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‘Dragon Crew’: EE UU prepara su primera misión espacial tripulada en nueve años

Dos astronautas despegan este miércoles desde Florida hacia la Estación Espacial Internacional

Rafael Clemente
La cápsula 'Crew Dragon' sobre el 'Falcon 9' de Space X en la rampa de lanzamiento en el Centro Kennedy de Florida.
La cápsula 'Crew Dragon' sobre el 'Falcon 9' de Space X en la rampa de lanzamiento en el Centro Kennedy de Florida.AFP (AFP)

Este miércoles, a las 22:33, hora peninsular española, está previsto el despegue, desde la rampa 39A del Centro Espacial Kennedy (Florida), de la primera misión espacial tripulada estadounidense en nueve años. La cápsula Dragon Crew será propulsada por un cohete Falcon 9, de la empresa SpaceX, con Doug Hurley y Bob Behnken a bordo. Los dos veteranos astronautas de la NASA, ambos con experiencia en pilotar el transbordador espacial, tienen la misión de llegar a la Estación Espacial Internacional (ISS, por sus siglas en inglés). La cápsula se diseñó con capacidad para siete plazas, pero la agencia insistió en limitar los asientos a un máximo de cuatro, para poder distribuirlos de forma que resistan mejor el impacto del aterrizaje.

Durante los últimos nueve años, los astronautas de la NASA han viajado a la Estación Espacial Internacional como pasajeros a bordo de Soyuz rusos. Pasajeros de pago, por supuesto. Cada viaje le costaba a la agencia estadounidense casi 90 millones de dólares. Esta situación fue consecuencia de la prematura retirada del transbordador espacial. Había sufrido dos accidentes mortales, el del Challenger en 1986 y el del Columbia en 2003. La flota completa eran cuatro naves gemelas. Estudios preliminares predecían que, a lo largo de su vida útil (unos cien vuelos cada uno), podía temerse la pérdida catastrófica de una de ellas. Pero dos en tan poco tiempo eran demasiado.

El shuttle fue catalogado de poco seguro. Y, en efecto, sus tripulaciones no tenían un escape fácil en caso de que algo fuese mal durante el despegue o el aterrizaje. Tanto por su alto coste en vidas como por el hecho de que nunca cumpliera su promesa de permitir un acceso rápido al espacio, el transbordador fue retirado en 2011, una vez terminada la construcción de la Estación Espacial.

Para sustituirlos, la NASA decidió recurrir a la iniciativa privada. En 2012 adjudicó tres contratos a otras tantas empresas privadas. En un plazo muy breve debían desarrollar alternativas para que los astronautas americanos pudiesen seguir visitando la ISS sin depender de los rusos. La fecha señalada para el primer vuelo era 2017; los tres se retrasaron.

Uno de los tres prototipos sería un planeador en miniatura, el Dream Chaser de Sierra Nevada Corp. Un accidente en el tren de aterrizaje obligó a un rediseño que ponía su primer vuelo más allá de 2020. Los otros dos competidores son Boeing y SpaceX. Ambos presentan un diseño que regresa al tradicional concepto de cápsula, como en los viejos tiempos. Esta vez, siguiendo criterios más modernos; no en vano han pasado más de 50 años desde que volaron los últimos Apolo.

Curiosamente, en las adjudicaciones de fondos, Boeing se llevó la parte del león. Recibió 5.600 millones de dólares, casi el doble que SpaceX. La NASA lo razonó apuntando que SpaceX partía con muchos equipos probados en anteriores misiones tanto para la agencia como para otros clientes. Entre ellas, la puesta en órbita de satélites de todo tipo y el envío de una veintena de naves de carga para abastecer a la Estación Espacial. Una falló al estallar el cohete portador; todas las demás tuvieron éxito.

Según contrato, el compromiso era el mismo para las dos empresas: dos vuelos de prueba seguidos de seis viajes tripulados a la Estación Espacial. SpaceX lanzó el primero en marzo de 2019; Boeing lo hizo en diciembre. La Dragon Crew consiguió atracar con la Estación Espacial bajo mando automático; la Calypso de Boeing no pudo hacerlo, debido a serios problemas de programación informática. Tan serios que, de no haber intervenido los controladores de tierra, podían haber provocado la destrucción del vehículo. Lo intentarán otra vez a finales de este año.

