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Críticas ordenadas por utilidad
19 de junio de 2007
200 de 244 usuarios han encontrado esta crítica útil
Hay películas que me encantan, me gustan y no puedo por menos que calificarlas con un diez, o con “sobresaliente con destaca” según modernos sistemas escolares de medida y valoración.
Pero hay películas que me seducen. Y esas no sé como valorarlas. Es imposible. Renuncio a hacerlo. Como máximo estoy tentado de apostrofarlas con una S. S de seducción.
¿ Donde está la diferencia entre gustar y seducir? Lo siento. No puedo decírselo. Sencillamente porque no lo sé. Es algo fuera de los contextos de la razón y más propio del terreno de lo sentimental.
Tal vez un ejemplo ayude a clarificar las cosas. Veamos. Con la muerte en los talones, mi film mítico por excelencia, me encanta pero no me seduce. Lo mismo me pasa con Testigo de cargo de Billie Wilder ó con El Padrino de Coppola. No me negarán que todos ellos son “peliculones”. Pero les falta algo... Esa S de seducción que en cambio si tienen, siempre desde una óptica personalísima, La reina Cristina de Suecia de Rouben Mamoulian, La vida es bella de Roberto Benigni, Avaricia de Erich von Stroheim y Sunrise (Amanecer) de Friedrich Wilhelm Murnau.
Y quiero detenerme en esta joya del cine que es Amanecer, una de las ultimísimas películas del cine mudo (dos semanas antes del estreno en Estados Unidos de “El cantor de jazz”).
Amanecer es una de esas películas que después de verlas no cabe más que exclamar eso de ¡Que grande es el cine!. Y yo exclamé también ¡Gracias, Murnau por haberlo hecho posible!.
Cada fotograma es una joya, tratada con delicadeza al propio tiempo que con la osadía de los innovadores. Cada gesto de los actores, cada expresión, es un verso de esta maravillosa poesía cinematográfica. Después de verla nadie podrá dejar de comprender a que se llamó y se sigue llamando hoy en día “expresionismo alemán”. Esas expresiones que en otra película como Avaricia de Stroheim hablan por si mismas sin necesidad de rótulos literarios que nos expliquen los hechos, aquí nos hablan desde su mudez con la misma claridad pero con un lenguaje poético absolutamente sublime y, lo que les decía, totalmente seductor.
Un último pensamiento, agarrado al vuelo como se suele decir: La madurez ayuda a comprender y valorar obras como ésta pero al mismo tiempo viendo películas así no se puede por menos que madurar.
Pero hay películas que me seducen. Y esas no sé como valorarlas. Es imposible. Renuncio a hacerlo. Como máximo estoy tentado de apostrofarlas con una S. S de seducción.
¿ Donde está la diferencia entre gustar y seducir? Lo siento. No puedo decírselo. Sencillamente porque no lo sé. Es algo fuera de los contextos de la razón y más propio del terreno de lo sentimental.
Tal vez un ejemplo ayude a clarificar las cosas. Veamos. Con la muerte en los talones, mi film mítico por excelencia, me encanta pero no me seduce. Lo mismo me pasa con Testigo de cargo de Billie Wilder ó con El Padrino de Coppola. No me negarán que todos ellos son “peliculones”. Pero les falta algo... Esa S de seducción que en cambio si tienen, siempre desde una óptica personalísima, La reina Cristina de Suecia de Rouben Mamoulian, La vida es bella de Roberto Benigni, Avaricia de Erich von Stroheim y Sunrise (Amanecer) de Friedrich Wilhelm Murnau.
Y quiero detenerme en esta joya del cine que es Amanecer, una de las ultimísimas películas del cine mudo (dos semanas antes del estreno en Estados Unidos de “El cantor de jazz”).
Amanecer es una de esas películas que después de verlas no cabe más que exclamar eso de ¡Que grande es el cine!. Y yo exclamé también ¡Gracias, Murnau por haberlo hecho posible!.
Cada fotograma es una joya, tratada con delicadeza al propio tiempo que con la osadía de los innovadores. Cada gesto de los actores, cada expresión, es un verso de esta maravillosa poesía cinematográfica. Después de verla nadie podrá dejar de comprender a que se llamó y se sigue llamando hoy en día “expresionismo alemán”. Esas expresiones que en otra película como Avaricia de Stroheim hablan por si mismas sin necesidad de rótulos literarios que nos expliquen los hechos, aquí nos hablan desde su mudez con la misma claridad pero con un lenguaje poético absolutamente sublime y, lo que les decía, totalmente seductor.
Un último pensamiento, agarrado al vuelo como se suele decir: La madurez ayuda a comprender y valorar obras como ésta pero al mismo tiempo viendo películas así no se puede por menos que madurar.
