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Críticas ordenadas por fecha (desc.)
22 de marzo de 2017
5 de 6 usuarios han encontrado esta crítica útil
Era mi película más esperada del año y, pese a que conozco sobradamente las malas jugarretas que pueden jugar las expectativas, no podía evitar tenerlas por las nubes. Uno tras otro fallaron sucesivamente todos mis intentos por ir a verla con mi mujer al cine. El pálpito (las expectativas por las nubes) me decía que la experiencia nos reportaría un recuerdo que llevarnos a la tumba (la primera película que vimos juntos tras el nacimiento de Eloy). Finalmente encajé como un hombre la derrota y me dispuse a verla la noche de un sábado a la una de la madrugada. Dos horas y media más tarde, ya en la cama, me resultaba imposible dormir, y la culpa no era de Eloy; simplemente me había adherido a una emoción, que por lo visto no hacía malas migas con el insomnio, de la que no quería desembarazarme: mi vieja amiga, la melancolía.
La melancolía es una emoción especial, a caballo entre la tristeza, la ternura hacia uno mismo y hacia la vida, sin rastro alguno de ansiedad: una balsa de aceite emocional. Manchester by the sea es la película más melancólica de lo que llevamos de siglo, y yo, aquella noche, volví a encontrarme igual de bien que siempre en la piel de aquel chico melancolíco que caminaba por la calle con la cabeza en las nubes y sin despegar los ojos del cemento.
Dos semanas más tarde todavía no había logrado dejar atrás la película y hube de verla de nuevo para lograrlo, como si un nuevo visionado viniera a cerrar un círculo y formara parte de la catarsis. No hacía eso con una película desde El luchador. Obviamente, nadie a mi alrededor me tiene por la alegría de la huerta.
Yo entiendo a los que dicen que Affleck no es en realidad un buen actor, que solo sabe interpretarse a sí mismo. Y los entiendo porque sospecho que bien podría ser cierto, pero del mismo modo opino que cuando Affleck interpreta a personajes que coinciden con sus parámetros personales, es decir, cuando encuentra personajes con los que interpretar a Casey Affleck del modo más fidedigno, hay pocos rivales hoy sobre la tierra que puedan hacerle frente. En este sentido, el Lee Chandler de Manchester by the sea es un auténtico filón, como lo fue el Jim de Lonesome Jim, película a reivindicar, o el Robert Ford de El asesinato de Jesse James... La apatía vital, el estoicismo, la castración emocional y esa agresividad inminente que son marca de fábrica de Casey Affleck lucen aquí en su máximo esplendor, y lo que queda, a mi juicio, es uno de los pocos personajes inolvidables que nos lega el tan olvidable cine de los últimos años, así como la mejor película del año que vivimos peligrosamente, una oda serena y melancólica al abandono, a la frustración, al estoicismo, a unas emociones que el cine ya pocas veces trata y que entroncan, esta es mi percepción, con los viejos westerns crepusculares y no tan crepusculares, con los desencantados protagonistas del añorado Kaurismaki y, por el tratamiento veraz del absurdo del drama humano, por la ausencia de barniz de ninguna clase, con el cine de Cassavetes, siempre Cassavetes.
Una de las dos o tres mejores películas de la década y, ahora sí, lo mejor que ha filmado el ser humano desde Winter Sleep.
La melancolía es una emoción especial, a caballo entre la tristeza, la ternura hacia uno mismo y hacia la vida, sin rastro alguno de ansiedad: una balsa de aceite emocional. Manchester by the sea es la película más melancólica de lo que llevamos de siglo, y yo, aquella noche, volví a encontrarme igual de bien que siempre en la piel de aquel chico melancolíco que caminaba por la calle con la cabeza en las nubes y sin despegar los ojos del cemento.
Dos semanas más tarde todavía no había logrado dejar atrás la película y hube de verla de nuevo para lograrlo, como si un nuevo visionado viniera a cerrar un círculo y formara parte de la catarsis. No hacía eso con una película desde El luchador. Obviamente, nadie a mi alrededor me tiene por la alegría de la huerta.
