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Historia LGBT en Francia

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Pareja de mujeres bailando en una postal de 1930.

La historia LGBT en Francia es la historia social, política y cultural de las lesbianas, gays, bisexuales, personas transgénero, intersex y queer en Francia, así como de sus succesivas situaciones sociales y de su progresiva afirmación.

A partir de la llegada del cristianismo, las tendencias LGBT, que ya se practicaban[1]​ sufrieron una fuerte condena legal y religiosa que podría llegar hasta la pena de muerte. En el antiguo régimen, esto afectaba más marcadamente a los miembros del tercer estado que a la aristocracia. La primera Revolución Francesa de 1794 puso fin a la criminalización de las prácticas homosexuales, pero la represión continuaría adoptando nuevos avatares. Se instauró una discreta vigilancia policial bajo el imperio de Napoleón. Esto no impidió la aparición de una sociabilidad y una cultura homosexual y travesti a finales del siglo XIX, centrada siempre en París. Esta relativa libertad no se extendió al imperio colonial francés, donde Francia mantuvo un orden sexual mucho más estricto.

La comunidad LGBT francesa fue tomando forma a lo largo del siglo XX, con la distinción entre travestismo y transexualidad en la década de 1960, seguida de nuevos grupos trans y de manifestaciones políticas en la década de 1970. Éstas desembocaron en la creación de la marcha del orgullo en Francia (en francés «marche des fiertés») y en importantes contribuciones teóricas al feminismo lésbico internacional, a través de los trabajos de Monique Wittig.

Aunque las personas LGBT en Francia consiguieron el fin del registro estatal de homosexuales y de la discriminación legal en cuanto la mayoría sexual en 1982, el final del siglo XX estuvo marcado sobre todo por la pandemia de sida. No fue hasta 1999 cuando se creó el PACS, unión de hecho abierta a las parejas homosexuales, y hubo que esperar a 2013 para la apertura del matrimonio entre personas del mismo sexo.

Antigüedad

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Nos sabemos mucho de las costumbres en cuanto al sexo del área pre-romana de lo que hoy llamamos «Francia». Los pueblos celtas que habitaban lo que los romanos llamarían «Galia» no tenían una tradición de escritura, y solo podemos leer lo que otros pueblos pensaban de ellos. Podemos encontrar pistas sobre sus costumbres en los textos del geógrafo e historiador griego Posidonio, que escribió en la primera mitad del siglo I a. C. Posidonio viajó extensamente por el mar Mediterráneo, visitando colonias griegas como Masalia que estaba completamente rodeada de poblaciones galas.[2]​ Su testimonio aparece a través de las compilaciones de Diodoro Sículo así como en la obra del egipcio Ateneo de Naucratis, tres siglos más tarde. Diodoro dice lo siguiente:[3]

Aunque poseen muchas mujeres hermosas, no se preocupan mucho por ellas. Los hombres se apasionan mucho más por las personas de su propio sexo; se acuclillan sobre las pieles y se divierten con sus amantes de todas las maneras posibles. Lo más extraordinario es que no sienten pudor ni indignidad. Se ofrecen a otros hombres sin el menor escrúpulo. Además, este comportamiento no se considera vergonzoso ni despreciado. Al contrario, si uno de ellos rechaza al que se ha ofrecido, éste se ofende.

Cabe recalcar que Diodoro no condena la sexualidad entre hombres sino la forma en la que los galos se desvían de la norma griega. En efecto, el paradigma griego de Posidonio así como las costumbres romanas de Diodoro ambas consideraban aberrante que un hombre "superior" por su edad o estatus social pudierese adoptar con entusiasmo un papel pasivo en el acto sexual. Los celtas, por otra parte, parecen haber aceptado esto con normalidad, lo que indicaría que sus sociedades aceptaban las relaciones homosexuales activas y pasivas.[3]


También es probable que estos dos autores exagerasen las costumbre celtas para caracterizarlos como bárbaros, lo cual es un sesgo característico de estos autores. Sin embargo, la información de Diodoro es confirmada a finales del siglo II por Ateneo, que afirma que los hombres celtas, aun disponiendo de mujeres hermosas, preferían a los jóvenes para sus juegos eróticos y era frecuente verlos acostarse entre ellos, añadiendo que además habían adoptado las costumbres sexuales griegas.[4]Estrabón también habla de los comportamientos sexuales pasivos entre los guerreros celtas como explicación de la famosa agresividad celta.[5]

Más adelante, la conquista de las Galias traería nuevas costumbres a través de la hegemonía cultural romana y la llegada de poblaciones latinas. De acuerdo a estas costumbres, el sexo homosexual activo estaba normalizado y era propio de hombres libres, mientras que la pasividad era propia de esclavos. A la desaparición progresiva de la esclavitud seguiría la llegada del cristianismo primitivo, caracterizado por la intolerancia de la homosexualidad, pero cuyo efecto tardaría en permear a la sociedad gala, que posiblemente mantenía costumbres similares a las de sus ancestros paganos.[6]

Edad Media

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Manuscrito ilustrado de la Biblia Moralizada de Viena 2554 realizada a principios del siglo XIII para un miembro de la familia real francesa.

La primera parte de la Edad Media estuvo marcada por una concepción cristiana del amor y la sexualidad que concebía el amor como un valor y la sexualidad como un pecado. El ideal era ser virgen o casto y donde la continencia, es decir, una práctica restringida de la sexualidad dentro del matrimonio heterosexual, un mal menor. Se valoran los afectos entre mujeres o entre hombres, así como los poetas que hablan de ellos como Baudri de Bourgueil y Marbode. En estos cantos, la retórica erótica sirve para constatar la virtud de los personajes.[7]

Sin embargo, dos cambios vienen a alterar el estado de las cosas a partir de los siglo XII. Fue en esta época cuando surgió la persecución de la «sodomía», en el sentido amplio de práctica sexual no reproductiva que incluye el coito entre dos hombres. Está bien documentado que la acusación de practicarla servía como arma de deslegitimación política. El primer ejemplo con el que contamos es la campaña de desprestigio emprendida contra Juan, obispo de Orleans, que fue acusado de haber tenido relaciones carnales con Felipe I. Por ejemplo, Yves de Chartres afirmará en una carta a Urbano II. Estas acusaciones cobraron fuerza a medida que la sociedad medieval abandonaba cada vez más la celebración del afecto entre los hombres: Mientras que este vínculo era valorado entre señor y vasallo en un contexto de poder menos centralizado, ya que permitía que las relaciones sociales fluyeran con mayor facilidad, era por el contrario criticado en un contexto de monarquía reforzada, ya que la aristocracia veía las relaciones demasiado íntimas entre el soberano y otro hombre como una forma de favoritismo, mientras que a la inversa, el monarca podía sentirse amenazado por las alianza demasiado fuertes entre súbditos.[7]

Esta fue también la época en la que convergieron el amor verdadero y la sexualidad, primero en la literatura de los trovadores y luego en el seno de la Iglesia, que sacralizó el matrimonio heterosexual al consignarlo como un nuevo sacramento en el Cuarto Concilio de Letrán de 1215. Esto significaba que el afecto y la sexualidad quedaban restringidos al matrimonio, excluyendo así la afectividad homoerotica. A partir de entonces, la homosexualidad ya no se percibía en su dimensión afectiva o social, sino únicamente a través del prisma sexual. Es esta inversión, entre otras cosas, lo que hace que contibuye a hacer del catarismo una herejía especialmente grave a ojos del papado, el hecho que se les acusaba de homosexualidad, también conocida como «bougrerie».[7]​ La condena de la herejía a través de la homosexualidad hipersexualizada alcanzó su apogeo en el proceso de la Orden del Temple, a principios del XIV, donde las acusaciones contra los Templarios enumeraban en particular fellatio y anilingus.[8]

Los historiadores pensaron durante bastante tiempo que las el lesbianismo no correspondía a la leyes de sodomía, pero estudios más recientes muestran que juristas como Cino da Pistoia tomaron en consideración la Lex foedissiman de 287, una oscura ley de Diocleciano para condenar a las mujeres que tenían relaciones sexuales con otras mujeres. En 1400 Bartolomeo de Saliceto se ampara en esta ley para condenar el lesbianismo a la pena de muerte y Lecturas de Saliceto se convertirían en una referencia hasta el siglo XVIII.[9]

Período moderno

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Condena teológica, jurídica y moral

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Una guillotina, modo de ejecución predilecto de las autoridades francesas.