Mediometraje
1924
15 de diciembre de 2006
129 de 133 usuarios han encontrado esta crítica útil
¿Recuerdan a Eugenio? Aquel cómico que desde su seriedad nos hacía desternillar de risa con sus chistes. Bueno, pues su equivalente en cine es Buster Keaton.
¿Qué cara de funeral! Pero ¡Qué genio, qué maestría, mamma mía! Y estamos en el 24 no lo olvidemos.
Desde la primera secuencia de la huella en el libro, como ejemplo práctico de las artes detectivescas, la película es una sucesión de gags y escenas magníficas, una tras otra…
“ - Perdí un dólar. “ “ – Descríbamelo.”
La escena del anillo y la lupa, la carrera en la bicicleta, la salida por la ventana con disfraz de mujer, la partida de billar, etc.
Es evidente la influencia en La Rosa Púrpura de El Cairo así como también resulta patente la escuela de Keaton en otros cómicos. Por ejemplo en Peter Sellers.
En estos tiempos en que ver una película muda de los años 20 parece defasado y anacrónico, dedicar 45 minutos a ver una película como ésta es algo así como una cura de rejuvenecimiento. Como un balneario donde seguir amando el cine.
¿Qué cara de funeral! Pero ¡Qué genio, qué maestría, mamma mía! Y estamos en el 24 no lo olvidemos.
Desde la primera secuencia de la huella en el libro, como ejemplo práctico de las artes detectivescas, la película es una sucesión de gags y escenas magníficas, una tras otra…
“ - Perdí un dólar. “ “ – Descríbamelo.”
La escena del anillo y la lupa, la carrera en la bicicleta, la salida por la ventana con disfraz de mujer, la partida de billar, etc.
Es evidente la influencia en La Rosa Púrpura de El Cairo así como también resulta patente la escuela de Keaton en otros cómicos. Por ejemplo en Peter Sellers.
En estos tiempos en que ver una película muda de los años 20 parece defasado y anacrónico, dedicar 45 minutos a ver una película como ésta es algo así como una cura de rejuvenecimiento. Como un balneario donde seguir amando el cine.
16 de marzo de 2009
116 de 128 usuarios han encontrado esta crítica útil
Fort Apache es... todo lo que me gusta de John Ford. La aventura, los combates entre los indios y los americanos, las galopadas a toque de corneta, los carromatos siempre a punto de derrape, Monument Valley, la violencia justa, el valor necesario, el sentido del honor y el del humor, los mismos secundarios de siempre, tan excelentes como siempre, el hombre tranquilo (John Wayne) a quien ningún director le sacó tanto partido, los primeros planos, ese segundo justo que la cámara se detiene sobre un rostro para retratar un sentimiento, la familia con lo que conlleva y por encima de todo, su capacidad para filmar la naturaleza humana.
Además en Fort Apache, John Ford rueda el nacimiento de un mito, muy en la línea del General Custer, el de un "heroico" militar, el coronel Thursday, complicado personaje al que mueven los hilos de una deshonrosa degradación y que no duda en anteponer prestigios personales a intereses colectivos. Magnífico. Magistral Henry Fonda. Resultar odioso no es nada fácil para un actor y él lo consigue con su intolerancia, con su prepotencia, con su infamia para con los apaches al mando de un juicioso Cochise. La figura de los "salvajes" indios se engrandece con Ford y aunque eso no resulte atractivo para aficionados al western de americanos buenos e indios malísimos y sanguinarios, el Oeste resulta mucho más real y menos comic de ficción. Y el mito nace. Con su carga de falsedades históricamente convenientes y sus verdades anónimas. Con los verdaderos protagonistas entre las bambalinas de una historia corroborada por los silencios de quienes pudiendo hablar, callaron. Como el capitán Kirby York (John Wayne), anónimo y sin monumento al héroe desconocido.
Aunque su aire de bobalicona porcelana queda bastante bien para esa trama romanticona frecuente en la mayoría de westerns, no creo que Shirley Temple sea la mejor de las ladys fordianas. Puestos a elegir, Maureen O,Hara, Linda Darnell o la misma Joanne Dru hubiesen ofrecido más jugo o cuanto menos un jugo distinto. Respecto a los de siempre, Ward Bond y Victor McLaglen, soberbios en sus roles pura cepa O,Rourke.
Para Welles, los tres mejores directores clásicos estadounidenses fueron, según él mismo, John Ford, John Ford y John Ford. Yo me quedo con el primero, o con el último... Bueno, con el otro también.
Los 10 también existen. Para películas como ésta.
