Aunque parezca mentira, mañana vamos a volver a recuperar la campaña que nos hizo explorar los Salones de Bajomontaña, y tengo que reconocer que me hace más ilusión de la que esperaba. Hace mucho tiempo que no volvemos al cementerio más famoso de todo Faerûn, por lo que conviene refrescar los eventos ocurridos allí abajo hace (si no me falla la memoria) más de un año.
Una crónica redactada por el Sr. Rojo, abnegado máster de D&D 4ª Ed.
Tras un merecido descanso decidisteis seguir las indicaciones del gran-Grand Grelpin y fuisteis a buscar los tesoros de Halaster. Sabiendo de la presencia de stirges y conociendo su peligrosa sed de sangre, Rotwile abrió la puerta con mucho sigilo y se asomó a la sala.
La cámara era enorme, con un eco descomunal (habría que tener mucho cuidado con los ruidos). Una pasarela de 10′ de ancho con un abismo a cada lado avanzaba desde la puerta unos 20′ antes de girar 90º a la derecha y tras otros 40′ llegar a una puerta cerrada. Asomándose desde la puerta, Rotwile pudo ver que a ambos extremos de la pasarela había una caída de 50′ y al fondo un agua negruzca y fangosa. A 10′ a la izquierda de la pasarela había un alto muro pero con una abertura donde había un rellano profundo (20′) y ancho (más de 60′). Más o menos en el centro de dicha cámara había tres cofres de madera y frente a uno de ellos el cuerpo seco y sin vida de un kobold. Un último rasgo llamaba la atención en la sala; sus muros estaban plagados de agujeros de un pie de diámetro dispersos de forma irregular, como si de una piedra porosa se tratase.
Tras cerrar de nuevo la puerta comenzasteis a debatir cual sería la forma más efectiva de conseguir los cofres. La primera opción la dio Rolen, saltar la distancia de 10′ (3 metros) que separaban la pasarela del rellano, coger el contenido de los cofres y volver a saltar. Pero Brug y Rotwile advirtieron que con el eco de la sala, hacer eso en silencia y sin alertar a las stirges sería casi imposible. Vuestro compañero Quinn el mago recordó que conocía un ritual para convocar a un sirviente invisible, un criatura de fuerza capaz de seguir órdenes mentales y con fuerza para mover hasta 100 libras (50 kg) de materia. Rápidamente el plan fue urdiéndose. Con la ayuda de una cuerda de seda y del sirviente invisible podrían acercarse los cofres atados al borde del rellano y desde la seguridad de la puerta tirar de ellos con celeridad para que las stirges ni siquiera os atacaran. Todos aceptasteis el plan.
Quinn volvió a abrir la puerta, y comenzó a sacar una serie de elementos arcanos de su bolsa. Con un polvo plateado escribió unos símbolos mágicos en el suelo frente al portal, colocó ciertos amuletos junto a dichos símbolos y se sentó en el suelo mirando al rellano mientras comenzaba a cantar una letanía arcana lentamente. A medida que cantaba la letanía aumentaba su ritmo, el polvo que formaba los símbolos iba disolviéndose con un brillo arcano y esa energía parecía acumularse en el cuerpo de Quinn que comenzó a brillar. Todos vigilabais expectantes. Pasado un tiempo (diez, quince minutos, no sabríais decirlo) el polvo se consumió completamente dejando una huella en el suelo y Quinn brillaba de energía mágica. Éste comenzó a hacer gestos arcanos y la energía surgió de su cuerpo hacia el rellano más allá de la pasarela. Por un momento os pareció ver como dicha energía formaba la silueta de una figura humana, pero rápidamente se disipó y todo volvió a la quietud del comienzo. Quinn sonrió y mirándoos dijo: «Todo vuestro».
Rotwille lanzó diestramente la cuerda hacia el rellano mientras Brug sujetaba el otro cabo. Quinn se concentró y al momento el extremo de la cuerda comenzó a flotar hacia el cofre más cercano. «Prueba a abrir el cofre» comentó Brug, y ante la concentrada mirada del mago, la tapa del cofre se abrió lentamente. «Parece que no están cerrados ni tienen trampas», dijo el bárbaro. «Buena señal. Ahora que ate la cuerda y acerque el cofre al borde». Mágicamente la cuerda de seda se anudó a través del cierre del cofre y de sus asas laterales. Luego comenzó como a flotar (seguramente portado por los brazos del sirviente invisible) lentamente hasta el borde del rellano donde se posó suavemente de nuevo en el suelo. Todos mirabais la operación conteniendo el aliento y vigilando la posible presencia de estirges.
