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Michael Ignatieff: las luces y sombras de reconstruir los recuerdos familiares

El valor del �ntimo 'El �lbum ruso', memorias que destacan por su solidez intelectual y estil�stica, reside en las reflexiones del polit�logo sobre la posibilidad de perpetuar la memoria

El polit�logo y ensayista Michael Ignatieff.
El polit�logo y ensayista Michael Ignatieff.�ngel Navarrete
Actualizado

Simone Weil afirmaba que arraigar es quiz�s la necesidad m�s importante e ignorada del alma humana (Echar ra�ces, Trotta, 2014). Permanecer en el lugar natal no garantiza el arraigo, pero sin duda la migraci�n a otro pa�s lo dificulta al romper con la continuidad. Las ra�ces, en ese caso, se bifurcan de formas inesperadas entre las que crecen en el nuevo hogar, donde se construye un futuro incierto, y las del pasado, que se arriesgan a quedar reducidas a muestras inertes de un herbario.

El �lbum ruso

Traducci�n de Cecilia Ceriani. Taurus. 256 p�ginas. 21,90 � Ebook: 10,99 �
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Para quienes nacen ya en el extranjero, sin recuerdos directos de la cultura de origen, s�lo quedan fotograf�as, documentos y relatos familiares con los que (re)componer una ascendencia fragmentada. Este es el desaf�o que asume Michael Ignatieff (Toronto, 1947), Premio Princesa de Asturias de Ciencias Sociales 2024, en su minucioso rescate geneal�gico de la rama paterna compuesta por miembros de una prominente familia de la nobleza zarista que, tras participar activamente en la pol�tica nacional e internacional, se vieron obligados a huir de la revoluci�n rusa (convirti�ndose en los despectivamente llamados bivshie liudi, "los de antes") a trav�s del C�ucaso hacia "tierras salvajes lejanas".

El peso del pasado

El valor de este ejercicio de reconstrucci�n �ntima e hist�rica reside en las reflexiones de Ignatieff sobre la posibilidad misma de la memoria, el desarraigo, los usos de la fotograf�a, la transmisi�n de lo vivido entre generaciones y la ilusi�n del viaje en el tiempo mediante la "ciencia hist�rica" o literariamente: "La imaginaci�n hist�rica surge de la p�rdida, del desposeimiento y de la reclusi�n (...) y surge cuando el pasado ya no puede darse por sentado, pues deja de percibirse como una tradici�n que llevamos dentro, o cuando el pasado se ha convertido en una carga de la que el presente busca liberarse. (...) Lo que podemos saber del pasado y lo que queremos de �l son dos cosas totalmente diferentes".

El �lbum ruso, obra original de 1987, mantiene su vigencia gracias a su solidez intelectual y estil�stica. Mientras que las ediciones anglosajonas reproducen en la cubierta retratos familiares que marcan hitos en la narraci�n, la edici�n espa�ola opta por un paisaje nevado que soslaya la honda conexi�n de estas memorias con la fotograf�a. Incluye un ep�logo de 1997, en el que Ignatieff relata su viaje a la casa familiar en la reci�n independizada Ucrania, cuatro a�os despu�s de la muerte del padre.

Unir los fragmentos

La casa, a diferencia de muchas otras que fueron incendiadas o saqueadas durante la revoluci�n, se salv� reconvertida en escuela. "Ol�a a ni�os, a desinfectante y a pintura fresca (...) Habitaci�n tras habitaci�n, donde mis t�os debieron de dormir durante su infancia, hab�a ni�os de seis y siete a�os aprendiendo el idioma ucraniano". Un a�o despu�s regres� al mismo lugar con motivo del rodaje de una serie sobre aquella independencia (Sangre y pertenencia).

En una �ntima misa ortodoxa ante la tumba de sus antepasados, finalmente experiment� la conexi�n emocional que le hab�a esquivado hasta entonces, como si los fragmentos de sus ra�ces familiares, dispersos por el mundo, se unieran por unos instantes. Sin embargo, estas conexiones se transforman con el tiempo.

En un pr�logo reciente, Ignatieff reflexiona sobre la invasi�n rusa. Su abuelo fue gobernador civil de Kyiv, donde nacieron dos de sus t�os. Con lucidez, afirma: "Mi familia cre�a que Ucrania formaba parte de Rusia, pero entend�a que era un lugar con su propia esencia, con su lengua y tradiciones. Como amaban la tierra y a sus gentes, no pod�an concebirse a s� mismos como ocupantes imperiales. Ahora, los descendientes como yo debemos reconocer el papel de nuestra familia en una historia de dominaci�n".