Algunos Filósofos de la Ilustración se posicionaron en contra de la penalización de la homosexualidad, como Voltaire, Condorcet, o Montesquieu. Sin embargo, esta defensa de la despenalización iba acompañada de una condena moral, criticándose la respuesta penal sólo porque sería menos eficaz de lo que sería la mera condena social. Otros, menos numerosos, sostienen que la homosexualidad es tan natural como la heterosexualidad. Denis Diderot y Théophile de Bordeu sostienen que la sexualidad homosexual no puede ser condenada, ya que su única consecuencia práctica es proporcionar placer a los participantes. El historiador Bryant T. Ragan Jr. sostiene que la frecuente y peyorativa asociación entre homosexualidad y filósofos ilustrados por parte de sus retractores impidió a estos últimos defender la homosexualidad libremente por miedo a ser vistos ellos mismos como homosexuales. En efecto, la homosexualidad llegó ser llamada "amor socrático" y "vicio de los filósofos". Voltaire y d'Alembert fueron personalmente acusados de mantener relaciones con hombres.[10]

El pensamiento homófobo se desarrolla entonces sobre argumentos teológicos, jurídicos y sociales. La condena teológica se basaba en una asociación entre homosexualidad y herejía: la novela pornográfica Thérèse philosophe se refiere a los homosexuales como "herejes", y el término más común en la época para referirse a un gay, "bougres", procede del siglo XII y es una distorsión de "búlgaros", un pueblo al que se consideraba como herejes y sodomitas. La asociación entre herejía y homosexualidad era tan fuerte que, desde la Reforma hasta finales del siglo XVIII, figuras protestantes, como Pierre Jurieu, acusaban a los católicos, especialmente a los sacerdotes, de mantener relaciones sexuales entre ellos. Los anticlericales retomaron este motivo, como lo hace Voltaire en su Candide. Se comenzó a desarrollar un estereotipo pornográfico de los monasterios como lugares de libertinaje gay y lésbico, desarrollado por Mirabeau en Erotika Biblion.[10]

En este contexto, sólo se hace referencia a la homosexualidad mediante perífrasis, como el vicio más notorio o abominación de las abominaciones. Estos eufemismos estaban bien vistos por los teólogos, que pensaban entonces que nombrar directamente la homosexualidad daría a sus ignorantes lectores la idea de practicarla. En cambio, cuando los juristas condenaban la homosexualidad, lo hacían explícitamente. Aunque el término «homosexual» aún no existía, el término «sodomita» se refería tanto a la práctica del sexo anal como a las relaciones entre personas del mismo sexo, masculino o femenino. Los juristas precisaban que se referían a la segunda acepción, tipificando la homosexualidad como un delito.[10]

Por último, la homosexualidad se considera una violación de las leyes naturales: Francois Bernier, por ejemplo, cree erróneamente que la homosexualidad es exclusiva del hombre y no se encuentra en el reino animal, de lo que deduce que sólo puede ser una perversión. Esta condena de la homosexualidad fue acompañada de una naturalización de la heterosexualidad, con una literatura francesa del siglo XVIII rebosante de celebraciones de la atraicción entre hombres y mujeres, que constituía la norma. Como resultado de esta visión de la homosexualidad como algo antinatural, las relaciones sexuales entre hombres o entre mujeres se consideraban peligrosas para la salud. Diderot criticó este punto de vista en El sueño de D'Alembert: si los seres humanos tienen relaciones homosexuales, es porque la homosexualidad es la naturaleza humana, ya que es imposible actuar en contra de la propia naturaleza.[10]

También fue en esta época cuando apareció la fetichización del lesbianismo como tema pornográfico dirigido a un público de hombres heterosexuales.[10]

La homosexualidad como construcción social

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Varios filósofos ven la homosexualidad no como un pecado o una naturaleza individual, sino como una consecuencia de la organización de una sociedad, y por tanto una construcción social. De ello extraen diversas conclusiones morales.[10]

La primera interpretación es que, dado que la homosexualidad es mala en sí misma, las prácticas sociales que la fomentan también lo son. Es el caso, por ejemplo, de Montesquieu, que (en Les Lettres persanes) critica la parctica de los haren, así como la práctica del deporte nudista en la antigua Grecia (en De l'esprit des lois) que se había retomado en los internados masculinos de su época. Diderot formula críticas similares respecto a los conventos (en La Nonne).[10]

Helvétius constata (en De l'Homme) que la aceptación de la homosexualidad, a la que se refiere como "amor griego", es común en otras civilizaciones. Toma los ejemplos de la antigua Grecia, del Perú precolombino y los monasterios budistas de Japón de su época. Con esto invita a sus lectores a comparar las leyes morales de las sociedades humanas para identificar una que pueda ser verdaderamente universal, concluyendo que el rechazo del sexo homosexual no lo es.[10]

La homosexualidad como identidad y cultura

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Retrato de chevalier d'Eon, diplomático de Luis XV ante la Corona de Inglaterra que a los 49 años decidió vestirse de mujer el resto de su vida.

Entre los años 1700 y 1720, la homosexualidad masculina pasa de designar una conducta a considerarse no sólo como un comportamiento que cualquiera podía manifestar, sino como una identidad propia y estable en el tiempo. "Sodomita" comienza así a designar, y a ser pensado por los hombres que se identifican con el término, como una forma de ser diferente del hombre heterosexual, necesariamente más afeminado. Del mismo modo, a partir de la década de 1780, los términos "sáfica" y "tribade" se utilizaron para designar a las mujeres lesbianas, que se consideraban también de naturaleza más masculina que las mujeres heterosexuales.[10]

Esta aparición de una identidad específica vino acompañada de una visión de las relaciones homosexuales como una afición que excluía la atracción heterosexual, mientras que hasta entonces la crítica de la "sodomía" atacaba comportamientos más bien bisexuales, es decir, que podían ser sodomitas también las personas que mantenían relaciones con el otro sexo. Esta exclusión de la bisexualidad del ámbito de lo concebible puede encontrarse en el relato autobiográfico Le Cosmopolite de Louis-Charles Fougeret de Monbron, que presenta a los hombres musulmanes como muy a menudo bisexuales, en contraste con el cristianismo donde esta orientación sería una anomalía. La defensa de la homosexualidad por parte de Mirabeau, que retoma el mito platónico de la androginia (en El Banquete) suponiendo además de seres dobles mujer/hombre separados para luego convertirse en mujer heterosexual y hombre heterosexual, existían también seres mujer/mujer que se darían lugar a las lesbianas y seres hombre/hombre, para convertirse en homosexuales. Este pensamiento alegorico vuelve impensable la existencia de personas bisexuales.[10]

Esta nueva forma de pensar la identidad homosexual permite la aparición de una comunidad homosexual masculina y, por tanto, de una cultura gay, en particular en París. Los "sodomitas" de la época adoptaban manierismos afeminados, se ponían apodos femeninos y se dirigían entre ellos por tutoiement (tuteandose). El cruising se desarrolló, principalmente en lugares públicos donde se ejercía la prostitución como las orillas del Sena, los bulevares del norte de la ciudad o jardines públicos. Los más frecuentados eran el jardin des Tuileries, los Jardines de Luxemburgo y el Jardin du Palais-Royal. Numerosos cabarets sirvieron de lugares de encuentro y de actividad sexual durante el siglo XVIII, en particular el Petit-Trianon, la Tour d'Argent, la Croix d'or, el Roi des Laboureurs y el Franck Pinot. Se desarrolló un vocabulario específico: mientras que "sodomita" era un término generalista, "giton" se refería a una pareja exclusivamente pasiva y "bardache" a un joven pasivo que mantenía relaciones con hombres mayores.[10]

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Placa situada en la Rue Montorgueil en homenaje a Jean Diot y Bruno Lenoir, últimas personas ejecutadas en Francia por homosexualidad en 1750.

A pesar de esta condena social, la represión legal de las conductas homosexuales fue disminuyendo progresivamente: la discrepancia entre la dureza de las penas previstas por la ley y la laxitud de la aplicación era característica de la Francia del antiguo régimen. A principios del XVIII, las relaciones homosexuales sólo se castigaban con unas horas o unos días de calabozo. Para identificar sodomitas, la policía utilizaba agentes infiltrados reclutados entre los presos por otros delitos, que fingían buscar sexo en lugares de encuentros homosexuales para poder detener a estos en flagrante delito. Cada año se detiene así a varios centenares de hombres.[10][11]

En 1725 estalla el escándalo Deschauffours que consistía en una red que secuestraba a jóvenes para venderlos a aristócratas y altos cargos del clero.[12]​ Este episodio, escabrosamente relatado por la prensa, asociará la homosexualidad a esta conspiración para violar menores. La intolerancia hacia la homosexualidad se exacerbó pues en lo que respecta a público y las autoridades, hasta el punto que décadas después, Jean Diot y Bruno Lenoir serían ejecutados en 1750. Se trataría sin embargo de la última condena a muerte por homosexualidad en Francia.[13]

Aunque otros cinco "sodomitas" fueron ejecutados entre 1714 y 1783, su homosexualidad no era más que una circunstancia agravante de otros delitos, como asesinato o violación. En total, el número de condenados a muerte durante la Edad Moderna en Francia se estima en 36 hombres y dos mujeres.