«¿Ahora qué?» preguntó Rotwile, «¿Cogemos este cofre?», «No, mejor los tres a la vez. Podría hacer ruido al traerlo hacia aquí» replicó Brug. Ambos miraron a Quinn y éste, manteniendo la concentración, ordenó al sirviente invisible que fuera a por el otro cofre. Entonces un chirrido de madera contra roca rompió el silencio de la sala, reverberando como en un paso de montaña. Todos miraron alarmados a Quinn; el cofre se había arrastrado sonoramente hacia el que estaba situado en el centro, estando ahora los dos juntos. La cuerda se ató al segundo cofre. «No me miréis así, no sé qué ha pasado» replicó Quinn. «Procura que ahora traiga el tercero pero que deje los otros dos quietecitos» fue la dura respuesta de Baern mientras sacaba su ballesta y amartillaba un virote en ella.
No estamos seguros de que tuviera aspecto humano…
Quinn, visiblemente extrañado por el comportamiento del sirviente invisible al que, obviamente, no podía ver volvió a concentrarse para dar órdenes a su creación mágica, esta vez especificando que dejara tranquilos a los otros dos arcones. Sin embargo, nuevamente los cofres se movieron en dirección al tercero creando un estruendo aún mayor, y además estirando la cuerda de tal forma que Rotwile tuvo que entrar en la sala para no soltar su cabo, flanqueado por su hermano que le ayudaba a mantener el equilibrio. Nerviosos, ambos imprecaron al mago que ordenara que su sirviente acercara los cofres, sin embargo ante las órdenes mágicas de Quinn nada sucedió, y los cofres quedaron inmóviles, atados entre sí, al final del rellano. Lo que sí ocurrió fue lo inevitable, de uno de los múltiples agujero de los muros surgió una solitaria stirge, que alertada por los ruidos buscaba una posible comida.
El grupo reaccionó rápido, Rolen de dos rápidos y certeros flechazos eliminó a la criatura, uno atravesó su ala y le hizo perder el equilibrio, el otro le golpeó en la cabeza y le hizo estrellarse en el agua del fondo con un sonoro chapoteo, mientras que Lady Stellephosa, la paladina de Kelemvor (el dios de los muertos) que se había unido a vuestro grupo tras ser rescatada de las prisiones de Zarr avanzaba por la cornisa hasta colocarse frente a los dos semiorcos al grito de «yo os cubro». Fue un movimiento acertado porque en ese momento dos stirges más habían entrado en la sala desde los conductos de la pared y se acercaban a los expuestos semiorcos. La paladina consiguió golpear a la criatura, pero su piel correosa evitó la mayor parte del impacto por lo que no se detuvo e introdujo su larga probóscide entre las pieles de la armadura del expuesto Brug, que junto a su hermano comenzaban a tirar de los tres cofres que lentamente se iban acercando a la cornisa. La estirge comenzó a beber sangre del cuerpo del semiorco, éste ajeno al daño que recibía seguía tirando de los cofres junto a su hermano, que con una proeza de fuerza impresionante consiguió mover por fin los cofres que quedaron colgando sobre las fangosas aguas; ahora solo se trataba de izar los cofres hasta la cornisa y salir de la cámara.
Aunque el fuego de proyectiles, tanto mundanos como mágicos, de Rolen, Baern y Quinn mantenían a algunas stirges a raya, la sala se había convertido en un avispero, o en un stirgero si se me permite la expresión, y varias stirges se habían lanzado contra el cuerpo acorazado de Lady Stellephosa y aunque las placas de metal mantenían alejadas a la mayoría de ellas, algunas habían encontrado huecos y de sus largas narices extraían sangre de la paladina que se iba debilitando por momentos. Su situación apurada no le permitía ayudar a Brug con la estirge chupoptera que seguía pegada en su costado. El semiorco, ignorando su creciente debilidad sacó un mosquetón de su equipo de escalada y enganchándolo en su cinturón pasó la cuerda a su través para aumentar la seguridad de los cofres, al tiempo que seguía tirando del cabo para elevar la pesada carga hacia la cornisa.