Además en Fort Apache, John Ford rueda el nacimiento de un mito, muy en la línea del General Custer, el de un "heroico" militar, el coronel Thursday, complicado personaje al que mueven los hilos de una deshonrosa degradación y que no duda en anteponer prestigios personales a intereses colectivos. Magnífico. Magistral Henry Fonda. Resultar odioso no es nada fácil para un actor y él lo consigue con su intolerancia, con su prepotencia, con su infamia para con los apaches al mando de un juicioso Cochise. La figura de los "salvajes" indios se engrandece con Ford y aunque eso no resulte atractivo para aficionados al western de americanos buenos e indios malísimos y sanguinarios, el Oeste resulta mucho más real y menos comic de ficción. Y el mito nace. Con su carga de falsedades históricamente convenientes y sus verdades anónimas. Con los verdaderos protagonistas entre las bambalinas de una historia corroborada por los silencios de quienes pudiendo hablar, callaron. Como el capitán Kirby York (John Wayne), anónimo y sin monumento al héroe desconocido.
Aunque su aire de bobalicona porcelana queda bastante bien para esa trama romanticona frecuente en la mayoría de westerns, no creo que Shirley Temple sea la mejor de las ladys fordianas. Puestos a elegir, Maureen O,Hara, Linda Darnell o la misma Joanne Dru hubiesen ofrecido más jugo o cuanto menos un jugo distinto. Respecto a los de siempre, Ward Bond y Victor McLaglen, soberbios en sus roles pura cepa O,Rourke.
Para Welles, los tres mejores directores clásicos estadounidenses fueron, según él mismo, John Ford, John Ford y John Ford. Yo me quedo con el primero, o con el último... Bueno, con el otro también.
Los 10 también existen. Para películas como ésta.
13 de julio de 2007
111 de 124 usuarios han encontrado esta crítica útil
A estas alturas del siglo XXI con más de cien años de cine a nuestras espaldas es difícil de creer que alguien se siente a ver una película de Ingmar Bergman sin saber lo que con toda seguridad se va a encontrar. Ni siquiera las últimas generaciones de cinéfilos pueden aducir desconocimiento porque curiosamente, aunque son las últimas en el tiempo son las primeras en estar informadas.
Los que amamos este arte y damos gracias a los Lumiére por ello, sabemos que hay directores que cuentan cosas y directores que dicen cosas. Y Bergman es de los que dicen. Y por ello hay que tener los ojos y también los oídos muy pero que muy abiertos. Su cine no es una invitación a la reflexión sino que reflexionar es una obligación. Y por ello, para algunos, entre los que me contaba, genera un cierto rechazo. Es realmente difícil de digerir pero cuando lo consigues es altamente gratificante.
Concretando, Fresas salvajes es, posiblemente, la película idónea para acercarse al cine de Bergman. Tiene de todo un poco, pero sin extralimitarse. Encontramos sueños surrealistas, una road-movie existencialista y por encima de todo, preguntas y más preguntas sobre el sentido de la vida ante la inexorabilidad de la muerte.
Y es inevitable quedarse sentado en el sillón, acabada la proyección, reflexionando. Intentando sacar el “jugo” a la película. Y eso no es fácil. Incluso puede que cunda el desánimo. Pero si se consigue superar esta fase con alguna conclusión, no con las de otro sino con las nuestras propias podremos enorgullecernos de lo logrado y exclamar: ¡Prueba superada!.
Los que amamos este arte y damos gracias a los Lumiére por ello, sabemos que hay directores que cuentan cosas y directores que dicen cosas. Y Bergman es de los que dicen. Y por ello hay que tener los ojos y también los oídos muy pero que muy abiertos. Su cine no es una invitación a la reflexión sino que reflexionar es una obligación. Y por ello, para algunos, entre los que me contaba, genera un cierto rechazo. Es realmente difícil de digerir pero cuando lo consigues es altamente gratificante.
Concretando, Fresas salvajes es, posiblemente, la película idónea para acercarse al cine de Bergman. Tiene de todo un poco, pero sin extralimitarse. Encontramos sueños surrealistas, una road-movie existencialista y por encima de todo, preguntas y más preguntas sobre el sentido de la vida ante la inexorabilidad de la muerte.
Y es inevitable quedarse sentado en el sillón, acabada la proyección, reflexionando. Intentando sacar el “jugo” a la película. Y eso no es fácil. Incluso puede que cunda el desánimo. Pero si se consigue superar esta fase con alguna conclusión, no con las de otro sino con las nuestras propias podremos enorgullecernos de lo logrado y exclamar: ¡Prueba superada!.
