No, la Luna rosa no cambiará su color esta noche: ¿de dónde viene el mito de los nombres de las lunas?
La tonalidad del satélite natural de la Tierra puede variar sutilmente durante los eclipses lunares o por la contaminación atmosférica, pero nada tiene que ver con los apelativos populares que recibe cada Luna llena
Luna de gusano, Luna azul, Luna de fresa o de cazador: mes tras mes, un desfile de nombres cargados de adjetivos y cualidades únicas para referirse a la aparición de la próxima Luna llena parecen anticipar un espectáculo astronómico sin parangón. El fenómeno es más evidente cada mes de abril, cuando la Luna rosa se hace tendencia y protagoniza un sinfín de búsquedas en redes sociales, una expectativa alimentada por la desinformación que se desvanece al confirmar que la Luna aparece sobre el horizonte con la misma naturalidad de siempre.
¿De dónde vienen los nombres de la Luna llena?
Los nombres que recibe cada Luna llena no corresponden a un fenómeno astronómico, ni hacen referencia a algún concepto científico alrededor de ella. Los más difundidos en la actualidad tienen su origen en el Almanaque del Granjero de Maine, una publicación estadounidense que durante la década de los treinta recopiló los apelativos que distintos pueblos nativos americanos otorgaban a la Luna a lo largo del año, una tradición que distintas instituciones como la NASA o el Real Observatorio de Greenwich han recuperado recientemente con fines de divulgación. En su mayoría, se trata de expresiones populares, una mezcla derivada del misterio que envuelve al satélite natural de la Tierra y las relaciones que, desde la perspectiva de distintas culturas antiguas de todo el globo, se establecían entre el clima, las estaciones del año y la agricultura con la aparición periódica de la Luna en la bóveda celeste.
En el caso de la Luna rosa, la misma agencia espacial estadounidense explica que este apelativo aparece en el Almanaque y hace referencia al flox musgoso, una planta que crece de forma silvestre en el noreste de Estados Unidos y cuya floración, de tonos rosados intensos y posterior a la primavera, coincidía con la aparición de la primera Luna llena de la estación. De ahí que los pueblos nativos americanos establecidos en la región relacionaran los vistosos tapetes florales rosas que se apoderan del paisaje con la llegada del plenilunio.
La Luna llena de abril aparecerá por el este al caer la noche del 23 de abril y recorrerá la bóveda celeste durante la madrugada; sin embargo, su presencia en el cielo nocturno y las características de color y tamaño que entraña para el observador terrestre serán idénticas a la de cualquier otro plenilunio: a unos 397.000 kilómetros de la Tierra, si bien esta Luna supera la distancia media de 384.400 kilómetros que separa ambos astros, no se trata de una superluna, término con el que se conoce popularmente a la coincidencia entre el perigeo (el punto de la órbita lunar cuando se encuentra más cerca de la Tierra) y la fase llena, un fenómeno que ocurre entre dos y cuatro veces al año y desde el punto de vista del observador terrestre, provoca que el satélite natural de nuestro planeta luzca ligeramente más grande y brillante de lo normal.
Eclipses y contaminación atmosférica: los factores que pueden alterar el color de la Luna
Existen dos factores que pueden provocar un sutil cambio en el color que el ojo humano percibe al mirar la Luna: los eclipses lunares, que suceden cuando la Tierra se interpone en el camino de los rayos del Sol hacia la Luna; y la contaminación atmosférica. Algunos contaminantes del aire, como las partículas que se desprenden de la quema de material orgánico como madera o basura, pueden quedarse suspendidos en la atmósfera y bloquear parcialmente la dispersión de luz, privilegiando el paso de las longitudes de onda más largas, que corresponden a tonalidades rojas o anaranjadas, dando como resultado un efecto similar al de un eclipse lunar en cielos cercanos a los incendios. A finales de marzo de 2024, cuando el humo y las partículas provocadas por más de un centenar de incendios activos en el país, la Luna en Ciudad de México y otras ciudades del país adquirió una tonalidad rojiza.
El siguiente cambio sustancial en la observación de la Luna tendrá lugar la noche del 14 de marzo de 2025, cuando un eclipse total visible desde México teñirá de rojo la Luna durante poco más de una hora. Antes, un par de superlunas consecutivas, el 18 de septiembre y el 17 de octubre, serán los mejores momentos del año en curso para tomar fotografías, videos y observar a detalle la accidentada superficie lunar.
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