Lady Stellephosa comenzó a arrancar stirges de su cuerpo al tiempo que recurriendo al poder de su dios recuperaba parte de la vitalidad perdida, pero estaba visiblemente dañada. La situación comenzaba a ser crítica, pero al menos las stirges dieron un descanso y el número de estas que aparecían desde los agujeros paró por un momento. Sin embargo, la pausa no parecía ser suficiente para que Lady Stellephosa consiguiera arrancar a todas las stirges de su cuerpo y debilitada por la pérdida de sangre, clavó una rodilla en tierra, preludio de caer rendida ante sus enemigos. En ese momento Rolen recurrió a la magia curativa de Selûne y la paladina consiguió volver a ponerse en pie. Mientras tanto, Brug había colocado otro mosquetón en el cinto de su hermano mientras este tiraba y tiraba, hasta que finalmente la carga llegó a la cornisa. Brug dejó de tirar mientras se arrancaba la sanguijuela que le estaba robando la vida y la tiraba al aire donde un proyectil mágico de rolen y un virote de Baern acababan con su vida. Entonces gritó «¡Hacia la puerta, vamos!» mientras se replegaba fuera de la cámara. Lady Stellephosa, aún con varias stirges enganchadas también comenzó a retroceder, y Rotwile agarró los cofres con la intención de salir, cuando algo extraño ocurrió…
Cuando el ladrón semiorco agarró los cofres sus manos quedaron pegadas a ellos, y sus piernas que habían rozado levemente la madera también. Rotwile quedó sujeto en una postura extraña, con la espalda encorvada y sin poder separar las piernas ni los brazos. Comenzó a dar saltitos hacia atrás intentando salir por la puerta, pero lo hacía muy lentamente y era blanco fácil de las stirges que volvían a salir de las paredes. Lady Stellephosa seguía con sus problemas y había tenido que recurrir nuevamente a la magia curativa de su dios (su último intento del día) por lo que no podía ayudar, así que Rolen avanzó para cubrir a su imposibilitado compañero, las stirges le rodearon y una consiguió engancharse a su brazo. Con fuerza tiró de ella hasta arrancársela y luego con una potente patada circular la mandó inerte al fondo del abismo.
Mientras tanto las cosas parecían mejorar; Brug y Baern, tirando de la cuerda que Rotwile aún tenía enganchada en su cinto, habían sacado al semiorco de la habitación, y Lady Stellephosa también había salido con dos stirges enganchadas y succionando aún de su cuerpo. Milagrosamente en el momento en que los cofres cruzaron la puerta, la magia que mantenía pegado a Rotwile de pies y manos desapareció, quedando este libre para actuar nuevamente. Rolen cruzó el último el portón y lo cerró para evitar que más stirges atacaran. Baern y Rotwile arrancaron sendas stirges del cuerpo de la paladina y las remataron con sus armas. Finalmente, algo heridos y exhaustos, los cofres estaban en vuestro poder y las stirges muertas.
El primer cofre contenía un cáliz de oro de bella factura y el segundo un saco con 400 monedas de plata. Sin embargo en el tercero estaba el auténtico tesoro; una fina cota de mallas de manufactura enana que además, bajo la inspección de Quinn, estaba encantada con una magia protectora. ¡Un tesoro digno de los peligros de Bajomontaña!
Tras un breve descanso debatisteis si habías encontrado suficientes tesoros o si os arriesgaríais a explorar la cámara de la bruma letal de la que os había hablado Grand Grelpin. Envalentonados por vuestro éxito con los cofres decidisteis seguir adelante. Con suma cautela volvisteis a abrir la puerta a la cámara de las stirges, pero ésta estaba vacía… y limpia de criaturas. Con paso firme cruzasteis la pasarela hacia la otra puerta. No estaba cerrada. Tras salir volvisteis a cerrarla y respirasteis aliviados. El pasillo hizo un par de giros y desembocó en un túnel con dos puertas; una la izquierda y otra a la derecha. Recordando las palabras del chamán kobold abristeis la de la derecha.
