normandía? ¡No! ¡Es Al Filo del Mañana!
Amigos, estamos ante el blockbuster del año. Al filo del mañana es un producto de entretenimiento perfectamente calculado y que funciona a la perfección. La mejor combinación de ciencia ficción, cine bélico y Tom Cruise (el subgénero, no el actor) que se ha hecho jamás.
Tiene un guión que da con la fórmula: es inteligente y entretenido a partes iguales; está la mar de bien escrito, tiene un sentido del humor negro que no me esperaba, un arranque insuperable y, además, el running gag más fúnebre y efectivo jamás llevado a la pantalla.
Tom Cruise puede estar orgulloso de arrebatarle a Janet Leigh el récord de protagonista fallecido más precozmente. Alguien podría encargarse de calcular también si le ha quitado a Bill Murray el título de protagonista muerto más veces (habría que desengranar lo que pasa en tooodas las elipsis).
Amigos, estamos ante el blockbuster del año. Al filo del mañana es un producto de entretenimiento perfectamente calculado y que funciona a la perfección. La mejor combinación de ciencia ficción, cine bélico y Tom Cruise (el subgénero, no el actor) que se ha hecho jamás.
Tiene un guión que da con la fórmula: es inteligente y entretenido a partes iguales; está la mar de bien escrito, tiene un sentido del humor negro que no me esperaba, un arranque insuperable y, además, el running gag más fúnebre y efectivo jamás llevado a la pantalla.
Tom Cruise puede estar orgulloso de arrebatarle a Janet Leigh el récord de protagonista fallecido más precozmente. Alguien podría encargarse de calcular también si le ha quitado a Bill Murray el título de protagonista muerto más veces (habría que desengranar lo que pasa en tooodas las elipsis).
3 de octubre de 2009
45 de 50 usuarios han encontrado esta crítica útil
Es muy reconfortante constatar cómo cada año los distintos subgéneros se oxigenan reciclando sus variables y resultando siempre sorprendentes. Pero, por segundo año consecutivo, el vampirismo está de enhorabuena. Si “Let the right one in” supuso toda una joya fosilizada en el mismo día de su génesis, “Thirst” se ha convertido ya no sólo en la mejor aportación coreana al subgénero sino en la “película con colmillos” del año. Un colega la describió como “Crepúsculo versión hetero”, yo le añado además “con sentido del humor y la riqueza visual del cine asiático”. Pero, sobre todo, y en palabras de su director, “es una película para la que no he investigado la mitología existente, soy muy fan del subgénero, de hecho una de mis películas favoritas es “Martin” de George A. Romero. Mi intención persiguió romper los estereotipos vampíricos para encontrar su esencia, ya veis que el protagonista ni tiene colmillos ni teme a los crucifijos, de hecho es sacerdote”. También es gracioso observar que en la “historia de amor” entre el protagonista y una mujer casada él es el virgen y ella “lleva los pantalones” en la cama, invirtiendo los roles encontramos la comedia y la originalidad. Es sorprendente ver a Kim-ok-vin, coprotagonista, en carne y hueso durante la rueda de prensa, cualquiera que no haya visto la película diría que no tiene más de quince años y que ignora lo que tiene entre las piernas.
En definitiva, el título estrella de la jornada gustó al público aunque los comentarios sobre su duración excesiva son comunes. Además, una vez uno se recupera de la espectacular última media hora y recapacita se cerciora de que hay mucho material que sobra y que quizá su eliminación hubiera hecho la proyección más digestiva.
En definitiva, el título estrella de la jornada gustó al público aunque los comentarios sobre su duración excesiva son comunes. Además, una vez uno se recupera de la espectacular última media hora y recapacita se cerciora de que hay mucho material que sobra y que quizá su eliminación hubiera hecho la proyección más digestiva.
2 de octubre de 2009
66 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
El mérito de [Rec] fue conseguir abrir los corazones de la masa. Los no adeptos al género de terror llenaron butacas y dieron el suficiente dinero como para sorprender con algo casi inédito en España: una secuela. ¿El secreto? Aunque parezca contrario, el amor. Dos directores amamantados, como toda una generación, por un cine muy concreto que, frente al pastiche convencional, han dado vida a un monstruo de Frankenstein desmembrando en referencias a los más grandes del horror.
