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El sanedrín del Nápoles revoluciona el fútbol en las antípodas del ‘big data’

De Laurentiis y sus amigos celebran la revalorización récord de Kim y Kvaratskhelia, fichados por 25 millones de euros hace un año y hoy tasados en 200

Kim conduce el balón durante el partido del Nápoles contra la Salernitana.
Kim conduce el balón durante el partido del Nápoles contra la Salernitana.FILIPPO MONTEFORTE (AFP)
Diego Torres

“¿Y si fichamos a Messi?”. La pregunta circula en estos días de boca en boca, y de teléfono en teléfono, en el sanedrín de Aurelio de Laurentiis. Lo cuentan los viejos amigos septuagenarios del presidente del Nápoles, esos sabios que le aconsejan cómo diseñar su plantilla siguiendo un método que se sitúa en el extremo opuesto de los tecnócratas que presumen de manejar el big data. Pura intuición, pura experiencia de vida, puro conocimiento ancestral del juego. Pura audacia. La idea de fichar a Messi, el heredero de Maradona para el club que coronó a Maradona, y pagarle el salario con los 100 millones de euros que esperan obtener de la venta de Osimhen, es una conjetura que De Laurentiis recibió como algo fantástico más que real. Pero también es un símbolo de la magia que envuelve a este Nápoles, una sociedad que pasó de la quiebra en 2004 a montar un equipo que esta temporada, con una masa salarial de 110 millones de euros, apenas un quinto de lo que gastan los grandes de España, practica el fútbol más aproximado que se ha visto nunca desde el Barça de Guardiola.

Min-Jae Kim, el mejor central de Europa esta temporada, posee el pedigrí más heterodoxo imaginable. Debutó en el Gyeongju, equipo semiprofesional de la liga de Corea. De ahí pasó al Jeonbuk Hyundai, y cuando se estableció en el Beijing Guoan, en los primeros meses de 2020, había rastreadores del Tottenham que recomendaban su fichaje. Su progresión no se detuvo a su paso por el Fenerbahçe. Cuando el año pasado cumplió 25, los informes de los expertos más acreditados en el análisis de defensas le calificaban como a un elegido: el futbolista más hábil en el arte de la anticipación desde Beckenbauer. Los grandes clubes del continente ya sabían que ahí había una perla cuando el Fenerbahçe le tasó en 20 millones de euros. Pero… ¿quién ficha un coreano que juega en la liga turca?

Hacía falta un dirigente valiente que no se dejara intimidar por la escasa impresión mediática o el riesgo de la crítica. Ese hombre fue De Laurentiis, que no sabía nada de Kim, pero confió en el asesoramiento de sus amigos y en el carisma de Cristiano Giuntoli, su brillante director deportivo, un toscano sin ego que se unió al Nápoles en 2015 después de oficiar un prodigio: logró cuatro ascensos con el minúsculo Carpi, de la Serie D a la A en cinco temporadas. Alguien muy capaz de validar con su cargo las maniobras del consejo de ancianos y oficiar de amortiguador de la incendiaria opinión púbica napolitana.

“Nuestro objetivo para el año que viene es ganar el scudetto”, proclamó Giuntoli, serenísimo, cuando a mediados de julio de 2022 ofreció una conferencia de prensa para explicar la venta de Koulibaly. Hasta entonces, Koulibaly gozaba de la consideración general del mejor defensa de Europa. La hinchada estaba furiosa. Pero Giuntoli sabía que venía otro genio.

Pocos días después el Nápoles compró los derechos de Kim por algo más de 15 millones de euros, después de desembolsar 11 millones por Khvicha Kvaratskhelia, otro jugador ignoto para el gran público. A finales de marzo pasado, fuentes próximas al Arsenal y el United indicaron que ambos clubes de la Premier enviaron emisarios que presentaron a De Laurentiis una oferta de 200 millones de euros por ambos futbolistas. En menos de una temporada, fue la constatación de la revalorización más trepidante de la historia multiplicada por dos. “Esto no había ocurrido jamás en el mercado del fútbol”, sentencia un consultor asociado a un club de la Premier con conocimiento directo de las operaciones para adquirir los derechos de dos de los futbolistas que han impulsado al Nápoles a conquistar el primer scudetto de su historia sin Diego Maradona.