La puerta abierta os reveló una amplia sala de más de 60′ de largo por 30 de ancho completamente vacía pero con sus muros recubiertos de frescos. Éstos mostraba a diferentes razas realizando ritos mágicos; los enanos con ropas ceremoniales inscribían runas en un altar de piedra, los humanos con diademas en sus cabezas observaban a través de bolas de cristal, los drows con sus dagas afiladas acuchillaban a víctimas recubiertas de arañas en sus altares. Algunas escenas como las de los gnomos eran pacíficas y bellas, otras como las de los orcos eran más desagradables. Al fondo de la habitación en la esquina de la derecha, había un túnel de salida pero éste estaba completamente lleno de una bruma arremolinante de color verde y rosa. Frente a la bruma se encontraban los cadáveres de seis kobolds y seis goblins. Al acercaros pudisteis ver que los cadáveres no mostraban heridas de ningún tipo, pero sus cuerpos estaban secos, despojados de toda fuerza vital. «Como si un espectro muerto viviente los hubiera consumido» añadió Rolen con un brillo frío en sus ojos.
Mientras inspeccionabais los cadáveres, Quinn se acercó para analizar mágicamente la bruma. De repente de la bruma surgió un rostro de ojos grandes con pelo y barba erizados y luego un cuerpo semitranslúcido que enunció en un tono sarcástico «¿Sois merecedores de recibir la bendición de la visión? ¿Osaréis intentarlo?» Por un instante quedasteis mudos hasta que Baern el enano respondió «Sí», a lo que el espectro replicó «Solo los más sabios y valientes pueden recibir el don de la visión. Selecciona a otros dos para que pasen la prueba contigo. Recuerda, pones sus vidas y la tuya en peligro».
Baern escogió a Rotwile por su valentía y a Rolen por su sabiduría, a lo que el espectro respondió; «Más allá del velo, el poder de la visión espera. Solo agarrando este bastón podréis atravesar el velo». Un bastón de madera con los bordes chapados de hierro apareció de repente en sus manos. El espíritu continuó, «Solo dos criaturas pueden agarrar el bastón a la vez, y al menos una criatura debe transportar el bastón a través del velo. Pero hay más». Otros dos espectros similares aparecieron junto a la figura fantasmal. «Para pasar la prueba vosotros tres y nosotros tres debemos estar juntos al otro lado del velo. Sin embargo, no más de dos personas pueden pasar a la vez, y el bastón debe ser portado por alguien para cruzar el velo. No puede ser lanzado. Si en cualquier momento nosotros los espíritus os superamos en número a vosotros mortales en alguno de los dos lados, pereceréis. Ahora… ¿cómo podremos pasar todos de forma segura?»
Stretch, Stinkie y Fatso.
Al principio con pasos temblorosos pero luego con cada vez más seguridad fuisteis descifrando el enigma y finalmente tanto los espíritus como vosotros alcanzasteis el otro lado del túnel brumoso (no desvelo como lo hicieron por si tú, lector, prefieres intentarlo). La cámara al otro lado también estaba llena de frescos mostrando a los dioses entregando el don de la magia a las criaturas. Las poderosas como ángeles, dragones y demonios están juntas en la parte alta de los muros, mientras que las más débiles están en la base. Un gran trono de piedra estaba en la pared más alejada. El espíritu volvió a hablar mientras se colocaba junto al trono y pasaba un brazo sobre él mientras miraba a Baern; «Os habéis ganado el derecho a sentaros en el Asiento de las Visiones. Lo que veias puede no gustaros, pero no os dañará.» Baern se sentó en el trono y todos los frescos de las dos salas comenzaron a animarse y a realizar los ritos y magias que plasmaban. Esa energía fue canalizándose hacia el trono y hacia Baern, cuyo cuerpo comenzó a brillar…
Las visiones asaltaron su mente; vio un pozo o un lago de aguas negras lleno de cadáveres. Vio a criaturas reptiloides amenazarles y devorar a humanos. Vio a una criatura estallar mientras miles de serpientes surgían de su cuerpo. Vio un pasillo de Bajomontaña recubierto de maleza y lianas y de plantas que desgarraban su piel. Vio un túnel frente a él completamente cubierto de agua como si de una pared se tratase, y desde el fondo de ese túnel una enorme sombra cada vez se acercaba más…
Cuando el brillo desapareció, Baern abrió lentamente los ojos (os pareció todavía ver un leve destello de magia en ellos que se desvanecía) y se levantó del trono. Baern había ganado el poder de la segunda visión, otorgado por Halaster. Salisteis de la sala y antes de volver abristeis la otra puerta del pasillo que debería conducir a las prisiones. Una empinada escalera descendía. Al fondo había una amplia cámara abovedada (al menos el doble de grande que la cámara de los frescos) con dos enormes pilares (10′ de ancho) en el centro recogiendo el peso del pesado techo y con cuatro enormes estatuas (15′) de humanoides con túnica y rostro inexpresivo. Cuando entrasteis, un osgo se presentó ante vosotros y os preguntó a qué veníais aquí. Sin embargo, al ver la cabeza de Zarr colgada del hombro del bárbaro semiorco, comprendió que erais los héroes que habías acabado con su antiguo líder. Resultó que él estaba aquí preso y ahora se encarga de mantener a los prisioneros. Su nombre era Smurgle, pero la prisión estaba vacía de presos. Solo quedaba la señal donde Lady Stellephosa quemó al zombie que había estado encadenado junto a ella importunándola todo el rato.