En general, el siglo VIII en Francia se caracterizó por un tratamiento diferenciado de la homosexualidad masculina: la nobleza y el clero francés gozaba de la clemencia de los jueces cuando se sentaba en el banquillo por "delito de sodomía" mientras que a miembros del tercer estado se les imponía la tatalidad de sus sentencias.[14]

El historiador Jean-Louis Flandrin sugiere también explicación para el bajo número de condenas por homosexualidad, siendo esta que el comportamiento homosexual era simplemente demasiado común para ser perseguido por los tribunales. A esto se suma que las relaciones homosexuales tenían la ventaja de no dar lugar a bastardos, cuyo nacimiento era mucho más peligroso para el orden social y familiar de la época.[10]

Revoluciones y contrarrevoluciones (1978-1890)

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Periodo revolucionario

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En 1791, la condena legal de la sodomía desaparece naturalmente del Código Penal sin causar debate ni que se se le de mayor importancia. El historiador François Atreyu explica que la influencia de la revolución llevó a una progresiva secularización, es decir, que no reflejaba una mayor tolerancia de la homosexualidad. En efecto, junto con la sodomía desaparecían las condenas por blasfemia, sacrilegio, herejía y magia. Inmediatamente después de esta reforma, el código de la policía municipal se dotó de dos nuevos delitos: el atentado al pudor y la incitación de los jóvenes al libertinaje. Estas figuras servirían para reprimir más discretamente la homosexualidad y relegándola a la esfera intima.[15]

Al mismo tiempo, la homosexualidad y la bisexualidad siguen siendo utilizadas en los panfletos político-pornográficos como prueba de la perversión de la élite aristocrática y, por tanto, de su ilegitimidad para ejercer el poder. Este tipo de críticas se focalizaban a menudo en María Antonieta a través de acusaciones de "tribadisme" (lesbianismo) y ninfomanía, sobre imaginando que tenía relaciones con la contesa de Polignac y la princesse de Lamballe. Los partidarios de la monarquía constitucional otorgaron a de Polignac el papel de seductora de la que la Reina había sido víctima, mientras que los antimonárquicos hicieron activo el papel de la Reina en estas relaciones, aumentando así su culpabilidad. La misma imagen se utilizaría porco después contra la revolucionaria Théroigne de Mericourt. Se estigmatizaba también a los hombres a los que se imaginaba adoptando un rol pasivo en sus relaciones sexuales: se les consideraba incapaces de tener una erección y, por tanto, menos hombres.[16]

Periodo napoleónico

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Joseph Fiévée, hombre de Estado y espía, vivía abiertamente con su amante, el poeta Théodore Leclercq.

Si bien el código penal de 1810 no reinstauró el delito de homosexualidad (o sodomía), sí sirvió para afianzar los de atentado al pudor e incitación al libertinaje juvenil, añadiendo a estos el delito de indecencia pública. La política de Napoleón I respecto a las relaciones entre hombres fue generalmente represiva, privilegiando métodos discretos y eficaces para que la policía impidiese la homosexualidad sin armar escándalo ni dar publicidad a estas actividades. Napoleón ordenaría directamente a su archicanciller Jean-Jacques-Régis de Cambacérès que buscase públicamente una amante para acallar los rumores sobre su homosexualidad. Más tarde, el emperador presumiría de la escasa presencia de homosexuales en Francia, atribuyendolo a la belleza de las mujeres francesas. Sin embargo, a pesar de esta voluntad de guardar las apariencias, algunos de sus allegados vivían abiertamente como homosexuales como Joseph Fiévée, que vivía con su amante Théodore Leclercq.[15][17][18][19]

De esta forma, la policía seguiría llevando a cabo esencialmente las mismas detenciones solo que el delito ya no era el de «sodomía», sino que las condenas eran por «atentado al pudor», que se aplicaba a cualquier relación homosexual en el espacio público, o por «incitación al libertinaje»: consistente en que dos hombres se «corrompen mutuamente». Cabe destacar que la represión no se limitaba a perseguir en sexo en lugares públicos, sino que se utilizaba contra cualquier pareja que cohabitase o saliera en público.[19]

Sin embargo, las autoridades no eran el único brazo de la homofobia social: el 25 de marzo de 1792, un grupo de ciudadanos decidieron salir a buscar homosexuales en los jardines de las Tullerías para secuestrarlos y llevarlos a la policía. El mismo tipo de incidentes ocurrieron también en Chartres, Issoudun y Valence. En definitiva, ciudades donde se habían formado pequeñas comunidades homosexuales. Los autores de los actos violentos no fueron perseguidos por las autoridades que se concentraron en detener a sus víctimas.[19]

Restauración borbónica

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La monarquía de Julio fue un periodo de relajación de los roles de género y de revitalización de la fluidez sexual. En la novela oiselle de Maupin de Théophile Gautier, el héroe presenta todas las características de lo que hoy llamamos bisexualidad y género fluido, presentándose como hombre y más tarde como como mujer. Se se enamora del caballero Théodore de Serannes antes de darse cuenta de que es una mujer travestida y acaba teniendo relaciones tanto con el héroe como con su amante. En la literatura, la homosexualidad, el travestismo y la intersexualidad (conocida como «hermafroditismo») fueron temas muy populares. También aparecen en Mademoiselle de Maupin y Fragoletta de Henri de Latouche, así como en Sarrasine, Séraphîta, La Fille aux yeux d'or, Papá Goriot, Vautrin y Splendeurs et misères des courtisanes de Balzac. Sin embargo, esta fluidez no se celebraba en sí misma, sino que servía como fase en el camino hacia heterosexualidad normativa, que se consideraba natural.[20]

Es de interés el caso de Jenny Savalette de Lange, dama que legaría a formar parte de la corte de Luis XIII y de Carlos X. No trascende gran cosa sobre su vida excepto que tras muerte, durante el aseo mortuorio que llevaban a cabo su sobrina y una vecina, se descubrió que se trataba de "un hombre que vivó travestido toda su vida", un "homme-femme". Interpretaciones modernas han re-interpretado el caso de Savalette de Lange como el de una de las primeras mujeres trans francesas.[20][21]

A pesar de que la tolerancia aumentaba, las relaciones homosexuales en el seno de los grupos más marginados de la sociedad fueron especialmente estigmatizadas por temor a que perturbaran el orden social. La homsexualidad fue un argumento para impkantar celdas individuales en las prisiones. En julio de 1843 se prohibió a las prostitutas parisinas compartir piso, pues era bien conocido que estas mantenían relaciones entre ellas. Aparecen términos para los hombres que se dan al sexo homosexual en prisión pero vuelven a la heterosexualidad al ser liberados. Las relaciones homosexuales entre hombres también se desarrollaron en el colonia penal de Guyana.[20]

Segundo imperio

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Permiso de travestismo expedido por la Prefectura de Policía de París, 1862.

El Segundo Imperio vino acompañado de una solidificación de los géneros en comparación con la historia previa, con fuertes barreras entre roles pasivos y activos y entre heterosexualidad y homosexualidad. Para la historiadora Victoria Thompson, esta rigidificación de las categorías sociales de género fue consecuencia del refuerzo de las barreras de clase. La burguesía consiguió conservar su poder y hacer añicos los ideales obreros de las Jornadas de Junio. Su análisis de fuentes literarias y médicas revela que las relaciones entre hombes o mujeres son particularmente escandalosas cuando tienen lugar entre personas de distintas clases. Al contrario, Thomson cita el ejemplo de un inspector de policía que critica las relaciones homosexuales no respetables en oposición a otros ejemplos respetables: las compuestas por dos hombres de la misma clase social, edades diferentes, que finjen ser amigos de puertas afuera y de puertas adentro asumen uno asume el rol de hombre y otro el rol de mujer. En este caso, el travestismo en la intimidad se convierte en un argumento para tolerar la homosexualidad. Sin embargo, en público se persigue el travestismo y la policía llega a perseguir a las lesbianas que se visten de forma «demasiado masculina».[20][22]

Las relaciones lésbicas entre prostitutas se normalizaban más y más, consideradas una consecuencia natural de la visión diaria los defectos de los hombres. Una de estas relaciones se describe en Les Parisiennes de Paris de Théodore de Banville, así como su final rtrajico. Los libros Nana (novela), La Curée y Les Femmes Damnées de Émile Zola y Charles Baudelaire utilizan el lesbianismo como prueba de la corrupción moral de los maridos burgueses que, incapaces de amar a sus esposas, las obligan a recurrir otras mujeres, prostitutas, para obtener satisfacción sexual.[20]

Se pueden identificar distintos niveles de intolerancia en el seno de la sociedad francesa, pero la influencia de la religión que la homosexualidad fuese un motivo de escándalo, persecucción legal y ostracismo social. En torno a la prostitución masculina de París, se desarrolló una técnica de chantaje en la que un cómplice del gigoló se personaba con un uniforme policial para detener al cliente. El objetivo era asustar a este parafinalmente desistir cambio de un soborno. Esta práctica, descrita en el cuento Monsieur Auguste de Joseph Méry y vino a afianzar la asociación imaginada entre homosexualidad y criminalidad.[20]

Las autoridades médicas también contribuirían a la actitud de persecución contra la homosexualidad y desviación de género. La publicación de Auguste Ambroise Tardieu de Étude médicale sur les attentats aux mœurs (Estudio médico sobre los ataques a la moral), comenzaba analizando las violaciones pedófilas para obtener conclusiones sobre los hombres homosexuales en general, a los que consideraba enfermos y ptenciales criminales. El médico ditingue la bisexualidad, que no existe, de los casos de hombre homosexuales que ocultan sus tendencias así como de los hombres heterosexuales que se ven obligados a mantener relaciones homosexuales en situaciones de privación. Fue este médico qui comenzó a desarrollar el concepto de orientación sexual, según el cual la identidad de una persona ya no se basa únicamente en su comportamiento sino también en sus deseos. También contribuyó a naturalizar la diferencia entre hombres homosexuales pasivos y activos. Sus estritos condujeron una mayor condena de la homosexualidad y bisexualidad masculina junto a la patologización de la homosexualidad femenina, que para el siempre es una enfermedad mental.[20][23]

En 1863, Marie-Antoinette Lix participó y se distinguió en como heroína de la insurrección de enero 1863 disfrazánda de hombre y haciéndose llamar «Tony».[24]

Tercera república (1870-1940)

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La cultura homosexual

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Caricatura sobre el escandalo Harden-Eulenburg publicada en el semanario L'Assiette au beurre. El caricaturista sitúa la escena en un jardín público, evocando un lugar de encuentros homosexuales.