Yo entiendo a los que dicen que Affleck no es en realidad un buen actor, que solo sabe interpretarse a sí mismo. Y los entiendo porque sospecho que bien podría ser cierto, pero del mismo modo opino que cuando Affleck interpreta a personajes que coinciden con sus parámetros personales, es decir, cuando encuentra personajes con los que interpretar a Casey Affleck del modo más fidedigno, hay pocos rivales hoy sobre la tierra que puedan hacerle frente. En este sentido, el Lee Chandler de Manchester by the sea es un auténtico filón, como lo fue el Jim de Lonesome Jim, película a reivindicar, o el Robert Ford de El asesinato de Jesse James... La apatía vital, el estoicismo, la castración emocional y esa agresividad inminente que son marca de fábrica de Casey Affleck lucen aquí en su máximo esplendor, y lo que queda, a mi juicio, es uno de los pocos personajes inolvidables que nos lega el tan olvidable cine de los últimos años, así como la mejor película del año que vivimos peligrosamente, una oda serena y melancólica al abandono, a la frustración, al estoicismo, a unas emociones que el cine ya pocas veces trata y que entroncan, esta es mi percepción, con los viejos westerns crepusculares y no tan crepusculares, con los desencantados protagonistas del añorado Kaurismaki y, por el tratamiento veraz del absurdo del drama humano, por la ausencia de barniz de ninguna clase, con el cine de Cassavetes, siempre Cassavetes.
Una de las dos o tres mejores películas de la década y, ahora sí, lo mejor que ha filmado el ser humano desde Winter Sleep.
18 de julio de 2016
11 de 12 usuarios han encontrado esta crítica útil
Me he liado un cigarrillo mientras desfilaban los créditos, meditando lo que acababa de ver, la escena final, aquilatando cuántas medidas de hiel había exactamente en esa versión a coro de God Bless America. He ido al lavabo antes de coger el metro, y ha sido entonces cuando he notado que me costaba mirarle a los ojos a la gente. El mayor shock ha tenido lugar al salir del cine y volver a la realidad, porque durante un rato ha sido como si el mundo real estuviera ahí, la calle, los coches, los traseúntes, pero yo no tuviera realidad a la que volver. Entonces ha sido cuando me he dado cuenta de que estaba deshecho, deprimido. Qué película tan jodida, he pensado, ¿cómo es posible que me siga afectando de esta manera? Debería de hablar con alguien, me he dicho, y he llamado a mis padres, que están de vacaciones en Galicia. Lo ha cogido mi madre. ¿Que tal todo? Bien. Etc. ¿Al cine?, me ha preguntado mi madre, ¿te ha gustado la película? Si, le he contestado, aunque ya la he visto muchas veces. Pues vaya gracia, me ha dicho mi madre. He visto El Cazador, he contestado, como si necesitara justificarme. Ah, El Cazador, ha dicho mi madre. ¿El Cazador?, he oído que decía de fondo mi padre. Te paso con tu padre, me ha dicho mi madre. ¿Has visto El Cazador, la de De Niro?, me ha preguntado mi padre al coger el tel��fono. Sí, le he dicho yo. Joder, que peliculón, ha dicho mi padre. Es una barbaridad, le he dicho yo. Nunca la habías visto en el cine, ¿no?, siempre por televisión. Sí, he contestado, la verdad es que todavía estoy un poco impresionado. No me extraña, ha dicho mi padre, no me extraña que estés impresionado. Entonces hemos hablado un rato sobre la película, sobre las trayectorias de Walken, de De Niro, de Cazale, sobre su experiencia, ya comentada anteriormente decenas de veces, en el cine cuando la vio de estreno. Eran otros tiempos, me ha contado mi padre, recuerdo que una de las cosas que más me impactó fue cómo salían los chorros de sangre de la cabeza. Al rato, cuando la conversación ha derivado a cosas más triviales, me ha preguntado: ¿qué te pasa?, te noto raro. No me pasa nada, le he dicho, es la película, estoy un poco tocado, sólo es eso. Hablas muy lento, como entrecortado, me ha dicho. Acabo de salir del cine, me he metido mucho en la película, ya se me pasará. Joder, hijo, ha dicho mi padre. No te preocupes, mañana estaré bien, ya sabes cómo soy, he contestado yo. Tenemos que ir algún día tú y yo a ese cine, me ha dicho mi padre. Claro que sí, he dicho. A recordar los tiempos del Victoria, del Astor, del Virrei, del Odeón, ha dicho mi padre. Los viejos tiempos, he sugerido yo. Eso, los viejos tiempos, ha dicho él.