Finalmente os reunisteis al grupo de liberados para volver a la superficie, pero antes Grand Grelpin os entregó una bolsa llena de pequeñas baratijas kobolds; «es todo lo que hemos podido reunir». Al menos las baratijas estaban hechas de oro y podían alcanzar un buen valor en el mercado; al menos 200 piezas de oro. Agradecidos os despedisteis de Grand Grelpin y su clan.
El camino de vuelta a la cámara del pozo se os hizo más corto que la primera vez. Llamasteis a Durnan quien os lanzó la cuerda para poder subir. Cuando éste os vio volver con los rescatados, algunos de los cuales eran miembros del grupo emboscado se emocionó y os preguntó si habíais acabado con las emboscadas. Cuando dijisteis que sí, Durnan os abrazó casi entre lágrimas al grito de «¡Salvado! ¡Mi negocio está salvado!. Le contasteis que Zarr era el responsable y estaba compinchado con un habitual de su posada, pero como no conseguíais recordar el nombre. En ese momento os llamó la atención que la puerta de la posada se cerraba lentamente, corristeis hacia ella pero ya era tarde, la calle estaba llena de gente y no distinguisteis nada sospechoso.
Le preguntasteis a Durnan quien faltaba la posada y tras echar un vistazo os dijo; «Sanfin Lotte estaba ahí tomando el almuerzo, el plato está a medio acabar.» Entonces recordasteis el nombre, ¡era ese!. Sanfin era un joven mercader que llamaba la atención por un periquito que siempre llevaba en el hombro y por la costumbre que el animal tenía de bajar al pozo cada vez que un grupo se aprestaba a descender en busca de aventuras. Entonces, mientras Baern se sentaba a terminar la comida que el traidor no había finiquitado, una mujer se acercó, se presentó como Agada Vane y le dijo a Durnan «Tranquilo, yo me encargaré de él» y abandonó la posada. Brug salió en pos suya y ofreció su ayuda, pero la mujer le respondió que ya habían hecho suficiente, que ahora era su turno.
Otras cosas ocurrieron en la taberna; el viejo Stannoc se aprestó a recoger las apuestas sobre vuestro grupo y sobre el emboscado, pidiendo sus 10 monedas a Perra que apostó en contra de éste grupo, y Argus Coppernight se despidió de vosotros dandoos las gracias nuevamente y lamentando no tener nada con qué recompensaros. Baern le ofreció dejar que os acompañara para poder buscar su mina, pero Argus ya había aprendido la lección y declinó la oferta, pero sí llegasteis a un acuerdo, si encontráis alguna mina en vuestros viajes él estaría dispuesto a explotarla y compartir los beneficios. Los dos aventureros supervivientes se despidieron con el tradicional saludo mercenario; «hasta que volvamos a vernos, y si nuestras espadas se cruzan que sea por culpa vuestra».
El suceso más extraño ocurrió cuando un enano borracho, asiduo del Portal Bostezante, vio al pequeño halfling que habíais salvado y al grito de «¡Tú! ¡tú trabajabas con él! ¿Dónde está?¿Dónde está mi hermano?» comenzó a zarandear al pobre mediano que estaba muy asustado. Durnan se lanzó a agarrarlo mientras gritaba «¡Grumpold, quieto!¿Qué haces?». Al parecer su hermano Angus desapareció mientras trabajaba en las alcantarillas de la ciudad. Era miembro del gremio de alcantarilleros y poceros, como el asustado mediano, y además iba en su grupo cuando desapareció. Sin embargo el halfling solo pudo contar que estando trabajando todo se volvió negro y perdió la conciencia y al despertar estaba preso en la celda de Zarr, no recordaba nada ni sabía nada de Angus. Con gran pesar Grumpold volvió a la barra, apuró su bebida y pidió otra.