Los lugares de "drague" continúan multiplicandose y desarrollando una cultura particular y una comunidad en la que todo el mundo de conoce. En distintos cafés y bares se organizan noches de baile homosexualque a veces la policía interrumpe para efectuar detenciones. A los lugares de encuentro anónimos o de prostitución masculina que ya existían durante el siglo VIII se añaden otros. William A. Peniton señala que es difícil para los historiadores distinguir entre lo que era prostitución y lo que eran relaciones libres entre hombres, ya que ambas actividades eran tratadas de la misma manera en los registros judiciales y policiales. La prostitución homosexual hasta entonces era exclusivamente masculina, pero extiende progresivamente a las mujeres.[25][26]

Aparece una cultura lésbica con un vocabulario que las lesbianas usan entre ellas, con términos específicos como "vendedora de ajo" para hablar en clave de lesbianas de clase trabajadora (comer ajo significaba practicar un cunnilingus) así como para las lesbianas activas o pasivas durante el acto sexual. El bar parisino "Le Hanneton" era un hervidero de lesbianismo proletario. A pesar de que había gays y lesbianas en todos los estratos de la sociedad, la cultura sindical de la época asociaba la homosexualidad a las clases dirigentes y la heterosexualidad a las luchas populares.[26]

El escritor Jacques d'Adelswärd-Fersen funda primera revista homosexual francesa, Akademos en 1909. Esta deajría de publicarse tras solo 11 números debido por falta de financiación.[27]

Fue en esta época de nacionalismos cuando se forjaría un mito de consecuencias nefastas: la homosexualidad como vicio germanizante y signo de traición. En efecto, en Alemania el escándalo Harden-Eulenburg lleva al público a creer que el que el entorno del emperador Wilhelm II estaba repleto de homosexuales. La prensa francesa de la época se hizo eco del asunto, burlándose del ejército alemán y sus oficiales. La prensa también continuaría informando sobre varios escándalos de homosexualidad en el ejército francés, pero ninguno causaría tanto revuelo. En 1907, estalla el «escándalo de Bourges» en el que un capitán y un teniente del 95.º regimiento de infantería franceses fueron acusados de mantener relaciones homosexuales con soldados.[28]​ Se seguirían denunciaron otros casos hasta 1912, año en el que se pone el foco en la relación entre un militar un francés y un soldado alemán, dando lugar a especulaciones infundadas de espionaje.[29][30][31]

Un nuevo paradigma

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Henri de Toulouse-Lautrec, La clown Cha-U-Kao au moulin rouge, 1895.

Ambroise Tardieu sería un autor importante en lo que respecta a la construcción de nuevos prejuicios homófobos, en particular la idea de que los hombres homosexuales son celosos y violentos naturaleza. A partir de este momento, el sistema judicial comenzaría a tratar las relaciones homosexuales como prueba de culpabilidad en casos de asesinato.[32]

Las clases sociales privilegiadas escriben de las clases trabajadoras como seres "sexualmente inocentes" que no podían ser homosexuales a menos que hubieran sido alguien de clase social alta venga a corromperlas. De la misma manera, lesbianismo estaba fuertemente asociado a la prostitución, hasta el punto de que a los franceses de la época les resultaba difícil imaginar a una lesbiana que no ejerciera la prostitución. El lesbianismo se sexualiza y se desarrola toda una producción de imágenes pornográficas de mujeres para un público masculino. Toda esta cultura de hipersexualización lésbica no afecta a las lesbianas marimacho, a las que simplemente se continua condenando.[32][33]

Retrato de Arthur Rimbaud en 1872, poeta homosexual.

La década de 1890 fue testigo de la producción de numerosas obras sobre el tema de la homosexualidad femenina. Georges Barbier publicó Les chansons de Bilitis, una colección de poemas supuestamente traducidos del griego, mientras que Henri de Toulouse-Lautrec realizó varios cuadros tomando como modelo a la payasa Cha-U-Kao, abiertamente lesbiana. Marcel Proust, creador de la novela homosexual en Francia, fue uno de los primeros escritores de su época en evocar el tabú de la homosexualidad en la literatura. Encontramos otras trazas de actividad LGTB en distintas autobiografías homosexuales y transexuales en tratados médicos, como la de Arthur Belorget, al que se le conocía como «la condesa».[34]

También durante esta época, Oscar Wilde sirvió como icono a los homosexuales franceses, particularmente a André Gide. Fue un periodo del que se conservan muchas fotografías homoeróticas, tanto de mujeres como de hombres.[34]

Primera Guerra Mundial (1914-1918)

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Durante la Primera Guerra Mundial, muchos hombres se alejarían de sus hogares, lo cual contribuiría a crear un momento de libertad en la aceptación de relaciones sáfismo.[34]​ Por otro lado, en el frente, las autoridades del ejército trabajaron activamente para desalentar las relaciones entre soldados.[35]​ Desde 1896 los franceses asociaban la homosexualidad con la cultura Alemana, así como con la prostitución masculina y la vida homosexual de Berlín hasta el punto de ser apodada "el vicio alemán". Uno de los típicos en las relaciones galo-germanas de esta época es el paralelismo establecido entre Francia, que se identificaba con la Atenas y Alemania, que sería Esparta. "Bárbara, cultural y estéticamente inferior, militarista y asolada por la homosexualidad": la homosexualidad era, pues un vicio del enemigo. Paradójicamente, el único territorio de la Francia actual donde existía un delito de homosexualidad eran Alsacia y Lorena, administrabas por el Reich. Entre 1902 y 1913 se dictaron 144 autos de procesamiento y 114 condenas.[36][37]

Se populariza un nacionalismo natalista, que veía en la natalidad el factor clave que aseguraría la supervivencia nación francesa. La heterosexualidad era, pues patriótica, como se ilustra en Corydon de André Gide. Esta inquietud se exacerbaría aún más tras la guerra, momento en que la muerte de 1,3 millones de jóvenes en las trincheras hizo temer erróneamente que «el pueblo francés se extinguiría en treinta años».[36]

Entre-guerras (años 20 y 30)

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Colette junto a su amate, Mathilde de Morny.
Publicidad para el baile de mi-carême de 1920 en el Magic City.

La apertura de la entre-guerra se refleja también en la producción literaria. En 1922, la novela La Garçonne de Victor Margueritte lleva a cabo una cruda representación del lesbianismo, seguido de otros entre los que destacan Corydon en 1924, de André Gide,Le Troisième Sexe en 1927, de Willy, Le Pur et l'Impur de Colette en 1931, un retrato desprejuiciado del lesbianismo y Le Taciturne de Roger Martin du Gard, obra en la que el protagonista se suicida al darse cuenta de su homosexualidad. La revista Marges dedicó una sección especial a la preocupación homosexual en 1926. Fue también en esta época cuando la escritora Natalie Clifford Barney, que inmigró a París donde vivía abiertamentemente su lesbianismo, hizo redescubrir a la poetisa Safo, primero en Estados Unidos y luego en el resto del mundo y sobre todo en Francia.[34]

Esta visibilidad no significó que hubiese episodios violentos dehomofobia. El asesinato de Oscar Dufrenne en 1933, también conocido como el "el crimen del palacio" fue un tal caso, dando lugar a una avalancha de homofobia entre periodistas y lectores. El Partido Comunista Francés, fundado en 1920, consideraba la homosexualidad un lujo que las clases trabajadoras no podían permitirse. Los partidos de derechas consideraban que el lesbianismo de Louise Michel la desacreditaba políticamente y los movimientos anarquistas preferían presentarla como una solterona empedernida. El libro 'Corydon]] de André Gide tendría especial importancia en lo que respecta a la literatura homofoba.[38][39][40][41]

Aunque el término "homosexual" existió desde 1869, este apenas se utilizaba. Se hablaba más bien de "uraniano", "invertido", "pederasta", "ebe" o "desviado" en lo que respecta a los hombres. Las lesbianas eran "mujeres malditas". Tampoco se puede decir que los homosexuales tuviesen ninguna cultura o voz común. Gide, por ejemplo, tenía una visión de los "invertidos" que correspondía perfectamente al cliché homófobo de la época: se dividen entre "almas femeninas en cuerpos de hombre" físicamente débiles que y los "pederastas", que eran respetables de físico vigoroso y apariencia viril.[39][42]

A pesar de que no hubiese un paisaje de revistas similar al alemán, la tirada Inversions (Inversiones) publicaría 4 números en 1924 y uno más en 1925 y fue los más parecido, con un enfoque en la cultura homosexual y la lucha contra los estereotipos. Sin embargo, fue objeto de críticas internas y acusado de problemas como infrarrepresentación lésbica y la curiosa mezcla de una profesión de fe poco clara junto un título demasiado explícito. Sus creadores, Gustave Beyria y Gaston Lestrade fueron condenados a 200 francos de multa y 6 meses de prisión.[39]

