Me parece una tomadura de pelo llamar a esto “The terror”. Básicamente, no tiene el más mínimo punto en común con la aventura del barco en la nieve. Nada en absoluto.
Me imagino a los productores reunidos, definiendo esta miniserie. Dijeron ¿por qué no intentamos engañar al público al que le gustó “The terror” poniéndole el mismo nombre y así nos aseguramos una base de audiencia?
Creo que una cosa es el formato de “American horror story” con sus temporadas independientes, y otra esto. No le veo el más mínimo sentido. Además, ¿le han pagado derechos de autor a Dan Simmons por utilizar la marca de su novela con todo el descaro del mundo? El parecido o puntos en común con la otra son absolutamente inexistentes. Tenían que haberle puesto otro nombre.
Pero bueno, quitando ese aspecto, que no me ha gustado ni una pizca, ¿qué tenemos aquí?
La historia, con una buena puesta en escena y un diseño de producción impecable, nos traslada a una comunidad de japoneses que vive en Estados Unidos justo cuando estalla la guerra del Pacífico. Pasarán a un campo de confinamiento como prisioneros de guerra, que tampoco van a ser siempre tan buenos los estadounidenses (y menos con ciudadanos del país enemigo), donde una antigua maldición de “yurei” (fantasma a la japonesa) va a hacer de las suyas.
Este interesantísimo punto de partida podría haber dado lugar a algo bastante mejor. Sin embargo, tiene una fuerte falta de ritmo.
La serie es lenta no, lo siguiente. Por ejemplo, los dos primeros episodios transcurren sin que pase casi nada destacable, más allá de la presentación de personajes y sus dramas personales, especialmente con la pareja protagonista. Pero tarda mucho para mi gusto en centrarse en lo paranormal, que es lo más llamativo de la historia.
Ni siquiera el sexto capítulo (“Taizo”) que da muchas explicaciones sobre lo que está pasando, avanza despacio cual caracol cojo. Es un poco desesperante.
Por no hablar del último episodio, donde debería haber mucha más intensidad, y sin embargo es igual de lento y pesado que los demás.
Por cierto, que para llamarse terror, tampoco es que dé demasiado miedo. Claro que en general gastan bastante más tiempo en las historias personales de los personajes. Así no hay manera.
Y tiene al menos un par de momentos absolutamente patéticos. Primero, la conversación de béisbol con un presunto “yurei”. Y segundo y aún peor, utilizar de contraseña en pleno momento de tensión con Luz, la canción de “Cuando los pollitos hacen pío, pío”. Me ha parecido tan lamentable, que, si eso hubiera sucedido en el primer episodio en vez de en el penúltimo, automáticamente habría dejado de verla de inmediato.
Lo mejor es la ambientación, pero tanto el argumento como el ritmo me resultan muy endebles. Es una miniserie que hay que esforzarse en ver entera, y que si fuera a tener continuación con más temporadas, me lo pensaría muy mucho a la hora de continuarla. Está muy por debajo de la entrega del barco, con la que en principio no habría que compararla, pero los productores se han empecinado en que esto es una especie de “spin-off” absurdo.
Me recuerda un poco al caso de “True detective”, donde de una primera temporada excelente pasamos directamente a la mediocridad o al bodrio de las siguientes. En este caso, a “Infamia” le pasa exactamente lo mismo.