Resumiendo mucho, El infinito en un junco es un ensayo sobre la invención de los libros en la antigüedad. Comienza con un pequeño relato en el que unos agentes de Ptolomeo, rey de Egipto, van a buscar libros a Atenas para llevarlos a la Biblioteca de Alejandría y copiarlos (aunque todos los implicados saben que lo más seguro es que nunca vuelvan), y después va hablando sobre cómo la palabra escrita encontró su hogar en los libros, primero en tablillas de cera o arcilla y luego en papiros fabricados con un junco que crecía en la tierra de los faraones.
El libro está dividido en dos partes principales, una dedicada al mundo griego, y muy centrada en la Biblioteca de Alejandría, y otra dedicada a los romanos y el modo en el que la Pax Romana multiplicó las bibliotecas por todo el Imperio. La narración va avanzando poco a poco, hablando de cómo se almacenaban y copiaban los textos, de cómo se leían (en voz alta y desenrollando poco a poco el papiro), de cómo en Pérgamo inventaron un soporte alternativo, el pergamino, creado a partir de piel de animales, o de cómo el papiro no resistía muy bien el clima húmedo de Europa y había que estar constantemente reescribiendo las historias y libros que merecían la pena, a medida que los rollos de papiro en los que estaban escritos se iban deteriorando.
Fuera de estas dos grandes partes, la autora nos deja reflexiones muy conectadas con el mundo actual y elementos para la reflexión. Me ha gustado especialmente la revelación de que en tiempos de los romanos los escritores publicaban sus obras escribiendo el original, llevándolo a la tienda de escribas (normalmente esclavos) para que hicieran copias y distribuyéndolas entre sus amigos y familiares. Muchos de ellos consideraban una infamia que el vulgo leyera sus libros habiéndolos copiado a su vez, lo cual es completamente al contrario de lo que sucede hoy en día, en el que lo triste es que tus obras solo las lean tus amigos y familiares :D.
La autora, que escribe de maravilla, salpica su ensayo con pequeños relatos (me encanta la historia de Marcial jubilado en Hispania) y con anécdotas de su propia vida que te hacen empatizar con una persona que fue la típica ratona de biblioteca, como lo fuimos muchos de nosotros. Es principalmente un ensayo, muy bien documentado y escrito, pero es algo más. Es una carta de amor a los libros.
A destacar el último párrafo, en el que da las gracias a todos los lectores y escritores que han ido salvando sus libros preferidos del olvido a base de esfuerzos heroicos y, en muchos casos, anónimos. Juro que me emocioné y todo leyéndolo.
En definitiva, un libro sobre libros que era casi imposible que no me gustara. Lo devoré en apenas unos días, porque no podía dejar de leerlo, y es seguro que lo volveré a leer a no mucho tardar. Después de todo, ¿merece la pena un libro que no estás dispuesto a leer más de una vez? ;).
Saludetes,
Carlos