7 de agosto de 2012
14 de 16 usuarios han encontrado esta crítica útil
Todo un hito en el cine independiente actual; una película con verdaderas aristas, sin esos ángulos redondeados y cuidadosamente pulidos que nos ha ofrecido la etiqueta indie en la última década. Una película que, salvando las distancias, dignifica el legado de Cassavetes; compleja, ambigua y con pelotas, que retrata un personaje volátil y perdido, magnífica y odiosa Paquin, como hemos visto pocos en los últimos años, que rebusca en sus entrañas dando palos de ciego. Y esos diálogos, algunos de un calado y una facultad para retratar la enmarañada psique de Paquin verdaderamente memorable. Yo hacía tiempo que no veía tal arrojo e incisión a la hora dar cuerpo a un personaje. De la mano de Lonergan y su guión, Paquin palpita ante nuestros ojos como un ente de un realismo sorprendente, sin un ápice de concesiones para con el espectador ni cartón alguno. Y bueno, es probable que la película sea esquizofrénica en cuanto al montaje, pero es que ese ritmo descompensado le viene como anillo al dedo, y la afinidad con la trama y el personaje le imprime un carácter único e imprevisible. La verdad, sólo queda llorar por la media hora que se ha quedado mutilada y desamparada, quizás para siempre, en la condenada sala de montaje, y fantasear con la Margaret que quizás nunca veamos, que han robado a Lonergan, que nos han robado Ali Baba y los suyos. Hace falta mucho tesón para ser Cassavetes en estos días, y empeñar en unas bobinas de celuloide la propia vida. Sea como sea, confiemos en el DVD, en la avaricia, y en el Director's Cut que, es probable, acabe por aparecer.
Por mi parte, hacía tiempo que tenía ganas de hincarle el ojo a Margaret, porque Lonergan nos regaló uno de los mejores debuts independientes de la década pasada, Puedes Contar Conmigo, y era impensable que decepcionase, más aún sabiendo todos los problemas que ha arrastrado estos años, se olía que Lonergan había apuntado alto, y así ha sido, desde luego la falta de ambición no es algo que se le pueda imputar a Lonergan. Hay que celebrar películas así, me cago en Hristo, más allá de posibles pegas, que sin duda las tiene, porque cada vez más es un milagro que lleguen a las pantallas. Y no hay más que ver la media que ostenta ahora mismo en la licorería para darse cuenta de que hay una razón de ser para este drama, para que las películas con pelotas sean cercenadas antes de llegar a nuestros ojos; el vacío nos está engullendo. Y sólo nos queda gritar, desgañitarnos como dementes.
Por mi parte, hacía tiempo que tenía ganas de hincarle el ojo a Margaret, porque Lonergan nos regaló uno de los mejores debuts independientes de la década pasada, Puedes Contar Conmigo, y era impensable que decepcionase, más aún sabiendo todos los problemas que ha arrastrado estos años, se olía que Lonergan había apuntado alto, y así ha sido, desde luego la falta de ambición no es algo que se le pueda imputar a Lonergan. Hay que celebrar películas así, me cago en Hristo, más allá de posibles pegas, que sin duda las tiene, porque cada vez más es un milagro que lleguen a las pantallas. Y no hay más que ver la media que ostenta ahora mismo en la licorería para darse cuenta de que hay una razón de ser para este drama, para que las películas con pelotas sean cercenadas antes de llegar a nuestros ojos; el vacío nos está engullendo. Y sólo nos queda gritar, desgañitarnos como dementes.
