Una mujer de edad avanzada, con falda larga, delantal de lana y un pañuelo en la cabeza. Así se imaginan la mayoría de catalanes a la castañera, un personaje que reaparece cada otoño en canciones populares y tiendas de disfraces. Pero, a diferencia de Michael Myers, Scream y otros conocidos rostros de la noche del 31 de octubre, no es una figura ficticia. Se cree que estas vendedoras ambulantes proliferaron en Barcelona a raíz de una tradición que se remonta al siglo XVIII.
En aquella época, las campanas de las iglesias resonaban sin descanso durante la noche de Todos los Santos. De esta agotadora faena se encargaban los campaneros, que cogían fuerzas devorando castañas regadas con vino. “Las plazas se llenaban de gente que les hacían compañía y que también pasaban el tiempo comiendo estos frutos de temporada”, relata el historiador Dani Cortijo. Poco después aparecieron las castañeras, que se colocaban en lugares céntricos y cerca de los accesos a los principales cementerios de la ciudad, como el Portal de l’Àngel. Por allí pasaban los barceloneses con familiares enterrados en el cementerio dels Empestats (donde ahora se sitúa el cruce de paseo de Gràcia con Aragó), así que las ventas estaban aseguradas.
Izquierdo vendía 50 kilos de castañas diarias, una cantidad que se ha reducido en los últimos años
Las primeras castañeras, que no siempre eran mujeres mayores, procedían del interior de Catalunya. Más tarde, esta profesión la heredaron familias originarias de otras partes de España que, con los movimientos migratorios del siglo XX, se habían instalado en la capital catalana. “Los gallegos fueron quienes más se especializaron en la venta de este fruto, ampliamente cultivado en sus tierras”, explica Cortijo.
Algunas paradas que hoy se reparten por la ciudad pertenecen a los hijos de aquellos emigrantes. Es el caso de Rafael García, de madre gallega, cuya familia se ha dedicado a la venta de castañas más de medio siglo. “Siempre hemos estado en la Rambla, pero este año nos han reubicado en la plaza Catalunya por las obras”, cuenta desde su tienda justo en frente del Primark. No va vestido con una falda larga ni con un pañuelo en la cabeza, pero eso no impide que se le acerquen todo tipo de públicos demandándole paperinas repletas de castañas humeantes. “A los italianos les encantan”, asegura.
En otoño e invierno, combina su trabajo en la Seat con la venta de estos frutos: entre semana, abre a las 16 horas y sábados y domingos, todo el día. Este será el primer año que su padre no le ayudará a despachar: “Se lo hemos tenido que prohibir, está muy mayor. Pero si fuera por él...”.
La castanyera de Aribau, a dos pasos del edificio histórico de la Universitat de Barcelona, es otra de las más veteranas. Tanto es así, que este puesto se menciona en la novela Nada de Carmen Laforet, publicada en 1945. O así lo defiende Montse Izquierdo, de raíces palentinas, que se puso al frente del negocio en 1978. “Todo ha cambiado mucho. Antes vendía 50 kilos de castañas al día, una cantidad que ahora me dura cerca de una semana”, afirma. Pero sigue habiendo trabajo. Sobre todo el 31 de octubre, el día que se celebra la castañada, cuando se le forman largas colas. “Me tienen que ayudar hijos y sobrinos”, insiste. Su hija Catia, además, abre cada día la tienda y le prepara unas empanadas de boniato “que tienen mucho éxito”.
También son días en que la visitan muchos escolares, que le preguntan dónde esconde su gato, el animal que siempre acompaña al personaje del imaginario popular. “A mí también me lo dicen”, responde entre risas María, una joven de Guinea que hace una semana que vende castañas en un tenderete de la plaza Francesc Macià. Explica que es habitual que los niños y niñas le canten la canción de la castañera que se enseña en los colegios y que ella les baila. “También me hago fotos con los turistas”, añade.
Pese a que hace poco no sabía quién era la castañera, admite que comparte los valores que representa. “Es una mujer trabajadora, que saca la faena adelante con amor y dedicación. Gracias a ello, hoy es conocida dentro y fuera de Catalunya”.