Hitos trans y reacciones

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En 1929, Violette Morris se sometió a una masectomía, cambio que sumado a su indumentaria masculina provocó que la federación deportiva francesa le denegara la licencia deportiva, invitandola a competir junto a los hombres, esto a pesar de que ser mujer.[43]​ La primera serie de operaciones de afirmación de género se realizó en Alemania, en el Instituto Hirschfeld para Dorchen Richter. El cirujano Felix Abraham, que se había formado parcialmente en Francia, realizó y documentó las operaciones. Dorchen y otras personas trans, como la pintora danesa Lili Elbe y el francés Henri Accès recibieron en interés de la prensa francesa. La literatura también exploraría la idea de identidades trans con las novelas La Femme qui était en lui (la mujer que estaba en el), de Maurice Rostand y L'expérience du docteur Laboulette (el experimento del doctor laboulette) de Marcel Sherol, así como el cuento Le Plaisir singulier (el placer singular), de Pierre de la Batut. Los médicos, sin embargo, se mostrarían los más rehacios a reconocer las operaciones de reasignación. Por ejemplo Agnès Masson, directora de una institución psiquiátrica, criticaría el consentimiento de los pacientes a pesar de todos los documentos que Hirschfeld daba a sus pacientes y sobre todo, consideraba que si alguien buscaba cambiar de sexo era una consecuencia de que la homosexualidad fuese ilegal en Alemania. Sería el principio de una larga tendencia psiquiátrica y psicoanalítica de patologizar la identidad trans.[44]

Los felices años veinte fueron una época de gran visibilidad y libertad para los estilos de vida homosexuales, sobre todo en París. Este submundo estaba estructurado en torno a los numerosos clubes y bares de los barrios de Montparnasse,Pigalle y Montmartre, como el bar lésbico Le Fétiche, le Boudoir de l'Amour de Eva Kotchever, o el bar masculino le Magic City. A estos se acudían los lupanars, Hammams y Vespasiennes. Esta sociabilidad también se manifestaba en torno a la prostitución frecuentada por los marineros, en los puertos de Rouen y Toulon.[45]

Segunda Guerra Mundial (1940-1945)

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Placas conmemorativas del campo de concentración de Natzwiller-Struthof. Una de ellas alude a los deportados por homosexualidad.

Como parte de los términos de rendición de Francia, en junio de 1940 los territorios de Alsacia y Mosela, que constituyen la franja adyacente a Alemanía fue anexionado como parte integral Tercer Reich. El código penal francés dejó de aplicarse en 1942, siendo sustituido gradualmente por el código penal alemán. Los habitantes eran considerados "Alemanes de sangre" (Volksdeutsche) sin ser por ello ciudadanos (Reichsdeutsche).[46]​ Sin embargo, a partir del verano de 1940, las autoridades germanas llevarían a cabo una intensa campaña represión contra la homosexualidad en la que las fuerzas administrativas y policiales utilizaron métodos extra-judiciales para llevar a cabo la "purificación" de estos nuevos territorios (Reinigung). La situación de alegalidad de estas acciones permitieron reprimir la con mayor brutalidad y sin rendir cuentas. Si bien la policía francesa no conservaba un registro de homosexuales, si que contaban con un archivo de condenados por indecencia pública. En noviembre de 1940 los alemanes y la policía collaboraron para crear estas listas y procedieron a detener aquellos a quienes identificaron.[47]​ Los homosexuales también podían ser condenados a partir de las denuncias de sus alcaldes o por de denuncias espontáneas de sus compañeros de trabajo, vecinos y familiares. Algunos de ellos serían expulsados a la Francia no ocupada, mientras que otros fueron enviados a campos de reeducación o de trabajos forzados.[48]​ Al igual que pasó con el resto de la población francesa, la mayoría permaneció ni se refugiaron ni se opusieron activamente al ejército alemán, limitándose a tomar medidas de precaución como fomentar las relaciones anónimas o preparar estrategias de defensa mutua con su amante.

Los diferentes destinos de estos hombres que fueron o bien deportados a los territorios no-ocupados o bien internados en campos ha tratado de explicarse a través del doble discurso que acompañaba de las autoridades, que distinguían entre la homosexualidad adquirida, que era curable menos grave, y la homosexualidad innata, que llevaba a corromper a los jóvenes. La segunda se pensaba como una enfermedad asociánda a rasgos y modales afeminados. Estos convictos franceses expresaban muy poco sentimiento de identidad homosexual o bisexual a diferencia de los de Baden, comunidad cuya cultura estaba duda más influida por la literatura teórica homosexual alemana de los años treinta. Otros historiadores han propuesto que la aritrariedad de las condenas era una como consecuencia de las disensiones internas del régimen nazi. En efecto, Heinrich Himmler, mano derecha de Hitler, estaba a favor de enviar a un gran número de alsacianos a campos de concentración mientras que Robert Wagner, líder de zona del partido nazi en la zona ocupada, se oponía. Las nuevas estructuras traídas por la guerra y la anexión, que no eran mixtas, como las Juventudes Hitlerianas, el Reichsarbeitsdienst (Servicio Nacional de Trabajo), la Wehrmacht (Ejército alemán), las SS y las fábricas eran epicentros de actividad homosexual.[46][49]

Josephine Baker, bisexual y luchadora de la resistencia por la Francia Libre.

En el resto del territorio, las personas homosexuales y bisexuales se repartían por todos los sectores de la sociedad francesa, incluidos los que se encontraron del lado de la colaboración con el fascismo. Algunas figuras notables como Abel Bonnard, Marcel Bucard, Robert Brasillach, Violette Morris corresponden a este primer caso. En segundo lugar, y es este el legado que tiende a ser más recordado, hubo personas LGBT con puestos centrales en la resistencia, como Pascal Copeau, Édith Thomas, Jean Moulin, Daniel Cordier, Roger Stéphane, Joséphine Baker, Pierre Herbart, Marie-Thérèse Auffray, Ovida Delect, Thérèse Pierre, Andrée Jacob, Éveline Garnier, Rose Valland, Jean Desbordes, Claude Cahun, Robert Francès y Suzanne Malherbe.[50]

En París, la vida homosexual no se vio muy alterada por la Ocupación. Henry de Montherlant declaró que seguía siendo más fácil ligar con jóvenes que antes de la guerra. Los locales homosexuales, como el Liberty's, le Select Chez Narcisse, Le Bœuf sur le toît, o incluso en las arboledas del Champ-de-Mars, la estación de metro Strasbourg-Saint-Denis, el bois de Vincennes o las vespasiennes siguieron siendo igual de populares. Al público habitual se añadían oficiales alemanes y prostitutas.[50]

A pesar de la prohibición impuesta por las autoridades alemanas, muchos soldados alemanes mantuvieron relaciones sexuales con franceses. Mientras algunos como Daniel Guérin condenaban moralmente estas relaciones y se abstenían, otros, ya fueran de la extrema derecha como Jacques de Ricaumont o incluso judíos de la Resistencia como Robert Francès mantenían relaciones con soldados alemanes. Estas relaciones también tuvieron lugar fuera de París, y se evocan en novelas de posguerra más o menos autobiográficas: Pompes funèbres de Jean Genet, Le monde inversé de André du Dognon o Les amours dissidentes de Boris Arnold. Ante el temor de que una prohibición total provocara un aumento del número de violaciones, las fuerzas de ocupación alemanas decidieron requisar burdeles: unos cuarenta burdeles parisinos pasaron a ser para uso exclusivo de la Wehrmacht, al tiempo que vigilaban los lugares de prostitución homosexual y castigaban a los soldados alemanes a los que sorprendían acudiendo. Aunque no están bien documentadas, las prácticas homosexuales no eran infrecuentes en el Ejército francés o entre los prisioneros de guerra en Alemania. En la legión extranjera, las relaciones homosexuales llegaban a tener lugar abiertamente.[50][51][52]

El régimen de Vichy condenó la homosexualidad masculina y femenina como antinatural, revirtiendo en 1942 el avance del código penal de 1791 que abolía el "delito de sodomía". Esta iniciativa partió exclusivamente del gobierno francés y no de las autoridades alemanas. Lo que tenían en común los nazis y el régimen de Vichy fue el asociar la homosexualidad y la tolerancia sexual a la debilidad marcial del país. En 1929 se aprobó una ley que condenaba todas las relaciones homosexuales, ya fueran masculinas o femeninas con menores de 21 años. Sin embargo, esta ley apenas se aplicó durante la guerra, puesto que la policía seguía condenando con acusaciones de indecencia pública. La policía francesa transmitía estas condenas a la policía alemana, que las devolvía sin procesar. A partir de la liberación y la llegada de tropas aliadas, hubo una breve época de ebullición para la homosexualidad masculina. El establecimiento "Le Boeuf sur le toit" de París se convirtió en punto de encuentro de homosexuales estadounidenses, polacos, escoceses, argelinos, franceses y rusos. La política virilista de las nuevas autoridades resistentes y gaullistas pusieron fin a este breve periodo al declarar el 8 de febrero de 1945 que no darían marcha atrás en la penalización de la homosexualidad introducida por Vichy.[50][53]

Posguerra (1945-1965)

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Décadas de represión

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Roger Peyrefitte en 1947. Retrato del estudio Harcourt.