20 de junio de 2011
8 de 10 usuarios han encontrado esta crítica útil
Una oportunidad perdida. Así se siente uno cuando empiezan a desfilar los créditos y ha estado durante todo el metraje esperando a que toquen She Sells Sanctuary, y es más, le ha parecido identificar la escala de acordes evanescente del inicio entre la distorsión. Ahora viene, te dices, y miras al cojín del sofá que yace a tu derecha con emoción y asientes. Sí, sí, ahora viene. Pero no, no tocan She Sells Sanctuary. Sólo pareció que caería en cualquier momento, por que parecía que se palpaba, por que la noche se prestaba a ello. Y, especialmente, por que cuando están Giamatti y Hoffman sobre el escenario siempre debería caer un She Sells Sanctuary.
En esta adaptación de una aclamada novela que no conocía de un escritor que desconocía, el tal Richard J. Lewis, intenta realizar la típica comedia dramática, desenfadada, emotiva e intelectualmente satisfactoria. Lo que para algunos representa El Gatillazo Del Rey, por poner un ejemplo reciente. Y no lo hace mal del todo, pero la mezcla le queda aguada, impersonal y con una carencia de nervio palpable. En última instancia, el material que maneja, que se presume interesante bajo el aliento a tópico con que Lewis lo cubre, como un presentador de telediario recitando a Carver, esa sería más o menos la sensación, y muy especialmente el recital de Giamatti, uno de los mejores actores que nos quedan en este buque a la deriva en que se ha convertido el cine, convierten la experiencia en algo gratificante. Lo de Giamatti es algo digno de reseñar. Como Seymour Hoffman, con el que guarda no pocos puntos en común, Seymour con más filo y Giamatti más dotado para la comedia, constituyen el último bastión de los tipos orondos con talento en el cine, una raza en verdadera extinción, recogiendo el testigo de los Laughton, de los Greenstreet, sobreponiéndose a los flequillos, a los pómulos afilados y los torsos esculpidos, sobreviviendo en un mundo de guionistas infames, a la caza de un entrecot entre tanta hoja de lechuga, dejando su sello de calidad independientemente de la enjundia del proyecto. Casi parece un milagro que tipos como ellos consigan papeles protagonistas en el desfile de modelos en que se ha convertido Jolibud hoy en día. Y en fin. Por lo demás, Dustin Hoffman consigue divertir en una extensión de su personaje en una de las sagas más taquilleras de la historia del cine (...) y se coloca con desparpajo a la altura de Giamatti en cada una de las secuencias que comparten. Pero en última instancia, Giammati. Y a esta película, cuando empiezan a pesarle los minutos como si se hubiera subido al ring con Cassius Clay, acaba por quedarle sólo la última instancia para mantener el interés. Y no es poco. En realidad, es bastante.
