A White, White Day
1.571
Drama. Thriller
En una remota ciudad islandesa, un jefe de policía retirado comienza a sospechar que un hombre tuvo un romance con su esposa, quien recientemente murió en un accidente automovilístico. Poco a poco, su obsesión por descubrir la verdad se acumula, mientras comienza a ponerse en peligro a sí mismo y a sus seres queridos. (FILMAFFINITY)
5 de mayo de 2020
12 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Un blanco, blanco día es el segundo largometraje del director islandés Hlynur Palmason, quien también se encarga del guion de la película. Un proyecto personal en el que cuenta en el reparto con Ingvar Eggert Sigurdsson para interpretar a un policía jubilado que ha perdido recientemente a su esposa en un accidente de coche (actuación que le ha supuesto estar nominado como mejor actor en los premios del cine europeo) y con su propia hija para encarnar a la nieta de éste. La complicidad y naturalidad que surge entre los dos es uno de los grandes pilares en los que se fundamenta este drama sobre la pérdida y el duelo. De tono frío y tempo pausado, como el propio paisaje que envuelve a los personajes y que marca el rumbo de sus vidas, el film muestra una contraposición del amor absoluto e incondicional de un abuelo hacia su nieta frente al que existe hacia una pareja idolatrada de la que se descubre un secreto. Tras compartir toda una vida con esa persona, se da cuenta de que había una parte de ella que desconocía, que permanecía oculta. No todo fue compartido y saber eso remueve los cimientos del protagonista. Del amor al odio. De la incomprensión a la búsqueda de respuestas. Estaba demasiado ocupado en cuidar a su nieta y en construir una casa que ha dejado de lado afrontar el duelo que supuso la pérdida de su pareja. En el momento en que éste hombre duro sacado del mejor de los westerns americanos decide indagar en la vida de su desaparecida esposa, todo da un vuelco. Una deriva que nos lleva del drama psicológico al thriller nórdico más duro y seco y que ofrece sus mejores momentos en una intensa recta final.
Más críticas de cine y series (y algún que otro monigote): https://unhombresinpiedad.com
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1 de mayo de 2020
14 de 19 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tiene un comienzo algo lento, con los peores vicios estilísticos de los autores que en el fondo tienen poco que contar. Eso no le hace a uno esperar nada bueno, pero, afortunadamente, va cogiendo cuerpo poco a poco, a medida que itera sobre tres ideas / sentimientos: pérdida (de su mujer), amor (incondicional hacia su nieta) y odio (el inherente a un anciano que se siente con los huevos muy tocados). Y mejora muchísimo cuando la acumulación de rabia estalla y el viejo (un impecable Sigurdsson) pierde los papeles, una recta final en la que brotan unas cuantas escenas de un humor negro que no le vendría nada mal al director adoptar como bandera en sus trabajos futuros, siendo la mejor de todas ellas la sesión virtual con el psicólogo que no quiere escuchar a su paciente.
4 de diciembre de 2022
9 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Niebla. Un coche negro. Un establo gris. Sale el sol. Se pone el sol. Unos caballos aparecen y comen paja. Se van los caballos. Nieve. Aparece una furgoneta roja. Viento. Vuelven los caballos. Hierba verde. Niebla. Una piedra que cae, va rodando abajo por la colina, tropieza con otra piedra y sigue rodando; finalmente se precipita al río, donde salpica y se hunde. La piedra se ha hundido. Una lancha que surca el agua, recorre el lago, entre la niebla. Avanza la lancha por el lago, se va abriendo camino a través del agua, formando olas y espuma. Una carretera. Un túnel.
Han pasado cincuenta minutos de película.
No tengo nada en contra de que un filme sea pausado, tranquilo. No soy una adicta al ritmo frenético, a la acción trepidante. Si la película transcurre lentamente, no es problema para mí. Pero eso sí, en ese transcurrir, ha de ir contándote algo, desarrollando una historia. Tienen que pasar cosas. No sólo el tiempo y una sucesión de paisajes, imágenes y postales, inertes o en movimiento; con personajes que apenas se esbozan y dicen cuatro frases que no te ubican en la trama. Que se empiece a vislumbrar de qué va el cuento cuando ya ha pasado más de una hora de película, eso ya me parece demasiado.
Hay una fijación con los paisajes, pero no se profundiza en las personas, la acción o la historia. Me fue imposible encontrarla interesante o empatizar con los personajes. Una trama tan difusa e impalpable como esa niebla blanca que cubre el frío paisaje islandés.
Han pasado cincuenta minutos de película.
No tengo nada en contra de que un filme sea pausado, tranquilo. No soy una adicta al ritmo frenético, a la acción trepidante. Si la película transcurre lentamente, no es problema para mí. Pero eso sí, en ese transcurrir, ha de ir contándote algo, desarrollando una historia. Tienen que pasar cosas. No sólo el tiempo y una sucesión de paisajes, imágenes y postales, inertes o en movimiento; con personajes que apenas se esbozan y dicen cuatro frases que no te ubican en la trama. Que se empiece a vislumbrar de qué va el cuento cuando ya ha pasado más de una hora de película, eso ya me parece demasiado.
