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SIEMPRE ROBANDO
Opinión
Texto en el que el autor aboga por ideas y saca conclusiones basadas en su interpretación de hechos y datos

El Madrid y la teoría del caos, capítulo final

Más nervios en la directiva y más desconfianza en los futbolistas que nunca en la expedición merengue, que viaja con las alarmas encendidas por el favoritismo en Londres: “A otro perro con ese hueso”.

Lucas Vázquez, durante la llegada del Real Madrid a Londres.
Lucas Vázquez, durante la llegada del Real Madrid a Londres.Kiko Huesca (EFE)
Manuel Jabois

¿Por qué cada año estoy más nervioso? La pregunta se la hizo a sí mismo el pasado miércoles un alto directivo del Real Madrid. También se dio respuesta. El fútbol no sólo no opera como otros ámbitos de la vida, sino que en ocasiones lo hace al contrario. Un cirujano, después de cien operaciones, está menos nervioso que la primera vez, cuando todo es nuevo y pueden temblarle las manos: a ese cirujano queremos confiarle nuestra vida antes que al novato porque la experiencia importa. ¿Y en el fútbol? En el fútbol importa también la experiencia, pero al revés: cuanta más experiencia acumulada tienes, más eres consciente del caos, del desorden, del absoluto descontrol que rige un partido de fútbol o una competición, resuelta a veces por una cuestión de segundos o milímetros, resuelta incluso muchos meses antes de que vayas a jugar ese partido. Ya saben: el aleteo de una mariposa produce una pequeña vibración en el aire que, encadenando diversas variaciones, puede terminar formando un tornado en otra esquina del mundo.

Por ejemplo, Vallecas. Si el delantero del Rayo Vallecano, Raúl de Tomás, no hubiera marcado un penalti ante Lunin en febrero durante la Liga, ¿estaría el Madrid en la final de Champions? Aquel día, como relató EL PAÍS, Raúl de Tomás tiró por el centro y marcó. Pero Luis Llopis, entrenador de porteros, le había hecho señas a Lunin de que se quedase parado en ese penalti. “Un portero atiende a las indicaciones de quienes estudiaron a los lanzadores, pero no soportan que les digas que se queden quietos. Porque el balón puede pasarles al lado y quedar como idiotas ahí parados”, cuenta un directivo del Madrid. Lunin en aquel penalti se tiró a un lado. Lunin, cuando Kepa y Llopis le advirtieron de que Bernardo Silva en cuartos de Copa de Europa seguramente tirase al centro, no se atrevió a irse por su cuenta: si se tiraba e iba por el centro, de nuevo, y volvía a fallar… Esta vez, mejor hacer caso. Si hubiera hecho caso en Vallecas, quizá en Manchester hubiera tenido más confianza en sí mismo, y esa confianza hubiera aparcado al Madrid en Champions. El fútbol es un juego diabólico. De ahí la trascendencia de que el Madrid, en la última década, haya conseguido gobernar de manera inverosímil sobre ese caos hecho de elecciones que no le pertenecen en partidos tan alejados a los decisivos.

El avión de la expedición madridista salió 40 minutos más tarde de la hora prevista, 17.40 horas, del aeropuerto Adolfo Suárez-Barajas en dirección a Luton, desde donde se desplazó al hotel The Grove, campiña británica a 30 kilómetros de Wembley, alejada del bullicio del centro de Londres. La plantilla ha sido empachada en los últimos días de vídeos del Borussia Dortmund. Uno tras otro, en cada entrenamiento. Movimientos defensivos y ofensivos del equipo alemán, jugadas de estrategia, cambios de táctica en pleno partido, jugadores más peligrosos y cómo neutralizarlos. El presidente del Madrid, Florentino Pérez, habló con los jugadores el día anterior en Valdebebas para recordarles que la Champions, para el madridismo, es la culminación de un sueño; el entrenador, Carlo Ancelotti, dirá este viernes ya en Londres algo que musitan los jugadores en corrillos privados, un malestar creciente con aquellos medios que, según ellos, han vendido la idea de que es una final fácil, de que el Borussia no es rival, y que menos lobos. “No es prensa que nos quiera”, dice un portavoz del club. “Es prensa a la que le molesta que hayamos llegado a la final y trata de quitarle valor. Y el mensaje del Madrid, y el mensaje del entrenador a la plantilla mañana [por el viernes] será: no nos lo tragamos, a otro perro con ese hueso”.

En la expedición del Madrid se recordaba este jueves otra final tachada de fácil en la víspera: la del Bayer Leverkusen en Glasgow. “Y nos salvó Casillas, portero suplente, en los minutos finales”, dice un miembro del equipo técnico. “Una final de Champions es, sencillamente, el partido más difícil del año. Al que más cuesta llegar. Y ha llegado un equipo que ha ganado al Atlético y al PSG, que es un equipazo, y que nos ganará a nosotros si nos descuidamos. Ninguna confianza y todas las alarmas encendidas”. El ambiente en el avión, en el que viajó invitado por el Madrid este periodista, lo atestiguaba: silencio y concentración entre los jugadores, más allá de alguna foto al llegar a sus asientos para subir en redes. En la T-4 de Barajas, de camino a las puertas de embarque a Londres, una tras otra, las 14 Champions en el suelo con la fecha y el lugar de la final.

Un hombre atraía todas las miradas: Jude Bellingham. La antigua estrella del Borussia Dortmund lleva hoy el 5 de Zinedine Zidane en el Real Madrid. Pesa la historia, pesa el escudo y pesa la mística, pero Bellingham, el chico de 20 años de ideas claras, dejó dicho en privado hace un par de noches que no celebrará un gol. ¿Ni siquiera en la final de Champions?, le preguntaron. “No”. ¿Ni siquiera si el gol es en el último minuto? “Tampoco. El Borussia fue mi club”, dijo sonriendo. En el autobús de camino al hotel, Álvaro Arbeloa recibe la información con pragmatismo: “Ojalá no celebre tres”.

Todo indica que jugará Courtois tras la inoportuna (¿inoportuna?) gripe B de Lunin. Ancelotti se enfrentaba a un dilema infernal: mantener al portero que ha contribuido de forma decisiva a que el Madrid esté en la final, o al mejor portero del mundo ya recuperado y afinado tras su larga lesión. No tendrá que tomar la decisión que probablemente habría tomado de todas formas.

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Sobre la firma

Manuel Jabois
Es de Sanxenxo (Pontevedra) y aprendió el oficio de escribir en el periodismo local gracias a Diario de Pontevedra. Ha trabajado en El Mundo y Onda Cero. Colabora a diario en la Cadena Ser. Su última novela es 'Mirafiori' (2023). En EL PAÍS firma reportajes, crónicas, entrevistas y columnas.

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