El Inter araña un punto ante una Real Sociedad decidida
El Inter soporta el 1-0 de Brais y el acoso inicial en Anoeta, y empata al final
Se lamentaban sobre el césped los jugadores de la Real Sociedad al comprobar, tras el pitido final, que todo esfuerzo es escaso en un partido de la máxima competición europea. El equipo de Imanol tuvo en sus manos la victoria, pero se le escapó entre los dedos ante un rival desdibujado pero letal que se llevó un punto sin merecerlo.
Nadie supo a qué quiso jugar el Inter de la primera parte. El subcampeón de Europa resultó indescifrable ante una Real Sociedad cristalina, transparente, sin nada que ocultar, que supo salir como un obús incontenible; que después de marcar su gol jugó a dormir el partido, le cantó una nana al rival italiano y luego, en los minutos finales, decidió acelerar para volcarse de nuevo sobre la portería del suizo Sommer, el primero entre once futbolistas vestidos de naranja valenciana que navegaban sin rumbo sobre el césped de Anoeta.
Cumplía Kubo un ritual iniciático, mojándose las piernas con un botellín de agua como los ciclistas acalambrados, pero no había comenzado el partido, así que poco o nada tenía que ver aquello con un calambre, y sí con el chupinazo de salida de una Real indómita, que para el minuto 3 ya había obligado a Sommer a su primera intervención y se había lamentado del remate de Barrenetxea al palo, y para el 4 festejaba el gol de Brais después de una temeraria salida con el balón de Bastoni, trastabillado a la primera pero empeñado en seguir pese al acoso del gallego y de Kubo, que le robaron la pelota para festejo y desahogo de Anoeta.
Empezaba bien para la Real y siguió igual porque el plan milanés parecía ser verlas venir, sin que Inzaghi, desde la banda, ofreciera alternativa alguna. Quería el Inter salir desde atrás, pero las maniobras se quedaban, después de muchas dudas, en pelotazos del portero a tierra de nadie. Los hombres de Imanol jugaban cómodos ante la dejación interista. Ni siquiera tuvo que aparecer Kubo, bien tapado en su banda, porque por la otra bullía Barrenetxea y en el medio, Merino y Brais se las pintaban solos. El japonés apenas se estiró en un centro envenenado que Le Normand cabeceó alto. Mkhitaryan, Arnautovic y Lautaro aparecían en la hoja de alineaciones, pero en el campo eran invisibles, aunque habrá que creer a la UEFA, rigurosa en estas cuestiones. Incapaces de darse la vuelta al recibir el balón, con el aliento en la nunca de los futbolistas locales, su aportación estuvo bajo cero.
Lo mejor para la Real es que el Inter apareció en la segunda parte con el mismo espíritu que en la primera, es decir, sin espíritu. Estupendo para los de casa, que pudieron seguir manejando el partido con soltura y creando ocasiones de vez en cuando, como cuando Sommer voló para tapar el remate de cabeza a bocajarro de Oyarzabal, o cuando observó asustado el testarazo al larguero de Merino. En medio, la tarjeta roja a Barella que se quedó en nada después de la visita de Taylor al VAR. Mientras, Remiro pedía al banquillo un bote de tres en uno para evitar que las articulaciones se le oxidaran. Pasaba el minuto 75 y ni una sola vez había tenido que intervenir. Ni siquiera en una cesión de sus defensas. El único apuro lo pasó en un contragolpe que acabó en gol, aunque Augusto estaba en fuera de juego y el susto no cuenta para las estadísticas ni para el marcador.
Con todo un partido jugando sin saber a qué, el Inter trató de apretar las tuercas a la Real en los minutos finales para, al menos, rebañar el empate, y en eso son maestros los equipos italianos, así que Lautaro se apuntó a la tradición después de un pase cruzado de Frattesi que envió a la red para congoja local. Después de un gran partido, el único zarpazo interista le mostraba al equipo donostiarra las miserias de la Champions.
Hemos hecho un partidazo”, dijo Imanol, cuando al acabar el encuentro le recordaron que su equipo había rematado cinco veces a puerta contra una del Inter. “Lo hemos tenido muy cerquita”.
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