Mientras tomabais un almuerzo cortesía de Durnan en agradecimiento por vuestros logros hablasteis de vuestra próxima expedición a Bajomontaña. Brug, a pesar de haber encontrado a uno de sus hermanos y vengado al otro, todavía se sentía en deuda con la iglesia de Selûne por haberle devuelto a la vida después de la primera aventura, por lo que acompañaría a Rolen en busca de las tumbas y el laboratorio nigromántico de la zona noroeste del primer nivel. Perra se encontraba en la misma situación, ya que así saldaría su deuda de sangre por ser rescatado de los esclavistas. Rotwile decidió que iría con su hermano, quizás con suerte encontrarían alguna pista de donde yacía Squam (el tercero de los hermanos semiorcos) y podrían darle un entierro digno. Quinn bajaría también ya que aún quería encontrar más pistas sobre el destino de su amigo Rutherford, ya que las palabras de Zarr poco le habían aclarado, y si encontraba el lugar donde el grupo se dividió pues podría encontrar más pistas de su paradero. Lady Stellephosa también iría mientras hubiera muertos vivientes que eliminar. Rolen se alegro muchísimo y agradeció la ayuda prestada. ¡Solo falta que Baern se una también a la expedición!
Sin embargo, como ya sois veteranos de Bajomontaña (habéis bajado dos veces y sobrevivido las dos) sabéis que con buscar la «sala del tablero de lanzas» en el noroeste del primer nivel no es suficiente para que alcancéis vuestro objetivo, por lo que planeasteis como buscar más información de dicho lugar. Quinn intentó buscar algo en la biblioteca de la Torre Vara Negra donde estudia magia, pero su búsqueda no reveló más de lo que ya sabía; la sala se encuentra en el noroeste del primer nivel, al norte de la escalera desmoronante, la entrada desde la ciudadela de la mano ensangrentada (bajo el castillo Aguasprofundas) al subterráneo. Había que buscar más.
Fuisteis a «El plinto», el templo a los muchos dioses que hay en la ciudad, y conseguisteis encontrar a un sacerdote de Oghma (dios del conocimiento) que cuidaba de la capilla de dicho dios allí. Le pedisteis información sobre el lugar, pero no solo Bajomontaña no es un conocimiento dentro del ámbito de su dios, sino que tampoco disponía de biblioteca ni ningún otro lugar donde investigar. Sin embargo no fue infructuosa vuestra visita, ya que se ofreció por un donativo (si le pagabais los inciensos y materiales necesarios para ella) a realizar un ritual de adivinación y consultar a su dios al respecto. El donativo serían 100 piezas de oro que Rolen, como promotor de la expedición, pagó de su bolsillo. El sacerdote tuvo una visión… «un nombre…Ruudi Stonekin…un mapa…en El Portal Bostezante…llevar otro a cambio…». Parece que teníais una pista.
Tras equiparos convenientemente para vuestro viaje, volvisteis al Portal Bostezante. Allí, en una esquina rodeado de papeles y pergaminos estaba Ruudi Stonekin, una estudiosa enana aplicada y silenciosa. Rotwile se aproximó a ella y le ofreció una copia del mapa del sur del primer nivel que Baern había realizado en vuestro primer viaje. La enana se sintió interesada y accedió a entregaros un viejo mapa, realizado en el año 1372 por un tal Dablart*, donde había una indicación hacia la sala del tablero de lanzas a cambio de la copia, por lo que ya tenías por donde empezar. El mapa indicaba que los aventureros habían bajado por el pozo, llegado a la sala de las columnas y desde ahí, cruzando la sala de los espejos hacia el oeste, cogieron un túnel al sur (peligroso por un pozo sin fondo de Halaster que había), luego hacia el norte, luego hacia el oeste por un túnel inundado y finalmente, tras seguir ese pasillo había una puerta al norte con la indicación «al tablero de lanzas».
(continuará)