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SUNDANCE 2022 Premieres

Crítica: My Old School

por 

- Alan Cumming hace playback con uno de los más extraños acontecimientos de la historia reciente en el primer largometraje documental de animación de Jono McLeod

Crítica: My Old School

Por todos es sabido que Brandon Lee murió durante el rodaje de El cuervo en marzo de 1993. Tan solo un mes más tarde, un joven de 16 años llamado Brandon Lee se apuntó a la Bearsden Academy, un instituto de Glasgow. Entre sus compañeros de clase se encontraba Jono McLeod, el director de My Old School, que acaba de celebrar su estreno mundial en la sección Premieres de Sundance.

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Si al lector le parece curiosa esta primera coincidencia (¿acaso lo es?), es probable que le sorprenda más, o que directamente se quede pasmado, por esta historia que a duras penas se guardó como un secreto en el Reino Unido en la década de los 90 pero que casi no saltó a los medios en el resto del mundo. La película de McLeod llega precedida de una distancia histórica para contar una historia local que al mismo tiempo es increíblemente universal.

El director combina entrevistas con los antiguos compañeros de Brandon, sentados detrás de los pupitres en un aula, con recreaciones animadas, y en vista del tema central del documental, él mismo aceptó conceder una entrevista. Aunque no quiso aparecer en cámara se le ve en imágenes de archivo en el tramo final de la película. Como consecuencia, se filma a Alan Cumming haciendo playback con la grabación con una precisión asombrosamente milimétrica, complementada por el parecido físico que el actor guarda con Brandon.

McLeod establece pacientemente el trasfondo social del Glasgow de los años 90, al tiempo que presenta la escuela y a sus compañeros de clase con un innegable afecto. La primera vez que aparece Brandon, tanto los alumnos como el personal (incluida la férrea directora, la Sra. Humes, a la que pone voz la estrella del pop de los años sesenta Lulu) tienen la sensación que algo no va bien, pero nadie sabe decir de qué se trata. Brandon parece mayor que sus compañeros (le llaman "el treintañero"), sabe mucho de la vida para su edad y tiene acento canadiense. Resulta que recibió clases particulares mientras vivía en Canadá y que su madre, que acaba de fallecer en un accidente de tráfico, era una cantante de ópera que le llevaba de gira por todo el mundo. Cuando muere su padre, parece extrañamente imperturbable, como recuerda su profesor de física.

Con el tiempo, Brandon pasa de ser un friki marginado a convertirse en uno de los chicos más populares de Bearsden, entre otras cosas gracias a su participación estelar en la producción escolar de South Pacific, cuyo final proporciona a la película uno de sus momentos más extraños y delicados. Su popularidad no decae y recibe la invitación para irse de vacaciones con la chica más pija del colegio. Es entonces cuando por fin sale a la luz su secreto, sin olvidar varios giros de guion.

El tono humorístico reforzado por la música y el estilo de animación de los años 90 (McLeod cita la serie Daria, de la MTV, como una influencia clave), así como el montaje ágil y la sonoridad del acento de Glasgow de los entrevistados, sin olvidar su carácter juguetón y abierto, dan paso gradualmente a una atmósfera más oscura. El poso que queda es de una extraña tristeza, incluso de lástima, pero la rareza misma del protagonista impide la empatía o la compasión. Al final, My Old School es un relato único sobre la identidad, el engaño y la ambición malsana, aunque estos tres aspectos no procedan necesariamente del mismo lugar, lo que contribuye a que todo sea incluso más complejo y desconcertante.

La película cuenta con la producción de la la británica Hopscotch Films, y Dogwoof gestiona los derechos internacionales.

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(Traducción del inglés por Marcos Randulfe)

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