El término "homofilia" se utilizó a menudo durante este periodo, a veces para distinguirse de la "homosexualidad" y a veces como un mero sustituto. El movimiento homófilo fue constituyó pues un renacimiento lento y cauteloso tras la disrupción de la ocupación.[54]

El periodo de posguerra se caracterizó por un endurecimiento de la represión estatal de la homosexualidad: en la década de 1950 se dictaron varios centenares de condenas al año en virtud de la ley que prohibía las relaciones homosexuales con menores de 21 años. En 1960, la homosexualidad fue declarada "fléau national" (plaga nacional) al mismo nivel que el alcoholismo y la prostitución. En ese mismo año, las penas por "atentado al pudor" se agravaron cuando se trataba de relaciones homosexuales. Al mismo tiempo, las mujeres trans y los travestis siguieron sufriendo frecuente acoso policial.[54][55]

Los dos grandes partidos que dominaban la escena política de la época, el MRP democristiano y el Partido comunista (PCF), consideraban que la heterosexualidad era la única norma posible en un momento en que el país necesitaba construir una identidad nacional, reconstruirse y aumentar su tasa de natalidad. La represión se extendió a la cultura, en la que la homosexualidad era prácticamente inexistente en las representaciones artísticas y la censura, ejercida a través de su editorial, Gallimard, obligó a Violette Leduc a reescribir parte de Ravages.[54]

Auge de la cultura LGBT

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A pesar de este difícil contexto, la vida LGBT siguió existiendo, a través de clubs privados como Frede's o Carroll's, que eran lugares de ligue y encuentros, publicaciones como Futur, Gioventù o Juventus, o la reapropiación de producciones no destinadas a un público homosexual, como las revistas de culturismo. El núcleo de la vida LGBT, y especialmente gay, de la época era Arcadie, organización fundada por André Baudry para organizar tanto fuera una revista como un club situado en París.[56]​ Era una comunidad discreta que no buscaba llamar la atención. En 1955, Daniel Guérin publicó Informes Kinsey y la sexualidad, una obra en la que detallaba la opresión específica que sufrían los homosexuales en Francia.[57]​ En cuanto a las mujeres, Françoise Mallet-Joris escribió Rempart des béguines en 1951, Nicole Louvier Qui qu'en grogne en 1953 e Irène Monesi, Althia en 1957.[58]

En 1964, la película Les Amitiés particulières (las amistades particulares), adaptación de una novela epónima de Roger Peyrefitte. Esta fue duramente criticada, lo que a su vez dio lugar a la publicación de un texto titulado Carta abierta al Sr. François Mauriac, miembro de la Academia francesa, Premio Nobel de Peyrefitte. El texto defiende que la homofobia vertida por Mauriac se explicaba como consecuencia de su homosexualidad reprimida, haciendo alusión a su relación con Jean Cocteau.[59]

Aunque cabarets como Carroll's ofrecían espectáculos lésbicos sadomasoquistas que sin embargo no estaban dirigidos a un público de mujeres lesbianas o bisexuales, puesto que estas los evitaban. En aquella época, no existía un ambiente lésbico, puesto que los bares gay eran frecuentados por hombres. La experiencia lesbiana comenzó marcada por sentimientos solitarios seguidos por la salida del armario en la intimidad.[60]

Formación de la comunidad trans

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La comunidad trans empezó a darse a conocer y a organizarse. En 1954, la pintora Michel-Marie Poulain publicó su autobiografía J'ai choisi mon sexe (Escogí mi sexo), que desempeñó un papel fundamental a la hora de dar a conocer la identidad trans. En 1959, el fotógrafo Christer Strömholm realizó un reportaje sobre la comunidad trans de la Place Blanche, en el que mostró la fuerte solidaridad entre estas mujeres y el acoso policial que sufrían. Marie-Andrée Schwindenhammer puso en contacto a las mujeres trans que trabajaban en el cabaret parisino Carrousel de Paris con su compañera de piso, Madame Bonnet, experta en depilación permanente por electrólisis. Marie-Andrée Schwindenhammer criticó a Michel-Marie Poulain por dar una mala imagen de la identidad trans al dejar que su hija la llamase "papá" en público y continuar con su matrimonio anterior a su transición mantenedo una relación lésbica con su mujer.[61][62]

Fue también en esta época cuando la artista Coccinelle revolucionó el género del cabaret travesti/trans: sus espectáculos no se basaban en el efecto cómico de un travesti absurdo y caricatural sino en la fascinación de ver una transformación exitosa de hombre a mujer. Su fama dio un giro internacional cuando la prensa se enteró de su vaginoplastia, lo cual inspiraría a otras muchas mujeres trans a la hora de llevar a cabo la misma operación. Coccinelle oyó hablar por primera vez de la posibilidad de una vaginoplastia a una electricista. Esto provocó la reacción de la orden de médicos francesa, que consideraba que sólo las autoridades médicas, en particular endocrinólogos y neuropsiquiatras, podían decidir si las operaciones de reasignación de sexo eran válidas o no, y que debían limitarse a las personas intersexuales. Se casó por la iglesia en 1962, tras obtener su cambio de estado civil, pero el escándalo causado llevó a las autoridades francesas a dejar de autorizar las uniones con mujeres trans hasta finales de los años setenta. Esta sería la época dorada del cabaret transexual, y la fama de Coccinelle, así como sus fotos eróticas, contribuyeron a asociar a las mujeres trans en la mente de la población francesa tanto con el espectáculo como con el erotismo.[63]

En las colonias

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Nada más ser conquistada por Francia, Argelia se vio sometida a una percepción marcada por el orientalismo de la Francia metropolitana.[64]​ Se desarrolló el estereotipo de una supuesta hipersexualidad de los hombres árabesm que ya existía desde el siglo VIII, cuando los hombres musulmanes eran descritos como "Au poil et à la plume", es decir, bisexuales.[65]

Para evitar el riesgo de que se desarrollaran relaciones homosexuales entre los colonos franceses, ya fuera entre ellos o, peor aún, con los argelinos, el general Tlemben creó un gran mercado sexual abastecido con mujeres francesas trasladadas a la colonia para trabajar como prostitutas.[64]

En los años 50 y 60, Casablanca era el lugar ideal para que los franceses trans pudiesen acceder a la cirugía de reasignación de sexo. Esto se debía a que dichas operaciones estaban prohibidas en la metrópoli.[66][67]

Efervescencia, pensamiento y lucha (1965 a 1981)

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Acciones políticas muy diversas

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El 10 de marzo de 1971 , tras la interrupción del programa "L'homosexualité, ce douloureux problème" presentado por Ménie Grégoire las activistas lesbianas se hicieron fotos.

En 1965, Marie-Andrée Schwindenhammer funda la «Association des malades hormonaux» (AMAHO), la primera asociación francesa trans. La asociación en 1981 contaba con 1.500 miembros entre los que destacan una gran cantidad de trabajadoras sexuales. Esta ofrecía ayuda para la transicionar con servicios como la depilación definitiva, el acceso a terapia hormonal, tutorías y diferentes actividades sociales.[68]

En mayo del 68 se constituyó en la Sorbona el Comité d'action pédérastique révolutionnaire, una organización estudiantil que ensalzaba la libertad sexual de las «minorías eroticas»: homosexuales, voyeurs, masocquistas y partouzeurs.[68]

Sin embargo, el verdadero momento fundacional del movimiento homosexual tuvo lugar el 10 de marzo de 1971, día en el que Ménie Grégoire presentaba en directo su programa Allo Ménie en RTL, cuyo tema del día era "Homosexualité, ce douloureux problème" ("Homosexualidad, el doloroso problema"). Grégoire tuvo que interrumpir su intervención por los abucheos de las activistas lesbianas y feministas, para las que el tono del programa era homófobo. En este participaban "autoridades morales" como un sacerdote y un psicoanalista.[69]​ Este acontecimiento dio origen al «Front homosexuel d'action révolutionnaire» (FHAR). Los manifestantes eran un grupo del movimiento de liberación de la mujer entre los que se encontraban Maffra, Christine Delphy, Monique Wittig, Elisabeth Salvaresi, Antoinette Fouque y Anne de Bascher. Esa misma noche forman el FHAR. Tras la inscripción de una mayoría de hombres, las fundadoras se encuentran en minoría en su propio grupo, razón por la que fundan las Gouines rouges y comienzan a teorizar sobre el lesbianismo político. En 1975 se funda Les Mirabelles, un grupo de teatro travesti que apoya las acciones de la FHAR.[68][70]

En 1972 se fundó «David et Jonathan», una de las asociaciones LGBT más antiguas de Francia, surgida del movimiento cristiano.[68]

Acontecimmientos mediáticos

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El 21 de enero de 1975 «Les Dossiers de l'écran» organizó el primer debate de la historia de la televisión francesa dedicado a la homosexualidad. Entre los invitados figuraban escritores galos (Roger Peyrefitte, Yves Navarre y Jean-Louis Bory), dos médicos, un sacerdote y el diputado Paul Mirguet, impulsor de una Enmienda Mirguet, que calificaba la homosexualidad de «plaga». Según el investigador Mathias Quéré: «era la primera vez que la homosexualidad se mostraba en televisión, en horario de máxima audiencia y con una cara honorable». 19 millones de espectadores vieron el programa.[71]

En 1979, Jean Le Bitoux fundó Le Gai Pied, una revista mensual y luego semanal que vendió 150.000 ejemplares. Ese mismo año, el comité del distrito homosexual de Les Halles de París organiza un gran baile el 14 de julio cerca de la plaza Jean-XXIII, al que asisten 2.000 personas.[72]

En 1980, Yves Navarre ganó el Premio Goncourt por Le Jardin d'acclimatation, una novela en la que un joven homosexual se somete a una lobotomía para adaptarse a una vida familiar heterosexual, de acuerdo con las expectativas de sus padres.[68]

Monique Wittig, pensadora clave del feminismo materialista, del feminismo lésbico y del lesbianismo radical.