Y es en esta segunda parte donde las referencias se multiplican: como ejemplos “La Cosa” de Carpenter en el momento “análisis de sangre” o los gritos infantiles de “¡cómele el coño a la puta de tu madre!”. Los “zombies” han pasado de ser “infectados” a “poseídos” en un esquinazo al primer film que a más de uno disgustará. El realismo, la espontaneidad y la falta de etiquetas de la primera acogen ahora la clasificación estándar, la linealidad e incluso el exceso de formalismos.
Con la clara intención de elevar el renovador tratamiento lingüístico de la primera parte, la cámara en primera persona no sólo muta a multicámara en algunos momentos sino que se convierte en pieza del puzle narrativo. Inicialmente como testimonio fílmico “real” de una primera y una segunda mitad por separado y, en la conclusión, como clave en la resolución de la búsqueda Medeiros (ingenioso uso técnico de los conceptos de luz y oscuridad). Jaume y Paco siguen esquivando lo gratuito en la utilización de cámaras que nos relaten lo presente y siguen jugando las cartas de una baraja que acabará por agotarse.
Obviamente, tratándose de los directores que son y de las referencias que destilan, el sentido del humor es un factor decisivo en esa catarsis tan sana “terror-humor”. Negro como la bandera estadounidense y ácido como la saliva de un Alien. Aunque se echa de menos el gamberreo de la primera parte (me refiero a toda la parte central de las entrevistas con los asiáticos y los ancianos peleones). Entendiendo las reacciones del público durante la proyección (siempre con tendencia a la exageración en los festivales) han faltado risas, momentos de relajación para el contraste (la tensión continua acaba por relajar los músculos) y personajes patéticos cuyas muertes serían disfrutables (tronchante sin embargo el marido que quiere llevarle las medicinas a su “mujer” a toda costa).
Según palabras de Paco Plaza “todo tipo de fluidos han sido bienvenidos”. Sangre con pitracos, burbujas coaguladas y desgarres cutáneos. Pero aún así hemos visto los créditos con sed de amor, de ese amor que arrullan las películas de los setenta y los ochenta y que tan bien entienden sus directores. Porque el exceso de sangre nunca es un defecto; y sospechamos que el estreno comercial de una película que nació en la cuna del cine despreocupado e “independiente” se ríe de la censura, entredientes.
Y es en esta segunda parte donde las referencias se multiplican: como ejemplos “La Cosa” de Carpenter en el momento “análisis de sangre” o los gritos infantiles de “¡cómele el coño a la puta de tu madre!”. Los “zombies” han pasado de ser “infectados” a “poseídos” en un esquinazo al primer film que a más de uno disgustará. El realismo, la espontaneidad y la falta de etiquetas de la primera acogen ahora la clasificación estándar, la linealidad e incluso el exceso de formalismos.
Con la clara intención de elevar el renovador tratamiento lingüístico de la primera parte, la cámara en primera persona no sólo muta a multicámara en algunos momentos sino que se convierte en pieza del puzle narrativo. Inicialmente como testimonio fílmico “real” de una primera y una segunda mitad por separado y, en la conclusión, como clave en la resolución de la búsqueda Medeiros (ingenioso uso técnico de los conceptos de luz y oscuridad). Jaume y Paco siguen esquivando lo gratuito en la utilización de cámaras que nos relaten lo presente y siguen jugando las cartas de una baraja que acabará por agotarse.
Obviamente, tratándose de los directores que son y de las referencias que destilan, el sentido del humor es un factor decisivo en esa catarsis tan sana “terror-humor”. Negro como la bandera estadounidense y ácido como la saliva de un Alien. Aunque se echa de menos el gamberreo de la primera parte (me refiero a toda la parte central de las entrevistas con los asiáticos y los ancianos peleones). Entendiendo las reacciones del público durante la proyección (siempre con tendencia a la exageración en los festivales) han faltado risas, momentos de relajación para el contraste (la tensión continua acaba por relajar los músculos) y personajes patéticos cuyas muertes serían disfrutables (tronchante sin embargo el marido que quiere llevarle las medicinas a su “mujer” a toda costa).
