Crítica: Vivre, mourir et renaître
por Fabien Lemercier
- CANNES 2024: Gaël Morel firma un melodrama simple, depurado y conmovedor sobre un triángulo amoroso
“¿En qué pensabas cuando lo hiciste?” Cuando la juventud, los sentimientos y la perspectiva de la muerte establecen lazos estrechos entre sí, afloran las emociones paradójicas entre sentimientos de injusticia, ira, dolor y compasión, y la vida continúa su cauce igualmente, con un futuro como en suspenso en el que resulta difícil proyectarse en el momento. Pero también se trata de un tiempo de sensibilidad exacerbada, de ecos profundos y de pequeños gestos con mucho significado. Y es precisamente este el territorio universal que el cineasta francés Gaël Morel ha explorado con delicadeza en Vivre, mourir et renaître [+lee también:
tráiler
ficha de la película], su nuevo trabajo, que ha sido presentado en la sección Cannes Première del 77.º Festival de Cannes.
"Es normal que le gustes". La enfermera Emma (la carismática Lou Lampros) vive en París con el conductor de metro Sammy (Théo Christine, tan genuino como siempre) y su jovencísimo hijo Nathan, pero su vida entra en una fase completamente distinta cuando se mudan al apartamento contiguo al cuarto oscuro del fotógrafo Cyril (un sensacional Victor Belmondo). Cyril entabla con Sammy una amistad que muy pronto va mucho más allá y acaba convirtiéndose en una pasión romántica de la que no tarda en darse cuenta Emma, que acepta la situación y decide hacer un pacto de no agresión con Cyril, con el que no se lleva nada mal. Pero enseguida estalla la burbuja de felicidad (“empieza a escocer”), ya que son los años 90 y planea la sombra de un sida del que no se librará ninguno de los tres...
La narración (escrita por el director junto con Laurette Polmanss), que abarca con gran fluidez una década entera mediante múltiples pequeñas elipsis —y una de 5 años—, avanza con gran habilidad, de modo que destila el encanto de los encuentros, las sorpresas y los sobresaltos, la desesperación y la aceptación, y todo ello con un toque de fantasía y a través de la ternura desprendida por el engranaje que conforman estos personajes de buen corazón. El cineasta encuentra la distancia justa entre la violencia emocional subyacente en el guion (la infección, la devastación que siembra la enfermedad y la pérdida) y una conmovedora melodía perfectamente arropada por las composiciones de Georges Delerue. Esta exigencia formal mantiene la tensión trágica de la película en perfecto equilibrio, haciendo que las emociones resulten a la vez desgarradoras y contenidas en la urgencia del presente, casi como si se esbozara el cuadro de la eterna juventud. Esta hambre de vida contra viento y marea se simboliza en una alegre reinterpretación de una secuencia de la película de Leos Carax Mala sangre (con “Modern Love”, de David Bowie, en la banda sonora) y en una tierna escapada crepuscular en la ciudad italiana de Sorrento. Todo ello conforma una película que se corresponde a más no poder —y con conmovedora modestia— con la traducción al español del título original (vivir, morir y volver a nacer).
Vivre, mourir et renaître ha sido producida por ARP Sélection y coproducida por Arte France Cinéma. Las ventas internacionales de la película corren a cargo de Goodfellas.
(Traducción del francés)
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