Fue un periodo de efervescencia política, influido por el Frente de Liberación Gay, cuyas producciones circularon en Francia gracias a la labor de François Lasquin en su difusión y traducción: el FHAR multiplicó las acciones conjuntas con el movimiento feminista y la izquierda revolucionaria, como manifestaciones y happenings. La compilación La Pensée straight (en castellano: el pensamiento heterosexual) de Monique Wittig fundó el pensamiento lésbico radical y, más generalmente, revolucionó la reflexión sobre el lesbianismo y la heterosexualidad. Siguiendo los pasos de Simone de Beauvoir, que postula que la categoría "mujer" no es natural sino construida, Wittig demuestra que la heterosexualidad tampoco es natural, sino un régimen político en el que se ejerce el dominio de los hombres sobre las mujeres, y que el único espacio de libertad para las mujeres, mientras no se supriman las clases de género, tiene que ser el lesbianismo.[68][73]

Nuevas voces y una nueva imagen

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El final de la década de 1970 trae un cambio en la visibilidad homosexual: por un lado, aumenta la visibilidad política y mediática. Por ejemplo, ya hay candidatos abiertamente homosexuales a las elecciones, como los de la lista Diferencia Homosexual en las Elecciones legislativas francesas de 1978. Por otro lado, se crean muchas revistas (Le Gai Pied, G Magazine) o la UEH de Marsella, sino también, por otra parte, de la disminución de la visibilidad en el espacio público, con la sustitución progresiva de los urinarios públicos, lo que hace más difícil dating.[74]

En este período, los términos "pédé" (término ofensivo para designar a personas homosexuales (similar a maricón) y "homosexual" coexistieron, aunque el término "gay", que había llegado de Estados Unidos, ganó claramente en lo que se refiere al uso coloquial entre personas LGBT.[74]

Esta notoriedad fue acompañada de una violenta represión. En el Festival de Cine Homosexual de 1978, una veintena de militantes de extrema derecha atacaron durante unauna proyección de Le Droit du plus fort, interrumpiendo la película, hiriendo aTexto en cursiva los espectadores para saquear el local y robaron la caja registradora.[74]

La despenalización de la homosexualidad

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Aunque la homosexualidad ya no estuvo "estrictamente prohibida" en Francia desde la Revolución, en 1981 seguían existiendo distintos mecanismos con los que el Estado y otras instituciones ponían trabas a las personas con prácticas LGBT. Existían registros policiales de homosexuales, une diferencia de edad de consentimiento sexual que preveía 18 años para las homosexuales pero solo 15 años para las relaciones heterosexuales, así como formulaciones implícitamente homófobas para las oposiciones a funcionario: formuladas a través dle requisito de «tener buena moral». Incluso para tener acceso a una vivienda, era muy normal que se exigiese del inquilino que fuese un «buen padre de familia». La prensa gay y lésbica tenía que venderse escondida, pues no se permitía a los kioskeros o libreros exhibirla junto a otras revistas. El abandono de todas estas prácticas fue posible gracias a los activistas gays y lesbianas en los años setenta y principios de los ochenta, cuyas críticas los criticaban bajo el término "despenalización de la homosexualidad". Y la campaña para la despenalización fue un éxito que se convertiría en promesa electoral de François Mitterrand, del candidato del PS para las elecciones presidenciales de 1981.[75]

Tras su ascensión al Eliseo, la edad de consentimiento sexual se elevó a 15 años para todos, se suprimieron los registros policiales (circular Defferre y circular Badinter), la ley Quillot modificó las condiciones de alquiler y la reforma de la función pública abrió el estatuto de funcionario a los homosexuales. En términos más generales, la década se abrió para las personas LGBT con un sentimiento de liberación. Tanto el activismo discreto y de perfil bajo del grupo Arcadie en los años sesenta como las acciones contundentes del FHAR en los setenta parecían anticuados. Le Monde señala «Adios a las cabezas cabizbajas y adios a la rabia, hoy sus herederos celebran».[76]​ En 1983 se funda la revista Homosexualités et socialisme (Homosexualidad y socialismo).[75]

Tensiones internas del movimiento

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Este también fue un periodo marcado por tensiones y cismas. Hubo conflictos entre lesbianas y gays, entre las feministas heterosexuales y feministas lesbianas (cuya escisión se produjo alrededor de la teoría desarrollada en La pensée Straight), entre la izquierda revolucionaria heterosexual y el movimiento homosexual, entre grupos homosexuales de izquierda revolucionaria y los de derechas y finalmente entre mujeres trans y hombres homosexuales que practicaban el travestismo. Fue en esta época cuando se expresaron públicamente las críticas del racismo en círculos homosexuales hacia los hombres maghrébies, acusando a los activistas de trabajar con prejuicios orientalistas e instrumentalizar la idea del "hombre arabe" sin interesarse sinceramente en su situación.[74][77]

La epidemia de sida (1981-1996)

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Primeros estragos y confusión

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La primera mención del Síndrome de Inmunodeficiencia Adquirida (sida) en Francia, que aún no había sido identificado como tal, se produjo en septiembre de 1981 en un artículo de Le Gai Pied, que menciona la llegada a Nueva York de una enfermedad «cuyos enfermos son todos pédés (maricones)». En el transcurso del verano de ese mismo año, el médico Willy Rozenbaum recibió a un paciente homosexual que padecía varias enfermedades infecciosas y en torno al cual se formó todo un equipo médico que incluía al inmunólogo Jacques Leibowitch, que fue el primero en intuir que la enfermedad estaba causada por un retrovirus. A finales de 1982, se pusieron en contacto con Luc Montagnier y Jean-Claude Chermann para que su laboratorio, el Instituto Pasteur, validara esta hipótesis. El virus de la inmunodeficiencia humana (VIH) fue descubierto en mayo de 1983 y reconocido como la causa del sida en 1984. Mientras tanto, el número de pacientes identificados había aumentado de 11 en 1981 a 377 en 1984.[78]

El rápido progreso de los conocimientos médicos no se vio acompañado por un aumento de la concienciación social. Muy al contrario, se organizaría una campaña mediática que culpaa a los gays de la transmisión a la enfermada y llamaba a la vuelta de un orden moral contra el que los activistas LGBT de los años setenta habían luchado intensamente. A pesar de que la naturaleza y los mecanismos de la enfermedad seguía siendo desconocida y de la muy deficiente acción guvernamental, la culpa por la crisis se asoció exclusivamente a hombres que practicaban sexo homosexual.[78]

Los activistas gays, temiendo una escalada aún mayor de los ataques asumieron una retórica negacionista, desarrollando una teoría de la conspiración según la cual el sida no existiría sino como una invención homófoba de Ronald Reagan. Entre los que no negaban la enfermedad, la mayoría se negaron a reconocer su gravedad y minimizaban los riesgos, lo cual podía haberse hecho reduciendo el número de parejas sexuales. La revista Masques afirmaba así, en su número de finales de 1984, que "mas vale morir de sida que de aburrimiento". A esto se sumaban los intereses económicos de los propietarios de las recién creadas saunas y trastiendas gays, que temían que los mensajes de prevención ahuyentaran a los clientes de sus establecimientos. A medida que la situación empeoraba, la serofobia empezó a ser la norma y estar enfermo se convirtió en una condena al ostracismo social que duraba hasta después de la muerte de elfermo, en particular a través de la destrucción de las pertenencias, debido a un miedo irracional a la contaminación del virus. Durante el periodo de mayor intesidad de la pandemia, la proporción de muertos entre comunidades homosexuales fue altísima.[78][79]

La respuesta de la comunidad

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Daniel Defert, fundador, a la muerte de su compañero Michel Foucault, de la asociación benéfica contra el sida AIDES.

