The Smallest Show on Earth
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Comedia
Jean y Bill son un joven matrimonio que recibe un inesperado telegrama: un tío perdido de Bill ha muerto y le ha dejado su negocio, un cine en la ciudad de Sloughborough. Tras un largo viaje, lo que encuentran es un local en ruinas llevado por tres incompetentes ancianos que parecen llevar toda la vida trabajando allí. Pronto descubren que el plan de vender el cine para al menos sacar una buena herencia no va a ser tan fácil como esperaban. (FILMAFFINITY) [+]
12 de agosto de 2020
2 de 2 usuarios han encontrado esta crítica útil
Producida por el duo Frank Launder y Sidney Gilliat –interesante director este último, por cierto- junto al habitual productor de Dearden Michael Relph y protagonizada por Virginia McKenna y Bill Travers junto a un conjunto de escogidos secundarios entre los que destaca el cargante Peter Sellers como proyeccionista y la veterana Margaret Rutheford.
Nos encontramos aquí con un pequeño divertimento, bonito homenaje al cine en forma de comedia, en el que una joven pareja hereda un viejo cine legado por un tío abuelo desconocido. El edificio alberga a tres viejetes –la taquillera, el proyeccionista alcohólico y el portero- y amenaza ruina. Su única salida es vendérselo a la competencia que lo quiere usar como aparcamiento, pero solo la convencerán de pagar un buen precio si le hacen creer que lo quieren reabrir.
La película no cuenta con ninguno de los atrevimientos argumentales ni la densidad de las grandes películas de Dearden –un maestro a revisar con urgencia, véase “Frieda” (1947), “Saraband for dead lovers” (1948), “Pool of London” (1951), “Violent playground” (1958) o “Life for Ruth” (1962) - sino que transita más bien en el dulce territorio de una más que agradable comedia sin excesivas pretensiones, aunque sólo por la escena de los tres viejetes en la proyección privada de la película muda mientras Margaret Rutheford acompaña al piano merecería la pena verla.
Disfrutable pero menor o menor pero disfrutable, as you like.
Nos encontramos aquí con un pequeño divertimento, bonito homenaje al cine en forma de comedia, en el que una joven pareja hereda un viejo cine legado por un tío abuelo desconocido. El edificio alberga a tres viejetes –la taquillera, el proyeccionista alcohólico y el portero- y amenaza ruina. Su única salida es vendérselo a la competencia que lo quiere usar como aparcamiento, pero solo la convencerán de pagar un buen precio si le hacen creer que lo quieren reabrir.
La película no cuenta con ninguno de los atrevimientos argumentales ni la densidad de las grandes películas de Dearden –un maestro a revisar con urgencia, véase “Frieda” (1947), “Saraband for dead lovers” (1948), “Pool of London” (1951), “Violent playground” (1958) o “Life for Ruth” (1962) - sino que transita más bien en el dulce territorio de una más que agradable comedia sin excesivas pretensiones, aunque sólo por la escena de los tres viejetes en la proyección privada de la película muda mientras Margaret Rutheford acompaña al piano merecería la pena verla.
Disfrutable pero menor o menor pero disfrutable, as you like.
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