Crítica: La sombra del pasado
por Camillo De Marco
- VENECIA 2018: Florian Henckel von Donnersmarck vuelve con un film inspirado en la vida del artista alemán Gerhard Richter, dirigido a un público nacido después de la caída del muro de Berlín
El verdadero arte sobrevive al totalitarismo y nunca se deja doblegar por el conformismo, siempre que el artista mantenga su libertad de perspectiva. Este es el mensaje de La sombra del pasado [+lee también:
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La idea de la cinta, que compite en el Festival de Venecia, procede de un libro sobre Gerhard Richter, famoso por sus fotografías pintadas y su arte abstracto, en el que von Donnersmarck descubrió un hecho especialmente escalofriante sobre la vida del artista nacido en Dresde: el padre de la chica con la que se casó fue el doctor de las SS a cargo del programa de eutanasia del Tercer Reich que ejecutó a la querida tía de Richter. A pesar de que los nombres se han cambiado, el film cuenta en definitiva la vida de este artista alemán, desde el nazismo hasta el régimen comunista de Alemania Oriental. La sombra del pasado comienza con la hermosa e intensa relación de un niño artista (llamado Kurt Barnert en la cinta, interpretado por Tom Schilling) y su tía Elisabeth (Saskia Rosendahl).Ambos visitan la famosa exposición itinerante sobre el "arte degenerado", organizada por Hitler en 1937 para mostrar a los alemanes la naturaleza corrupta y enfermiza del arte de Chagall, Klee, Grosz, Kandinsky, Mondrian, Dix y Van Gogh. Elisabeth, una apasionada amante de la música y las artes visuales, acude a la exposición para admirar las obras y transmitir su pasión a su nieto, a quien enseña a "no apartar nunca la mirada". Una pasión manifestada con demasiado fervor, y que causará el internamiento de la joven en un asilo y su posterior sentencia a muerte en la cámara de gas, igual que los judíos en los campos de concentración.
Kurt crece y observa los horrores de la guerra (Dresde fue completamente destruida por los bombardeos aliados). Entonces decide convertirse en pintor, asiste a la academia y aprende en la nueva república socialista que los cuadros de Picasso son decadentes y antidemocráticos porque el arte debería servir al pueblo. Se casa, sin saberlo, con la hija (Paula Beer) del ginecólogo (Sebastian Koch) responsable de la muerte de su tía, que logró escapar a la persecución de las SS. Para escapar del socialismo, el joven cruza la frontera justo antes de la caída del muro. Los cines de Berlín Oriental proyectan Psicosis, de Hitchcock. Kurt llega en 1961 al efervescente y libre mundo estudiantil de la Academia de Düsseldorf, donde da clases un artista en el que el público reconocerá a Joseph Beuys. El gran chamán performer despierta el talento del joven protagonista, que comienza a plasmar recuerdos enterrados en la profundidad de su conciencia aprovechando imágenes de periódicos y su álbum de fotos. El arte se convierte en la coherencia, la verdad y la auténtica fuerza.
La sombra del pasado logra entretener, a pesar de su metraje de tres horas y ocho minutos (pobres de los operadores que tengan que programarla) y de su planteamiento un poco demasiado simple, explicativo y didáctico. Está claro que von Donnersmarck se dirige a un público joven, al que quiere transmitir su interpretación de un momento fundamental de la historia reciente. Lo importante es no apartar nunca la mirada.
Rodada en Dresde, Berlín, Görlitz, Colonia, Praga y Düsseldorf, la cinta es una producción de Pergamon Film y Wiedemann & Berg Film, en coproducción con Beta Cinema, ARD Degeto y Bayerischer Rundfunk y en colaboración con Sky Deutschland, Rai Cinema y Arte.
(Traducción del italiano)
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