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Ortega Quotes

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Richard K. Morgan
“Hombres y mujeres no son más que mercancías, como todo lo demás. Acomódalos, flétalos y trasvásalos. Y por favor firma aquí abajo.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“No son humanos, se relacionan con la humanidad del mismo modo que usted y yo nos relacionamos con el mundo de los insectos.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“Será mejor que se vaya, teniente. Todos estos prejuicios me dan dolor de cabeza.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“No veo ninguna contradicción entre la civilización y un chorro de semen.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“- Nadie es intocable. Ni siquiera los mats.
Begin me miró con tristeza.
- Usted no es de aquí - dijo -. Eso se nota.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“- «El ojo humano es un instrumento maravilloso» -dije, citando Poemas y otras tergiversaciones -. «Con un pequeño esfuerzo no es capaz de ver las peores injusticias».”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“- Preferiría que no fumara aquí.
- Kawahara, yo en cambio preferiría que usted se muriera de una hemorragia interna, pero no creo que vaya a hacerlo.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“Antes de que nos diéramos cuenta de lo que estaba pasando. Era como el desenlace de un largo conflicto. Nos dejamos caer como satélites en llamas, abandonándonos a la gravedad que nos imantaba, abrazándonos y riéndonos. Ortega emitió unos jadeos excitados cuando mis manos se introdujeron en su kimono, con mis palmas acariciándole los pezones erectos, sus senos adaptándose a mis manos como si hubiesen sido diseñados para ello. El kimono fue cayendo poco a poco, después frenéticamente arrancado, dejando al descubierto una espalda de nadadora. Me quité la camisa y la chaqueta de una vez, mientras las manos de Ortega se debatían con mi cinturón, abrieron la bragueta y una mano de largos dedos se deslizó por la abertura. Noté la callosidad de cada base de sus dedos acariciándome. Salimos de la sala, no sabría decir cómo, y nos dirigimos hacia la cabina de atrás. Miré los largos músculos de sus muslos; yo era Ryker, era yo, porque me sentía como un hombre que por fin vuelve a casa. Allí, en la habitación cubierta de espejos, ella se acostó boca abajo, sobre las sábanas revueltas, se arqueó y yo la penetré hasta el fondo. Ortega estaba en llamas. Me hundí en un baño de aguas calientes. Los ardientes hemisferios de sus nalgas marcaban mis caderas a cada sacudida. Delante de mí, su columna ondulaba y se retorcía como una serpiente. El pelo le caía sobre la nuca con una elegancia caótica. En los espejos que nos rodeaban, Ryker se inclinó para acariciarle los senos, después las costillas, la redondez de los hombros, mientras ella se aupaba y volvía a desplomarse como el océano que rodeaba la nave. Ryker y Ortega, frotándose juntos como los amantes reunidos de una obra clásica. Sentí que el primer orgasmo la recorría, pero cuando ella se volvió para mirarme a través del pelo enmarañado, con los labios entreabiertos, perdí todo control. Me pegué a ella vaciándome hasta el último de los espasmos. Me desplomé sobre la cama y salí de su cuerpo como si naciera de nuevo. Su orgasmo continuaba.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“Durante toda una eternidad, nuestras palabras pasaban de los murmullos a las exclamaciones excitadas. Cambiábamos de postura y nos mordisqueábamos suavemente, mientras me embargaba un sentimiento que amenazaba con desbordarme por mis ojos. La presión era insostenible; me abandoné y descargué en ella mientras la sentía buscar los últimos vestigios de mi erección con sus últimas contracciones.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“- ¿Estás intentando emborracharte?
- Por supuesto que sí. Si tengo que hablar conmigo mismo, no veo qué necesidad hay de hacerlo sobrio.”
Richard K. Morgan

Richard K. Morgan
“Todavía tengo una conciencia haciendo ruido en alguna parte. Sólo que me he olvidado de dónde la dejé.”
Richard K. Morgan