★★★ En la academia militar de West Point, en las primeras décadas del siglo XIX, ocurre un crimen espantoso, satánico casi. Un detective (Bale) hace equipo con un cadete (Melling) para resolverlo: ese cadete es un joven Edgar Allan Poe.
Lo bueno de la película es que nos permite recorrer un mundo preciso y desconocido, así como seguir un misterio que, como todos los misterios, resulta interesante.
Lo malo es la pretensión de “ah, miren, Poe se volvió el Poe que conocemos por estas cosas que le pasaron”, que resulta una idea de lo más trivial.
Por suerte están Christian Bale, que tiene un aire de respetabilidad y de emoción creíble, y Gillian Anderson, que en un par de escenas muestra la cantidad de tonos (de lo recatado a lo desaforado) que puede utilizar sin caer en la mueca.
Lo demás es mediocre, aunque bien vestido por una luz mortecina que contribuye al clima.
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