Hay una fijación con los paisajes, pero no se profundiza en las personas, la acción o la historia. Me fue imposible encontrarla interesante o empatizar con los personajes. Una trama tan difusa e impalpable como esa niebla blanca que cubre el frío paisaje islandés.
4 de mayo de 2020
10 de 14 usuarios han encontrado esta crítica útil
Que cada cual ha de buscarse la vida con las películas que elige, es la cuestión. Porque a mí me la recomendó una buena amiga y yo no la he disfrutado tanto como ella al parecer. Y es que el tema de un adulterio, más accidente y secuelas, y como se vehicula todo, visto ya en "Los descendientes" y en otras muchísimas más -más las que vendrán también-, no es materia singular pero sí su tratamiento... Y es, en tal sentido, como valoro el final y lo que de él se desprende, a modo de iceberg, emocional en este caso, que necesita aflorar para afrontar su catarsis.
Muy buena, eso sí la interpretación de él, un policía veterano, y también la de su nieta, un vínculo poderoso a lo largo del metraje en ese viaje especial alrededor del dolor con ecos primigenios de ogros...
Muy buena, eso sí la interpretación de él, un policía veterano, y también la de su nieta, un vínculo poderoso a lo largo del metraje en ese viaje especial alrededor del dolor con ecos primigenios de ogros...
17 de enero de 2020
7 de 9 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una muestra mas de la buena salud de la que disfruta el cine islandés. "A white, white day" es la segunda película de Hlynur Palmason, tras su debut con la multipremiada "Winter Brothers".
Le bastan 20 segundos al director islandés para meterte de lleno en la película: tras los títulos de crédito iniciales, una intrigante frase sobre el inmenso negro de la pantalla nos anuncia el viaje que estamos dispuestos a recorrer: “Cuando todo es tan blanco que ya no puedes distinguir entre el cielo y la tierra, la muerte habla con los vivos”.
Un automóvil circula por una estrecha y solitaria carretera: la niebla es tan densa que por momentos el coche se convierte en un fantasma que aparece y desaparece ante nuestra vista. Un curva cerrada y el salto al vacío: el automóvil rompe la valla de la carretera y se precipita sobre el mar.
La víctima del mortal del accidente es la esposa de Ingimundur (Ingvar Eggert Sigurðsson), exjefe de la policía local de un pequeño pueblo anclado entre el mar y las montañas. El dolor por la repentina pérdida se convierte en una carga insoportable para Ingimundur. Demasiados días juntos, demasiados recuerdos: no hay reforma del hogar o terapia psicológica, a la que acude semanalmente, que alivie mínimamente el desconsuelo de Ingimundur. Revuelve una y otra vez entre las pertenencias de su mujer esperando encontrar algo que haya preservado el mínimo rastro de su vida: tal vez en la ropa haya quedado impregnado su olor… Mientras revisa unas cajas encuentra unas cintas de vídeo de su mujer: unas grabaciones cuya existencia él desconocía. Su instinto de policía se reactiva, alimentado por un inquietante temor a que su mujer le hubiera sido infiel. El suspense se suma al drama y «A white, white day» comienza a tomar forma de thriller.
elcinepormontera.com
Le bastan 20 segundos al director islandés para meterte de lleno en la película: tras los títulos de crédito iniciales, una intrigante frase sobre el inmenso negro de la pantalla nos anuncia el viaje que estamos dispuestos a recorrer: “Cuando todo es tan blanco que ya no puedes distinguir entre el cielo y la tierra, la muerte habla con los vivos”.
Un automóvil circula por una estrecha y solitaria carretera: la niebla es tan densa que por momentos el coche se convierte en un fantasma que aparece y desaparece ante nuestra vista. Un curva cerrada y el salto al vacío: el automóvil rompe la valla de la carretera y se precipita sobre el mar.
La víctima del mortal del accidente es la esposa de Ingimundur (Ingvar Eggert Sigurðsson), exjefe de la policía local de un pequeño pueblo anclado entre el mar y las montañas. El dolor por la repentina pérdida se convierte en una carga insoportable para Ingimundur. Demasiados días juntos, demasiados recuerdos: no hay reforma del hogar o terapia psicológica, a la que acude semanalmente, que alivie mínimamente el desconsuelo de Ingimundur. Revuelve una y otra vez entre las pertenencias de su mujer esperando encontrar algo que haya preservado el mínimo rastro de su vida: tal vez en la ropa haya quedado impregnado su olor… Mientras revisa unas cajas encuentra unas cintas de vídeo de su mujer: unas grabaciones cuya existencia él desconocía. Su instinto de policía se reactiva, alimentado por un inquietante temor a que su mujer le hubiera sido infiel. El suspense se suma al drama y «A white, white day» comienza a tomar forma de thriller.
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