Miembro de un desorganizado grupo de mercenarios salido del desierto, dispuesto a trabajar para cualquiera con tal de obtener un buen pago a cambio de sus servicios. Ahora que predomina el uso de las ballestas, solo los guerreros más curtidos de las tribus doradas saben usar el arco largo en combate. Ni siquiera les hace falta apuntar con los ojos, les basta el sonido del aire cargado de arena para localizar al enemigo. Inicuos y fragmentados espíritus moran en sus armas, acudiendo en su ayuda en sus momentos de mayor necesidad. Una vez aparecen, solo la agonía del vencido podrá aplacar su ira, sin importar si es la de su propietario o la del enemigo.