En esta adaptación de una aclamada novela que no conocía de un escritor que desconocía, el tal Richard J. Lewis, intenta realizar la típica comedia dramática, desenfadada, emotiva e intelectualmente satisfactoria. Lo que para algunos representa El Gatillazo Del Rey, por poner un ejemplo reciente. Y no lo hace mal del todo, pero la mezcla le queda aguada, impersonal y con una carencia de nervio palpable. En última instancia, el material que maneja, que se presume interesante bajo el aliento a tópico con que Lewis lo cubre, como un presentador de telediario recitando a Carver, esa sería más o menos la sensación, y muy especialmente el recital de Giamatti, uno de los mejores actores que nos quedan en este buque a la deriva en que se ha convertido el cine, convierten la experiencia en algo gratificante. Lo de Giamatti es algo digno de reseñar. Como Seymour Hoffman, con el que guarda no pocos puntos en común, Seymour con más filo y Giamatti más dotado para la comedia, constituyen el último bastión de los tipos orondos con talento en el cine, una raza en verdadera extinción, recogiendo el testigo de los Laughton, de los Greenstreet, sobreponiéndose a los flequillos, a los pómulos afilados y los torsos esculpidos, sobreviviendo en un mundo de guionistas infames, a la caza de un entrecot entre tanta hoja de lechuga, dejando su sello de calidad independientemente de la enjundia del proyecto. Casi parece un milagro que tipos como ellos consigan papeles protagonistas en el desfile de modelos en que se ha convertido Jolibud hoy en día. Y en fin. Por lo demás, Dustin Hoffman consigue divertir en una extensión de su personaje en una de las sagas más taquilleras de la historia del cine (...) y se coloca con desparpajo a la altura de Giamatti en cada una de las secuencias que comparten. Pero en última instancia, Giammati. Y a esta película, cuando empiezan a pesarle los minutos como si se hubiera subido al ring con Cassius Clay, acaba por quedarle sólo la última instancia para mantener el interés. Y no es poco. En realidad, es bastante.
31 de diciembre de 2010
8 de 8 usuarios han encontrado esta crítica útil
Tenía muchas esperanzas puestas en esta película por que, a tenor del estado cuasi catatónico que vive el género criminal a día de hoy, sabía que era una de las pocas oportunidades de depositar esperanzas que tendría en este aciago año, en mil y un sentidos, que dejamos atrás. Mis esperanzas eran contenidas, no esperaba un nuevo clásico, ni mucho menos, y bien, se han visto moderadamente satisfechas. Para la ocasión reservé la versión extendida que ya corre desde hace un tiempo por ahí, por que siempre quiero dos tazas. Y bien, uno ha de enfrentarse a esta película con la generosidad y el altruismo con el que se enfrenta a estas fechas tan señaladas si no quiere ser desintegrado. Uno ha de tenderle una rama de olivo a las abdominales de Ben Affleck, perdonarle ciertos signos de egocentrismo, por que si en su anterior obra su propio hermano fue el error de casting de la función aquí no es otro que él mismo, absolverle por dar tanta importancia a esa historia de amor con calzador, por lo plano de los secundarios, habrá quien pedirá penitencia por la riada de tópicos pero ese no seré yo, por que disfruto de los tópicos en este género cuando me los cuelan con un mínimo de buen gusto. Y Affleck se merece ese perdón por que aquí ha puesto corazón, empaque y se muere por gustar a los que gustamos de estos embolados. Le perdono también que toda la película sea en realidad un homenaje a esa cima del género, Heat, con En El Barrio de El Vez sonando de fondo, por que de nuevo me la cuela con estilo, me cuelgan un par de bolas de navidad de la entrepierna y en la mano llevo esa rama de olivo. Y con la experiencia de esa mediocrísima micro-Heat titulada Takers tan reciente, ésto casi merece un par de salvas y un toque de corneta. Lo sé, soy generoso. Lástima que para esta ocasión no haya contado con un guión tan consistente como en su anterior aventura tras las cámaras. Ese es, realmente, el principal hándicap del asunto. Por lo demás, el tipo filma con nervio algunas de las mejores escenas de acción de los últimos años, con tiroteos que no causan bostezos, todo un logro hoy en día, y lucha por dotar a todo el conjunto de la veracidad de los suburbios, y yo se lo agradezco. Por que si Affleck se acaba convirtiendo en uno de los adalides del género en los próximos años, y parece que esa es su intención, yo voy a ser benevolente con él, y dejarle galopar por la banda, hacer sus progresos, que se lo tome con calma, a ver los frutos. Y si por el camino va dejando obras del nivel de sus dos películas, viendo como está el patio, parece que habrá que agradecérselo. Aunque, para ser sinceros, la verdad es que estamos jodidos. Pero que no se diga que no estamos contentos.
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