Crítica: Monster on a Plane
por Katrin Büchler
- La cinta de terror repleta de humor de Ezra Tsegaye, sobre un avión al que nadie querría montarse, ofrece una buena y sangrienta diversión
La película Monster on a Plane, escrita y dirigida por el cineasta y artista gráfico alemán Ezra Tsegaye, tuvo su estreno mundial el 20 de abril en el Festival Internacional de Cine Fantástico de Bruselas (BIFFF), antes de viajar al Festival Internacional de Cine Horrorant en Atenas. El encuentro belga es conocido por su ecléctica selección de películas de fantasía, ciencia ficción y terror, así como por su entregado público, que a menudo comenta en directo las proyecciones.
A juzgar por los comentarios, esta película en particular fue muy apreciada por el público del festival. De hecho, se trata de una propuesta muy divertida: en el viaje desde la isla Mermaid Lagoon hasta Hamburgo, el profesor Singh (Dieter Landuris) introduce de contrabando a una pequeña criatura en un avión lleno de pasajeros, en su mayoría alemanes hilarantemente caricaturizados, con la intención de estudiarla. Sin embargo, el bichito no parece muy interesado en ayudar a encontrar una cura para el cáncer, desatando el caos en el avión cuando empieza a comerse a los pasajeros…
El reparto ofrece un gran trabajo coral, y lo que logra que la película sea especialmente entretenida es el humor autocrítico del que están impregnados los personajes, una cualidad que rara vez se encuentra en las películas alemanas. Todos los pasajeros tienen un acento marcado, haciendo que suenen atroces y divertidos a partes iguales.
Eva Habermann interpreta a la encantadora azafata Natalie, una de las pocas personas a las que nos gustaría ver con vida cuando aterrice el avión. Robin Czerny es sin duda el pasajero más molesto del viaje (¡apaga el teléfono de una vez!), pero se convierte en un héroe cuando la situación lo requiere. Philippe Brenninkmeyer es el tranquilo pero arrogante piloto del vuelo 123 que, por suerte, no se olvidó de meter en la maleta el manual del avión. Isabel Dornheim interpreta a una seductora y superficial estudiante matona y Fred Aaron Blake a un asesino en serie que casi logra robarle protagonismo al monstruo.
La mayoría de los pasajeros hacen que simpaticemos con la criatura, una estrategia que funciona muy bien para esta película. No estamos ante una obra profunda que nos anima a buscar vídeos de gente elaborando teorías sobre la película durante noches enteras, pero no todas tienen que serlo. La cinta de Tsegaye presenta algunos guiños a clásicos de los 80 como Gremlins e incluso Indiana Jones, pero también a películas más recientes como Serpientes en el avión. El etalonaje, las luces de neón y, sobre todo, la visión del monstruo le confieren el aspecto de una novela gráfica. Los efectos son de bajo presupuesto, pero muy creativos, sobre todo si tenemos en cuenta que la mayoría se lograron con elementos hechos a mano y miniaturas. Al principio, el monstruo parece una versión asesina de un juguete Snugglebum de los años 80, pero se hace cada vez más grande a medida que emite gases que alteran la mente y acumula muertes. En general, es un viaje entretenido.
Monster on a Plane es una producción de Riot City Entertainment, una filial de la alemana Cornelsen Films.
(Traducción del inglés)
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