Colossal, de Nacho Vigalondo

El monstruo soy yo

Oswaldo Osorio

colossal

El encanto del cine fantástico es que, por más descabellada que sea la premisa que define su lógica o su universo, el espectador la acepta sin objeción. Naturalmente, luego de estar definida esa lógica, se le exige que sea consecuente con ella misma. Eso es lo que sucede en esta película, en la que una mujer parada en un parque de una ciudad estadounidense, se materializa en un monstruo en Seúl, planteando así una intrigante situación que no está limitada solo a la originalidad de su argumento.

Y es que aunque hablar de originalidad en un argumento sea difícil, porque ya todas las historias están contadas, el español Nacho Vigalondo se las ingenia siempre para que sus películas parezcan relatos inéditos, o al menos con una gran dosis de innovación. Así se puede constatar desde su célebre cortometraje 7:35 de la mañana (2003), hasta sus tres sorprendentes largometrajes: Los cronocrímenes (2007), Extraterrestre (2011) y Open Windows (2014).

Lo más particular de esta propuesta es que, si bien la situación general es similar a cualquier versión de Godzilla y la peripecia mediante la cual aparece el monstruo es de cuño fantástico, casi todo el desarrollo del relato está más cerca de un drama propio del cine independiente, en el que se construye con solidez a sus personajes y se ponen en juego una serie de ideas y reflexiones sobre su mundo interior y sus relaciones.

La vida de Gloria es un desastre, tiene problemas de alcoholismo, desde hace mucho está desempleada, su novio la deja y duerme todo el día. Cuando regresa a su ciudad natal tiene que lidiar con una crisis existencial y unas precarias condiciones de vida que la hunden cada vez más en el sinsentido y la baja autoestima. Sus nuevos compañeros de vida no ayudan mucho, pues la alientan a beber más y a tomar un trabajo muy por debajo de su formación.

Solo cuando aparece el monstruo, la verdadera naturaleza de Gloria y su amigo Óscar emergen. Los dilemas morales y las oscuras conductas crean un nuevo conflicto que complementa ese insólito asunto del monstruo y la destrucción de la capital coreana, conduciendo la historia a una confrontación sicológica y moral, donde se evidencian todos sus complejos, defectos y virtudes. Y si bien la radical transformación de Óscar parece un comodín para que la trama funcione, luego queda bien argumentada cuando toda la historia se conoce.

El caso es que se trata de un original e inquietante relato, tanto en esa premisa fantástica como en su singular combinación con el drama de personajes. Una película que sorprende, entretiene y desarrolla un genuino drama de crisis existencial. Todo empacado en una historia bien armada, difícil de prever y estimulante.

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