Si había un club capaz de provocar una revolución a partir de la compra-venta de jugadores, ese era el Nápoles. Desde que De Laurentiis lo adquirió tras la declaración de quiebra, en 2004, la empresa ha crecido sin interrupción ni necesidad de pedir créditos. Le ha bastado con dar golpe tras golpe en un mercado en el que jamás dejó de obtener ventajas. El gran lanzamiento se produjo entre 2012 y 2013. En dos veranos sucesivos vendió al PSG a los jugadores que su hinchada enalteció como sucesores de Maradona. Primero a Ezequiel Lavezzi, comprado en 2007 por cinco millones y traspasado por 30; después a Edinson Cavani, comprado en 2011 por 12 y vendido en 2013 por 70. Con esas palancas, De Laurentiis edificó su imperio.

Spalletti, encadenado

Higuaín, Hamsik y Mertens aproximaron al club a la cabeza de la tabla. Pero la clave del arco futbolístico fue Kalidou Koulibaly. Fichado al Genk por ocho millones de euros en 2014, el defensa franco-senegalés se convirtió, según todos los estándares en el mejor central de Europa del siguiente lustro. Cuando el año pasado Koulibaly se empeñó en fichar por el Barcelona y le anunció a De Laurentiis que se marchaba, Luciano Spalletti, el entrenador, maestro imprescindible de la epopeya del scudetto, estuvo a punto de declarar el motín. “Presidente”, le dijo a De Laurentiis; “si usted vende a Koulibaly yo me encadeno a una portería”.

La hinchada protestó. Como había protestado las ventas de Lavezzi y Cavani. Como renegó con la salida de Insigne o Fabián. Las continuadas decisiones impopulares no alteraron el pulso de De Laurentiis, cuyo máximo don fue detectar la sabiduría en sus asesores y actuar con determinación. Giuntoli dio la cara: “Intenté retener a Kolibaly pero no fue posible”, dijo el director deportivo, en plena borrasca. “No fui capaz. Pero el Nápoles seguirá adelante con fuerza. Ficharemos jugadores jóvenes muy buenos, jugadores que se harán respetar. Tengo fe en el futuro. No estoy preocupado. Los hinchas deben tener fe en una sociedad que en los últimos 15 años ha jugado ocho en Champions”.

La inteligencia extraordinaria de Spalletti, un alquimista encubierto en un chándal de dominguero que calza Adidas Copa Mundial, desarrolló el 4-3-3 más dinámico que existe. El modelo elevó a la máxima potencia el ingenio de Lobotka, la penetración de Kvaratskhelia y el liderazgo de Kim hasta poner en órbita un equipo inolvidable. Esta primavera, los tasadores de Deloitte, entre otras firmas especializadas, concluyeron que Kim se había convertido en el primer defensa de la historia con un valor de salida de 100 millones de euros. Nadie los pagaría más gustoso que Pep Guardiola, encandilado con la imaginación que demuestra el tipo al que la prensa italiana llama Il Mostro. Ahora el Manchester City, el United, el Arsenal, el Liverpool y el PSG, se apiñan por reclutarle animados por el rumor de que su contrato contiene una cláusula que permitiría liberarle con solo 40 millones, siempre que se abonen durante una ventana de 15 días específicos el próximo verano.

El pronóstico de Giuntoli se cumplió. De Laurentiis, con 72 años, también consiguió lo que quería. “Los fondos americanos me llegaron a ofrecer 900 millones de euros por el Nápoles”, dijo en The Wall Street Journal, a comienzos de temporada, “pero yo no quiero jubilarme todavía. ¡Dejen que me divierta!”.

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Sobre la firma

Diego Torres
Es licenciado en Derecho, máster en Periodismo por la UAM, especializado en información de Deportes desde que comenzó a trabajar para El País en el verano de 1997. Ha cubierto cinco Juegos Olímpicos, cinco Mundiales de Fútbol y seis Eurocopas.

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