Crítica: Guerilla
por Fabien Lemercier
- György Mór Kárpáti firma un primer largo prometedor, atmosférico y minimalista sobre una guerrilla derrotada que se oculta en el bosque, en el año 1849
"No somos peores que los otros. Así es la guerra, eso es todo". Con esta frase inicial de Guerilla [+lee también:
tráiler
ficha de la película], estrenada hoy en las salas húngaras por Mozinet, György Mór Kárpáti anuncia claramente el tono del film: lo que sigue no encajará con una moral heroica. Sin embargo, este indicio temprano no anuncia un derroche de acciones espectaculares, pues el cineasta húngaro prefiere trabajar con el ambiente sobre un realismo que se desarrolla casi en tiempo real, en el seno de un pequeño grupo aislado en una naturaleza salvaje, sobre lo que va más allá de las palabras y lo que sugieren las expresiones de las caras. Un enfoque que deja interpretaciones abiertas, pistas falsas y suspense, revelándose como una forma hábil de abordar un tema de época, género que normalmente evitan los primerizos, sobre todo por los costes que implica la reconstrucción histórica.
Es el mes de agosto de 1849; un hombre cruza una pradera, bajo el sol, rodeado por el zumbido de los insectos y el canto de los pájaros, y descubre, en un desvío por el bosque, un montón de cadáveres. Interceptado un poco más lejos por soldados, el hombre finge ser seminarista, y le obligan a asistir a la ejecución de un prisionero. El miedo reina sobre la situación, pues las fuerzas imperiales austríacas, ayudadas por el ejército zarista ruso, han aplastado a los húngaros, que se levantaron en armas hace un año para independizarse del Imperio de los Habsburgo. Perseguidas y dispersas, las tropas agotadas de la guerrilla se esconden en el bosque. Nuestro protagonista, Barnabás (Gergely Váradi), busca a su hermano menor, Antal (Benett Vilmányi), que lucha por los independentistas. Quiere convencerlo de volver con su familia, que huyó a Miskolc tras el incendio que arrasó su pueblo. También sabe que Görgey, una gran figura de la rebelión, se rindió el 13 de agosto. Todo esto lo comunica al capitán Sándor Csont cuando se encuentra con su pequeña compañía, oculta en lo más profundo del bosque y los valles; con ellos compartirá el día a día hasta que Antal se recupere de una herida. Cuando estaba en camino, nunca respondía a la cuestión de su participación anterior en los combates. Ahora, Barnabás afirma que era sargento en la milicia, una mentira evidente, y pide a su hermano que corrobore su versión; al mismo tiempo, entabla una discreta relación con una enfermera (Blanka Mészáros) que también le gusta a Antal. Día a día, la tensión aumenta, los vivos van menguando y la amenaza de los cosacos se acerca...
La brutal cirugía de campaña, hogueras en la noche oscura, soldados lacónicos, la recogida de leña, la caza, emboscadas imprevistas, prisioneros liquidados y enterrados, uniformes redistribuidos con agujeros de bala, idilios instantáneos e incluso el parto de la mujer del capitán: György Mór Kárpáti reconstruye con mucho realismo la vida de este pequeño grupo en una espera un poco desesperada, al borde del precipicio de la derrota definitiva. Pero este aroma de la muerte flota en una atmósfera más vasta, el de una naturaleza exuberante y temblorosa cuya variedad el cineasta capta a la perfección, capturando el más mínimo crujido de hojas, el rumor de los arroyos. Una reconstrucción sensorial que hace de Guerrilla una inmersión muy lograda estilísticamente sobre un hilo narrativo bastante minimalista (pero lo bastante enigmático como para conservar el interés), y del realizador, un cineasta prometedor.
Producida por Viktória Petrányi para Proton Cinema, Guerilla, cuya producción ejecutiva ha estado a cargo de Kornél Mundruczó, es vendida internacionalmente por The Match Factory.
(Traducción del francés)
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