La respuesta comunitaria giró entonces en torno a varias asociaciones: primera en orden de creación, «Vaincre le sida» (VSL), fue creada en agosto de 1983 durante la universidad de verano euromediteranea de la homosexualidad por el médico Patrice Meyer. Esta ofrecía ayuda a los enfermos, repartía panfletos informativos y proponía líneas telefónicas de ayuda.[78][79]

La mortalidad entre intelectuales francese fue especialmente dramático. A consecuencia de esto, y más concretamente de la muerte del filósofo Michel Foucault, la segunda organización, AIDES, fue fundada en noviembre de 1984 por Daniel Defert compañero sentimental de Foucault. Aunque tiene muchos miembros homosexuales, en sus comunicaciones AIDES distingue a voluntarios, enfermos y colaboradores gays como tres grupos distintos. AIDES elaboró una gran cantidad de folletos para distribuirlos en bares junto con preservativos gratuitos y otras formas de manifestaciones publicitarias como anuncios en Le Gai Pied, buscando promover las prácticas de sexo seguro. Ellos mantienen también una línea telefónica directa y un sistema de apoyo comunitario, los buddies'. AIDES trabajaría para mellar poco a poco las reticencias colectivas de los propietarios de bares y saunas que seguían negándose a informar sobre practicas seguras en 1985-1987. Sin conseguir realmente parar la propagación de la enfermedad entre 1984 y 1994, el número de voluntarios pasó de 37 a 3600, al mismo tiempo que el número de enfermos aumentó en las mismas proporciones, de 377 a más de 37000.[78][79]

Finalmente, Arcat-Sida fue creado en 1985, el mismo año que Act-Up Paris, fundado por Didier Lestrade, Pascal Loubet y Luc Coulavin, siguiendo el modelo de ACT UP.[79]

Además de proporcionar información sobre la enfermedad, ayuda a los enfermos y acceso a tratamiento médico, las acciones de estas asociaciones permitieron avanzar en el acceso a tests a partir de 1985, así como crear puntos fiables en los que optener preservativos. Otras inniciativas fueron las campañas de concienciación para estimular el uso del preservativo y la distribución gratuita de jeringuillas limpias a partir de 1987.[79]

En 1992, la película Las noches salvajes de Cyril Collard trata el tema del Sida desde el punto de vista del autor y director, que era bisexual. Ganó el premio César a la mejor película tres días después de la muerte de Collard por esta enfermedad, que la película daría a conocer a numerosos jóvenes.

Lucha contra la invisibilización de las lesbianas

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La historia lésbica francesa está marcada por la exclusión de las lesbianas en locales, organizaciones y medios de comunicación, incluidos aquellos fundados o dirigidos por mujeres. Por ejemplo, el Front homosexuel d'action révolutionnaire fue fundado por lesbianas pero se volvería progresivamente.[80]

A finales de la década de 1970 y principios de la de 1980 se produjo un fuerte aumento de la visibilidad de lesbianas y gays, con una proliferación de revistas y publicaciones: Masques, revue des homosexualités, Homophonies, Quand les femmes s'aiment..., Madivine, Clit 007 (revista francófona publicada en Ginebra), Nouvelles Questions féministes, Amazones d'hier, lesbiennes d'aujourd'hui, Interlopes... Estas revistas trataban de política, cultura y literatura LGBT. Gran parte de sus páginas servian para proponer pequeños anuncios poco costosos que servían como lugar de comunicación para la comunidad. En 1983 se funda la asociación «Archives Recherches et Cultures Lesbiennes» (ARCL), con el objetivo de reunir en un solo lugar la abundante y dispersa producción de lésbica.. Michèle Larrouy sería una de las principales impulasoras de este movimiento.[81]

Entre 1990 y 1999 se crearon veinte asociaciones de lesbianas y se establecieron conexiones entre estas. En 1996, unirían sus fuerzas para formar la «Coordination Lesbienne Nationale», que más tarde cambiaría su nombre de Coordination Lesbienne en France (coordinación ;esbiana en Francia o CLF). Sus objetivos eran promover la visibilidad de las lesbianas, legitimar sus derechos, proporcionar asilo para lesbianas perseguidas en sus países de origen. El CLF coordinó varias asociaciones de activismo y cultura lesbiana como Les lesbiennes font leur cinéma o el Printemps Lesbien de Toulouse.[82]

Historia contemporánea (1996-2020)

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Catherine Tasca, diputada y presidenta de la commission des lois que trabajó para conseguir el PACS.

Conquista del PACS

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Las parejas homosexuales no son reconocidas como verdaderas parejas de hecho: el tribunal de casación ha dictaminado a través de dos sentencias en 1989 y 1997 que la ausencia de posibilidad de matrimonio implica que los derechos de convivencia que tienen las parejas homosexuales a través del PACs no se aplican a parejas homosexuales.. Esta falta de reconocimiento es especialmente despiadado durante la lucha contra el sida. Por una parte, es ilegal inscribir a su pareja en el seguro de salud, que puede ser indispensable para costearse y simultáneamente el amante no está autorizado a visitar al paciente en el hospital. Incluso en caso de fallecimiento, los contratos de alquiler no se transfieren y la pareja quedaron en muchos casos excluidas de las ceremonias de duelo.[83]

Activistas homosexuales como Jan-Paul Pouliquen y diputados de izquierdas como Jean-Pierre Michel o Jean-Yves Autexier lucharon contra esta exclusión. Junto con asociaciones homosexuales y feministas, se comenzó una lucha para el reconocimiento legal y social de las parejas de hecho homosexuales y heterosexuales. Sus demandas obtuvieron una cierta cobertura mediática durante las elecciones legislativas de 1997. A pesar de las reticencias iniciales del gobierno de Jospin y de una fuerte movilización de oposición a este proyecto que provocó una avalancha de comentarios homófobos en la esfera pública que dejó huella en la comunidad LGBT francesa, el Pacto Civil de Solidaridad entró en vigor en 1999.[83]

La lucha contra la bifobia

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La visibilidad bisexual también se convirtió en un problema. En 1995, un grupo de cuatro mujeres, entre ellas Catherine Deschamps, procedentes del movimiento Act Up-Paris o de asociaciones de lesbianas, se reunieron en el Centre gay et lesbien (CGL) de París para trabajar en la redacción de un artículo sobre la bisexualidad para el periódico Le 3 Keller. Después crearon un grupo mixto en el CGL, y en 1997 este grupo fundó la asociación Bi'Cause, la primera asociación en Francia que defiende los derechos de las personas bisexuales y pansexual en Francia. [84]

En 2007, el 23 de septiembre se celebró por primera vez en Francia el Día de la Bisexualidad. En 2013, por primera vez en Francia, la asociación SOS Homophobie publicó un apartado sobre bifobia en su informe anual.[85]

Efectos de la pandemia de Covid-19

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Durante la crisis de Covid-19, las restricciones sanitarias provocaron un descenso de los ingresos de las personas LGBT, en particular de las personas trans. Aunque la sociedad civil, en particular el STRASS (sindicato de trabajosexual) , organizó distribuciones de alimentos, no hubo apoyo institucional; las peticiones al Ministerio de Igualdad en particular no fueron atendidas.[86]

Historiografía

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La marcha de Act Up-Paris en la ExisTransInter de 2017. Fundada en 1985, la asociación utiliza regularmente el triángulo rosa.

En los años 70 se redescubrió el movimiento de liberación homosexual de los años 20, hasta el punto de convertirse en una especie de mito fundacional idealizado. También se empezó a estudiar la discriminación y deportación de homosexuales bajo la Alemania nazi, bajo el impulso LGBT estadounidenses que inspiraron al Frente Homosexual de Acción Revolucionaria a partir de 1971, que se reapropiaron del triángulo rosa, referencia a las víctimas LGBT del holocausto reapropiado como emblema comunitario y herramienta de concienciación ciudadana.[87]​ La participación de las asociaciones LGTB en la celebración del día nacional de recuerdo de la deportación, que fue una reivindicación que se hizo desde 1975 y no fue aceptada hasta 2001, bajo el mandato del primer ministro Lionel Jospin. Pierre Seel habló públicamente de sus experiencias durante la ocupación en 1982 y publicó en 1994 yo, Pierre Seelm deportado homosexual (Moi, Pierre Seel, déporté homosexuel).[88]

Hasta la década de 1980, persistiría el mito de que la comunidad homosexual fueron colaboradores con el nazismo. Según esta versión de los hechos, la masculinidad de las fuerzas de ocupación alemanas habría valido la admiración de lesbianas como Violette Morris, igualmente virilizadas, al mismo tiempo que la atracción y sumisión de los hombres homosexuales. Sin embargo, este relato no corresponde a la realidad histórica y ha sido criticado por distintos historiadores.[89]

Hoy en día, investigación sobre la historia LGBT en Francia no es tan activa en comparación con lo que ya se ha hecho en otros países como puedan ser en Reino Unido y Estados Unidos. Para Jeffrey Merrick, catedrático emérito de Historia, siguen faltando estudios sobre el tema. Esto se debe a la fuerte creencia en una cultura francesa unificada, a veces llamada "roman national", que borra las divisiones en el seno de la sociedad, incluidas las relativas a la orientación sexual. Según este punto de vista, la historia de todos los franceses es la historia de Francia. Es por eso que personas como André Gide y Marguerite Yourcenar son vistos como personalidades francesas que, accesoriamente, mantuvieron relaciones sexuales con personas de su mismo sexo, y no como escritores homosexuales en tanto que tales.[90][91][92]

Esta historiografía se desarrolla progresivamente, se caracteriza por dos rasgos: en primer lugar, una invisibilización de la historia lésbica, reconocida más por las asociaciones feministas y lésbicas francesas y europeas que por el mundo académico. Esta invisibilización proviene de la minimización de la identidad lesbiana, ya sea en los movimientos LGBT o feministas o en trabajos académicos. En un primer momento, la historia LGBT se limitó a identificar aristócratas concretos como personajes LGBT, para más adelante llevar a cabo estudios sistemáticos de la cultura LGBT y su evolución. Estudios más recientes han venido a subrayar las influencias recíprocas entre derecho, medicina y sociedad.[93][94][95][96]

Véase también

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Referencias

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