Según palabras de Paco Plaza “todo tipo de fluidos han sido bienvenidos”. Sangre con pitracos, burbujas coaguladas y desgarres cutáneos. Pero aún así hemos visto los créditos con sed de amor, de ese amor que arrullan las películas de los setenta y los ochenta y que tan bien entienden sus directores. Porque el exceso de sangre nunca es un defecto; y sospechamos que el estreno comercial de una película que nació en la cuna del cine despreocupado e “independiente” se ríe de la censura, entredientes.
SPOILER: El resto de la crítica puede desvelar partes de la trama.
Ver todo
7 de junio de 2014
38 de 41 usuarios han encontrado esta crítica útil
Llega la hora de hablar de The Raid 2 y me bloqueo porque el corazón me empieza a latir a mil por hora pensando en la peli y lo único que me apetece es liarme a yoyas con el primero que se me cruce.
Lo primero que se me ocurrió para definir esta secuela mientras miraba los créditos fue:
Coño, The Raid 2 es El Padrino de las hostias.
Y es que ésa es la diferencia respecto a la primera parte: más universo, más personajes, más mitología, y sobre todo, la violencia elevada al cuadrado. Pero no por abandonar la simplicidad narrativa de la primera se convierte en una montaña rusa respecto de ritmo. No, porque todas las situaciones están cargadas de tensión y cada vez que dos personajes hablan la situación es una bomba de relojería que no se sabe en qué momento va a estallar.
No puedo contar con los dedos de las manos el número de escenas memorables (la pelea en barro, la del cuarto de baño de la cárcel, la de la nave industrial, la persecución interminable…). Hay algunos planos marca de la casa con la cámara en lugares imposibles (por ejemplo, el cenital durante la pelea dentro del coche en marcha), o un par de planos secuencia con coreografías y porrazos tan realistas que dejan sin respiración.
Mención aparte a los nuevos archienemigos: la chica de los martillos, el bateador, o el jefe final. Son puro carisma y puro acojone. Las escenas de presentación de cada uno por separado sólo son superadas por las batallas que tienen contra el protagonista.
Son dos horas y media que, como dice mi abuela, se van bebías. Volando. Y lo mejor: cuando estás flipando con las primeras escenas y sabes que las tracas finales todavía están por llegar te preguntas “¿estoy agarrado a la butaca como con mucha fuerza, no?”.
Un goce absoluto que se vivió como un orgasmo colectivo en los Palafox. Por cierto, todos los asistentes fuimos unos privilegiados ya que, según me dijo Carlos J. Marín de Aullidos, esta será la única vez que la película se proyecte en pantalla grande, pues irá directa a dvd (la distribuidora le negó un pase incluso al Phenomena).
Lo primero que se me ocurrió para definir esta secuela mientras miraba los créditos fue:
Coño, The Raid 2 es El Padrino de las hostias.
Y es que ésa es la diferencia respecto a la primera parte: más universo, más personajes, más mitología, y sobre todo, la violencia elevada al cuadrado. Pero no por abandonar la simplicidad narrativa de la primera se convierte en una montaña rusa respecto de ritmo. No, porque todas las situaciones están cargadas de tensión y cada vez que dos personajes hablan la situación es una bomba de relojería que no se sabe en qué momento va a estallar.
No puedo contar con los dedos de las manos el número de escenas memorables (la pelea en barro, la del cuarto de baño de la cárcel, la de la nave industrial, la persecución interminable…). Hay algunos planos marca de la casa con la cámara en lugares imposibles (por ejemplo, el cenital durante la pelea dentro del coche en marcha), o un par de planos secuencia con coreografías y porrazos tan realistas que dejan sin respiración.
Mención aparte a los nuevos archienemigos: la chica de los martillos, el bateador, o el jefe final. Son puro carisma y puro acojone. Las escenas de presentación de cada uno por separado sólo son superadas por las batallas que tienen contra el protagonista.
Son dos horas y media que, como dice mi abuela, se van bebías. Volando. Y lo mejor: cuando estás flipando con las primeras escenas y sabes que las tracas finales todavía están por llegar te preguntas “¿estoy agarrado a la butaca como con mucha fuerza, no?”.
Un goce absoluto que se vivió como un orgasmo colectivo en los Palafox. Por cierto, todos los asistentes fuimos unos privilegiados ya que, según me dijo Carlos J. Marín de Aullidos, esta será la única vez que la película se proyecte en pantalla grande, pues irá directa a dvd (la distribuidora le negó un pase incluso al Phenomena).
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