Histórico centro Kennedy

El despegue de la Dragon Crew previsto para este miércoles será desde un lugar histórico, la rampa 39-A del centro Kennedy. Desde allí salieron hace medio siglo todos los vuelos hacia la Luna. Ahora la NASA la ha cedido a SpaceX, mientras retiene el uso de una segunda rampa –la 39-B- para el futuro supercohete lunar que quizás vuele en 2022.

La cápsula 'Dragon Crew', preparada este lunes para su despegue en el Centro Espacial Kennedy, previsto para el miércoles.
La cápsula 'Dragon Crew', preparada este lunes para su despegue en el Centro Espacial Kennedy, previsto para el miércoles.A. P.

El lanzamiento está coreografiado según pautas marcadas muchas veces por el propio Elon Musk, fundador y alma de SpaceX. Es conocida su obsesión no solo porque el diseño sea funcional sino también bonito. La torre de servicio, que en tiempos del Apolo había sido una mera estructura industrial de vigas y tuberías ha sido completamente rediseñada y su color cambiado del anodino rojo minio a una minimalista combinación de negros y blancos. Los brazos de acceso a las distintas etapas del cohete han desaparecido. Solo se mantiene el más alto que conduce a la cápsula, también con un nuevo aspecto, casi como un finger de aeropuerto.

Los astronautas visten trajes estilizados, en blanco y negro para hacer juego con la cápsula, el cohete y la torre. No desentonarían en una película de Star Trek. Sus predecesores –rusos y americanos- iban hasta la plataforma a bordo de buses adaptados; esta vez lo harán en automóvil eléctrico, concretamente en un Tesla modelo X. Tesla es también una de las varias empresas de Elon Musk.

La tripulación del 'Dragon Crew', en la cabina de la cápsula durante una prueba.
La tripulación del 'Dragon Crew', en la cabina de la cápsula durante una prueba.A. P.

Por dentro, la cápsula también refleja sus gustos. Es un espacio casi vacío, con los asientos de fibra de carbono y tejido alcántara suspendidos en el centro. El panel de mandos parece salido de una película de ciencia ficción: solo tres grandes pantallas táctiles en las que aparecerán los controles necesarios en cada momento del vuelo. Se repliega hacia el techo para facilitar el acceso o dejar aún más espacio libre.

Sorprenderá a algunos la ausencia de la torre de escape sobre la cápsula. Es un cohete de emergencia capaz de arrancarla y llevarla a lugar seguro en caso de un desastre durante el lanzamiento. Las Mercury y Apollo las utilizaban; y también los Soyuz. En alguna ocasión ha salvado la vida de sus ocupantes.

En este caso, la cápsula lleva ocho cohetes de escape adosados a sus laterales. Son muy potentes, con más de siete toneladas de empuje cada uno. Y su proceso de fabricación es una absoluta primicia en su campo: para reducir tiempo, peso y costes la cámara de combustión se fabrica capa a capa depositando una aleación de níquel y hierro mediante un proceso aditivo, parecido a la impresión en 3D.

La cápsula deberá atracar con la Estación Espacial en modo automático, tan solo con la supervisión de sus dos comandantes, por si surge algún problema. Los dos tienen idéntico tratamiento: “Comandante de nave” uno y “comandante de operaciones” el otro. Quizá es un resabio de la época del Apolo, cuando al segundo astronauta a bordo del módulo lunar se le llamaba “piloto del LM” aunque más bien era un ingeniero de vuelo y nunca llegó a tomar los mandos. Dice la leyenda que el ego de la mayoría de astronautas –todos ellos, la élite de la profesión- les impedía aceptar el título de copiloto.

La cápsula permanecerá unida a la ISS durante un tiempo todavía no fijado, según cómo se comporten sus equipos en el espacio. La intención es que pueda estar varias semanas, quizás meses. Su límite de diseño está en 110 días. Además, la NASA confía en que sus tripulantes colaboren en algún paseo espacial para realizar tareas de mantenimiento en el exterior. En sus dos vuelos anteriores a bordo del shuttle, Behnken ya acumuló tres salidas al espacio.

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Sobre la firma

Rafael Clemente
Es ingeniero y apasionado de la divulgación científica. Especializado en temas de astronomía y exploración del cosmos, ha tenido la suerte de vivir la carrera espacial desde los tiempos del “Sputnik”. Fue fundador del Museu de la Ciència de Barcelona (hoy CosmoCaixa) y autor de cuatro libros sobre satélites artificiales y el programa Apolo.

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