27 de septiembre de 2008
92 de 94 usuarios han encontrado esta crítica útil
La conquista del Oeste es una muy buena película. Vaya eso por delante. Lo de obras maestras se ha puesto cada vez más difícil entre otras cosas porque a medida que vamos viendo cine y más cine, nos hacemos superexigentes. Pero al Cesar lo que es del Cesar y How the West Was Won cumple con todas nuestras expectativas especialmente si se ve por primera vez hace ya algunos años y en aquel cinerama absolutamente espectacular. Luego me he enterado de sus muchísimas deficiencias, tantas que aparcaron el proyecto. Pero esa es otra historia. La que ahora nos ocupa es la historia del Oeste...
Porque de eso se trata. Del Wild West. Con sus tramperos, sus piratas de río (por cierto con un Lee Van Cleef previo a su etapa Leone aunque con un largo historial “delictivo”), su fiebre del oro, sus esperanzas, sus tahúres, sus indios, el Ponny Express, la guerra civil, el ferrocarril... Todos los elementos que han configurado todos y cada uno de los western que hemos visto, estructurados perfectamente en capítulos unidos a la perfección por los avatares de dos familias, los Prescott y los Rawlings, a su vez entrelazadas entre ellas.
¿Un plantel de actores excesivo? Como decimos por aquí, nunca por mucho trigo fue mal año (en España tenemos refranes para todo) Y encontrarse con todos ellos pues a mi me gustó. Algunos mejor que otros. Evidentemente. Solo voy a citar a una actriz olvidada en el reparto dado por Filmaffinity: la gran Thelma Ritter (¿O es que nadie se acuerda de su candidatura al Oscar a la mejor actriz secundaria por Manos Peligrosas de Samuel Fuller?).
¡Ah! Y la música de Alfred Newman toda una leyenda. Inolvidable. Western y BSO se identifican. Se hacen una sola cosa.
Tres directores de excepción y entre ellos el Ford más genuino. Ese que da importancia a la vida, a la familia y a los sentimientos en las condiciones más adversas, ya sea el trabajo en la mina, la supervivencia de la emigración o, como en este caso, en la guerra de americanos contra americanos. Un Ford que, como es habitual en él, ensalza en su medida justa (es decir las agiganta como se merecen) la figura abnegada de las madres y que no solo filma un concierto de balas sino también una sinfonía de sentimientos.
Acabo con la espectacularidad de una escena que me sobrecogió de joven, la de los búfalos en estampida. Vista en Cinerama me hizo sentir indefenso. Casi debajo de sus pezuñas. Hoy los años y las 625 líneas cambiaron el efecto. Pero aun así... ¡ Chapeau !
¿No es el mejor western de la historia?, ¡Que más da!
Porque de eso se trata. Del Wild West. Con sus tramperos, sus piratas de río (por cierto con un Lee Van Cleef previo a su etapa Leone aunque con un largo historial “delictivo”), su fiebre del oro, sus esperanzas, sus tahúres, sus indios, el Ponny Express, la guerra civil, el ferrocarril... Todos los elementos que han configurado todos y cada uno de los western que hemos visto, estructurados perfectamente en capítulos unidos a la perfección por los avatares de dos familias, los Prescott y los Rawlings, a su vez entrelazadas entre ellas.
¿Un plantel de actores excesivo? Como decimos por aquí, nunca por mucho trigo fue mal año (en España tenemos refranes para todo) Y encontrarse con todos ellos pues a mi me gustó. Algunos mejor que otros. Evidentemente. Solo voy a citar a una actriz olvidada en el reparto dado por Filmaffinity: la gran Thelma Ritter (¿O es que nadie se acuerda de su candidatura al Oscar a la mejor actriz secundaria por Manos Peligrosas de Samuel Fuller?).
¡Ah! Y la música de Alfred Newman toda una leyenda. Inolvidable. Western y BSO se identifican. Se hacen una sola cosa.
Tres directores de excepción y entre ellos el Ford más genuino. Ese que da importancia a la vida, a la familia y a los sentimientos en las condiciones más adversas, ya sea el trabajo en la mina, la supervivencia de la emigración o, como en este caso, en la guerra de americanos contra americanos. Un Ford que, como es habitual en él, ensalza en su medida justa (es decir las agiganta como se merecen) la figura abnegada de las madres y que no solo filma un concierto de balas sino también una sinfonía de sentimientos.
Acabo con la espectacularidad de una escena que me sobrecogió de joven, la de los búfalos en estampida. Vista en Cinerama me hizo sentir indefenso. Casi debajo de sus pezuñas. Hoy los años y las 625 líneas cambiaron el efecto. Pero aun así... ¡ Chapeau !
¿No es el mejor western de la historia?, ¡Que más da!
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