Película difícil de clasificar, a medio camino entre el cine bélico de la época y la comedia de acción. Tiene algo que la hace especialmente auténtica, cuenta con unas interpretaciones muy carismáticas de un puñado de actorazos (solo Telly Savalas me rechina, no termina de convencerme como fanático religioso). Aldrich dirige con maestría y hace creíble una historia que en realidad es inverosímil, y eso tiene mucho mérito.

Si acaso reprochar al director que plagie descaradamente un montón de cosas que hemos visto ya en muchas películas posteriores, por lo demás muy recomendable.

La más siniestra de las aventuras de Indy, aderezada con bichos repulsivos y un menú gastronómico inolvidable además de un malo de mayor componente terrorífico: el brujo de magia negra y descorazonador Mola-Ram, que mola bastante, ciertamente. La chica de la película, en cambio, resulta menos carismática que su predecesora (o sucesora, según se mire, ya que esto no deja de ser una precuela de En busca del arca pérdida) y su papel de mujer torpe y florero se hace algo empalagoso, más si la comparamos con la audaz Marion ya mencionada.

Por lo demás, mucha acción, numerosas hostias y diversión para toda la familia, destacando la mítica secuencia de la vagoneta en la mina y la del puente colgante. Tan divertida e inverosímil como toda la saga.

Una película de personajes modernos, casi demasiado, algo idealizados quizá, pero ambientada en unos años justo anteriores a la era digital en la que nos encontramos. El director, que firma también el guión de su propia novela —que supongo bastante autobiográfica—, no duda en remover la nostalgia del público que vivió esa época, utilizando antigüedades como una sencilla cinta de cassette o la dificultad para conseguir encontrar una canción (pleistoceno, ya digo), para exprimir todo el jugo a una historia de amistad de las buenas, de las que llegan al corazón por lo bien perfilado de sus personajes y la profundidad del mensaje. A pesar de esas referencias concretas, es sin duda un brillante retrato de los problemas de identidad de la juventud de cualquier época en el que los actores están estupendos y derrochan naturalidad, vitalidad y encanto a partes iguales.

Clásico de aventuras y uno de los papeles por los que más se recuerda al ínclito Errol Flynn. La película tiene un sabor inconfundible a buen cine, personajes de enjundia, malos malvados y ridículos al mismo tiempo, humor y camaradería para regalar y una pareja protagonista con gancho y química como pocas, no en vano la Havilland y él se hincharon a compartir cartel. Se han hecho muchas versiones del héroe inglés pero ninguna ha conseguido nunca alcanzar la autenticidad de esta. Robin Hood es Errol Flynn, punto. Y en España es Errol Flynn y el menda que le ponía la voz, porque incluso yo, que soy fanático de la VO, debo admitir que el doblaje original de estos clásicos le aporta un plus a la película para el público español. Eran siempre los mismos cinco tíos pero qué bien doblaban las pelis de corte histórico, al César lo que es del César.

Además, hay que reconocer que le quedaban las mallas de puta madre.

Reflexión, en tono de comedia burlesca, acerca de temas como la soledad e incomprensión del artista, el vacío existencial, la mezquindad humana o la ferocidad del supuesto sexo débil. La película goza de un 6,1 aquí en FA principalmente por un factor decisivo que expongo en el siguiente renglón y que creo que nadie me podrá refutar.

ES DE INGMAR BERGMAN.

Aclarado este asunto nada baladí, sólo queda decir que la película bordea en muchos momentos los niveles del truño cinematográfico. Sofisticado, eso sí, pero truño al fin y al cabo, y que solo al final consigue salvar un poco los muebles. Yo, particularmente, no os recomiendo que la veáis justo después de comer. La dormidera que provoca una digestión pesada combinada con un ritmo de narración lentísimo y unos golpes de humor sueco que quizá hagan gracia a los suecos, puede provocar el conocido técnicamente como ‘sobado nórdico’. En mi caso me quedé dormido sin ningún remordimiento a los 38′ pero después de una cabezada reparadora pude completar el resto con facilidad, aunque con un entusiasmo similar.

Quizá el problema lo tengo yo con el cine de este hombre, creo que esto de tener que descifrar lo que un director quiere decir con un plano o con tal o cual diálogo no es lo mío. Los simbolismos y eso son jodidos de pillar, porque… ¿Cuando el biógrafo se da el baño con el flotador con forma de cisne, qué significa eso exactamente? No sé, la duda me atormenta.

Por cierto, yo también le pongo un cuatro por ser de quien es. Si no, probablemente sería un dos o un tres como mucho. También veo la viga en mi ojo, que conste.